El alfabeto y el calendario
Libros de cuentas y libros de memorias en el Siglo de Oro
p. 45-61
Texte intégral
En nom de Déu sia y de la gloriosa y unil Verge Maria, jo Ioan Guàrdia de Corcó, fa aquest llibre de paper blanch per ascriur comtas y mos negosis, co es comemensant al primer dia de desembra del any 16311.
1El texto anterior constituye el encabezamiento que abre el libro de cuentas y memorias de Joan Guàrdia, payés de L’Esquirol (Santa Maria de Corcó), municipio situado en la comarca de Osona (Barcelona). Lo fue escribiendo entre 1631 y 1672, aunque el texto se prolonga con otras anotaciones efectuadas por su hijo Antoni Joan Guàrdia desde 1673 a 1687, unas al término del manuscrito paterno, en los folios 99v-102v, y otras interpoladas, como las que consignó en los folios 23-29v y 73v-78r.
2Conservado en el archivo de la familia Guàrdia-Orra, el «diari» de Joan Guàrdia representa un valioso exponente de la amplia difusión que las escrituras de la memoria personal alcanzaron en la Edad Moderna. Todavía es más destacable si consideramos su procedencia rural, compartida por una cuarentena, al menos, de ejemplares catalanes fechados entre los siglos XVI y XIX, algo excepcional en la Europa meridional o mediterránea2. Un volumen significativo de estos ha llegado a nuestros días formando parte de acervos particulares de tipo patrimonial, en tanto que otros se custodian en archivos públicos y eclesiásticos. La conservación en instituciones públicas es un rasgo común a algunos de los libros del mismo tipo de origen valenciano, depositados en el Archivo del Reino de Valencia3.
3Antes de seguir, debo advertir que los testimonios conservados representan una parte menor, la punta del iceberg, de ese producto híbrido que unas veces adopta la formalidad textual del libro de cuentas y otras se convierte en un espécimen más complejo, como acontece con los libros de familia, llamados así por tratarse de «escrituras “diarísticas” plurigeneracionales, en las que el núcleo familiar constituye tanto el remitente como el destinatario, el tema principal y el canal de la comunicación textual4». ¿De haberse conservado y utilizado, en qué categoría insertaríamos, por ejemplo, los 69 «libros de memoria», entre medianos y pequeños, que el mercader Fansín de Villanueva, natural de Flandes, casado con María de Vega, tenía a la venta en 1554 en su tienda vallisoletana de mercería y joyería5? ¿O, al otro lado del Atlántico, los «libretes de memoria» anotados en 1583 en el inventario de bienes de Jorge Noé, muerto en San Juan de Ulúa (México)6? La pregunta podría repetirse hasta la saciedad puesto que menciones de este cariz son moneda corriente en los inventarios post mortem de la Edad Moderna7, como también en la literatura coetánea8. Por el camino han quedado otros muchos ejemplares similares ligados a ámbitos de producción privada y cuya conservación no llegó a darse, en determinadas circunstancias porque se careció de la mentalidad necesaria para ello y en otras porque los «memorizadores sociales» y las «instituciones memorizadoras», que dice Petrucci9, no siempre lo han contemplado en sus actuaciones. Sobra con decir que las políticas oficiales de conservación documental normalmente han sido más celosas con el patrimonio escrito emanado de las esferas del poder y de las elites sociales, económicas y culturales que con los testimonios de la gente común.
4Estas circunstancias explican la distancia que media entre los libros de memorias que se pudieron escribir y los que se han conservado, al tiempo que aportan elementos de análisis para valorar de otro modo el desequilibrio geográfico existente. Habitualmente se ha argumentando que la densa producción conocida en Cataluña y Valencia puede deberse, según los casos, a la transmisión del patrimonio en la persona del hereu que prescribe el derecho catalán, a la proyección comercial de la fachada mediterránea e incluso, en Cataluña, a la incidencia de la Guerra dels Segadors en la conciencia personal y colectiva10. Son razones más que estimables pero sin obviar que los inventarios post mortem del ámbito castellano abundan en referencias a libros de cuentas y de memorias cuyo contenido concreto no se puede deducir fácilmente del registro notarial, lo mismo que tampoco podría haberse hecho del «llibre de comtas y negosis» de Joan Guàrdia y de su hijo Antoni Joan si no fuera porque en este caso sí se ha conservado.
FORMAS AUTOBIOGRÁFICAS Y ESPACIOS DE LA ESCRITURA PERSONAL
5El notable despliegue de la escritura cotidiana en la Edad Moderna fue fruto de algunos factores propios del período, pero también de una serie de transformaciones que germinaron en los siglos finales del Medievo11. En primer lugar, la extensión social del alfabetismo desde el siglo XIV en adelante, propiciada por un amplio número de escuelas y maestros de primeras letras, aún mayor en el siglo XV. En segundo, la difusión del vulgar como lengua de escritura, indispensable para que los nuevos alfabetizados, desconocedores del latín, pudieran hacer uso de la tecnología escrita. Y en tercero, el protagonismo económico de artesanos y comerciantes, cuya actividad se plasmó en una serie de innovaciones en la forma de gestionar la contabilidad de los negocios, siendo su mejor exponente las diversas modalidades de libros de cuentas12.
6Sin estas condiciones propiciatorias sería imposible explicar el papel que la razón gráfica desempeñó en la baja Edad Media y, aún más, en la Edad Moderna. Lo hizo, por supuesto, en las múltiples tareas burocráticas generadas por las diferentes esferas del poder, pero también, y es lo que ahora nos importa, a nivel personal. A su lado, no fueron menos relevantes otra serie de transformaciones culturales que alentaron un cierto desarrollo del individuo o de la personalidad, introdujeron algunos cambios en la organización del tiempo y condujeron a una relativa privatización del espacio doméstico o, cuando menos, crearon en él lugares propios para la escritura.
