Construcción discursiva en el Libro de Buen Amor
Las palabras que designan instrumentos propios de la alimentación
p. 115-128
Texte intégral
1Dentro del ámbito de la alimentación podemos reconocer varios esquemas activos orientados al cumplimiento de esa necesidad humana: el de la consecución directa del alimento, el de la intervención del hombre en su producción, el de la elaboración y transformación de la materia prima y el de la conducta protocolaria (modo de alimentarse, manejo de utensilios, disposición de espacios destinados a esa actividad, etc.). Para que estos esquemas se desarrollen, el individuo emplea instrumentos cuyo uso forma parte de su aprendizaje como ser social inmerso en una comunidad. Es de suponer, además, que cuanto más elevado sea el grado de tecnificación o de protocolización de una sociedad (o de un grupo social) mayor será el número de instrumentos y más complejo su uso1.
2En el Libro de buen amor (LBA) el lector reconocerá patrones de comportamiento que guían la conducta del hombre medieval que vivió en la sociedad castellana del siglo XIV. No obstante, he de hacer dos precisiones que — a pesar de lo obvias que resulten — son relevantes para el análisis que pretendo llevar a cabo.
3En primer lugar, la obra literaria solo en segunda instancia es reflejo de la sociedad en la que surge, ya que su intención primordial es ser producto artístico. Por otro lado, la reelaboración a que se somete la lengua común para convertirse en tejido textual de orden literario (otra forma de alimentación, en que el cuerpo artístico se nutre de la sustancia lingüística) produce un efecto de distanciamiento entre lengua común y lengua literaria.
4La pretensión fundamental de este trabajo es observar cómo palabras que en castellano medieval designan instrumentos relacionados con el ámbito de la alimentación — y que, en su uso recto, quedan varadas en textos prácticos de intención no lúdica, como inventarios o manuales instructivos — se transforman en signos literarios que, al pragmaticalizarse, funcionan en el discurso como instrumentos del artificio literario.
5Para este análisis manejo una noción amplia de instrumento y, por tanto, considero los términos que refieren al medio o herramienta que posibilita el cumplimiento de una acción vinculada con la esfera de la alimentación2. Seguiré, en pro de la claridad expositiva, los esquemas activos, ya apuntados, integrados en el ámbito de la alimentación.
LA CONSECUCIÓN DEL ALIMENTO
6Son pocos los testimonios — en el LBA — que muestran una sociedad basada en una economía recolectora. En el episodio de los meses, representado en la tienda de don Amor3, se alude a la recolección de frutos secos («castañas y nueces» 1273a) y de hierbas como el «ruibarbo» (1288-1289). No hay, en cambio, referencias a instrumentos empleados en estas faenas.
7Por el contrario, se registran ejemplos de una sociedad popular dedicada a la caza menor, que no se entrega a la caza como mero ejercicio lúdico de ostentación, propio de los nobles, sino como una forma de supervivencia: un cazador de pájaros siembra «cañamones» (746b) para hacer «cuerdas y lazos»; otro lleva un galgo «corredor e valiente» (1357a) para apresar liebres e, incluso, la serrana Gadea practica la caza del conejo con cayada, como se intuye en la estrofa 991 («Enbïóme la cayada / aquí, tras el pestorejo, / fízome ir la cuestalada, / derribóme en el vallejo; / dixo la endïablada: / “así api[o]lan el conejo”»)4.
8Los instrumentos de pesca o de caza (red, anzuelo, lazo…) aparecen vinculados, casi de manera sistemática, al engaño. Así lo evidencia el Arcipreste cuando se dirige a don Amor y descubre su impostura: «A bretador semejas quando tañe su brete: / canta dulce, con engaño, el ave pone abeite / fasta que le echa el laço quando el pie dentro mete» (406abc); y es que no se trata, claro está, de un engañador cualquiera, puesto que con «poco çevo» puede «tomar grand vallena» (421c).
9La aplicación de la trampa tiene funestas consecuencias para el animal. Por eso se dice que el «galgo» es la «grand abarredera» de la «raposa» (324d), ya que acaba con ella del mismo modo como funciona este tipo de red. Esta acción devastadora es también la que provoca Envidia cuando arraiga en el hombre que, como el pez, alcanza su fin al quedar atrapado: «contéscete como acaesçe en la red a los peçes / Entras en la pelea, non puedes d’ella salir,/estás flaco e sin fuerça, non te puedes refertir: / nin la puedes vençer, nin puedes ende foír, / estórvate tu pecado, fáçete allí morir» (278d y 279a).
