Cervantes y la picaresca de Mateo Alemán: hacia una revisión del problema
p. 269-276
Texte intégral
1El tema que he propuesto para el presente encuentro no se distingue particularmente por su novedad. Pero esto de ninguna manera significa que sea uno de los menos necesitados de revisión. Creo que, si queremos que sea útil, esta revisión se habrá de apoyar en careos textuales que resalten de una manera muy concreta hasta qué punto el texto del Guzmán se toma en varios lugares de la obra cervantina, pero señaladamente en algunas de las Novelas ejemplares, como punto de partida de unas reelaboraciones muy personales. No deja de tener interés que el trabajo pionero realizado en esa direccción por Claudio Guillén, en el bien conocido y hoy clásico ensayo que ha dedicado al intercambio de réplicas que sobre la vida supuestamente escrita por Ginés de Pasamonte sostienen éste y don Quijote1 no se apoye en el texto de las Novelas. Texto en el que es en cambio bien sabido que se pueden localizar relaciones intertextuales bien concretas con la obra de Alemán. El juicio de conjunto más marcadamente teórico que sobre la autobiografía de un maleante se puede rastrear en la obra cervantina aparece de este modo segregado de los lugares de la misma en los que la materia del Guzmán se toma reiteradamente como base de un trabajo experimental realizado a nivel de prácticas muy concretas. Este nivel es el que aquí me va a interesar y que procuraré analizar tan completamente como me sea posible.
2Por razones que no son exclusivamente de rutina, seguiré en mi examen el orden de presentación en la obra de las cuatro novelas que tomaré sucesivamente en consideración. La primera de ellas es, por supuesto, Rinconete y Cortadillo, sobre cuya relación con la picaresca se ha disertado abundantemente, resaltándose en particular que la relación de amistad que muy rápidamente se traba en ella entre los dos protagonistas es inconcebible en el mundo ficcional alemaniano. Aunque para una discusión de conjunto del problema puede servir una confrontación de las relaciones que Guzmán llega o no llega a establecer con Sayavedra, desde el momento de su encuentro en Roma hasta el momento en el que éste se ahoga en el mar, me parece más convincente vincular el conocido encuentro de Rincón y Cortado con otro encuentro del Guzmán, que se narra justo después de haberse referido el hurto de la capacha llena de oro que le permite al protagonista Guzmán pasar a Italia. Sucede cuando Guzmán, que no se ha atrevido a alejarse en seguida de Madrid, por desmentir a los que indudablemente le andan buscando, comienza a caminar hasta encontrarse en las cercanías de Toledo. Aunque es largo, el fragmento se ha de citar íntegramente, para valorar la muy calculada serie de inversiones narrativas que encontramos al comienzo de Rinconete:
Metíme a la sombra de unos membrillos, para pasar el día. Hallémes in pensar junto a mí a un mocito de mi talle. Debía ser hijo de algún ciudadano, que con tan mala consideración como la mía se iba de con sus padres a ver mundo. Llevaba liado su hatillo, y como era caballero novel, acostumbrado a regalo, la leche en los labios, cansábase con el peso, que aun a sí mesmo se le hacía pesado llevarse. No debía de tener mucha gana de volver a los suyos ni ser hallado dellos. Caminaba como yo, de día por los jarales, de noche por los caminos, buscando madrigueras. Dígolo, porque desde que allí llegamos, hasta el anochecer, que nos apartamos, no salió de donde yo. Cuando se quiso partir, tomando a peso el fardo, lo dejó caer en el suelo, diciendo:
– ¡Maldígate Dios si no estoy por dejarte!
Ya nos habíamos de antes hablado y tratado, pidiéndonos cuenta de nuestros viajes, de dónde y quién éramos. Él me lo negó; yo no se lo confesé, que por mis mentiras conocí que me las decía: con esto nos pagamos. Lo que más pude sacarle fue descubrirme su necesidad.
Viendo, pues, la buena coyuntura y disgusto que con el cargo llevaba, y mayor con el poco peso de la bolsa, parecióme sería ropa de vestir. Preguntóle qué era lo que allí llevaba, que tanto le cansaba. Díjome :
– Unos vestidos.