7A propósito de los cambios mentales anticipados en el Medievo, J. Le Goff señaló que fue en los siglos XII y XIII cuando se agudizó el desplazamiento de los cielos a la tierra, es decir, una cierta secularización cultural que habría de conducir a un mayor desarrollo del individuo o de la personalidad13. Éste, con todo, había tenido ya un hito fundacional a finales del siglo iv en el modelo literario tejido por Agustín de Hipona en sus Confesiones, obra que Petrarca llevó consigo el 23 de abril de 1336 en su ascenso al monte Ventoux (cerca de Aviñon)14. En ella, el humanista italiano vio un referente de tipo personal y psicológico que habría de influir en la construcción de la autobiografía en un sentido más moderno y no únicamente confesional. En el ambiente castellano de aquel tiempo deben notarse las Memorias de Leonor López de Córdoba, nacida en Calatayud en diciembre de 1362 o enero de 1363, hija de Sancha Carrillo y de Martín López de Córdoba, maestre de las órdenes militares de Alcántara y Calatrava. Fueron dictadas entre 1401 y 1404 a un escribano de Córdoba, adonde llegó, acogida por su tía materna, a la muerte de Enrique II, quien la tuvo encarcelada durante ocho años en las atarazanas de Sevilla por el apoyo que su padre había prestado a Pedro I. Con la advertencia previa de «que todo lo que está escrito aquí es verdad que lo vi y que me pasó», se trata de nueve folios escritos en primera persona donde condensó su vida sin perder detalle de ciertos acontecimientos de su tiempo, como las epidemias de peste de 1374 y 1400-1401 o el asalto a la judería cordobesa en 1391, amén de otros referidos a ella misma y a sus familiares15.
8Con distintos matices, la emergencia de una cierta conciencia individual, de un lado, y el papel de la familia, de otro, coincidieron con la extensión social de una práctica de escritura plural en sus formas, orientada por lo general al registro selectivo de los avatares personales, familiares e incluso colectivos. Por más que en grados diferentes, la presencia del individuo es un nexo común entre textos disímiles en las motivaciones que los generaron, en las estrategias narrativas desplegadas o en las expectativas de uso y difusión. Los hay que se ajustan más al patrón autobiográfico dado que sitúan el relato personal en el centro de la narración, como es el caso de las conocidas vidas espirituales y autobiografías de soldados tan del gusto áureo16. Otros, por el contrario, rehuyeron la introspección y se volcaron más en los hechos acaecidos coetáneamente, dando lugar a escritos emparentados con las crónicas urbanas17. Una tercera variante, en fin, corresponde a los libros de cuentas y de memorias, expresión de una escritura híbrida en la que se combinan la contabilidad del trabajo o de la hacienda y las efemérides familiares (nacimientos, bodas y defunciones) con otros apuntes de variada índole, en particular hechos históricos particularmente relevantes o visto como tales por quien escribe.
9Este repertorio de textos, susceptibles de ser considerados como escrituras autobiográficas lato sensu, conforme ha propuesto J. S. Amelang18, o como egodocumentos, término introducido en los años cincuenta del siglo XX por el historiador J. Presser y defendido ampliamente por R. Dekker para identificar los textos en los que «un autor(a) escribe sobre sus propios actos, pensamientos y sentimientos19», tienen un cierto correlato en la desigual participación de hombres y de mujeres.
10Partiendo del hecho irrefutable de que ellas tuvieron más complicado el acceso a la alfabetización, la participación femenina fue, empero, hegemónica en el ramo de las autobiografías espirituales, de igual manera que las militares fueron masculinas por razones obvias. Asimismo, la autoría de varones se revela mayoritaria en el terreno de los diarios y memorias propiamente dichos, que suelen corresponder a personas cuyo oficio o estatus les deparó algún tipo de actividad política, cultural o religiosa20, destacando el filón representado por los escritos autobiográficos de la nobleza ibérica, entre otros los del príncipe de Paternò y de los marqueses de Velada, Tenebrón y Osera21. Preponderante fue también la presencia masculina en los libros de cuentas y de memorias corrientes, es decir, los más apegados al discurrir cotidiano. Se entiende que fuera así toda vez que esta tipología nació de la necesidad de llevar un cierto control sobre los frutos del trabajo o sobre los gastos derivados de cualquier ocupación, incluida la de estudiante22. Debido a la función de objeto de la memoria familiar desempeñada por muchos de estos libros23, sobre todo los que más se acoplan a la modalidad de los «libros de familia», es usual que la escritura se conciba como una suerte de work in progress, sujeto tanto a la revisión como a su continuación por las generaciones siguientes. No son pocos, en efecto, los libros de esta naturaleza prolongados por los hijos varones, verbi gracia el «llibre de comtas y negosis» de Joan y Antoni Joan Guàrdia, o por las viudas, entre otras Petronila Roger o Teresa Ferragut, quien en 1693 dio comienzo a un Llibre de notas y rebudas del que pago jo Teresa Ferragut vidua per los gastos que se offerexen per la casa del quondam Salvador Ferragut, sastre, mon marit24. Los hay igualmente de anotaciones compartidas por el marido y la mujer, a saber el libro de recort de Bernat Sala e Isabel Sala, y, más excepcionalmente, elaborados por ellas25.
11Semejante pluralidad de textos, autores y motivaciones a la hora de escribir entrañaba distintos lugares de escritura. Un dato, empero, que raramente se facilita, si bien puede deducirse a partir de la condición de quien escribe y de la tipología textual. El aislamiento de la celda fue clave en el proceso de escritura de textos autobiográficos alumbrados en las cárceles y en la vasta producción de autobiografías espirituales, sin que dicha circunstancia impidiera respecto de éstas que los confesores ejercieron su autoridad y control sobre las monjas26. Los libros de cuentas o de memorias de artesanos y comerciantes es lógico pensar que se escribieran en la tienda o taller, pero teniendo siempre presente que las viviendas, además de lugares de habitación, lo eran también de producción y consumo, de manera que los espacios de trabajo y personales no siempre estaban físicamente diferenciados27. No obstante, dado que el contenido de estos libros solía trascender el apunte económico para dar cabida a anotaciones familiares, hechos conocidos e incluso apropiaciones literarias28, cabe considerar que se escribieran en la sala principal donde transcurría la vida en familia.