10En ocasiones el demonio procura «enlazar» (534d) al hombre para que incurra en el pecado: un diablo engaña a un monje dándole a probar el vino (535), para que después pierda el entendimiento por beber sin tasa (537); otro comercia con un ladrón que acaba vendiéndole su alma (1457a); tres diablillos consiguen la libertad condicional durante el mes de marzo para tentar a mujeres, abades e, incluso, «en los asnos entrar» (1285a). No obstante, el engaño más reiterado es el que sufre la mujer deseada por el amartelado Arcipreste.
11La mujer es una presa de caza, un objeto codiciado por el cazador de amores que, como la liebre, a fuerza de ser perseguida, cae en la trampa («pierde el entendimiento, çiega e pierde la vista: / non vee redes nin lazos, en los ojos tiene arista» 866cd). La medianera desempeña en la satisfacción de los deseos del Arcipreste el papel de instrumento — un «sotil anzuelo» (1573c)— e, incluso, se convierte en el mismo cazador, ya que «éstas echan el laço, éstas cavan las foyas» (699b).
12Las trampas son instrumentos de fatídico desenlace. Así lo da a entender doña Endrina en su sentido lamento tras ser engañada por la artera doña Urraca, con la salvedad de que en la caza de amor la mujer ve las redes, pero cae en ellas por imprudente («… pues que veyades las redes, ¿por qué fincávades con él sola entre estas paredes?», 878ab); mientras que los animales no pueden evitar la trampa, ya que no son sabedores de su existencia («Si las aves lo podiesen bien saber e entender / quantos laços les paran, non las podrían prender», 883ab). Solo la Cuaresma, mujer protegida por la égida de la recurrente circularidad del tiempo, esquiva la trampa de don Carnal como «pardal viejo» (1208d), que ha llegado a viejo, precisamente por no haber caído en los lazos del pajarero.
13En aquella sociedad medieval había otras formas — más culturales, podría decirse — de conseguir el alimento que se veían favorecidas por la caridad que practicaban los cristianos con la intención de asegurarse, al menos, el purgatorio. Entre los destinatarios de esas limosnas se encontraban — como se señala en el Cantar de ciegos que cierra el LBA — «ciegos», «pobres» y «romeros». La insistencia de la petición habría de ser un factor imprescindible para conseguir alimentos o, en su defecto, la moneda de marras. Así en 869ab se señala «Bien sé que diz verdat vuestro proverbio chico, / que el romero fito sienpre saca çatico»5. Para recoger estas dádivas, el romero lleva una talega terciada sobre sus costados, un «grand dobler» (1206b), donde almacena «bodigos» y «gallofas», además de una «calabaça bermeja» (1207b) llena de agua.
14Por otro lado, los juglares, que vivían de sus representaciones artísticas en fiestas, banquetes y cenas, aparecen frente a la mesa abarrotada de viandas de don Carnal (1095) y, junto a los clérigos, en las fiestas celebradas el día de Quasimodo (1315), imbuidas del entusiasmo que provoca don Amor. Precisamente, es con la llegada de don Amor cuando el Arcipreste adopta un tono ajuglarado. Se dirige a su auditorio recurriendo al tópico de la petición del vino como pago a su obra terminada, y lo hace para encarecer las dificultades de lo que se dispone a relatar: «En suma vos lo cuento por non vos detener: / do todo esto escriviese, en Toledo non ay papel; / en la obra de dentro ay tanto de fazer, / que si lo dezir puedo, meresçía el bever» (1269)6.
LA PRODUCCIÓN DEL ALIMENTO
15En el LBA se reconoce una sociedad identificada, ante todo, con las tareas agrícolas en el seno de una comunidad rural mediterránea dedicada al cultivo de vid, olivo y cereales (como demuestra la enumeración de tareas de campo en el pasaje en que los meses se suceden conforme al calendario mozárabe). No obstante, también se hace referencia a actividades circunscritas a la ganadería en este mismo pasaje o, por ejemplo, en el peregrinaje del Arcipreste por la sierra.
