Utrum infidelium ritus sint tolerandi?
p. 223-246
Texte intégral
1En la consideración de las miradas interconfesionales de los ritos religiosos en la Edad Media parece pertinente examinar el análisis que de una manera directa presenta Santo Tomás sobre esta problemática en la Summa Theologiae. Secunda secundae. Quaestio 10. De infidelitate in communi y en la Quaestio 11. De haeresi1 en las que reune sus consideraciones sobre la tolerancia o no de los ritos de los infieles. Santo Tomás parece que trata una cuestión que deba debatirse, y que, de acuerdo con ese debate, deba decidirse en consecuencia qué actitud cabría tomar con respecto a ella conforme a los argumentos presentados.
2Pero está claro que en su pensamiento no se trata de una cuestión tan simplemente objetiva y de aplicación subjetiva, ya que tiene presentes en su tratamiento las cuestiones planteadas sobre la tolerancia de los ritos religiosos de los otros, que, como desarrolla en su propia exposición, implica en el cristianismo la naturaleza misma de la fe cristiana, la doctrina desarrollada por los Padres de la Iglesia y toda la trayectoria histórica que había seguido la Iglesia católica en sus relaciones con las demás religiones, particularmente con el judaísmo y el islam.
3Cuando Santo Tomás presenta los puntos que va a seguir en la consideración de la tolerancia o intransigencia en la relación con los que quedan fuera de la fe cristiana y de sus creencias y ritos, plantea la cuestión a partir de unas interrogaciones que cuentan con una respuesta dada ya de antemano por la doctrina de San Pablo y los Santos Padres, y más frecuentemente aún por la práctica tradicional que la Iglesia había dado a esta problemática.
Los textos sobre ritus infidelium
Sobre la infidelidad
4Santo Tomás trata el tema de la tolerancia de los ritos de los infieles y la herejía, asimilada a la infidelidad de los infieles, en la Quaestio decima, Articulus 11 y en la Quaestio undecima, Artículus 3.
5Cuestión 10. — La infidelidad en general
Consecuentemente hemos de considerar el tema de los vicios opuestos. Y primero, la infidelidad, que se opone a la fe; en segundo lugar, la blasfemia, que se opone a la confesión; por último, la ignorancia y la ineptitud, que se oponen a la ciencia y al entendimiento.
Sobre el primero se ha de tratar, en primer lugar, de la infidelidad en general; después, de la herejía, y, por último, de la apostasía de la fe.
Respecto al primer punto se pueden formular doce preguntas: ¿Es la infidelidad pecado? ¿En qué sujeto radica? ¿Es el mayor de los pecados? ¿Toda acción de los infieles es pecado? Especies de infidelidad. Comparación entre ellas. ¿Se debe disputar sobre la fe con los infieles? ¿Se les debe obligar a la fe? ¿Se debe tener comunicación con ellos? ¿Pueden estar al frente de los fieles cristianos? ¿Se deben tolerar los ritos de los infieles? Los niños de los infieles, ¿deben ser bautizados contra la voluntad de sus padres?
6Artículo 11. — ¿Se deben permitir los ritos de los infieles?
Objeciones por las que parece que no se deben tolerar los ritos de los infieles:
1. — Es manifiesto que los infieles pecan observando sus ritos. Mas parece que consiente con ese pecado quien, pudiendo, no lo prohibe. Así lo dice la Glosa a Romanos 1, comentando el pasaje del Apóstol: No sólo quienes lo hacen, sino quienes aplauden a los que lo hacen [Ad Rom 1,32]. Pecan, pues, quienes permiten sus ritos.
2. — Por lo demás los ritos de los judíos se comparan con la idolatría. En efecto, comentando también la Glosa el texto del Apóstol: No os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la servidumbre [Ad Gal. 5,1], dice: Esta servidumbre no es más suave que la de la idolatría. Ahora bien, no toleraría nadie el ejercicio de la idolatría; antes al contrario, los príncipes cristianos, según San Agustín en XVIII De civ. Dei, ordenaron, primero, cerrar y después destruir los templos de los ídolos. Tampoco, pues, deben tolerarse los ritos de los judíos.
3. — El mayor de los pecados es el de infidelidad, como ya hemos expuesto. Ahora bien, otros pecados, como el adulterio, el robo y otros semejantes, no se toleran, sino que son castigados por la ley. Luego tampoco se deben tolerar los ritos de los infieles.
Contra esto: está lo que dice San Gregorio y recogen las Decretales sobre los judíos: Tengan libre licencia de observar y celebrar todas sus festividades como hasta ahora ellos y sus padres han venido celebrándolas por tan largo tiempo.
Respondo: El gobierno humano proviene del divino y debe imitarle. Pues bien, siendo Dios omnipotente y sumamente bueno, permite, sin embargo, que sucedan males en el universo pudiéndolos impedir, no suceda que, suprimiendo esos males, queden impedidos bienes mayores o incluso se sigan peores males. Así, pues, en el gobierno humano, quienes gobiernan toleran también razonablemente algunos males para no impedir otros bienes, o incluso para evitar peores males. Así lo afirma San Agustín en II De Ordine 4: « Quita a las meretrices de entre los humanos y habrás turbado todas las cosas con sensualidades ». Por consiguiente, aunque pequen en sus ritos, pueden ser tolerados los infieles, sea por algún bien que puede provenir de ello, sea por evitar algún mal.
Mas del hecho de observar los judíos sus ritos, en los que estaba prefigurada la verdad de fe que tenemos, proviene la ventaja de que tengamos en nuestros enemigos un testimonio de nuestra fe y cómo, en figura, está representado lo que nosotros creemos. Por esa razón se les toleran sus ritos. No hay, en cambio, razón alguna para tolerar los ritos de los infieles, que no nos aportan ni verdad ni utilidad, a no ser para evitar algún mal, como es el escándalo, o la discordia que ello pudiera originar, o la oposición a la salvación de aquellos que, poco a poco, tolerados de esa manera, se van convirtiendo a la fe. Por eso mismo, en alguna ocasión, toleró también la Iglesia los ritos de los herejes y paganos: cuando era grande la muchedumbre de infieles.
A las objeciones: Queda patente con lo que acabamos de exponer.
7En la presentación de la cuestión sobre la infidelidad encontramos en primer lugar una consideración general de la infidelidad como vicio directamente opuesto a la fe por su negación misma.
8Después analiza hasta doce cuestiones relacionadas con este vicio, y entre ellas se pregunta acerca de si la infidelidad es pecado, si es el mayor de los pecados, los géneros de infidelidad, si los infieles pueden someter a los fieles cristianos, y en la undécima se plantea la cuestión que nos ocupa, sobre si se han de tolerar los ritos de los infieles.
9Tras la consideración de la infidelidad en si misma se detiene en la herejía.
10El tratamiento particular de los herejes lleva a preguntarse sobre si la herejía es un género de infidelidad, en qué consiste, y si se han de tolerar los herejes y la herejía, y si se ha de recibir en el seno de la Iglesia a los arrepentidos.
11A continuación procede a la consideración razonada y pormenorizada de cada uno de los elementos de estas cuestiones que ha enunciado.
12En la argumentación de la Quaestio 10, artículo 11, Utrum infidelium ritus sint tolerandi se niega la posibilidad de la tolerancia y se proclama que no se han de consentir los ritos de los infieles.
13Apoya Santo Tomás toda la fundamentación teológica de la exclusión de los no-cristianos por parte cristiana en su relación con los infieles en sus distintas tipologías en textos neotestamentarios: evangélicos y paulinos; en la doctrina de los Santos Padres analizando detalladamente los textos en los que éstos apoyaron sus conclusiones para señalar las causas que determinan esta segregación; y, en tercer lugar, en la práctica establecida por la Iglesia en sus relaciones con las comunidades infieles, judías y heréticas.
14De esta forma, en primer lugar señala que los infieles pecan al realizar sus ritos, pero « no sólo pecan los que realizan los ritos sino también lo cometen igualmente quienes lo toleran»2.
Epist. ad Romanos 1, 32: « Quienes, conociendo el justo decreto de Dios, que los que tales cosas hacen son dignos de muerte, no solamente las hacen ellos, mas aun dan plácemes a los que las hacen ».
15En la segunda consideración se igualan los ritos de los judíos a los ritos paganos siguiendo al apóstol:
Ad Gal. 5, 1: « No os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la servidumbre dice la Glosa: Esta servidumbre no es más suave que la de la idolatría»3,
de cuyo texto procede esta equiparación y su rechazo por igual de los ritos de judíos y paganos apoyándo en Cristo mismo el origen de la libertad del cristiano.