12Distinto, sin embargo, tuvo que ser el proceder de los profesionales más familiarizados con la escritura y de las personas de clase media y alta, en cuyas casas fue común la presencia de bargueños o escritorios con frente abatible, que solían colocarse en el estudio, el dormitorio o en otras estancias personales. Escasos todavía en la primera mitad del siglo XVI, su número crece en los inventarios de la segunda mitad del siglo y aún más en el XVII29. A título de muestra, bufetes, bufetillos, escritorios y papeleros ocupaban un lugar destacado en la Sevilla áurea según revelan los inventarios de bienes de los veinticuatros Andrés Ramírez de Villagómez (1631) y Juan de Vargas Sotomayor (1632) y el de Pedro Jalón, mercader acaudalado (1645)30. Expresión inicial de un uso preferentemente privado, muy bien ajustado a la necesidad de guardar a buen recaudo papeles y ciertas pertenencias, con el paso del tiempo el escritorio adquirió un carácter simbólico e incluso adquirió un uso público entre las personas que tenían acceso al interior de la vivienda31. A pesar de que en el siglo XVIII perdió protagonismo como consecuencia de la influencia de las modas borbónicas, siendo reemplazado por la cómoda y el buró, en las casas sayaguesas de mayor alcurnia todavía entonces era habitual que en la sala principal hubiera un bufete con su cajón y llave donde se guardaban los principales documentos, entre ellos, sin duda, el libro de cuentas, como se infiere del siguiente dato consignado, en 1744, en el inventario de bienes de don Alonso de Solares, vicario y doctor: «un cajón de la mesa vufette que está en el quarto vajo principal de dha casa […], y en el dho cajón se alló un Libro de amedio folio, forrado en pergamino, que consta tener doszientas y quarenta y una fojas, según sus folios32».
ABECEDARIOS, FECHAS Y RÓTULOS
13La cubierta de pergamino que vemos señalada respecto del «libro de a medio folio» del doctor Solares es una característica bastante frecuente en este tipo de textos, lo que de por sí habla bastante de la voluntad de conservarlos y usarlos. A esto contribuyó decisivamente el modo de escribirlos y de organizar los datos consignados en sus páginas. Un asunto en el que la escritura y el tiempo, el alfabeto y el calendario, fueron fundamentales. Del uso del abecedario, empleado también en ejemplares del siglo XIX33, demostrando la larga tradición de algunas prácticas de escritura, encontramos noticia en inventarios de bienes de diversa procedencia, ya sea en los que redactaron los notarios a fin de proceder al reparto de herencias o a la almoneda de bienes del difunto, ya sea en los que se compilaron al hilo de alguna actuación judicial. De este tipo, por ejemplo, es el acta relativa al secuestro de bienes del doctor Luis Pérez de León, efectuado el día 2 de noviembre de 1639 al ejecutarse la orden de prisión decretada por el Santo Oficio. Entre las pertenencias se dejó constancia de sendos libros de cuentas encuadernados en pergamino, numerados y provistos de abecedario:
- Un libro de quentas con diferentes personas, forrado en pergamino y con su abecedario, numerado en ciento y sesenta y siete foxas, en las quales ay algunas blancas.
- Otro libro assi mismo de quentas, forrado en pergamino, en ciento y treynta y siete foxas, escriptas en todo y en parte, con su abecedario al prinçipio34.
14El orden alfabético sirvió también al mercader zaragozano Felipe Los Clavos para organizar su libro de cuentas desde 1588 a 1647. Dado que éste sí se ha conservado nos permite plantear algunas consideraciones a propósito del uso que podía hacerse del abecedario. Dejando de lado cualquier prejuicio anacrónico, resulta irrelevante que su criterio no se compadezca con el nuestro o que nos pueda parecer discutible que indizara tanto por sustantivos como por verbos y preposiciones. Lo que realmente interesa es que este criterio fuera práctico para él y le permitiera tanto organizar su memoria como acceder a ella cada vez que precisara consultar o recordar algunos de los datos consignados en el libro, no solo los económicos sino también otros de aire familiar, como las muertes de su suegra y de su hija Agustina en 1604, recogidas bajo la letra «m». En el mismo folio, en la parte superior, escribió «Mygel de Fillera, beçino de Yjea de los Caballeros, en folio 8», por lo que esta remisión a otro lugar del manuscrito corrobora la voluntad de ordenar y dar uso al libro de memorias35. A tenor de este ejemplar y de otros que no se han conservado pero que se están descritos en los protocolos notariales, el empleo del abecedario se relaciona más con libros preferentemente de cuentas o de familia.
15Otro aspecto a considerar en esta valoración de los testimonios escritos de la memoria personal concierne a la incidencia que tuvieron los cambios acontecidos en la concepción del tiempo, primero con la aparición del reloj mecánico a fines del siglo XIII y después con los relojes domésticos y de pulsera en el siglo XVI, al principio solo al alcance de la nobleza y de los sectores más acomodados36. A pesar de que en la Edad Moderna persistió la división eclesiástica de la jornada en horas canónicas al igual que la función temporal desempeñada por los ciclos naturales (plantaciones, cosechas), los animales (canto del gallo) y el calendario festivo, esto no entorpeció la incorporación progresiva de algunas novedades en la organización del tiempo37. En la cultura del Barroco el reloj mecánico alcanzó una presencia cada vez más generalizada, según se desprende de numerosas menciones y representaciones en la literatura y la pintura española de aquella época38. Esto no significa, ni mucho menos, que debamos restringir el tiempo a una visión puramente mecánica y material. Según propone M. Peña Díaz, habría que entrelazar el tiempo físico y el tiempo social, es decir, considerar la plural percepción y representación del tiempo situándolo en «el centro de las relaciones cotidianas –sociales y culturales– de los individuos del Antiguo Régimen». Añade que a esto apunta la función que desempeña el tiempo familiar, la vida y la muerte en el orden de los libros de memorias y de cuentas de artesanos39. Indudablemente es así pero admitiendo a la vez que las anotaciones sobre nacimientos, bautizos, matrimonios o defunciones siempre van unidas al tiempo físico, al año, mes, día e incluso la hora a la que tuvo lugar el suceso asentado en el libro. Nótese, entre otros, los siguientes registros del «Llibre de coyr de Miquel Ferrer», de profesión abaniquero (1612-1634):
Naxqué Gabriel Andreu Mauro a 29 de noembre 1629, vespra de Sant Andreu, a les deu ores de mig dia, digous. Foren padrins l’agüelo de part de mare i la agüela de part de pare. Fon bategat en Santa Catalina màrtir.