Tuve buena entrada para mis deseos, y díjele :
– Gentilhombre, daríaos yo razonable consejo, si lo quisiésedes tomar. Él me rogó se lo diese, que siendo tal me lo agradecería mucho. Volvíle a decir:
– Pues vais cargado de lo que no os importa, deshaceos dello y acudid a lo más necesario. Ahí lleváis esa ropa o lo que es; vendedla, que menos peso y más provecho podrá haceros el dinero que sacardes della.
El mozo replicó discretamente, que son de buen ingenio los toledanos.
– Ese parecer bueno es y los tomara; mas téngolo por impertinente en este tiempo, y consejo sin remedio es cuerpo sin alma. ¿Qué me importa quererlo vender, si falta quien me lo pueda comprar? A mí se me ofrece causa para no entrar en poblado a hacer trueco ni venta, ni alguno que no me conozca querrá comprarlo.
Luego le pregunté qué piezas eran las que llevaba. Respondióme:
– Unos vestidillos para remudar con éste que tengo puesto.
Préguntéle la color y si estaba muy traído. Respondió que era de mezcla y razonable. No me descontentó, que luego le ofrecí pagárselo de contado si me viniese bien. El mozo se puso pensativo a mirarme, que en todo cuanto llevaba no pudieran atar una blanca de canela ni valía un comino, y trataba de ponerle su ropa en precio.
Esta imaginación fue mía, que le debió de pasar al otro y que debía de ser algún ladroncillo que lo quería burlar; porque estuvo suspenso, regateando si lo enseñaría o no, que de mi talle no se podía esperar ni sospechar cosa buena.
Esta diferencia tiene el bien al mal vestido, la buena o mala presunción de su persona, y cual te hallo, tal te juzgo, que donde falta conocimiento el hábito califica, pero engaña de ordinario, que debajo de mala capa suele haber buen vividor.
En el punto entendí su pensamiento, como si estuviera en él, y para reducirlo a buen concepto, le dije:
– Sabed, señor mancebo, que soy tan bueno y hijo de tan buenos padres como vos. Hasta agora no he querido daros cuenta de mí, mas porque perdáis el recelo, pienso darosla. Mi tierra es Burgos, della salí, como salís, razonablemente tratado. Hice lo que os aconsejo que hagáis: vendí mis vestidos, y con la moneda que dellos hice y saqué de mi casa, los quiero comprar donde dellos tengo necesidad; y trayendo el dinero guardado y este vestido desarrapado, aseguro la vida y paso libremente [...]2.
3Dos muchachos que tienen más o menos la misma edad y el mismo talle se encuentran a la sombra de unos membrillos y pasan allí juntos el día. Cada uno de ellos lleva encima todo lo que posee, en un caso un envoltorio lleno de dineros, en el otro, un bulto con unos vestidos. Cada uno de ellos trata al otro de una manera un tanto ceremoniosa, a los dos se les aplican dos versos de un romance carolingio3 con una sorna y una ironía que fueron sin duda muy del gusto de Cervantes. Fingen contarse sus vidas, pero no se dicen en realidad más que mentiras y se separan luego de haber trocado el uno parte de los dineros que lleva encima contra el vestidillo del otro. En la medida en que se ha insistido mucho en el carácter fortuito del encuentro de Rincón y de Cortado, puede advertirse que este otro encuentro también ocurre por pura casualidad.
4Pero la casualidad es algo que en Cervantes, se va confundiendo a partir de cierto momento con los designios mismos de la fortuna, como dice Rincón a Cortado cuando ambas dejan ya de tratarse con altiveces y como desde el principio parece dar a entender la nada ordinaria técnica aprovechada para la presentación de este personaje tan auténticamente dual que, incluso tras muchas lecturas, no acertamos a distinguir en un principio al uno del otro. El lugar de su encuentro ya no es la clandestinidad selvática de un soto, sino un lugar de paso bastante transitado y favorable a los encuentros. El contraste entre la buena apariencia del bien vestido y la mala impresión que produce el mal trapillo, que en Alemán se noveliza y se toma incluso como punto de partida de una breve digresión de carácter moralizador, es algo que Cervantes integra, con el virtuosismo que todos sabemos en la ya citada fascinante técnica de presentación dual de sus personajes a la que ya me he referido más arriba.