16Se añade la constatación de que es indudable en la práctica el rechazo de los ritos de los paganos desde los primeros tiempos en que el cristianismo se impone sobre las demás sociedades, como sucedió con Constantino y sus sucesores que, en un primer tiempo, cerraron los templos paganos en beneficio de los ritos cristianos y finalmente los destruyeron.
Ahora bien, no toleraría nadie el ejercicio de la idolatría; antes al contrario, los príncipes cristianos, según San Agustín en XVIII De civ. Dei, ordenaron, primero, cerrar y después destruir los templos de los ídolos4.
17Deduciendo del paralelo de ambos ritos, paganos y judíos, la aplicación del rechazo también a los judíos:
Tampoco, pues, deben tolerarse los ritos de los judíos5.
18Se establece una salvedad sobre las festividades de los judíos, ya que San Gregorio la establece para estas festividades judías de larga tradición:
Tengan libre licencia para observar y celebrar todas sus festividades, como practicadas durante largo tiempo ellos mismos y sus padres la tuvieron hasta aquí6.
19Pero esta excepción se puede aceptar en tanto que tales celebraciones representan para el mundo cristiano una prefiguración de muchas de las verdades que el cristianismo ha llevado a su perfección, y por su miedo puede producirse un acercamiento a ellas por parte del pueblo judío, en tanto que perfeccionadas por el Nuevo Testamento, y también una mejor comprensión de la culminación cristiana del proceso de la salvación del género humano.
20Por lo demás, ya que los ritos de los infieles no tienen esta semilla del mensaje cristiano, no deberían gozar de esta excepción, pero la admite Santo Tomás siguiendo a San Agustín:
Así lo afirma San Agustín en II De Ordine 4: « Quita a las meretrices de entre los humanos y habrás turbado todas las cosas con sensualidades»7.
21Por ello, en determinados periodos de su historia, la Iglesia ha tenido necesidad de aplicar la doctrina del mal menor y tolerar estas situaciones en razón de ser minoría en sociedades mayoritariamente paganas o judías.
22Del análisis detallado de todos estos textos y consideraciones, Santo Tomás concluye que todas las objeciones están refutadas y que por tanto queda patente y justificado el rechazo de la Iglesia a los ritus de los infieles, « et per hoc patet responsio ad obiecta » (« y por esta demostración queda patente la respuesta a las objeciones »).
Sobre la herejía
23Cuestión 11. — La herejía
Corresponde a continuación tratar el tema de la herejía.
Sobre el cual se formulan cuatro preguntas: 1. — La herejía, ¿es una especie de la infidelidad? 2. — Materia sobre la que versa. 3. — ¿Se debe tolerar a los herejes? 4. — ¿Se ha de recibir a los que retornan de la herejía?
24Artículo 3: ¿Se debe tolerar a los herejes?
Objeciones por las que parece que deben ser tolerados los herejes:
1. — En la carta a Timoteo dice el Apóstol: « A un siervo del Señor [le conviene] ser sufrido y que corrija con mansedumbre a los adversarios, por si Dios les otorga la conversión que les haga conocer plenamente la verdad y volver al buen sentido, librándose de los lazos del diablo » [II Ad Timotheum 2, 24]. Ahora bien, si no se tolera a los herejes, sino que se les entrega a la muerte, se les quita la oportunidad de arrepentirse. Y entonces parece que se obra contra el mandato del Apóstol.
2. — Se debe tolerar lo que sea necesario en la Iglesia. Pues bien, en la Iglesia son necesarias las herejías, ya que afirma el Apóstol: « Tiene que haber también entre vosotros discusiones para que se ponga de manifiesto quiénes entre vosotros son de probada virtud » [1 Cor 11, 19]. Parece, pues, que deben ser tolerados los herejes.
3. —Y también: « El Señor mandó a sus siervos [Matthaeus 13, 30] que dejasen crecer la cizaña hasta la siega », que es el fin del mundo, según se expresa allí mismo. Mas por la cizaña, en expresión de los santos, están significados los herejes. Por lo tanto, se debe tolerar a los herejes.
Contra esto: está lo que escribe el Apóstol: « Después de una primera y segunda corrección, rehuye al hereje, sabiendo que está pervertido » [Ad Titum 3, 10-11].
Respondo. Hay que decir: « En los herejes hay que considerar dos aspectos: uno, por parte de ellos; otro, por parte de la Iglesia ».
Por parte de ellos hay en realidad pecado por el que merecieron no solamente la separación de la Iglesia por la excomunión, sino también la exclusión del mundo con la muerte. En realidad, es mucho más grave corromper la fe, vida del alma, que falsificar moneda con que se sustenta la vida temporal. Por eso, si quienes falsifican moneda, u otro tipo de malhechores, justamente son entregados, sin más, a la muerte por los príncipes seculares, con mayor razón los herejes convictos de herejía podrían no solamente ser excomulgados, sino también entregados con toda justicia a la pena de muerte.
Mas por parte de la Iglesia está la misericordia en favor de la conversión de los que yerran, y por eso no se les condena, sin más, sino después de una primera y segunda amonestación [Ad Titum 3, 10], como enseña el Apóstol. Pero después de esto, si sigue todavía pertinaz, la Iglesia, sin esperanza ya de su conversión, mira por la salvación de los demás, y los separa de sí por sentencia de excomunión. Y aún va más allá relajándolos al juicio secular para su exterminio del mundo con la muerte. A este propósito afirma San Jerónimo 19 y se lee en el Decreto 20: « Hay que remondar las carnes podridas, y a la oveja sarnosa hay que separarla del aprisco, no sea que toda la casa arda, la masa se corrompa, la carne se pudra y el ganado se pierda. Arrio, en Alejandría, fue una chispa, pero, por no ser sofocada al instante, todo el orbe se vio arrasado con su llama ».
A las objeciones:
1. — A la primera hay que decir: « A esa moderación incumbe corregir una y otra vez. Y si se niega a volver de nuevo, se le considera pervertido, como consta por la autoridad aducida del Apóstol » [Ad Titum 3, 10].
2. — A la segunda hay que decir: « La utilidad de las herejías es ajena a la intención de los herejes ». Es decir, la firmeza de los fieles, como afirma el Apóstol, queda comprobada y ella parece sacudir la pereza y penetrar con mayor solicitud en las divinas Escrituras, como escribe San Agustín. La intención, en cambio, de los herejes es corromper la fe, que es el mayor perjuicio. Por esa razón hay que prestar mayor atención a lo que directamente pretenden, para excluirlos, que a lo que está fuera de su intención, para tolerarlos.
3. — A la tercera hay que decir: « Según consta en el Decreto, una cosa es la excomunión y otra la extirpación, pues se excomulga a uno, como dice el Apóstol, para que su alma se salve en el día del Señor. Mas si, por otra parte, son extirpados por la muerte los herejes, eso no va contra el mandamiento del Señor. Ese mandamiento se ha de entender para el caso de que no se pueda extirpar la cizaña sin el trigo, como ya dijimos al tratar de los infieles en general.
25La quaestio 11 se centra en el análisis de la herejía y la actitud ante los herejes. Santo Tomás construye su argumentación sobre la herejía con una aparente dificultad de armonizar dos textos del propio San Pablo que plantean sobre este tema, Ep. II ad Timotheum 2 y Ep. I ad Corinthios 11 en armonia con Mattheus 13, 29, la parábola del trigo y la cizaña, de los que se podría deducir una cierta tolerancia con los herejes y un tercer texto de San Pablo, Ad Titum 3, 9-11, en que se muestra una actitud tajante contra los herejes.
26Los textos de San Pablo aducidos son:
Ep. II ad Timotheum 2, 23-26: 23. — Las discusiones tontas e indoctas rehúyelas, sabiendo que engendran peleas; 24. — y el siervo de Dios no debe pelearse, sino ser manso para con todos, atento a enseñar, sufrido; 25. — que con mansedumbre instruya a los adversarios, por si tal vez les inspira Dios arrepentimiento que les leve al pleno conocimiento de la verdad; 26. — y vuelvan sobre si, escapando al lazo del diablo, el cual los tenía prendidos y rendidos a su voluntad.
y
Ep. I ad Corinthios 11, 18-19: 18. — Porque primeramente oigo decir que, cuando os reunís en la iglesia, existen entre vosotros escisiones; y en parte lo creo; 19. — Porque es fuerza que aun bandos haya entre vosotros, para que también se pongan de manifiesto entre vosotros los que son de temple acrisolado.