Naxqué Isidoro Ferrer, fil meu i de Fransisca Escales, a 30 de mars 1632, dimarts a les 4 de la vesprada. Foren padrins mosén Pau Masó, lo capellà de Sant Andreu, i la tia Paula Catalana en Santa Catalina màrtir.
Naxqué Gacinto Ferrer dimarts a 26 de abril 1633, a la una ora de mig dia. Fon bategat dia de Sant Pere màrtir. Padrins Pau Perera y Guana Madalena, muller de Nofre Blai, en Santa Catalina màrtir.40
16Tiempo subjetivo, por supuesto, pero sin despreciar la introducción del tiempo objetivo, mensurable. La cronología, en efecto, fue un eje discursivo aún más claro y frecuente, pero sin que debamos entenderlo como un corsé y menos aún cuando nos referimos a actividades de escritura de carácter ordinario, es decir, opuestas «nettement à l’univers prestigieux des écrits que distinguent la volonté de faire œuvre, la signature authentifiante de l’auteur, la consécration de l’imprimé41». Es normal, por tanto, que en muchas ocasiones aparezcan mezclados asientos de fechas no consecutivas, bien porque se aprovechaban folios dejados en blanco para consignar asuntos previos, bien porque la escritura se construía a retazos y no siempre de manera sistemática. En los libros de cuentas más cercanos a la práctica notarial cada registro suele incluir la fecha, expresada frecuentemente de manera completa. El día, el mes y el año, modificado tras la implantación del calendario gregoriano en 1582, se convirtieron en los ejes a través de los cuales se fue organizando la vida y el trabajo, con su correspondiente eco en los diarios y memorias personales.
17Más en los libros de memorias que en los estrictamente de familia o de cuentas, la organización temporal suele ir acompañada de la secuenciación del texto en unidades discursivas identificadas mediante rótulos o por medio de acotaciones marginales. La primera modalidad fue utilizada, entre otros, por el zurrador Miquel Parets, cuya dietario de la Barcelona del XVII conjuga la ordenación cronológica con el uso de títulos, destacados en letras capitales, para avisar del contenido (fig. 1)42; como también por Matías Escudero de Cobeña (1527-1595), quien fuera regidor y procurador del concejo de Almonacid de Zorita, cuya Relación de casos notables se organiza anualmente y, dentro de cada año, a través de capítulos con sus respectivas rúbricas, hasta un total de 92443. Por su parte, el merino zamorano Antonio Moreno de la Torre, en su crónica de los hechos acontecidos en la ciudad entre 1673 y 1679, se valió de llamadas al margen como complemento a la secuencia temporal, señalando con ellas los asuntos concretos de los que trata en cada momento (fig. 2)44. Notas marginales y líneas de separación fueron los elementos que el platero Antonio de León Soto el Joven († 1622) y su hijastro Juan Manjarrés adoptaron al escribir, en formato folio, sus Noticias de Madrid, cuyas fechas extremas van de 1588 a 1694 (fig. 3)45.
18Semejantes rasgos apuntan necesariamente a dos aspectos definitorios de la génesis y uso de estos textos. De un lado, las correcciones y actualizaciones que se aprecian en manuscritos como el de Antonio de León Soto otorgan a los mismos, mutatis mutandis, el carácter de obra abierta que Armando Petrucci señaló de los manuscritos de autor en la Italia renacentista46. No pretendo decir que sean realidades parejas dadas las particularidades de la autografía en los siglos finales del Medievo, pero sí apreciar un comportamiento que sirve para entender el proceso de escritura de muchos de los diarios y memorias personales en la temprana Edad Moderna. En el mismo «diario» de Antonio Moreno de la Torre, una de las entradas referidas al sábado 23 de abril de 1678 está precedida de la observación «se escribirá por menor», a la que sigue el relato de la fiesta de toros celebrada ese día, concluyendo con la expresión «Estubo famoso de lo poco y bueno, etc.47».
19De otro, textos como la crónica de Parets denotan tal cuidado al escribir o en la mise en page que hacen pensar tanto en la existencia de borradores y notas previas como en las intenciones albergadas respecto de la posterior difusión del texto, quién sabe si para darlo a la imprenta. Que esta posibilidad no aconteciera, ni coetáneamente ni poco después, no es óbice para conjeturar la posibilidad de que se leyeran en familia y hasta que alcanzaran al entorno social más cercano al autor48, como sucedió en aquellos tiempos con otros textos manuscritos49.
ÓRDENES DE LA MEMORIA
20El citado Joan Guàrdia comenzó su «diari» con una invocación a Dios y a la Virgen, dando al texto un significado religioso-ritual a imitación de usos establecidos en las prácticas documentales cancillerescas y especialmente notariales, que debieron ser las que más influyeron en la actividad escrita de los memorialistas privados50. Escribió en primera persona, al igual que otros de sus coetáneos, enfatizando la condición en cierto modo autobiográfica de la memoria que se disponía a escribir.