16La posesión de instrumentos permite determinar el estatus social de algunos personajes. Así, del padre del «garçón loco» (189a) que quería casarse con tres mujeres sabemos que tiene una economía bastante saneada, porque «tenía un molino de gran muela de preçio» (193d). Gracias al trabajo generado en el molino, el molinero podía mantener animales domésticos que se sustentan con la molienda desechada: «Fuesse más adelante, cerca de un molino, / falló una puerca con mucho buen coch[i]no» (774ab).
17Asimismo, los espacios donde se almacenan los cereales, como el «çillero» (178b) que acecha un ladrón, son indicadores de riqueza. Por eso, cuando se habla de los desastres que provoca el juego de los dados, se asegura que «más alholís [“graneros”] rematan, pero no comen pan, / que corderos la Pascua nin ansarones» (556cd). Del mismo modo, un recipiente que contiene alimento simboliza la escasez, si está vacío, o la abundancia, si está lleno.
18Uno de los consejos que da Amor al Arcipreste tiene que ver con esta idea, ya que mantiene — aprovechando la disemia del término «miel»— que «quien non tiene miel en la orça, téngala en la boca; / mercador que esto faze bien vende e bien troca» (514cd): quien no tiene riqueza («miel en la orça» [tarro]) ha de ser hábil (tener miel en la boca). El tamaño del recipiente permite en 1251d («tienen grand la galleta [cántaro] e chica la canpana») destacar la excesiva afición de los frailes por el vino que contrasta con su más que precaria («chica») devoción.
19El manejo cotidiano de los instrumentos se convierte en algo necesario para el desarrollo de las actividades agrícolas. Esta solidaridad imprescindible entre instrumento y producto le permite al Arcipreste establecer una analogía que contrasta con su soledad actual, «que “una ave sola nin bien canta nin bien llora”;/ […] / nin las verças non se crían tan bien sin la noria» (111b y d). Se trata de un arcipreste enamorado («verças») que necesita de la participación de la mujer («noria») para ser feliz («criarse»).
20En la descripción de la deforme Alda de la Tablada, casi un monstruo del Apocalipsis (1011a), se recurre a la comparación de sus enormes dedos con las vigas del lagar, que habrían de accionarse cuando la serrana se dispusiera a espulgar amorosamente a su enamorado (estrofa 1018) que, en ese momento, bien pudiera ser el malhadado Arcipreste7.
21El trabajo que realiza el molino (la transformación del cereal en «çivera») se identifica con la propia relación sexual. Por eso, le advierte Trotaconventos al Arcipreste «que çivera en molino el que ante viene ante muele» (712b). En este sentido, las medianeras son la fuerza que mueve el molino (o «atahona»): «fazen con mucho viento andar atahonas» (700d), viento que Corominas interpreta como «promesas y esperanzas vanas, vanas e impalpables como el viento»8.
22Sin duda, el trabajo del carnicero es una actividad subsidiaria de la ganadería. En la entrada victoriosa que don Carnal hace tras haber derrotado a doña Cuaresma, el «enperante» (1223a) aparece como un desenvuelto carnicero que esgrime desafiante sus instrumentos («segur» y «cuchillo», 1217), armas preparadas para cumplir su cometido: el sacrifico de las reses. Don Carnal, además, viste la indumentaria del carnicero («cofia» y «queça», 1219) y otros utensilios propios del oficio («sogas, pesos, garabatos, tablas, artesas y gamellas», 1221). En el carro triunfal don Carnal se encuentra rodeado de «cueros» y «pellejos» de vino (1216b), ya que la abundancia de carne y vino simboliza la victoria de la alimentación copiosa — y también la del amor — ante la frugalidad y el recogimiento que predica doña Cuaresma.