27En consonancia con ellos está el
Evang. s. Mattheum 13, 28-30: 28. — Él les dijo: « Un hombre enemigo hizo esto ». Dícenle los siervos: « ¿Quieres, pues, que vayamos y la recojamos? » 29. —Él les dice: « No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis juntamente con ella el trigo. 30. —Dejadlos crecer juntamente uno y otro hasta la siega; y al tiempo de la siega diré a los segadores: “Recoged primero la cizaña, y atadla en gavillas para quemarla, pero el trigo recogedlo en mi granero” ».
28Pero en sentido contrario se expresaba san Pablo,
Ad Titum 3, 9-11: 9. — En cambio, cuestiones tontas y genealogías y contiendas y disputas relativas a la ley evítalas; pues son inútiles y vanas. 10. — Al hombre que introduce escisiones, tras la primera y la segunda amonestación, rehúyele, 11 sabiendo que está ese tal enteramente pervertido y peca, condenado por su propia sentencia.
29Como introducción a la respuesta que ha de dar a la doctrina que ofrecen los textos que fundamentan las consideraciones indicadas sobre la herejía, Santo Tomás establece una distinción en la actitud que se debe mantener ante los herejes.
30Por una parte la consideración que merecen por sí mismos, en tanto que han cometido un pecado grave y merecen el castigo de la excomunión e incluso la muerte, ya que el pecado de herejía es en sí mismo una infidelidad mucho más grave que los delitos de estafa y otros que cometen los malhechores y que la sociedad civil castiga con la muerte:
Respuesta. Hay que decir: « En los herejes hay que considerar dos aspectos: uno, por parte de ellos; otro, por parte de la Iglesia ».
Por parte de ellos hay en realidad pecado por el que merecieron no solamente la separación de la Iglesia por la excomunión, sino también la exclusión del mundo con la muerte. En realidad, es mucho más grave corromper la fe, vida del alma, que falsificar moneda con que se sustenta la vida temporal. Por eso, si quienes falsifican moneda, u otro tipo de malhechores, justamente son entregados, sin más, a la muerte por los príncipes seculares, con mayor razón los herejes convictos de herejía podrían no solamente ser excomulgados, sino también entregados con toda justicia a la pena de muerte.
31Por otra parte se encuentra la actitud de misericordia que tiene la Iglesia ante el hereje, que no lo condena inmediatamente, sino que lo corrige mirando de darle la oportunidad para procurar su conversión:
Mas por parte de la Iglesia está la misericordia en favor de la conversión de los que yerran, y por eso no se les condena, sin más, sino después de una primera y segunda amonestación [Ad Titum 3, 10], como enseña el Apóstol.
32No deja, sin embargo, de observar, de acuerdo con la doctrina de San Jerónimo, Super Ezechielem 4, 24, q. 3, c. resecandae, que la historia de la Iglesia da ejemplos que impelen a actuar con dureza para evitar daños mayores, propiciados por omisión, como fue la herejía de Arrio en Alejandría:
Pero después de esto, si sigue todavía pertinaz, la Iglesia, sin esperanza ya de su conversión, mira por la salvación de los demás, y los separa de sí por sentencia de excomunión. Y aún va más allá relajándolos al juicio secular para su exterminio del mundo con la muerte. A este propósito afirma San Jerónimo1 y se lee en el Decreto2: Hay que remondar las carnes podridas, y a la oveja sarnosa hay que separarla del aprisco, no sea que toda la casa arda, la masa se corrompa, la carne se pudra y el ganado se pierda. Arrio, en Alejandría, fue una chispa, pero, por no ser sofocada al instante, todo el orbe se vio arrasado con su llama.
33De San Pablo en la carta Ep. II ad Timotheum 2, 23-26 deduce que se ha de tolerar a los herejes, ya que si se les condena a muerte se les arrebata la posibilidad de arrepentimiento, y de escapar a los lazos del diablo y volver a Dios.
34Subraya Santo Tomás que sería este un comportamiento contrario al precepto del apóstol:
1. — En la carta a Timoteo dice el Apóstol: « El siervo de Dios no debe pelearse, sino ser manso para con todos, atento a enseñar, sufrido; que con mansedumbre instruya a los adversarios, por si tal vez les inspira Dios arrepentimiento que les leve al pleno conocimiento de la verdad 26 y vuelvan sobre si, escapando al lazo del diablo ». Ahora bien, si no se tolera a los herejes, sino que se les entrega a la muerte, se les quita la oportunidad de arrepentirse. Y entonces parece que se obra contra el mandato del Apóstol.
35El segundo texto I ad Corinthios 11, 18-19, como ya hemos señalado, mantiene que debe aceptarse que los herejes convivan con los fieles en la sociedad cristiana para que queden de manifiesto ante todos aquellos que han probado su fidelidad.
36Ambos textos armonizan con la sentencia de Cristo en la parábola del trigo y la cizaña, que narra san Mateo 13, 28-30, de respetar a los herejes la posibilidad de la reconversión hasta el fin de los tiempos en que serán juzgados, que ofrece la base de la argumentación fundamental en la Quaestio 11 sobre la consideración sobre la herejía.
37El análisis de la parábola evangélica lleva a Santo Tomás a establecer de acuerdo con ella una doble consideración en la actitud de la Iglesia ante los herejes:
Contra esto: está lo que dice San Gregorio y recogen las Decretales sobre los judíos: Tengan libre licencia de observar y celebrar todas sus festividades como hasta ahora ellos y sus padres han venido celebrándolas por tan largo tiempo.
Respondo: El gobierno humano proviene del divino y debe imitarle. Pues bien, siendo Dios omnipotente y sumamente bueno, permite, sin embargo, que sucedan males en el universo pudiéndolos impedir, no suceda que, suprimiendo esos males, queden impedidos bienes mayores o incluso se sigan peores males.
38Si debe aplicarles la excomunión, la separación de la comunidad cristiana o la erradicación absoluta. Con respecto a esta última, ante el peligro de arrancar el trigo con la cizaña se debe relegar hasta el fin de los tiempos cuando se separará a la cizaña del buen trigo y por lo tanto se separará a los réprobos de los elegidos.
39De esta manera concluye: « Ergo heretici sunt tolerandi inter fideles et non sunt ab eis uitandi usque ad finem saeculi » (« Por consiguiente se debe tolerar a los herejes entre los fieles y no se les debe evitar sino hasta el fin del mundo »).
40Frente a estos textos está la actitud severa y tajente de San Pablo en Ad Titum 3, 9-11, que entiende que el cristiano debe de alejarse de discusiones vacías e inútiles, y una vez se ha amonestado una y dos veces al hereje que no se corrije se le ha de evitar concientes de que por su propia actitud ante el delito queda condenado.
41Para explicar esta contradicción en San Pablo ha expuesto Santo Tomás las dos consideraciones sobre los herejes que plantea al inicio de su argumentación en la que, referente a la Iglesia, primero otorga a los herejes un trato misericordioso y si permanecen en su obstinación, acorde también con San Jerónimo, condena al inculpado a la máxima pena.
La práctica de la Iglesia
42La tercera fuente de consideraciones que Santo Tomás tiene en cuenta para fundamentar su argumentación, después de los textos del Nuevo Testamento, evangélicos y apostólicos, y los textos de los Santos Padres, son las enseñanzas que se deducen de la actitud práctica de la Iglesia en su relación con las demás religiones.
43Subraya Santo Tomás la información tomada de San Agustín sobre la práctica de los emperadores cristianos en la equiparación de los ritos paganos y judíos para su erradicación en q. 10, art. 11, 2:
2. — Por lo demás los ritos de los judíos se comparan con la idolatría. En efecto, comentando también la Glosa el texto del Apóstol: No os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la servidumbre dice: « Esta servidumbre no es más suave que la de la idolatría. Ahora bien, no toleraría nadie el ejercicio de la idolatría; antes al contrario, los príncipes cristianos, según San Agustín en XVIII De civ. Dei, ordenaron, primero, cerrar y después destruir los templos de los ídolos. Tampoco, pues, deben tolerarse los ritos de los judíos.
44A partir de Constantino, primer emperador romano que exalta al cristianismo por encima de los demás credos religiosos en el Imperio, la Iglesia propicia la regulación jurídica de la vida diaria y la forma concreta de relación con las personas de otro credo, particularmente con los paganos y con los judíos.
45La expansión del cristianismo paralelamente a las comunidades judías en el seno de la sociedad pagana propiciaron la aparición de rivalidades y desencuentros que se decantaron a favor de los cristianos a partir del Edicto de Constantino.