21¿De qué clase es esta? En principio todo hace pensar que nos enfrentamos a un libro de cuentas sensu stricto, según se infiere sea de la mención inicial al soporte y al contenido –«llibre de paper blanc per ascriur comtas y mos negosis»–, que del tenor de los primeros registros, los que se extienden entre los folios 1 y 5, dedicados al asiento de cuentas, deudas y transacciones económicas. Sin embargo, al poco, la operación de memoria activada por la escritura se torna mucho más amplia, enriqueciéndose con apuntes muy variados. Por un lado, están los asientos casi notariales sobre nacimientos, bodas y muertes de familiares, que sitúan este tipo de escritos en la tradición bajomedieval de los «libros de familia». Y, por otro, las amplias anotaciones sobre los más diversos acontecimientos del tiempo: las tribulaciones de hambre, las epidemia de peste y guerra en 1651, el paso de un cometa y la muerte de Felipe IV en 1665, hechos puntuales de diferentes años o los avatares de la Guerra dels Segadors, cuyo comienzo narró del siguiente modo:
Aquest any de 1640 és antrat ab bran borasca de soldats, perquè nostre rey ha tornat cobrar lo castell de Salças lo dia dels Rey, y després los soldats se són asbarriats per Catallunya y han fets grans danys a la gent. Primerament matàram don Banet de Fluvià y altros en lo castell, y aprés, ab molt gran valor de gent, los vàran asatiar en un pinatar prop de Mollet y aquí se va posar pau en què n’i moríran molts, y passats pochs días Monrodon prengé un diputat y mosén Vergós, y als primés días de max també Monrodon va anar a Sta. Coloma y matà un jurat y se va avalorar lo lloc y se va asatiar y li varen cremar la casa y ell també51.
22Manuscritos de esta índole demuestran la complejidad alcanzada por algunos ejemplares del grupo de los libros de cuentas y de familia, convertidos de facto en textos perfectamente equiparables a los conforman la literatura memorialista. Esta denominación alude sustancialmente a textos donde lo que prevalece es la narración de acontecimientos, sin que por ello se descuiden otros apuntes de tipo más personal o familiar que suelen referirse a nacimientos, casamientos y defunciones. Así lo testimonian tanto el preámbulo que el caballero gerundense Jeroni Sacanomina puso a modo de aviso en el comienzo de sus Memòries, redactadas entre 1571 y 1602 [1], como la nota que se cita en segundo lugar de las Noticias de Antonio de León Soto, identificada en el margen izquierdo, según solía hacerlo, con la llamada «Parió mi hermana/Beatriz, la primera/bez» [2]:
[1]
En aquest llibre están asentades algunes jornades y notas de cosas que an per mi passades y tanbé del temps que jo hera diputat del real de Catelunya, y tanbé parla de jornades que alguns parens y estranys són nats y morts y tanbé de alguns casamens que · s són fets de persones, parentes y estranyes, y tanbé parle d’altres coses molt difarens. Per avís52.
[2]
Viernes, 13 de julio de 1618 a las quatro de la mañana parió mi hermana doña Beatriz Çirana un hijo y fue el primero que tubo. Y esta mañana ubo el fuego en las casas del duque de Seserar (sic).
Christianóse en la yglesia de Santiago de esta villa, llamóse Luis. Fueron sus padrinos mi padre y Leonor de Madrid, muger de Martín de Erera.
Murió lunes 23 de setiembre de 1619, enter<r> ose en Santiago53.
23Aunque el lenguaje empleado sea casi siempre tan aséptico y notarial como se aprecia en este fragmento, las anotaciones personales y familiares podemos considerarlas como manifestaciones de lo que la antropóloga francesa V. Feschet ha llamado la memoria «cálida», o sea, la que verbaliza afectos y emociones, diferente a la memoria «fría» depositada en actas notariales y documentos administrativos, allí donde «tout semble réglé, posé, pensé: on se marie, on hérite, on acquiert et on trasnmet54». Dicho rasgo vendría dado, además, por el valor que estos libros tuvieron en cuanto que objetos-memoria, donde se materializó una cierta representación del individuo y del grupo familiar. Atesorado junto a otros papeles y enseres, el libro podía ser rescatado y leído en cada ocasión que el recuerdo y la vida familiar lo propiciaran. Tenía, pues, una función ritual y pedagógica, subrayada por sus autores al argumentar que lo habían escrito con el propósito de transmitir el testimonio de sus vivencias a la descendencia, todavía más claro en el género de las crónicas o memoria. Lo corrobora, por ejemplo, el prefacio del dietario del abogado barcelonés Jeroni Pujades:
I perquè la nostra naturalesa és mortal, com nos ensenya la experiencia, nos dicta la fe y nos scriu sant Pau, 1 Cor. c. 16, Haebr. c. 9, y axí no podem perpetuar-nos per poder comptar y fer a saber a nostres fills y pòsteros lo que passà en nostre temps, per ço és bé scriurer y dexar continuat lo que vui passa, perquè per medi de la scriptura se puga saber en esdevenidor. Assó mogué a Micer Miquel Pujades, mon pare y Senyor a fer un Dietari de coses passades en son temps, lo qual continuí jo fins a l’any centèsim, que és lo corrent de 1601. En lo qual, axí per ser principi de centenar, como perquè lo altre anava part en folio gran y part en quadern, he volgut començar llibre nou…55
24Las crónicas y memorias personales tienen la particularidad de que atienden más a los acontecimientos vividos o conocidos, por lo que su contenido las emparenta con los anales y crónicas históricas. Se distinguen, empero, porque en aquéllas existe una motivación particular a la hora de escribirlas. Por lo general, son fruto de la personal afición de quien escribe y de su deseo de trascendencia pero no obedecen a ningún encargo o cometido institucional, lo que no es óbice para que algunos memorialistas dieran cabida a esas responsabilidades. Fue el caso del noble barcelonés Frederic Despalau cuyas Memòries abundan en noticias sobre la actividad de la Diputación del General de la que fue miembro en representación del estamento militar56. Dado que en estos textos se impone el relato de los sucesos acontecidos en el tiempo y que la persona escribe con la intención de producir un testimonio, también suelen ser más cuidados, organizados y extensos. Con esto no quiero decir que en su génesis prevaleciera una inquietud literaria, que es siempre secundaria, lo que justifica su inclusión en el campo de las escrituras cotidianas u ordinarias. No obstante, sí puede destacarse un mayor gusto por el relato, pasando de la escritura concisa y puramente enumerativa de los libros de cuentas a otra de carácter más narrativo y descriptivo. En suma, la misma distinción que É. Bourcier apreció, en la Inglaterra de la primera mitad del siglo XVII, entre los diarios y los livres de raison, de un lado, y las memorias históricas, confesiones y diarios autobiográficos, de otro57.