5Se ve que la divergencia con Alemán va mucho más allá de la presencia o de la ausencia de determinismo y de la posibilidad de entablar con otro una auténtica relación de diálogo y de amistad. Repercute a nivel muy concreto en unos auténticos hallazgos narrativos.
6El segundo gran texto cervantino en el que se advierte parecidamente un eco directo del Guzmán no se ha tomado tradicionalmente en cuenta en las discusiones centradas en torno a la presencia de elementos picarescos en las Novelas ejemplares. Ofrece sin embargo la particularidad de presentar, como la respuesta de Ginés de Pasamonte a don Quijote, un homenaje al Lazarillo tras el cual se oculta una clara referencia al Guzmán. Como todos recordarán, El licenciado vidriera se abre aparatosamente con la presentación de un muchacho dormido a orillas del Tormes y que, a diferencia de su ilustre predecesor, se niega a indicar quiénes son sus padres. A continuación, todo el episodio «militar» de la vida de Tomás Rodaja es algo que lleva un sutil contrapunto al fragmento de la vida de Guzmán durante el cual éste se encuentra primero en una relación de amistad y, luego, en una relación de servicio con un capitán que, como el capitán Valdivia de la novela cervantina hace con Tomás, le incita a alistarse y a sentar con él plaza de soldado. Pero a diferencia de Tomás, cuya escrupulosa conciencia le lleva incluso a rechazar la poco honesta proposición de «gozar de los socorros y pagas que a la compañía se diesen», incluso quedando suelto y sin alistarse, como es su deseo, Guzmán está dispuesto a atropellar los escrúpulos de un pagador excepcional mente honrado y que no le quiere poner en lista por sus cortos años. Luego, cuando tras haber perdido todo su dinero en el juego, se pasa al bando de los criados, se encarga de ilustrar por medio de fechorías cometidas por él en persona una serie de atropellos soldadescos, que nosotros conocemos no solo a través de las quejas de las cortes, sino a través de la abundante literatura de protesta dedicada a la condición militar. El protagonista de Cervantes se limita a ser testigo de males elípticamente presentados, al parecer, como imposibles de evitar4. No me extiendo aquí en un tema desarrollado por mí en otro lugar5. Pero observo que si se acepta la idea de ver en el episodio de la vida militar de Guzmán el punto de partida narrativo de la experiencia paramilitar de Tomás Rodaja, ¿hasta qué punto no será lícito ver la etapa ulterior y más famosa de la novela, la de la antología de dichos punzantes o aleccionadores, como una de las múltiples respuestas de Cervantes al tono moralizador del Guzmán?
7Es bien sabido que La ilustre fregona integra en su comienzo la única referencia directa de Cervantes a la obra de Alemán, cuyo nombre, en cambio, no aparece citado expresamente en ningún lugar de la obra cervantina. Exactamente como Ginés afirma que la autobiografía escrita de su puño y letra supera, con mucho, tanto la de Lazarillo como las que del mismo género existen ya o se escribieren, se nos dice de Carriazo que el dominio del arte picaril que llega a poseer le haría apto para leer cátedra sobre el tema al famoso de Alfarache. Creo que esta proclamación de superioridad de un protagonista sobre el otro, hecha, repitámoslo, en el umbral mismo de la novela, es algo tan significativo como hemos visto que era la referencia a Lazarillo con la que se abre El licenciado vidriera. Ahora bien, la alusión al Guzmán está en este caso cargada de una trascendencia mucho mayor. Para persuadirse de ello, basta observar cómo esta alusión se combina con el verdadero ejercicio de estilo sobre la picaresca que encontramos tan pronto como la atención se centra en Carriazo, en torno a cuya persona y a cuyo recorrido parece en un primer término construida la novela. Entre las sorpresas que ésta reserva en su final está la revelación de la relación de parentesco que une a quien de este modo ocupa al comienzo el primer plano que he dicho y el enigmático personaje femenino a quien remite el título de la novela. Esta relación de parentesco entre la «fregona ilustre» y el pícaro «virtuoso, limpio, bien criado y más que medianamente discreto», que es hermano suyo, no vale solamente al nivel anecdótico de la ficción. A lo que en clave apunta es a otra relación, genética