46Para el caso concreto de Hispania, los textos de los cánoces del Concilio de Elvira nos dan un ejemplo de establecimiento de normas de intolerancia de los ritos paganos y judíos, incluso con anterioridad a Constantino, aunque sólo sea para regulación interna de los cristianos en el proceso de adaptación de la Iglesia a la realidad del contacto con paganos y judíos, antes de su posición hegemónica en todo el Imperio. Los concilios visigóticos siguieron de cerca la orientación del Concilio de Elvira y aplicaron con rigor normas de exclusión, que fueron referente siempre influyente en la larga contienda hasta la expulsión de los judíos y moriscos en la Edad Moderna.
El Concilio de Elvira (302 d. de C.)
47El Concilio de Elvira, Iliberri o Iliberis, que se celebró en esa ciudad de la Bética
tenía como objetivo tratar los problemas más acuciantes de sus comunidades, dar respuesta a sus incertidumbres religiosas y aprobar normas comunes de comportamiento en el campo de la moralidad, de la liturgia y de las relaciones con el entorno social,
según defienden en su presentación M. Sotomayor y J. Fernández Ubiña, coordinadores del libro El Concilio de Elvira y su tiempo8.
48Las prescripciones de los cánones del Concilio, que son los más antiguos que se conservan de la cristiandad occidental, nos permiten suponer las inquietudes y problemas con los que se enfrentaban, tanto en la gestión de ámbito interno de la vida de la comunidad, como en las relaciones con los individuos o los colectivos de las comunidades externas con las que se relacionan.
49Las relaciones con estas comunidades o entorno social externo a la comunidad cristiana, principalmente paganos y judíos, se fueron modificando y haciendo más tensas según se acrecentaba la influencia de los cristianos en la sociedad y conseguían alcanzar la supremacía y la capacidad de imponer las normas de conducta de toda la sociedad adaptadas a su propia concepción de la sociedad y acordes con su fe. Así, el elemento común que inspira los cánones de Elvira en las relaciones con paganos y judíos es marcar las propias señas de identidad frente a los otros y evitar la promiscuidad religiosa señalando las fronteras entre los cultos de cada religión.
50El proceso que se nos muestra en el Concilio de Elvira muestra un estadio intermedio, un adelanto de los aspectos que regularían más adelante las preceptivas imperiales que se irían imponiendo en toda la sociedad del Imperio romano y se consolidaron a lo largo del siglo iv en el Código Theodosiano, imponiendo en el Imperio la formulación jurídica de la exclusión de paganos, judíos y herejes, que se repetirá a lo largo de la Historia en épocas posteriores.
a) Relaciones con paganos y judíos
51Sobre la implantación de los cristianos como ciudadanos en el pleno ejercicio de sus derechos y obligaciones en la sociedad, los cánones conciliares dan muestra de la dificultad que experimentan todavía para asumir y compatibilizar las cargas de la vida civil pagana con las exigencias de la fe cristiana que pugna por abrirse paso y prevalecer en todos los ámbitos de la sociedad. Así, por ejemplo, la ocupación de magistraturas por los cristianos antes de Constantino, parece producirse haciendo esfuerzos reales para adaptarse y que su desempeño aún con dificultades no represente una causa grave y definitiva de exclusión9.
52Sin duda el mandato de San Pablo Ep. II ad Corinthios 6, 14-18 en el que señala la imposibilidad de convivencia entre los cristianos e infieles y por ello aconseja apartarse y no contraer matrimonio con ellos, está bien presente en el pensamiento de los participantes en el Concilio de Elvira en varios de sus cánones10, pero muy particularmente, por ejemplo, en el Canon XVI De puellis fidelibus, ne infidelibus coniungantur (« Sobre las doncellas bautizadas, que no sean unidas en matrimonio con infieles »).
14. — No os junteis bajo un mismo yugo con los infieles, que os son tan desiguales. Pues ¿qué participación entre la justicia y la iniquidad? ¿O qué comunicación de la luz con las tinieblas? 15. — ¿Y qué armonía de Cristo con Belial? ¿O qué parte del fiel con el infiel? 16. — ¿Y qué acuerdo entre el templo de Dios y los ídolos? Pues vosotros sois templos de Dios vivo, según que dijo Dios: « Moraré entre ellos y en medio de ellos andaré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo ». 17. — « Por lo cual, salid de en medo de ellos y apartaos [dice el Señor] y cosa impura no la toqueis, y yo os acogeré; 18. — y seré para vosotros Padre, y vosotros sereis para mi hijos e hijas », dice el Señor todopoderoso.
53Los cánones de Elvira que más directamente abordan las relaciones con el paganismo son numerosos y señalan diferentes actuaciones según los hechos que se imputen.
541. —Se castiga con la excomunión la práctica de los ritos paganos, así lo señalan, por ejemplo, los cánones referentes a la prohibición de inmolar víctimas a los ídolos:
Canon I. — Sobre los que, después del bautismo, sacrifican a los ídolos.
Se acordó entre ellos: el adulto que, después del compromiso del bautismo de salvación se acerque al templo del ídolo para idolatrar y cometa ese delito capital, que es el más alto grado de iniquidad, se acordó que no reciba la comunión ni al final de la su vida11.
Canon II. —Sobre los sacerdotes de los gentiles que, después del bautismo han inmolado.
Los flámines que, después del compromiso del bautismo y de la regeneración, han ofrecido sacrificios, por haber duplicado su iniquidad añadiendo el homicidio, o triplicado su mala acción agregando la fornicación, se acordó que no reciban la comunión ni al final de su vida12.
Canon III. — Sobre los mismos, si tan sólo han presentado una ofrenda a los ídolos.
Así mismo, los flámines que no hayan hecho inmolaciones, sino que sólo hayan ofrecido espectáculos, puesto que se han abstenido de funestos sacrificios se acordó concederles la comunión al final de su vida, una vez cumplida, sin embargo, la penitencia establecida. Igualmente, si estos mismos cometen fornicación después de cumplida la penitencia, se acordó no concederles en lo sucesivo la comunión para que no parezca que se han tomado a juego la comunión del Señor13.
Canon XL. —Que los bautizados no reciban lo ofrecido al ídolo.
Se acordó prohibir a los propietarios que, al ajustar las cuentas, incluyan en lo recibido cualquier cosa que se haya ofrecido al ídolo. Si lo hacen después de esta prohibición, sean apartados de la comunión durante un periodo de tiempo de cinco años14.
Canon LVIIII. —Sobre los bautizados, que no suban al Capitolio para sacrificar.
Hay que prohibir que ningún cristiano suba al ídolo del Capitolio como si fuera un gentil para sacrificar y asista como espectador. Si lo hace, sea reo del mismo delito. Si he trata de un bautizado, sea recibido al cabo de diez años, después de haber cumplido la penitencia15.
552. —Se condena a pena de expulsión de la comunidad o de excomunión a los que continúan con prácticas de paganismo o las toleran a sus siervos y a los que mantienen relaciones de estrecha amistad con judíos:
56• A los poseedores de ídolos en los domicilios particulares.
Canon XLI. — Que los señores prohíban a sus esclavos dar culto a los ídolos.
Se acordó advertir a los bautizados que, en cuanto les sea posible, impidan que haya ídolos en sus casas. Con todo si temen la violencia de sus esclavos, que ellos al menos se conserven puros. Si no lo hacen, sean considerados ajenos a la Iglesia16.
57• A los que hacen bendecir los frutos según el rito judío, ya que rebajan al valor del rito cristiano.
Canon XLVIIII. — Sobre los frutos de los bautizados, que no sean bendecidos por los judíos.
Se acordó advertir a los propietarios que no consientan que los frutos que reciben de Dios con agradecimiento sean bendecidos por judíos, convirtiendo nuestra bendición en algo despreciable y sin efecto. Si alguno, después de la prohibición, se atreve a hacerlo, sea apartado totalmente de la Iglesia17.
58• A los que participan en comidas con los judíos.
Canon L. —Sobre los cristianos que comen con los judíos.
Ahora bien, si algún clérigo o un bautizado come con judíos, se acordó que se abstenga de la comunión, para que se enmiende18.
59El canon LX presenta una situación peculiar en la que la Iglesia parece hacer esfuerzos por reprimir los actos de provocación de los fieles más exaltados, y condena el martirio provocado de los que mueren a manos de los paganos por romper los ídolos.
Canon LX.—Sobre aquellos que son ejecutados al destrozar los ídolos.
Si alguno destroza los ídolos y es ejecutado allí mismo se acordó que no se le incluya en el número de los mártires, puesto que no está escrito en el Evangelio ni se hallará que se haya actuado así alguna vez en tiempo de los Apóstoles19.
b) Relaciones con herejes y apóstatas
60• Se prohíbe el matrimonio de las jóvenes cristianas con herejes y judíos, a los que se equipara.