25Esta diferencia permite distinguir también entre una memoria corta y otra larga. La primera afectaría principalmente a los registros de ingresos y de gastos, sería de alcance instrumental y estaría ligada al uso puntual que pudiera hacerse de las informaciones asentadas en los libros. De ahí que sea bastante frecuente que los asientos económicos aparezcan con marcas de cancelación una vez que la deuda, a favor o en contra, ha sido satisfecha. Este tipo de libros no tendrían otra finalidad que el control temporal de los rendimientos, beneficios y débitos contraídos en el desempeño de una determinada actividad económica. Sin duda debía ser la modalidad más frecuente y aquélla en la que podrían reconocerse muchos de los ejemplares perdidos consignados en los inventarios post mortem. Por el contrario, cuando el libro se enriquece con otros contenidos más duraderos, «dignos de memoria», como advirtió Miquel Parets en el título de su crónica58, entonces nos situamos ante una operación de mayor trascendencia, pensada para perdurar en el tiempo y ser transmitida a las generaciones siguientes. Combatir la fragilidad del recuerdo, como Matías Escudero de Cobeña anotó también en el prólogo de su Relación de cosas notables: «las cosas que en el mundo pasan y suceden, con la flaca memoria que tenemos las olvidamos59».
26Estos textos representarían, en consecuencia, la evolución hacia una memoria larga, enunciada tanto por el título que reciben algunos de ellos como, sobre todo, por la función pedagógica que sus autores les asignaron. El primer aspecto viene señalado por el uso en el título, ora de sustantivos y adjetivos alusivos a la perennidad y relevancia del escrito, como vemos en las Memòrias per a sempre (1551-1573), del caballero Perot de Vilanova, y en Memòries importans, de Frederic Despalau60; ora de términos como «memorias», «noticias», «cosas sucedidas» o «relación», según acontece también en los que acabo de citar, en Notícies de València i son regne (s. XVII), de mosén Joaquim Aierdi61, o en el dietario de Pere Joan Porcar, titulado Coses evengudes en la ciutat y regne de València (1585-1629)62. En cuanto a la misión didáctica, ésta se deduce tanto de la transmisión generacional de los libros de memorias como de la justificación que algunos autores hicieron de la tarea realizada. En estos casos tampoco se puede negar que algunos de estos memorialistas privados tuvieron clara conciencia de la magnitud de algunos de los sucesos que estaban aconteciendo. Un testimonio indiscutible es el que aporta Bartomeu Lorenci, un humilde oficial subalterno de la administración virreinal, cuando calificó la jornada barcelonesa del Corpus de Sangre (7 de junio), uno de los días más señalados de la revuelta catalana de 1640, como un hecho del que «mols anys se’n parlarà63».
27Cuando las memorias y crónicas personales se vuelcan en la narración de los hechos históricos, los autores adoptan un procedimiento distinto que se plasma en una escritura más narrativa, como antes decía, e incluso documentada. Es habitual que se inserten, copien o resuman cartas, edictos, relaciones de sucesos, panfletos y documentos varios, esgrimidos como parte de la estrategia de veracidad desarrollada por quien escribe. Así, mosén Joaquim Aierdi utilizó relaciones de sucesos como una de las fuentes de información de sus Notícies; Antonio Moreno de la Torre se sirvió de los panfletos, la literatura de cordel y la poesía callejera en su crónica de la ciudad de Zamora; el presbítero Gregorio Martín de Güijo, secretario de la iglesia metropolitana de México, recurrió a edictos y otros escritos en su relato de los distintos sucesos ocurridos en la ciudad virreinal desde 1648 a 166464; Frederic Despalau, en un determinado momento, anota expresamente la procedencia de los documentos que copia o resume y la fecha en que lo hace: «Memòries tretes de l’arxiu de San[t] Pere de les Puelles de Barcelona, a 10 de setembre 159065»; y, entre otros más, Pero Joan Comes, llevado de su condición de archivero, amén de canónigo, reprodujo un gran número de documentos municipales en su Llibre de algunes coses asanyalades succeydes en Barcelona y en altres pars, redactado hacia 158366.
28Acaso llevados por esa hora de menos que anunciaban los sucesivos tañeres de las campanas cual «avisos que daban los relojes a la vida humana de su velocidad y carrera», según refirió Francisco de Santos en su Día y noche de Madrid (1663)67, distintos hombres y algunas mujeres de los siglos XVI y XVII se aprestaron a combatir la fugacidad del tiempo ocupando parte del suyo en escribir libros de cuentas y de memorias, exponentes impagables del avance de la escritura personal y cotidiana en aquella época y hoy, por fin, documentos irrenunciables para la investigación.
29Su elevado número, más los que sin duda deben haberse perdido si consideramos las incontables referencias que pueden hallarse en los inventarios pos mortem, constituye la mejor evidencia del valor de dichos textos en la búsqueda de una cierta individualidad, en la conformación de las identidades familiares y, en determinados casos, explicita la conciencia histórica de quienes los escribieron. Volviendo a Joan Guàrdia, con quien iniciaba este ensayo, tanto por la riqueza del texto como por la condición «popular» del autor, su «llibre de comtas y negosis» es paradigmático de la intersección de informaciones varias experimentada en los libros de cuentas y de memorias personales. En sus páginas se manifiesta el contraste ya comentado entre la memoria «fría» y «cálida», entre los datos más asépticos y aquellos otros más cercanos a la persona; pero igualmente entre la memoria corta e instrumental, de alcance más coyuntural, y la memoria larga y perenne, incluso de propósito histórico.