y a un cuestionamiento de las bases mismas sobre las que está sentado el edificio mismo de la ficción alemaniana. Bases que, por un lado, aparecen sintetizadas en el paradójico título de El pícaro cortesano, puesto a veces a la obra, según sabemos por una declaración del propio Mateo Alemán6, y sobre las que él se había cuidado, por otra parte, de llamar la atención, al resaltar que no por ir a parar a las galeras dejaba Guzmán de distinguirse por la excelencia de su formación y por la claridad de su entendimiento. La ilustre fregona ofrece la originalidad de aportar una doble réplica, en masculino primero y, luego, en femenino al oxímoron alemaniano. Lo que Cervantes da a entender con sus lúdicas variaciones sobre el pícaro que «a tiro de escopeta» descubre ser bien nacido y sobre la «fregona que no friega», es su rechazo a un mundo que le parece tan inverosímil como el de las aventuras caballerescas. El hecho de que la réplica de Cervantes integre la dimensión femenina que supone la invención de la «fregona que no friega» explica que lo que se cuestiona de raíz en esta novela son los fundamentos mismos de la visión del eros, tal como se presenta en el Guzmán. De ahí que en La ilustre fregona encontremos una serie de sutiles inversiones de uno de los episodios eróticos más sonados del Guzmán, a saber el de la conclusión aportada por Alemán a las encadenadas frustraciones que en el terreno del galanteo se ha merecido Guzmán desde el momento en el que llega «hecho muy galán» a Toledo hasta el de la humillante noche que llega a pasar en Malagón.
8Las inversiones cervantinas cobran en este caso un carácter tan concreto que remiten al texto de Alemán de una manera prácticamente literal. Este es por ejemplo el caso cuando las monstruosas mozas de mesón que se han prendado respectivamente de Carriazo y Avendaño llegan secretamente ante una puerta que los dos amigos se niegan rotundamente a abrir. Cuando las dos mozas se resignan a volver tristes y despechadas a sus lechos, una de ellas «poniendo-dice Cervantes-los hocicos por el agujero de la llave» recuerda sentenciosamente que «No es la miel para la boca del asno», lo cual le permite alejarse con la sensación de que es ella quien ha hecho al fin y al cabo el mejor papel. Quien desee valorar aquí la finura del juego cervantino tendrá que recordar muy concretamente cómo, durante la noche que Guzmán pasa en Malagón, es una borrica la que, engolosinada por el olor de la cebada que él mandó dejar guardada para el día siguiente en su habitación, abre con el hocico la puerta que los criados habían dejado emparejada. El medio dormido Guzmán, persuadido de que quien se le presenta a estas horas es la atractiva moza de mesón que le entretuvo durante la cena con medias promesas que no se proponía cumplir, sufre entonces el sangriento desengaño de la gran cabezada que le propina la borrica. Desaire del que él se venga al día siguiente por medio de dichos punzantes que, en la línea de chistes tradicionales, le llevan a equiparar la moza con la borrica y con la malísima mula de alquiler que está a punto de montar7.
9La misma gracia para responder a distancia «con las mismas palabras», como prescribían quienes sabían de las reglas del arte de motejar, es el que aparece ilustrado en el momento en el que Carriazo y Avendaño están a punto de ser contratados por el apurado mesonero a quien, por culpa de sus mozas, se le acaba de ir el mozo que le llevaba la cuenta de la cebada. Al enterarse de que los dos amigos se van a quedar en la casa donde ellas mismas trabajan, una de las mozas de mesón dice despectivamente que no les parecen muy de fiar, agregando que si ella «fuera camino con ellos, que nunca les fiara la bota». Lo que ocurre es que con esta réplica quien queda vengada a distancia es la misma moza de Malagón a la que me he referido a propósito de la inversión narrativa anterior. Ella es, en efecto, la acusada de haberse quedado con la bota que llevaba Guzmán y que él y sus criados buscan en vano cuando ya se encuentran a dos largas leguas del pueblo8.
10Se ve que el trabajo de zapa realizado por Cervantes en La ilustre fregona tiene aspectos muy minuciosos, pese a tener por otra parte un alcance muy general y a cuestionar, como he dicho, las bases mismas del concepto alemaniano de la novela.