Canon XVI. —Sobre las doncellas bautizadas, que no sean unidas en matrimonio con infieles.
A los herejes que no quieren volver a la Iglesia católica no se les han de dar en matrimonio jóvenes católicas, pero se acordó que no se den ni a judíos ni a herejes, porque no puede existir consorcio alguno entre fiel e infiel. Si los padres actúan contra esta prohibición, se acuerda que se abstengan de la comunión durante cinco años20.
61• Cuándo se podrá admitir en la comunión a los apóstatas arrepentidos que hubieren hecho penitencia.
Canon XXII. — Sobre los católicos que han pasado a la herejía, si vuelven de nuevo.
Si alguien se pasa de la Iglesia católica a una herejía y retorna de nuevo a ella, se acordó que no se le debe negar la penitencia, puesto que ha reconocido su propio pecado; y que haga penitencia de diez años; tras los diez años, se le debe admitir a la comunión. Ahora bien, si fueron llevados a la herejía siendo niños, han de ser admitidos sin demora, puesto que no han pecado ellos por su propia culpa21.
Canon XLVI. — Sobre cuánto tiempo han de hacer penitencia los bautizados si apostatan.
Si algún bautizado apóstata no se ha acercado a la Iglesia por mucho tiempo, pero vuelve alguna vez y no ha sido idólatra, Se acordó que al cabo de diez años reciba la comunión22.
62Los cánones del Concilio de Elvira nos documentan los primeros testimonios fidedignos de los problemas con herejes y apóstatas, que surgen en el seno de la comunidad cristiana, y los choques conflictivos entre la comunidad cristiana mayoritaria en las ciudades y los judíos obligados a la conversión y paulatinamente segregados de la sociedad dominante23.
63En su conjunto el Concilio de Elvira presenta sin ambages el temor que infundía la potencia judía en las autoridades cristianas, que sienten que la sociedad judía puede ser un elemento potencialmente disgregador de las comunidades cristianas en vías de consolidación en la Bética. Por ello, las disposiciones eclesiásticas que emanan del Concilio potencian la separación entre ambas comunidades y ponen su empeño en impedir la convivencia de los cristianos con los judíos, a caso por la concurrencia de ambas comunidades en la búsqueda de Patroni que apoyasen a las comunidades de creyentes y porque veían que era necesario contener la tendencia a judaizar el cristianismo24 dada la procedencia del judaísmo de muchos conversos cristianos.
Decreta Imperatorum
64Limitándonos al siglo iv, el siglo de Constantino, los decretos imperiales recogidos en el Corpus juris civilis, Iustiniani Novellae Constitutiones Liber I, son numerosos y se recogen en diversos títulos: Titulus V. De haereticis et manichaeis et samaritanis; Titulus VII De Apostatis; Titulus IX. De Iudaeis et coelicolis; Titulus X. Ne christianum mancipium haereticus, uel Iudaeus, uel paganus habeat, uel possideat, uel circumcidat y Titulus XI. De paganis, et sacrificiis et templis25. Se fueron publicando para ordenar la convivencia entre judíos, paganos y herejes en el nuevo orden implantado tras el reconocimiento oficial del cristianismo.
65Los elementos principales que se tienen en cuenta, enumerados en el orden cronológico en que aparecen en el Liber I, son:
661. —De todos los privilegios que se conceden a la religión católica quedan excluidos los herejes. Y se les gravará con otras cargas.
67Titulus V. Sobre los herejes y maniqueos y samaritanos.
Art. 1. — Constantius et Contans ad Dracilianum (326 d. de C.)
Los privilegios, que se han concedido en consideración a la religión, deben aprovechar únicamente a los observantes de la religión católica. Sin embargo, los herejes y cismáticos, no solo queremos que sean ajemos a estos privilegios, sino también que queden sujetos y sometidos a diversas cargas26.
682. —Separación y privación de todos los derechos de ciudadano a los apóstatas.
69Titulus VII. Sobre los apóstatas.
Art. 3.—Theodosius, Valentinianus et Arcadius Flauiano (391 d. de C.)
Los que hicieron traición a la santa fe y profanaron el santo bautismo con herética superstición, sean separados del comercio con todos los demás, estén privados de prestar testimonio, no tengan (según antes hemos dispuesto), facultad de testar, no sucedan a nadie en la herencia, ni sean instituidos herederos por nadie. […] Porque se auxilia a los caídos y a los errantes, pero a los perdidos, esto es, a los que profanan el santo bautismo, no se les socorre con remedio alguno de la penitencia, que suele favorecer en otros crímenes (Corpus juris civilis I.7.3).
703. —La condena capital de los judíos que den cualquier clase de muerte a un cristiano.
71Titulus IX. Sobre los judíos, celicolas y samaritanos.
Art. 3 Constantinus ad Evagrium (315) d. de C.
Queremos que se notifique a los judíos y a sus ancianos y patriarcas que, si después de esta ley alguien se atrevió a atacar a pedradas o con otro tipo de violencia a una persona que hubiese huido su funesta secta y se hubiese vuelto al culto de Dios, (cosa que hemos conocido que ha ocurrido en este momento), de inmediato debe ser entregado a las llamas y quemado con todos los que hayan participado (CTh 16.8.1 pr.).
724. —Prohibición de matrimonios mixtos.
Art. 6. —Valentinianus, Honorius et Arcadius Cynegio (388 d. de C.)
Ningún judío tome en matrimonio una mujer cristiana, ni un cristiano elija en matrimonio a una judía; Pues si alguien realizase una acción de este tipo, tal delito tendrá la consideración de adulterio cometido, habiéndose abierto también al público la libertad para acusarlo (CTh 3.7.2 y 9.7.5).
735. —Obligación de contraer matrimonio entre judíos.
Art.7. — Theodosius, Arcadius et Honorius Infantio (393 d. de C.)
Ningún judío conserve su costumbre en las uniones matrimoniales ni contraiga nupcias según su ley, ni celebre a varios matrimonios al mismo tiempo (Corpus juris civilis I.9.7).
746.—Orden del cierre de los templos y la prohibición de efectuar sacrificios.
75Titulus XI. Sobre los paganos, los sacrificios y los templos.
Art. 1. — Constantinus ad Taurum (346 d. de C.)
Es nuestra voluntad que se cierren inmediatamente los templos en todos los lugares y en todas las ciudades y, una vez prohibido el acceso denegar el poder de destruirlos a todos los depravados. 1.—Queremos también que todos se abstengan de sacrificios. 2.—Y si acaso alguien perpetrase un delito de este tipo, reciba el castigo de la espada vengadora. Decidimos también que las riquezas del condenado a muerte sean reclamadas por el fisco, y se condene igualmente a los gobernadores de las provincias, si se despreocupasen de castigar los crímenes (CTh 16.10.4).
767.—A la prohibición de los sacrificios se añaden las prácticas adivinatorias.
Art. 2. —Theodosius, Gratinianus et Valent. Cynegio (385 d. de C.)
Para que ningún de los mortales cometa la audacia de realizar un sacrificio para obtener la esperanza de una vana promesa por medio de la inspección del hígado y el presagio de las vísceras, o, lo que es peor, conocer el futuro en el momento de una execrable consulta, en efecto el tormento de un suplicio más duro se cernerá sobre aquellos que contra esta prohibición hayan tentado de explorar la verdad de los hechos presentes o futuros (CTh 16.10.9).
778.—Las fiestas y celebraciones públicas se han de celebrar sin ritos paganos.
Art. 4. —Arcadius et Honorius Apollodoro (399 d. de C.)
De la manera que hemos abolido ya los ritos profanos por una ley saludable, así no permitimos que se supriman las reuniones de fiesta de los ciudadanos y el regocijo de todos. Por ello decidimos que, sin ningún sacrificio alguno y sin ninguna superstición reprobable, se presenten diversiones de las gentes, según la costumbre antigua, y se sirvan también banquetes de fiesta, cuando lo exijan los votos públicos (CTh 16.10.17).