30Si extendemos a la escritura lo que el jesuita José Tamayo escribió sobre el reloj, puede decirse que el alfabeto y el calendario sirvieron a los mortales para «gobernar con oportunidad sus acciones68». Ambas herramientas contribuyeron a la organización de la memoria personal y de los diferentes niveles de información desplegados en los libros de cuentas y de memorias. Por más que desigual y no siempre estrictamente coherente, sobre todo por lo que atañe a la secuencia cronológica de los asientos, la introducción de una cierta racionalidad da fe de la utilidad conferida a dichos textos por quienes los escribieron, bien por la funcionalidad práctica que pudieran tener en el seno de la familia, bien por la voluntad de pervivencia, bien por su eventual lectura en el círculo más próximo al autor. Cualquiera que fuese el propósito, o varios a la vez, el empleo de estos métodos de ordenación vincula estas prácticas de la escritura personal con otras de contenido más erudito, como es el caso de los cuadernos de notas o de «lugares comunes69», y sitúa todos estos productos en un contexto más amplio definido por el desarrollo de técnicas distintas encaminadas a «gobernar» la creciente información generada en los siglos XVI y XVII70.
Notes de bas de page
1 Texto tomado del facsímil de la primera página del «diari» de J. Guàrdia, reproducida en Pladevall i Font, Simon i Tarrés, 1986, p. 5. Este artículo se inscribe en el proyecto de investigación Cultura escrita y memoria popular: tipologías, funciones y políticas de conservación (siglos XVI a XX ), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España (ref. HAR2011-25944).
2 Torres Sans, 2000, pp. 26 y 109-114.
3 Mandingorra Llavata, 2000; Id., 2002; Id., 2007.
4 Mordenti, 2007, pp. 215-216. Sobre esta modalidad de libros existe una amplia bibliografía por lo que me limito a señalar las obras clásicas en el género y alguna contribución más reciente: Cicchetti, Mordenti, 1984; Id., 1985; y varios de los ensayos reunidos en Ciappelli, 2009.
5 Rojo Vega, 1996, p. 259.
6 AGI (Archivo General de Indias, Sevilla), Contratación, 21, nº 2, f. 1v.
7 Peña Díaz, 1996, pp. 127-128; Castillo gómez, 1997, pp. 306-308; Id., 2006, pp. 72-74; Navarro Bonilla, 2003, pp. 810-811.
8 Castillo Gómez, 2001, pp. 316-318; Id., 2006, pp. 61-79; Marchant Rivera, 2003, pp. 59-62; Chartier, 2006, pp. 39-60.
9 Petrucci, 1999, pp. 290-295.
10 Simon i Tarrés, 2004; Torres Sans, 2007; Jané, 2010a.
11 Castillo Gómez, 2010, pp. 187-203.
12 Cruselles Gómez, 2007.
13 Le Goff, 1969; Id., 1983, pp. 45-62.
14 Gurevich, 1997, pp. 198-201; Mordenti, 2007, pp. 232-236.
15 Rivera, 2003, pp. 29-32, para los datos biográficos, y pp. 33-41, para la edición modernizada del texto (la cita en p. 33).
16 Cossío, 1956; Levisi, 1984; Cassol, 2000; Poutrin, 1995; Herpoel, 1999; Amelang, 2005a.
17 Escartí, 1998; Miralles, 2010a.
18 Amelang, 2003, pp. 13-42.
19 Dekker, 1988; Id., 2002a; los ensayos reunidos en Amelang, 2005b y la reciente valoración de von Greyerz, 2010.
20 Aparte de los ya citados Escartí, 1998; Miralles, 2010a; para el mundo nobiliario véase Bouza álvarez, 2001, pp. 215-239; Id., 2003, pp. 48-63; Martínez Hernández, 2006, pp. 92-107; Oliván, 2012.
21 Para no cansar con más referencias de las imprescindibles, sobre la escritura autobiográfica nobiliaria remito al reciente balance de Martínez Hernández, 2013, pp. 6-14.
22 Fue el caso de G. Ramos Ortiz y del italiano G. da Sommaia en su etapa de estudiantes en Salamanca, cuyos «diarios», muy desiguales, se ciñen al perfil de los libros de cuentas. Todo lo contrario del que escribió F. Platter mientras estudiaba Medicina en Montpellier entre 1552 y 1557. Respectivamente, Rodríguez-San Pedro Bezares, 1987; Sommaia, Diario de un estudiante de Salamanca; Tazón, 2003.
23 Mandingorra Llavata, 2000, pp. 16-17; Id., 2002, p. 131.
24 Gascón Uceda, 2012, p. 295.
25 Ibid, p. 285.
26 Castillo Gómez, 2008.
27 Sarti, 2003.
28 Nótese, por ejemplo, los versos de los capítulos XXXIII «Es de vidrio la mujer» y XXVII «Quién mejorará mi suerte?» de la Primera Parte del Quijote copiados en el margen izquierdo del folio dos del libro de cuentas de I. Sala. Véase Gascón Uceda, 2012, pp. 299-300.
29 Sobre el mueble en la España Moderna, Aguiló Alonso, 1993. Para el escritorio, en particular, Piera miquel, 2012, pp. 164-170.
30 Núñez Roldán, 2004, pp. 65-66.
31 Piera Miquel, 2012, p. 165
32 Véase Castaño Blanco, 2009, p. 99. En dicha sala estaba también la biblioteca.
33 Cucculelli, 1996; Rubalcaba Pérez, 2006, p. 225; Castillo Gómez, 2011, p. 623.
34 AHN (Archivo Histórico Nacional, Madrid), Inquisición, leg. 2628, nº 85, Málaga, 2 de noviembre de 1639.
35 ADPZ (Archivo de la Diputación Provincial de Zaragoza), Ms. 623, f. 13r.
36 Mumford, 1977, pp. 29-34; Whitrow, 1990, pp. 134-151.
37 A propósito de la concepción del tiempo, Le Goff, 1991, pp. 184-226.
38 Bouza Alvarez, 1989.
39 Peña Díaz, 2013.
40 Mandingorra Llavata, 2007, p. 62.
41 Fabre, 1993, «Introduction», p. 11.
42 BUB (Biblioteca de la Universitat de Barcelona), Mss. 224-225. Recientemente se ha comenzado a publicar una cuidada edición de esta crónica, Parets, Crònica, Llibre I/1, vol. 1 (ed. de R. M. Margalef, J. S. Amelang, A. Simon i Tarrés i X. Torres Sans, 2011).