11Este mismo trabajo a muy distintos niveles es el que volvemos a encontrar en el Coloquio de los perros. Hay aspectos de este trabajo que nos son hoy bien conocidos y sobre los que no me parece que tenga sentido volver. Estoy pensando en particular en las finas observaciones de Gonzalo Sobejano, hechas al margen de sus comentarios sobre el pícaro hablador. Las observaciones que me limitaré a presentar remiten ambas al bestiario, cosa que, desde luego, no es de extrañar tratándose de una novela en la que se remite abiertamente a la tradición esópica, por un lado, y al Asno de oro, por otro. Con el asno, precisamente, se relaciona la primera de mis apostillas. La filiación con la tradición esópica a la que antes me he referido se encuentra señalada por el propio Cervantes en dos lugares bien distintos. Lo está por primera vez en el pórtico mismo del Coloquio, y en las palabras que pronuncia el licenciado Peralta para manifestarle a su interlocutor su incredulidad y su asombro. Berganza es quien, ya en medio del coloquio, se encarga de comentar la moderación de sus propias manifestaciones de agradecimiento y alegría, cuando el mercader sevillano manda que le dejen ir suelto por la casa, remitiendo en comparación a la estupidez de «aquel asno tan asno que quiso hacer a su señor las mismas caricias que le hacía una perrilla regalada suya». La fábula, por lo visto, le pareció a Cervantes de aplicación muy afortunada a su perro ejemplar; vemos, en efecto, que en el momento de dar fin al Coloquio se inspiró nuevamente en ella para una variación muy personal, en la que transforma a la perrilla en agresora del perro grande que, a diferencia del asno de la fábula, sabe guardar las distancias y se muestra capaz de quedarse cuerdamente en el lugar que la fortuna le ha asignado. Pero volviendo al problema de la relación con la picaresca alemaniana, lo que aquí me interesa resaltar es que, justo después de haberse referido a la fábula del asno que quiso imitar a la perrilla faldera, el propio Berganza pone una serie de ejemplos para explicar lo que esta fábula da a entender:
Paréceme que en esta fábula se nos dio a entender que las gracias y donaires de algunos no están bien en otros; apode el truhán, juegue de manos y voltee el histrión, rebuzne el picaro, imite el canto de los pájaros y los diversos gestos y acciones de los animales y los hombres el hombre bajo que se hubiere dado a ello, y no lo quiera hacer el hombre principal, a quien ninguna habilidad déstas le puede dar crédito y nombre honroso9.
12Rebuzne el pícaro: en el marco de una novela en la que dialogan racionalmente unos perros ladradores, la expresión me parece altamente significativa y da a mi entender idea de la dureza con que Cervantes parece estar enjuiciando la voluntad de Alemán de que por medio de la voz de un pícaro nos estén llegando verdades.
13Esta mediatización significativa del asno para situar en su justo lugar al picaro alemaniano y al perro cervantino se encuentra hasta cierto punto corroborada por la importante inversión narrativa que por otra parte encierra el mismo episodio del Coloquio. La alusión al picaro rebuznador es algo que se intercala en los comentarios hechos por Berganza a propósito de su entrada al servicio del rico mercader sevillano en cuya casa pasa uno de los momentos más felices de su existencia. Esta felicidad, el perro la sacrifica cuando decide oponerse como perro honrado que es a los ilícitos amores clandestinos que una esclava negra tiene con otro esclavo de casa. Amores que, por supuesto, deshonran tanto a esta casa como a su dueño, como se desprende de múltiples testimonios y como Alemán indica claramente en dos lugares de su obra10. Y a este propósito tropezamos con la inversión narrativa a la que antes me he referido. El último crimen de Guzmán, con el que él mismo indica que queda rematada su mala vida consiste en efecto en abusar de la credulidad y de la bondad de dos santas personas, un clérigo y una viuda. El crimen de Guzmán no consiste solo en engañar y en robar descaradamente a la viuda que le ha tomado a su servicio, fiándose en la recomendación de su confesor, sino en deshonrar su casa con los vergonzosos amores que en ella tiene con una esclava. La actitud del perro cervantino, que entra en una lucha a muerte con la libidinosa mujer a la que él llama significativamente su «perra», se ha de ver, pues, como una alusión en clave a otra divergencia de fondo entre las opciones narrativas de los dos escritores.