Cuadro 1. —Equiparación de contenido entre Cánones conciliares y Decretos imperiales
Canones conciliares Elvirae (302 d. de C.) | Decreta Imperatorvm |
Canon I. —Sobre los que, después del bautismo, sacrifican a los ídolos. | XI, Art. 4. —Arcadius et Honorius |
Canon II. —Sobre los sacerdotes de los gentiles que, después del bautismo han inmolado | Idem |
Canon III. —Sobre los mismos, si tan sólo han presentado una ofrenda a los ídolos. | Idem |
Canon XL. —Que los bautizados no reciban lo ofrecido al ídolo. | Idem |
Canon LVIIII. —Sobre los bautizados, que no suban al Capitolio para sacrificar. | Idem |
Canon XLI. —Que los señores prohíban a sus esclavos dar culto a los ídolos. | XI, Art. 1.—Constantinus ad Taurum (346 d. de C.) |
Canon L. —Sobre los cristianos que comen con los judíos. | — |
Canon XLIX.—.- Sobre los frutos de los bautizados, que no sean bendecidos por los judíos. | — |
Canon LX. —Sobre aquellos que son ejecutados al destrozar los ídolos. | — |
Canon XVI. —Sobre las doncellas bautizadas, que no sean unidas en matrimonio con infieles. | Art. 6.—Valentinianus, Honorius et Arcadius Cynegio (388 d. de C.) |
Canon XXII. —Sobre los católicos que han pasado a la herejía, si vuelven de nuevo. | — |
Canon XLVI. —Sobre cuánto tiempo han de hacer penitencia los bautizados si apostatan. | Art. 3.—Theodosius, Valentinianus et Arcadius (391 d. de C.) |
78Vemos las coincidencias de los cánones conciliares y los decretos imperiales al examinar los contenidos que presentan y los objetivos que se proponen conseguir. El Concilio en época anterior a Constantino se mueve meramente en el ámbito de la disciplina eclesiástica condenando a los inculpados a penas de excomunión en diverso grado, ordenando pautas de conducta a los cristianos en el ejercicio de actividades que puedan ser incompatibles en mayor o menor grado con la fe cristiana, marcando las relaciones que se pueden mantener con las diversas comunidades de los infieles, etc. Los decretos imperiales inciden en estos mismos ámbitos de normativas, conductas o regulación de la convivencia entre las comunidades del Imperio, en un momento cronológicamente más tardío. Además como poder civil la perspectiva de la imposición de penas físicas por su exclusiva capacidad de la aplicación de la fuerza propia de la autoridad civil en su ámbito de competencias. En todo caso, actuan ambos estamentos, eclesiástico y civil, bajo un mismo denominador común de exclusión e intolerancia de los ritos del otro, de la negación del derecho y respeto a la conciencia y religión de las comunidades sometidas a la hegemonía concedida al cristianismo.
79En consecuencia, los textos neotestamentarios, evangélicos y paulinos, la doctrina de los Santos Padres y la práctica de la Iglesia en los cánones conciliares, recogida más tarde en la ordenación jurídica del Imperio cristiano, sirven de base y son la referencia de la argumentación teológica de Santo Tomás para concluir que, aunque se conceda a los herejes una dilación en el castigo hasta el Juicio Final para propiciar su arrepentimiento, los ritos de los infieles no se han de tolerar.
Annexe
Apéndice de fuentes latinas
Summa theologiae. Secunda secundae
Quaestio 10. —De infidelitate in communi
Consequenter considerandum est de uitiis oppositis. Et primo de infi- delitate, quae opponitur fidei; secundo, de blasphemia, quae opponitur confessioni [q. 13]; tertio, de ignorantia et hebetudine, quae opponuntur scientiae et intellectui [q. 15].
Circa primum, considerandum est de infidelitate in communi; secundo, de haeresi [q. 11], tertio, de apostasia a fide [q. 12].
Circa primum quaeruntur duodecim. Primo, utrum infidelitas sit peccatum. Secundo, in quo sit sicut in subiecto. Tertio, utrum sit maxi- mum peccatorum. Quarto, utrum omnis actio infidelium sit peccatum. Quinto, de speciebus infidelitatis. Sexto, de comparatione earum ad inui- cem. Septimo, utrum cum infidelibus sit disputandum de fide. Octavo, utrum sint cogendi ad fidem. Nono, utrum sit eis communicandum. Decimo, utrum possint Christianis fidelibus praeesse. Undecimo, utrum ritus infidelium sint tolerandi. Duodecimo, utrum pueri infidelium sint inuitis parentibus baptizandi…
Articulus 11. —Utrum infidelium ritus sint tolerand
Ad undecimum sic proceditur. Videtur quod ritus infidelium non sint tolerandi. Manifestum est enim quod infideles in suis ritibus peccant eos servando. Sed peccato consentire videtur qui non prohibet cum prohibere possit, ut habetur in Glossa Rom. I, super illud, non solum qui faciunt, sed etiam qui consentiunt facientibus. Ergo peccant qui eorum ritus tolerant.
2. —Praeterea, ritus Iudaeorum idololatriae comparantur, quia super illud Gal. V, nolite iterum iugo servitutis contineri, dicit Glossa, non est levior haec legis servitus quam idololatriae. Sed non sustineretur quod ido- lolatriae ritum aliqui exercerent, quinimmo Christiani principes templa idolorum primo claudi, et postea dirui fecerunt, ut Augustinus narrat, XVIII de Civ. Dei. Ergo etiam ritus Iudaeorum tolerari non debent.
3. —Praeterea, peccatum infidelitatis est gravissimum, ut supra dictum est. Sed alia peccata non tolerantur, sed lege puniuntur, sicut adulterium, furtum et alia huiusmodi. Ergo etiam ritus infidelium tolerandi non sunt.
Sed contra est quod in decretis, dist. XLV, Can. qui sincera, dicit Grego- rius de Iudaeis, omnes festivitates suas, sicut hactenus ipsi et patres eorum per longa colentes tempora tenuerunt, liberam habeant observandi cele- brandique licentiam.
Respondeo dicendum quod humanum regimen derivatur a divino regimine, et ipsum debet imitari. Deus autem, quamvis sit omnipotens et summe bonus, permittit tamen aliqua mala fieri in universo, quae prohi- bere posset, ne, eis sublatis, maiora bona tollerentur, vel etiam peiora mala sequerentur. Sic igitur et in regimine humano illi qui praesunt recte aliqua mala tolerant, ne aliqua bona impediantur, vel etiam ne aliqua mala peiora incurrantur, sicut Augustinus dicit, in II de ordine, aufer meretrices de rebus humanis, turbaveris omnia libidinibus. Sic igitur, quamvis infideles in suis ritibus peccent, tolerari possunt vel propter aliquod bonum quod ex eis pro- venit, vel propter aliquod malum quod vitatur.
Ex hoc autem, quod Iudaei ritus suos observant, in quibus olim praefigu- rabatur veritas fidei quam tenemus, hoc bonum provenit quod testimonium fidei nostrae habemus ab hostibus, et quasi in figura nobis repraesentatur quod credimus. Et ideo in suis ritibus tolerantur. Aliorum vero infidelium ritus, qui nihil veritatis aut utilitatis afferunt, non sunt aliqualiter tolerandi, nisi forte ad aliquod malum vitandum, scilicet ad vitandum scandalum vel dissidium quod ex hoc posset provenire, vel impedimentum salutis eorum, qui paulatim, sic tolerati, convertuntur ad fidem. Propter hoc enim etiam haereticorum et Paganorum ritus aliquando Ecclesia toleravit, quando erat magna infidelium multitudo.
Et per hoc patet responsio ad obiecta.
Quaestio 11. —De haeresi
Deinde considerandum est de haeresi.
Circa quam quaeruntur quatuor. Primo, utrum haeresis sit infidelitatis species. Secundo, de materia eius circa quam est. Tertio, utrum haeretici sint tolerandi. Quarto, utrum reuertentes sint recipiendi.
Articulus 3. —Vtrum haeretici sint tolerandi.
Ad tertium sic proceditur.
1. —Videtur quod haeretici sint tolerandi.
Dicit enim apostolus, II ad Tim. II, seruum Dei oportet mansuetum esse, cum modestia corripientem eos qui resistunt ueritati, ne quando det illis poenitentiam Deus ad cognoscendam ueritatem, et resipiscant a laqueis Diaboli. Sed si haeretici non tolerantur, sed morti traduntur, aufertur eis facultas poenitendi. Ergo hoc uidetur esse contra praeceptum apostoli.
2. —Praeterea, illud quod est necessarium in Ecclesia est tolerandum. Sed haereses sunt necessariae in Ecclesia, dicit enim apostolus, I ad Cor. XI, oportet haereses esse, ut et qui probati sunt manifesti fiant in vobis. Ergo videtur quod haeretici sunt tolerandi.
3. —Praeterea, dominus mandavit, Matth. XIII, servis suis ut zizania permitterent crescere usque ad messem, quae est finis saeculi, ut ibidem exponitur. Sed per zizania significantur haeretici, secundum expositionem sanctorum. Ergo haeretici sunt tolerandi.
Sed contra est quod apostolus dicit, ad Tit. III, haereticum hominem, post primam et secundam correptionem, devita, sciens quia subversus est qui eiusmodi est.