43 M. Escudero de Cobeña, «Relación de casos notables que an sucedido en diversas partes de la christiandad», Mss. 64 y 64b. Véase el acercamiento al texto de Imperiale, 2001, y una edición parcial de 1982, limitada a 132 capítulos (Escudero de Cobeña, Relación de casos notables ocurridos en la Alcarria y otros lugares en el siglo XVI).
44 AHPZ (Archivo Histórico Provincial de Zamora), Fondo Moreno de la Torre, leg. 1. Más accesible en sendas ediciones de 1990 y 2001 de Fr. J. Lorenzo Pinar y L. Vasallo Torranzo (Moreno de la Torre, Diario de Antonio Moreno de la Torre. Zamora 1673-79).
45 BNE (Biblioteca Nacional de España, Madrid), Mss. 2395. Una versión on-line de este texto, a cargo de J. C. Zofio, puede consultarse en la siguiente página web: < http://gremios.ih.csic.es/leonsoto > [consultado el: 01/01/2013].
46 Petrucci, 2011, pp. 61-67.
47 AHPZ, f. 126r. Véase igualmente Moreno de la Torre, Diario de Antonio Moreno de la Torre. Zamora 1673-79, 1990, pp. 165-166 y Id., 2001, pp. 200-201.
48 Miralles, 2010a, p. 193.
49 Love, 1993; Woudhuysen, 1997; Bouza Alvarez, 2001; Castillo Gómez, 2006, pp. 157-183.
50 Torres Sans, 2000, pp. 23-24.
51 Pladevall i Font, Simon i Tarrés, 1986, p. 60.
52 Véase Simon i Tarrés, 1991, p. 189.
53 BNE, Mss. 2395, f. 45v. Respecto al título ducal, J. C. Zofio interpreta hipotéticamente Seseña en la versión en línea citada en nota 44. No obstante, el trazo gráfico no se ajusta con dicha lectura puesto que en otras líneas la letra «ñ» aparece marcada por un rasgo superior y, además, la palabra termina con una letra que leemos como «r» por similitud con otras.
54 Feschet, 2005, p. 22.
55 Citado en Amelang, 2001, p. 293. En relación con los escritos de Pujades, véase Miralles, 2010b. Una similar apelación al valor del testimonio para los demás es la justificación que J. Real hizo de su dietario, señalando que lo escribía «per a memòria, considerant podent ésser de convenièntia per esta ciutat». Véase Busquet i Dalmau, 1994, p. 150.
56 Simon i Tarrés, 1991, p. 93.
57 Bourcier, 1976.
58 BUB, Mss. 224-225, De molts successos que han succeït dins Barcelona y en molts altres llochs de Catalunya, dignes de memoria.
59 Imperiale, 2001, p. 725.
60 Ambas editadas en Simon i Tarrés, 1991.
61 Aierdi, Dietari: notícies de València i son regne.
62 Porcar, Coses evengudes en la ciutat y regne de València. Véase, además, la relación de memorias catalanas de los siglos XVI a XVIII que ofrece Simon i tarrés, 1991, pp. 15-18, así como las que se editan en Escartí, 1998.
63 Imperiale, 2001, p. 725.
64 Güijo, Diario, 1648-1664.
65 BC (Biblioteca de Catalunya, Barcelona), Ms. 510, f. 74. Véase también Batlle, 1999, p. 90.
66 BC, Ms. 160; Comes, Llibre de algunes coses asanyalades succehides en Barcelona y en altres parts.
67 Santos, Día y noche de Madrid, p. 195.
68 Tamayo, El mostrador de la vida humana por el curso de las edades, f. 1.
69 Blair, 1996; Moss, 1996; Castillo Gómez, 2001.
70 Un asunto, por cierto, que ha merecido recientemente la atención de Blair, 2010; Id., 2011. En el mismo contexto cabe situar el exhaustivo estudio de Tavoni, 2009, sobre la función de los índices en cartapacios manuscritos y libros impresos durante la Edad Moderna.
Auteur
Universidad de Alcalá, Grupo LEA-SIECE
Le texte seul est utilisable sous licence Licence OpenEdition Books. Les autres éléments (illustrations, fichiers annexes importés) sont « Tous droits réservés », sauf mention contraire.
La gobernanza de los puertos atlánticos, siglos xiv-xx
Políticas y estructuras portuarias
Amélia Polónia et Ana María Rivera Medina (dir.)
2016
Orígenes y desarrollo de la guerra santa en la Península Ibérica
Palabras e imágenes para una legitimación (siglos x-xiv)
Carlos de Ayala Martínez, Patrick Henriet et J. Santiago Palacios Ontalva (dir.)
2016
Violencia y transiciones políticas a finales del siglo XX
Europa del Sur - América Latina
Sophie Baby, Olivier Compagnon et Eduardo González Calleja (dir.)
2009
Las monarquías española y francesa (siglos xvi-xviii)
¿Dos modelos políticos?
Anne Dubet et José Javier Ruiz Ibáñez (dir.)
2010
Les sociétés de frontière
De la Méditerranée à l'Atlantique (xvie-xviiie siècle)
Michel Bertrand et Natividad Planas (dir.)
2011
Guerras civiles
Una clave para entender la Europa de los siglos xix y xx
Jordi Canal et Eduardo González Calleja (dir.)
2012
Les esclavages en Méditerranée
Espaces et dynamiques économiques
Fabienne P. Guillén et Salah Trabelsi (dir.)
2012
Imaginarios y representaciones de España durante el franquismo
Stéphane Michonneau et Xosé M. Núñez-Seixas (dir.)
2014
L'État dans ses colonies
Les administrateurs de l'Empire espagnol au xixe siècle
Jean-Philippe Luis (dir.)
2015
À la place du roi
Vice-rois, gouverneurs et ambassadeurs dans les monarchies française et espagnole (xvie-xviiie siècles)
Daniel Aznar, Guillaume Hanotin et Niels F. May (dir.)
2015
Élites et ordres militaires au Moyen Âge
Rencontre autour d'Alain Demurger
Philippe Josserand, Luís Filipe Oliveira et Damien Carraz (dir.)
2015