14Esta alusión en clave tiene, además, el interés de poderse tomar en consideración a la hora de volver a las sempiternas discusiones en torno a la fecha de redacción de cada una de las novelas recogidas por su autor en el volumen de 1613. Este episodio de la lucha sorda entre Berganza y la negra es, en efecto, el único que me ha llevado a mencionar aquí la segunda parte del Guzmán, y un momento bien avanzado de la vida de su protagonista. Todos los demás fragmentos del Guzmán citados por mí en lo que precede pertenecen, en cambio, al apretado grupo de capítulos situados entre el séptimo y el décimo del segundo libro de la primera parte. La forma en que estos capítulos está aprovechados en Rinconete y Cortadillo, El licenciado vidriera y La ilustre fregona parece dar a entender que tenemos en estas tres novelas reacciones tempranas a la lectura del Guzmán, aunque queda por supuesto abierta la posibilidad de retoques más tardíos.
15Ha llegado el momento de concluir. Espero que de lo que precede se desprenda con la suficiente claridad que lo que me ha interesado al presentar esta visión panorámica de las relaciones entre Cervantes y Alemán ha sido ofrecer una vía de acceso, curiosamente intransitada, a algunos de los mecanismos de la creación cervantina.
Notes de bas de page
1 «Luis Sánchez, Ginés de Pasamonte y los inventores del género picaresco», Homenaje a RodríguezMoñino, vol. I, Madrid, 1966, p. 221-231. Hoy recogido en El primer Siglo de Oro, Barcelona, Crítica, 1988, p. 197-211.
2 G.de A., I, II, 7; ed.de F. Rico, La novela picaresca, Barcelona, Planeta, 1967, p. 316-318.
3 La alusión al hecho de que el muchacho camina, igual que Guzmán, «de día por los jarales, de noche por los caminos» es una clara reminiscencia del famoso romance de Gayferos «Vamonos –dixo– mi tío
4 «Allí notó Tomás la autoridad de los comisarios, la incomodidad de algunos capitanes, la solicitud de los aposentadores, la industria y cuenta de los pagadores, las quejas del pueblo, el rescatar de las boletas, las insolencias de los bisoños, las pendencias de los huéspedes, y, finalmente, la necesidad casi precisa de hacer todo aquello que notaba y mal le parecía», Novelas ejemplares, II, ed. de Harry Sieber, Madrid, Cátedra, 1991, p. 46.
5 Véase «Guzmán y el capitán», Hommage des Hispanistes Français à Noel Salomon, Barcelona-Grenoble, 1979, p. 431-445.
6 Véase a este propósito la introducción a la edición citada en la n. 2, p. xc.
7 «Aun esto me estaba guardado-dije algo levantada la voz-: no hay hembra que en esta posada no tenga cobrado resabio, aun hasta la mula». G. de A., Ia, II, 9; ed. cit., p. 333.
8 «Teníamos andadas dos largas leguas de camino y el mozo de a pie quiso beber. Daca la bota, toma ta bota; la bota no parece, que nos la dejamos olvidada.
–¡Aun si por el retozo –dijo el mozo– hizo la señora presa en ella, porque no la trajésemos algo de balde!»
9 Ed. cit., t. II, p. 313.
10 Esta es una de las circunstancias que sellan y agravan el castigo de Claudio, al final de la historia de Bonifacio y Dorotea (2a, II, 9; ed. cit., p. 729). Es, por otra parte, reveladora la gradación con la que Guzmán se refiere a las ofensas cometidas contra la noble señora en cuya casa es finalmente arrestado antes de ser sentenciado y mandado a galeras: «Con esto la engañé, la robé y sobre todo la injurié, ofendiendo su casa. Pues teniendo en ella para su servicio una esclava blanca, que yo mucho tiempo creí ser libre, tal en cautelas o peor que yo, me revolví con ella» (2a, III, 7; ed. cit., p. 863).
Auteur
Université de Lille III, URA D 1242 du CNRS
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