LA TRANSFORMACIÓN Y LA ELABORACIÓN DEL ALIMENTO
23Tanto el agua como el fuego son instrumentos o medios básicos en la transformación y elaboración del alimento. No obstante, en el discurso literario que se conforma en el LBA, la presencia del fuego es mucho más decisiva. En primer lugar, el fuego es el principio de misterioso origen dominado — o instrumentalizado — por el hombre. Al misterio que rodea al prometeico elemento remite la leyenda medieval atribuida al mago Virgilio, que produce un encantamiento para que el fuego no pueda mantenerse y se extinga (262 sqq.). Además, el fuego es el núcleo del hogar9 y la mujer se convierte en su verdadera protectora. Por eso, cuando el Arcipreste recrimina al Amor su inconstancia, le dice: «como el fuego te andas de vezina en vezina» (391d), ya que las vecinas se pedían fuego unas a otras para que estuviera siempre vivo en el hogar. El hecho de que el fuego sea tan primordial en la casa hace que, inevitablemente, se asocie con la hospitalidad: las serranas le ofrecen al Arcipreste el fuego para combatir el frío que siente a la intemperie (965abc).
24Los alimentos en el LBA se transforman por medio del fuego de dos modos: se cuecen o se asan. En el episodio de los meses se señala que se asan «castañas» (1273a) y uno de los alimentos de que dispone la serrana, y que ofrece al Arcipreste, es el «queso assadero» (969c). Estos procesos, dada su sencillez, no requerían instrumentos especializados, que sí habrían de utilizarse para el asado de aves o de otros animales de tamaño medio, como conejos, que giraban gracias a los espetones («espetos muy conplidos de fierro e de madero», 1083b).
25Para el cocimiento se emplean recipientes como la caldera o la olla. Los clérigos critican a los frailes que «tienen cozinas grandes, de carne poco dan, / coloran su mucha agua con poco açafrán» (1252cd). Precisamente, en este contraste entre recipientes grandes («cozinas») y poca carne resuena la oposición simbólica entre una alimentación frugal, a base de verduras y pescado (abanderados de doña Cuaresma), y otra más abundante, la de las carnes que portan el estandarte de don Carnal. Recordemos que la dieta que se inflige como penitencia a don Carnal consiste en el sustento diario con una sola comida — legumbres o cereales (1163)— e, incluso, se prescinde del pescado: «non salmón nin trucha» (1164b).
26En el LBA se refleja también el proceso de elaboración del pan. Las «fogaças mal amassadas» (968f) de la Chata — no muy apetecibles, ya que la materia prima de esas «fogaças» no era de muy buena calidad10 — se cocían al rescoldo. En el texto solo aparece el término «forno» para aludir al infierno, a pesar de que el oficio de «fornero» estaba ya regulado por los fueros de comienzos del siglo XIV.
27La mejor o peor calidad del pan, en efecto, era un claro indicio del tipo de comida. Así, el pan de centeno que le ofrece la serrana Alda, junto a otros manjares («vino malo y carne salada», 1030), no habría de resultarle muy suculento al triste del Arcipreste. Tampoco el sucedáneo de pan que daban las monjas (los «sometes», 1257a) habría de ser muy apetitoso11. Sin embargo, el pan blanco de trigo era el de más calidad y, por eso, se había llegado a acuñar la frase («quien más de pan de trigo busca, sin seso anda», 950d), que también se documenta en otras obras del mester de clerecía.
28Por otro lado, simbólicamente, el fuego se integra en discursos que refieren a la condenación del cristiano y, por tanto, los efectos destructivos del fuego inducen el miedo a la condena eterna («Señor, a los tres niños de muerte los libreste, / del forno del gran fuego sin lisïón [saqueste]», 6ab) que se aprecia en la oración que abre el LBA y que puede derivar de la que se rezaba a los moribundos: el «ordo commendationis animae»12.
29No obstante, el fuego aparece con frecuencia en ámbitos donde se describe el sentimiento amoroso. Así, el fuego es hijo del Amor y, por tanto, es Amor el responsable de los efectos tan nocivos que provoca en los enamorados: «Eres padre del fuego, pariente de la llama, / más arde e más se quema qualquier que te más ama; / Amor, quien te más sigue, quémasle cuerpo e alma, / destrúyeslo del todo, como el fuego a la rama» (197). Este quemarse en el amor podría ser — a semejanza de lo que ocurre con la condenación del cristiano — perpetuo porque (y sigo con las palabras de Rico) «si los demás seres naturales tienen un límite de tamaño y crecimiento, “el crecer de fuego carece de límite, mientras haya combustible”, “ignis augmentatur in infinitum, quosque combustibile”»13, como se ilustra en «El fuego sienpre quiere estar en la çeniza, / comoquier que mas arde quanto mas se atiza» (75ab) y en «Do añadieres le leña, creçe sin dubda el fuego; / si la leña se tirare, el fuego menguará luego» (690ab).