Respondeo dicendum quod circa haereticos duo sunt consideranda, unum quidem ex parte ipsorum; aliud ex parte Ecclesiae.
Ex parte quidem ipsorum est peccatum per quod meruerunt non solum ab Ecclesia per excommunicationem separari, sed etiam per mortem a mundo excludi. Multo enim gravius est corrumpere fidem, per quam est animae vita, quam falsare pecuniam, per quam temporali vitae subvenitur. Unde si falsarii pecuniae, vel alii malefactores, statim per saeculares prin- cipes iuste morti traduntur; multo magis haeretici, statim cum de haeresi convincuntur, possent non solum excommunicari, sed et iuste occidi.
Ex parte autem Ecclesiae est misericordia, ad errantium conversionem. Et ideo non statim condemnat, sed post primam et secundam correctionem, ut apostolus docet. Postmodum vero, si adhuc pertinax inveniatur, Ecclesia, de eius conversione non sperans, aliorum saluti providet, eum ab Ecclesia sepa- rando per excommunicationis sententiam; et ulterius relinquit eum iudicio saeculari a mundo exterminandum per mortem. Dicit enim Hieronymus, et habetur Decretum XXIV, q. III, resecandae sunt putridae carnes, et sca- biosa ovis a caulis repellenda, ne tota domus, massa, corpus et pecora, ardeat, corrumpatur, putrescat, intereat. Arius in Alexandria una scintilla fuit, sed quoniam non statim oppressus est, totum orbem eius flamma populata est.
1. —Ad primum ergo dicendum quod ad modestiam illam pertinet ut primo et secundo corripiatur. Quod si redire noluerit, iam pro subverso habetur, ut patet in auctoritate apostoli inducta.
2. —Ad secundum dicendum quod utilitas quae ex haeresibus prove- nit est praeter haereticorum intentionem, dum scilicet constantia fidelium comprobatur, ut apostolus dicit; et ut excutiamus pigritiam, divinas Scrip- turas sollicitius intuentes, sicut Augustinus dicit. Sed ex intentione eorum est corrumpere fidem, quod est maximi nocumenti. Et ideo magis respiciendum est ad id quod est per se de eorum intentione, ut excludantur; quam ad hoc quod est praeter eorum intentionem, ut sustineantur.
3. —Ad tertium dicendum quod, sicut habetur in decretis, XXIV, qu. III, aliud est excommunicatio, et aliud eradicatio. Excommunicatur enim ad hoc aliquis, ut ait apostolus, ut spiritus eius salvus fiat in die domini. Si tamen totaliter eradicentur per mortem haeretici, non est etiam contra mandatum domini, quod est in eo casu intelligendum quando non possunt extirpari zizania sine extirpatione tritici, ut supra dictum est, cum de infi- delibus in communi ageretur.
Citas bíblicas
Euangelium secundum Mattheum 13, 28-30.
28. —Et ait illis: « Inimicus homo hoc fecit ». Serui autem dicunt ei: « Vis, imus et colligimus ea? ». 29. —Et ait: « Non; ne forte colligentes zizania eradicetis simul cum eis triticum, 30. — sinite utraque crescere usque ad messem. Et in tempore messis dicam messoribus: Colligite primum zizania et alligate ea in fasciculos ad comburendum ea, triticum autem congregate in horreum meum ».
Epistola ad Romanos 1, 32.
Qui cum iudicium Dei cognouissent, quoniam qui talia agunt, digni sunt morte, non solum ea faciunt, sed et consentiunt facientibus.
Epistola I ad Corinthios 11, 18-19.
18. —Primum quidem conuenientibus uobis in ecclesia, audio scissuras inter uos esse et ex parte credo. 19. —Nam oportet et haereses inter uos esse, ut et, qui probati sunt, manifesti fiant in uobis.
Epistola II ad Corinthios 6, 14-18.
14.—Nolite iugum ducere cum infidelibus! Quae enim participatio iustitiae cum iniquitate? Aut quae societas luci ad tenebras? 15.—Quae autem conuentio Christi cum Beliar, aut quae pars fideli cum infideli? 16. —Qui autem consensus templo Dei cum idolis? Vos enim estis tem- plum Dei uiui; sicut dicit Deus: « Inhabitabo in illis et inambulabo et ero illorum Deus, et ipsi erunt mihi populus. 17.—Propter quod exite de medio eorum et separamini, dicit Dominus, et immundum ne tetigeritis; et ego recipiam uos 18. — et ero uobis in Patrem, et uos eritis mihi in filios et filias, dicit Dominus omnipotens ».
Epistola ad Galatas 5, 1.
1. —Hac libertate nos Christus liberauit; state igitur et nolite iterum iugo seruitutis contineri.
Epistola II ad Timotheum 2, 23-26.
23. —Stultas autem et sine disciplina quaestiones deuita, sciens quia generant lites; 24.— seruum autem Domini non oportet litigare, sed mansuetum esse ad omnes, aptum ad docendum, patientem, 25. — cum mansuetudine corripientem eos, qui resistunt, si quando det illis Deus paenitentiam ad cognoscendam ueritatem, 26. — et resipiscant a Diaboli laqueo, a quo capti tenentur ad ipsius uoluntatem.
Epistola ad Titum 3, 9-11.
9. —Stultas autem quaestiones et genealogias et contentiones et pug- nas circa legem deuita, sunt enim inutiles et uanae. 10. —Haereticum hominem post unam et secundam correptionem deuita, 11.—sciens quia subuersus est, qui eiusmodi est, et delinquit, proprio iudicio con- demnatus.
Decreta imperatorum
Corpus juris civilis. Codex Iustiniani. Liber I.
Titulus V. De hereticis, et maniqueis et samaritanis
Art. 1. —Constantius et Contans ad Dracilianum (326 p. C.)
Priuilegia, quae contemplatione religionis indulta sunt, catholicae tantum legis obseruatoribus prodesse oportet. Haereticos non solum ab his priuilegiis alienos esse uolumus, sed etiam diuersis muneribus cons- tringi et subiici.
Titulus VII. De apostatis
Art. 3. —Theodosius, Valentinianus et Arcadius (391 p. C.)
Hi, qui sanctam fidem prodiderunt, et sanctum baptisma heretica superstitione profanarunt, a consortio omnium segregati sint, a testimo- niis alieni, testamenti (ut ante iam sancimus) non habeant factionem: nulli in hereditate succedant, a nemine scribantur heredes. […] Lapsis etenim et errantibus subuenitur: perditis uero, hoc est, sanctum baptisma prrofanantibus, nullo remedio poenitentiae (quae solet aliis criminibus adesse) succurritur.
Titulus IX. De iudaeis et coelicolis
Art. 3. —Constantinus ad Evagrium (315 p. C.)
Iudaeis et maioribus eorum et patriarchis uolumus intimari, quod, si quis post hanc legem aliquem, qui eorum feralem fugerit sectam et ad Dei cultum respexerit, saxis aut alio furoris genere ausus fuerit attentare, mox flammis dandus est, et cu omnibus suis participibus concremandus.
Art. 6 —Valentinianus, Honorius et Arcadius Cynegio (388 p. C.)
Ne quis christianam mulierem in matrimonium Iudaeus accipiat; neque Iudaeae Christianus coniugium sortiatur, nam si quis aliquid huiusmodi admiserit, adulterii uicem commissi huiusmodi crimen obtinebit: libertate in accusandum publicis quoque uocibus relaxata.
Art.7. —Theodosius, Arcadius et Honorius Infantio (393 p. C.)
Nemo Iudaeorum morem suum in coniunctionibus retineat nec iuxta legem suam nuptias sortiatur, nec in diuersa sub uno tempore coniugia conueniat.
Titulus XI. De paganis, et sacrificiis et templis
Art. 1. —Constantinus ad Taurum (342 p. C.)
Placuit omnibus locis atque urbibus uniuersis claudi protinus templa, et accessu uetito omnibus licentiam delinquendi perditis abnegari. 1. —Volu- mus etiam cunctos sacrificiis abstinere. 2. —Quod si aliquid forte huiusmodi perpetrauerit, gladio ultore sternantur, facultates etiam perempti fisco decernimus uindicari, et similiter puniri rectores prouinciarum, si facinora uindicare neglexerint.
Art. 2. —Theodosius, Gratinianus et Valent. Cynegio (385 p. C.)
Ne quis mortalium ita faciendi sacrificii sumat audaciam, ut inspeccione iecoris, extorumque praesagio uanae spem promissionis accipiat, uel, quod est deterius, futura sub execrabili consultatione cognoscat. Acerbioris etenim imminebit supplicii cruciatus ei, qui contra uetitum praesentium uel futura- rum rerum explorare temptauerit ueritatem.