30Con estas premisas podemos interpretar con más precisión el consejo que don Amor le da al Arcipreste para que este consiga una medianera: «Puña, en quanto puedas, que la tu mensajera / sea bien razonada, sotil e costumera; / sepa mentir fermoso e siga la carrera,/ ca más fierbe la olla con la su cobertera» (437). El asunto amoroso (que cuece en el recipiente) hervirá «de contino» (siempre que se eche «leña» con que arder), pero lo hará mejor si tiene «cobertera». Y aquí el autor juega de nuevo con la disemia de «cobertera» que refiere, por un lado, al plato con que se tapa la «olla», para que el contenido cueza rápidamente y, por otro, a la mujer medianera que sabrá tapar (encubrir) el asunto, al menos hasta que el Arcipreste sea aceptado por la mujer que desea.
31De otro lado, en el episodio de la presentación de armas del ejército de don Carnal se produce una doble función de los instrumentos que, destinados a la transformación y elaboración de los alimentos, sirven también de armas. Esta duplicidad de funciones explica que las carnes que se están elaborando en los utensilios de cocina sean, al mismo tiempo, soldados de distinta categoría («peones», 1082a; «ballesteros», 1084a; «cavalleros», 1084d; «infançones», 1086a). Se produce, pues, una imbricación entre dos campos: el culinario (orientado a la preparación de las carnes y a su presentación en la mesa de don Carnal) y el bélico (que se concreta como alarde militar mediante el que se hace repaso de los integrantes del ejército) donde «gallinas, perdices, conejos, capones, ánades, lavancos y ansarones» son peones que hacen «su alarde çerca de los tizones» (1082d), junto a la lumbre donde se guisan.
32Es esta confusión de género baciyélmico la que explica que los instrumentos de cocina sirvan para asar («espetos muy conplidos», 1083b), para cortar («tajadero», 1083c) y para guisar («ollas», 1087a; «calderas, sartenes e cozinas», 1087d) y, además, sean armas ofensivas o defensivas, atendiendo a su forma y tamaño. Así los grandes espetos hacen de lanzas, los tajaderos («tablas donde se corta la carne») son escudos y los recipientes («ollas») sirven de cascos protectores. El conocimiento que el receptor tendría de las vistosas presentaciones que de pavones o de faisanes se hacía en las mesas de nobles y reyes permite hacer un trueque de manera que sus plumas sean «enfiestos pendones» (1086c). El cuerpo de soldados (peones, ballesteros, caballeros e infanzones) ante el que don Carnal pasa revista parece responder en la dimensión gastronómica al orden de los platos del contundente ágape (ejército) del que don Carnal dará buena cuenta («Estava Don Carnal ricamente assentado / a messa mucho farta, en un rico estrado; / d’esas muchas viandas era bien abastado», 1095).
33Cuando se encuentran los ejércitos de don Carnal y doña Cuaresma, las armas dejan de designarse por medio de instrumentos de cocina, y se emplean para nombrar las armas sustantivos relacionados con el ámbito militar («capellina», 1103d; «pendón», 1106c; «tendejones», 1107d) o sustantivos que denominan partes del cuerpo de los integrantes de la mesnada marina de doña Cuaresma: como las «manos» del pulpo (1116) o los «garabatos» de la lija (1109). La escena en que, tras la victoria de doña Cuaresma, el Miércoles Corvillo se encarga de fregar todos los instrumentos simboliza el fin — o, mejor, la interrupción — de los banquetes de don Carnal y, por supuesto, supone la entrega de armas: una rendición en toda regla ante el poder avasallador de la ágil y frugal soldadesca de peces y verduras. En las estrofas 1174 y 1175 se aporta una cumplida relación de los instrumentos que habrían de usarse habitualmente en las cocinas de la época: recipientes (cesta y canistillo) para llevar pedazos de carne; la fuente sobre la que se trincha la carne (tajador); asadores (espetos), recipientes para guisar (ollas, calderas, sartenes); recipientes para líquidos (cañadas o varriles, tinajas) y otros utensilios para contener salsas o comer cualquier vianda (escudillas)14.
34Tras la claudicación de don Carnal, los vencidos don Carnal, doña Çeçina y Toçino son tratados como presos («a él e a los suyos metieron en un cordel», 1124d). A don Carnal se le condena al encierro y a sus dos lugartenientes, a la horca15. No obstante, se mantiene esta perfecta fusión entre lo bélico y lo gastronómico. El ajusticiamiento de doña Çeçina y Toçino (que serán «enforcados») es, en su reverso, lo que se hace para que la carne se cure. Es, en definitiva, un modo de conservar las carnes, como el que se observa cuando en plena batalla el tollo derrota al puerco y al lechón y manda «que los echasen en sal de Villenchón» (1115d) para que queden «salpresas» (como las «anguilas» de Valencia, 1105a).
LAS CONDUCTAS PROTOCOLARIAS ASOCIADAS A LA ACTIVIDAD DE ALIMENTARSE
35En este pasaje del Libro del caballero Zifar, se aprecian muchos de los signos de ostentación que emanaban de los banquetes de grandes señores y que, en mayor o menor medida, servirían de modelo al resto de la sociedad:
… & delante dellos fue puesta una mesa la más noble que hombre podría ver, que los pies della eran todos de esmeraldas y de çafires y de rubíes y era tan alto cada uno dellos como un cobdo; y más, toda la mesa era de un rubí, & tan claro era que no parescía sino una brasa. Y en otra mesa apartada avía muchas copas & muchos vasos de oro muy sotilmente obrados con muchas piedras preciosas, assí que el menor dellos no lo podían comprar los más ricos tres reyes que oviesse en aquella comarca. & tan grande era la baxilla que allí estava, que todos quantos cavalleros comían en aquel palacio, que era muy grande, comían en ella. Los cavalleros que allí comían eran diez mil & paresciole al cavallero que si él tantos cavalleros tuviesse en su tierra & tan ataviados como a él parescían, que no avría rey por poderoso que fuesse que le pudiesse resistir y que podría ser señor de todo el mundo. E allí les truxeron manjares de muchas maneras guisados. & traíanlos unas donzellas las más fermosas del mundo & muy noblemente vestidas, según que a él parescía, pero que no fablavan ni dezían ninguna cosa16…
36A pesar del tono de idealización que se respira en el pasaje, se distinguen aspectos del protocolo que regula los modos de alimentación de la nobleza: la calidad y extensión de la mesa donde tiene lugar el banquete, la presentación de abundantes viandas preparadas de modos diversos, la cantidad de utensilios de mesa que podía emplearse, el número de comensales, los profesionales que desempeñan un oficio culinario (cocineros, mayordomos…), etc.
37En cuanto al LBA, es en el episodio previo a la batalla de don Carnal y doña Cuaresma donde hay una actitud más aneja a la ostentación en la mesa (por el número de carnes, que batallan en favor de don Carnal y además le sirven de alimento, y por el número de instrumentos que, más tarde, limpia el Miércoles Corvillo). No obstante, lo que prevalece ante todo es el interés por subrayar el hartazgo de don Carnal, antesala de la austeridad en un periodo dominado por doña Cuaresma.
38En modo alguno parece haber en el LBA un afán por demostrar el lujo en la mesa, que sí se desprende del ambiente del pasaje del Libro del caballero Zifar. Así, por poner un ejemplo, se da cuenta de la comida de don Amor en apenas un verso («Desque ovo yantado, fue la tienda armada», 1265a), a pesar de que el recibimiento de don Amor es propio de un rey («Traía en su cabeça una noble corona, / de piedras de grand preçio con amor se adona; / llenas trahe las manos de mucha noble dona:/ non conpraria la seña París nin Barçilona», 1243). Ello no quiere decir, en cambio, que no se adivinen indicios de esa ostentación en distintos episodios. Así, en la estrofa 502 cuando se enumeran las propiedades del dinero don Amor destaca que: «Comia muchos manjares de diversas naturas, / vistia los nobles paños, doradas vestiduras,/trayé joyas preçiosas en viçios e folguras,/guarnimientos estraños, nobles cabalgaduras»17. La cuaderna, desde el punto de vista sociológico, no tiene desperdicio: muestra la posibilidad que los nuevos ricos tenían de remedar el exquisito protocolo, hasta ese momento practicado exclusivamente por nobles y reyes.