Art. 4. —Arcadius et Honorius Apollodoro (399 p. C.)
Vt profanos ritus iam salubri lege submovimus, ita festos conuentus ciuium et communem omnium laetitiam non patimur submoueri. Unde absque ullo sacrificio atque ulla superstitione damnabili, exhiberi populo- rum uoluptates, secundum ueterem consuetudinem, ministrari etiam festa conuiuia, quando exigent publica uota, decernimus.
Notes de bas de page
1 Para el texto latino, véase Tomás de Aquino, Summa theologiae, vol. 3; para el texto castellano, véase Id., Suma de Teología, vol. 3. Este trabajo se ha realizado con la ayuda de los proyectos DGICYT «La percepcion del Islam en la Europa cristiana. Traducciones latinas del Corán y literatura de controversia islamo-cristiana» [Ref. FFI2008-06919-C02-02/FILO] y AGAUR «La percepció de l’Islam en la societat cristiana. Les traduccions llatines de l’Alcora i la Literatura Llatina medieval de controvèrsia amb l’Islam i el Judaisme» [Ref. 2009 SGR-00824].
2 «Ut habetur in Glossa Ad Romanos I, super illud, non solum qui faciunt, sed etiam qui consentiunt facientibus».
3 «Nolite iterum iugo seruitutis contineri, dicit Glossa, non est leuior haec legis seruitus quam idololatriae».
4 «Sed non sustineretur quod idololatriae ritum aliqui exercerent, quinimmo Christiani principes templa idolorum primo claudi, et postea dirui fecerunt, ut Augustinus narrat, XVIII de Ciuitate Dei».
5 «Ergo etiam ritus Iudaeorum tolerari non debent».
6 «Omnes festiuitates suas, sicut hactenus ipsi et patres eorum per longa colentes tempora tenuerunt, liberam habeant obseruandi celebrandique licentiam» (Decretales, in Decretis, dist. XLV, Can. qui sincera).
7 «Sicut Augustinus dicit, in II de ordine, aufer meretrices de rebus humanis, turbaueris omnia libidinibus».
8 M. Sotomayor y J. Fernández Ubiña (coords.), El Concilio de Elvira y su tiempo, pp. 7-9.
9 R. Teja, «Exterae gentes», pp. 202-203.
10 M. V. Escribano Paño, «Las leyes contra los heréticos», pp. 104-105.
11 «De his qui post baptismum idolis immolauerunt. Placuit inter eos qui post fidem baptismi salutaris adulta aetate ad templum idoli idolaturus accesserit et fecerit, quod est crimen principale, quia est summus sceleris, placuit nec in finem eum ad communionem accipere».
12 «De sacerdotibus gentilium qui post baptismum immolauerunt. Flamines qui post fidem lauacri et regenerationis sacrificauerint, eo quod geminauerint scelera accedente homicidio uel triplicauerint facinus cohaerente moechia, placuit eos nec in finem accipere communionem».
13 «De eisdem, si idolis munus tantum dederunt. Item flamines, qui non immolauerint, sed munus tantum dederint, eo quod se a funestis abstinuerint sacrificiis, placuit in finem eis praestare communionem, acta tamen legitima paenitentia. Item ipsi si post paenitentiam fuerint moechati, placuit ulterius his non esse dandam communionem, ne lusisse de Dominica communione uideantur».
14 «Ne de id quod idolotitum est, fideles accipiant. Prohiberi placuit, ut, cum rationes suas accipiunt possessores, quicquid ad idolum datum fuerit, accepto non ferant; si post interdictum fecerint, per quinquennii spatia temporum a communione esse arcendos».
15 «De fidelibus, ne ad capitolium causa sacrificandi ascendant. Prohibendum ne quis Christianus, ut gentilis, ad idolum capitolii causa sacrificandi ascendat et uideat. Quod si fecerit, pari crimine teneatur. Si fuerit fidelis, post decem annos acta paenitentia recipiatur».
16 «Vt prohibeant domini idola colere seruis. Admoneri placuit fideles ut in quantum possun, prohi- beant ne idola in domibus suis habeant. Si uero uim metuunt seruorum, uel se ipsos puros conseruent; si non fecerint, alieni ab ecclesia habeantur».
17 «De frugibus fidelium, ne a Iudaeis benedicantur. Admoneri placuit possessores ut non patiantur fructus suos, quos a Deo percipiunt cum gratiarum actione, a Iudaeis benedici, ne nostram irritam et infirmam faciant benedictionem; si quis post interdictum facere usurpauerit, penitus ab ecclesia abiciatur».
18 «De christianis qui cum Iudaeis uescuntur. Si uero quis clericus uel fidelis cum Iudaeis cibum sumpserit, placuit eum a communione abstineri ut debeat emendari».
19 «De his qui destruentes idola occiduntur. Si quis idola fregerit et ibidem fuerit occisus, quatenus in euangelio scriptum non est nec inuenietur sub apostolis umquam factum, placuit in numero eum non recipi martyrum».
20 «De puellis fidelibus, ne infidelibus coniungantur. Haeretici si se transferre noluerint ad ecclesiam catholicam, nec ipsis catholicas dandas esse puellas; sed neque Iudaeis neque haereticis dare placuit eo quod nulla possit esse societas fideli cum infidele. Si contra interdictum fecerint parentes, abstineri per quinquenium placet».
21 «De catholicis in haeresem transeuntibus si reuertantur. Si quis de catholica ecclesia ad haeresem transitum fecerit rursusque recurrerit, placuit huic paenitentiam non esse denegandam eo quod cognouerit peccatum suum; qui etiam decem annis agat paenitentiam; cui post decem annos praestari communio debet. Si uero infantes fuerint transducti, quod non suo uitio peccaverint, incunctanter recipi debeant».
22 «De fidelibus si apostatauerint, quamdiu paeniteant. Si quis fidelis apostata per infinita tempora ad ecclesiam non accesserit, si tamen aliquando fuerit reuersus nec fuerit idolator, post decem annos placuit eum communionem accipere».
23 L. A. García Moreno, Los judíos de la España antigua, pp. 81-82.
24 F. J. Lomas, «Comunidades judeocristianas granadinas», pp. 327 sqq.
25 Citamos por Corpus juris civilis, ed. C. M. Galisset.
26 Theodosius II, Theodosiani (en adelante CTh), 16.5.1.
Auteur
Universitat Autònoma de Barcelona
Le texte seul est utilisable sous licence Licence OpenEdition Books. Les autres éléments (illustrations, fichiers annexes importés) sont « Tous droits réservés », sauf mention contraire.
La gobernanza de los puertos atlánticos, siglos xiv-xx
Políticas y estructuras portuarias
Amélia Polónia et Ana María Rivera Medina (dir.)
2016
Orígenes y desarrollo de la guerra santa en la Península Ibérica
Palabras e imágenes para una legitimación (siglos x-xiv)
Carlos de Ayala Martínez, Patrick Henriet et J. Santiago Palacios Ontalva (dir.)
2016
Violencia y transiciones políticas a finales del siglo XX
Europa del Sur - América Latina
Sophie Baby, Olivier Compagnon et Eduardo González Calleja (dir.)
2009
Las monarquías española y francesa (siglos xvi-xviii)
¿Dos modelos políticos?
Anne Dubet et José Javier Ruiz Ibáñez (dir.)
2010
Les sociétés de frontière
De la Méditerranée à l'Atlantique (xvie-xviiie siècle)
Michel Bertrand et Natividad Planas (dir.)
2011
Guerras civiles
Una clave para entender la Europa de los siglos xix y xx
Jordi Canal et Eduardo González Calleja (dir.)
2012
Les esclavages en Méditerranée
Espaces et dynamiques économiques
Fabienne P. Guillén et Salah Trabelsi (dir.)
2012
Imaginarios y representaciones de España durante el franquismo
Stéphane Michonneau et Xosé M. Núñez-Seixas (dir.)
2014
L'État dans ses colonies
Les administrateurs de l'Empire espagnol au xixe siècle
Jean-Philippe Luis (dir.)
2015
À la place du roi
Vice-rois, gouverneurs et ambassadeurs dans les monarchies française et espagnole (xvie-xviiie siècles)
Daniel Aznar, Guillaume Hanotin et Niels F. May (dir.)
2015
Élites et ordres militaires au Moyen Âge
Rencontre autour d'Alain Demurger
Philippe Josserand, Luís Filipe Oliveira et Damien Carraz (dir.)
2015