39Es esta paulatina pretensión social de emular a los poderosos lo que le permite a la vieja alcahueta ganarse la vida vendiendo, entre otras cosas, fazalejas y manteles a doña Endrina («Por fazalejas, conprad aquestos manteles», 723c), ya que esta era mujer de posibles, pretendida no solo por el Arcipreste, sino por otro «omne de buen linaje» (713c). Sin duda, el uso de manteles era una marca de distinción social, que estaba identificado, claramente, con la celebración de banquetes18.
40En este contexto sociocultural el empleo de un mantel presagiaba una suculenta y abundante comida. Por ello, los frailes prometen a don Amor: «… monesterios honrados, / refitorios pintados e manteles parados, / los grandes dormitorios de lechos bien poblados» (1248bcd); sin embargo, los clérigos tratan de disuadir a don Amor porque, en contra de lo que puede esperarse de las promesas de los frailes, en las mesas no habrá lo fundamental: se encontrarán «manteles», pero «sin pan» (1252b). En cualquier caso la aparición de la mesa (en el LBA) se asocia, por lo general, a una comida copiosa. Así, en la representación alegórica de los meses que se encuentra en la tienda de don Amor, el punto de partida es «una messa muy noble19 e muy bien fecha» (1270b); en la mesa de don Carnal acampa, como hemos visto, una hueste de manjares (1095); y la carta que doña Cuaresma dirige al Arcipreste y a todos los clérigos sin amor (1069) llega cuando el Arcipreste comparte mesa con don Jueves Lardero20.
41No obstante, en las aventuras del Arcipreste por la sierra hay secuencias dedicadas a la alimentación en que no hay mesas ni tableros y apenas hay referencias a utensilios («quartero», 969a). La comida no se concibe, en modo alguno, como una muestra de distinción social que haya de ajustarse a un protocolo establecido. La abundancia de alimentos y la variedad de manjares reflejan un condesado erotismo que, aun sin saber desentrañar por completo, el lector moderno intuye. La comida, en su conjunto, se configura como un instrumento que le servirá al Arcipreste de reconstituyente para pagar (o escotar) adecuadamente a la serrana. La comida no es un fin en sí mismo (la enumeración nada inocente de alimentos evoca otro tipo de carnalidad); se trata del preámbulo necesario para que comience un juego y una lucha no menos carnales.
42Uno de los pasajes en que mejor se aprecia el contraste entre dos modos de alimentación es el Ensiemplo del mur de Monferrado e del mur de Gua[da]l-fajara, donde aparecen dos escenas consecutivas que reflejan la comida de un ratón pobre y la de un ratón rico, contraste extrapolable a los humanos. En el primer caso se subraya la austeridad en la alimentación por medio de la sucesiva aplicación del adjetivo pobre («mesa pobre», 1371a y «pobres manjares», 1371c) y la presencia en la mesa pobre de un único y escaso alimento («diole una fava», 1370d y «con la poca vianda», 1371b). En la mesa rica del ratón de Guadalajara, por el contrario, hay mucha cantidad de comida y gran variedad de manjares: «… mucho de queso, / mucho tozino lardo, que non era salpreso, / enxundias e pan cocho sin raçión e sin peso» (1373abc). Además, vuelven a figurar en la escena los manteles «de buen lienço» (1374a), como indicadores de riqueza, junto a «una blanca talega / bien llena de farina» (1374ab), añadido que comenta con gracia Corominas21. No obstante, el miedo al que continuamente está sometido el ratón de Guadalajara es motivo suficiente para que el ratón pobre prefiera su pobre mesa y renuncie a una riqueza expuesta al peligro: «buena es mi pobreza en segura cabaña» (1383c).
43La moraleja que se extrae le sirve a doña Garoza para rechazar la invitación que le hace la alcahueta: «Más vale en convento las sardinas saladas, / e fazer a Dios serviçio con las dueñas onradas, / que perder la mi alma con perdizes assadas / e fincar escarnida con otras deserradas» (1385). Esta estrofa no es más que el desarrollo de la moraleja del mur de Monferrando que doña Garoza adapta a su propia circunstancia. La opulencia se identifica con las perdices que simbolizan, además, el peligro del amor que le ofrece el Arcipreste; de otro lado, la frugalidad de las sardinas se asocia al recogimiento del servicio a Dios, alejado del peligro que ocasiona el fuego del amor.
44La contraargumentación de la alcahueta, que sustenta con un breve ensiemplo, se orienta a exagerar ese contraste entre la vida recogida del convento y las ventajas del amor del Arcipreste y, sobre todo, se encamina a demostrar que la renuncia al amor se debe exclusivamente a la ignorancia de las personas que lo rechazan: «Muchos leen el libro e tiénenlo en poder / que no saben qué leen nin lo pueden entender» (1390ab). Esta oposición entre la vida en el convento y la del exterior se apuntala figuradamente en el empleo de un utensilio austero —«la orça» (1392b) — frente a otro más exquisito —«taças de plata» (1392c)—. El contraste da pie al desarrollo, en las estrofas 1393 y 1394, de dos series de elementos que, referidas a la comida o a la indumentaria, contraponen la vida conventual y la relación amorosa. Al lado de la orça se alinean sardinas, camarones, verçuelas, lazería, caçones, mala vianda, saladas sardinas, sayas de estameñas frente a perdices, capones, truchas, gallinas, camisas fronçidas y paños de Mellinas, que se acoplan al paradigma del lujo trazado por las taças de plata; enfrentamiento que casi por completo (a excepción de las truchas) se ajusta al debate entre carnalidad y cuaresma.
APUNTES A PROPÓSITO DE DOS PASAJES QUE SERVIRÁN DE CONCLUSIÓN
45He abordado los usos discursivos de términos de contenido instrumental relacionados con alguno de los cuatro esquemas activos a partir de los que se configura el ámbito de la alimentación. Para concluir quiero prestar atención a dos pasajes que son especialmente interesantes por la incorporación de instrumentos que cumplen una función (macro) textual de cierto relieve.
TEXTO 1
46(924) — A la tal mensajera nunca le digas maça; / bien o mal como gorgee, nunca le digas picaça, / señuelo, cobertera, almadana, coraça, / altaba, traïnel, cabestro nin almohaça,
47(925) — garavato nin tía, cordel nin cobertor, / escofina, avancuerda, […] nin rascador, / pala, aguzadera, freno nin corredor, / nin badil nin tenazas nin anzuelo pescador,
48(926) — canpana, taravilla, alcahueta nin porra, / xáquima, adalid nin guía nin handora; / nunca le digas trotera, aunque por ti corra;/creo que, si esto guardares, que la vieja te acorra.
49(927) — Aguijón, escalera nin abejón nin losa, / traílla nin trechón nin registro nin glosa: / dezir todos sus nonbres es a mí fuerte cosa, / nonbres e maestrías más tienen que raposa.
50El pasaje está construido a partir de una enumeración bastante nutrida de sustantivos que designan instrumentos. En principio, estas enumeraciones son más propias de otro tipo de textos como podría ser un inventario de bienes; sin embargo, esta enumeración tiene un valor literario y no práctico, por más que observemos a primera vista concomitancias entre un tipo de texto y otro. El Arcipreste, arrepentido por haber insultado a su mensajera llamándola «picaça parladera» (920a) y, sobre todo, lamentando que por el enfado de esta se echara a perder una conquista amorosa aún en ciernes, nos aconseja no insultar jamás a la alcahueta.
51Los instrumentos en el fragmento se comportan más como adjetivos que como sustantivos: son atribuciones22 inferidas de la función que desempeña o del efecto que causa el instrumento. La inserción de esta retahíla de instrumentos — claramente paródica — en el pasaje del LBA está perfectamente motivada, desde un punto isotópico y secuencial, porque la discusión entre doña Urraca y el Arcipreste está precedida de la expresión formular que emplea la medianera para quejarse del trato que recibe de su amo —«Como dize la fabla que del sabio se saca, / que “çedaçuelo nuevo tres días en astaca”» (919ab)23 —, donde se incluye un instrumento culinario, el çedaçuelo.
52Dentro de la serie de instrumentos, en lo que atañe a la alimentación, a doña Urraca se la identifica con una cobertera (que encubre los amores del Arcipreste); con un badil y o con unas tenazas, con que se tratan los fuegos del amor; con un anzuelo24 o una losa, (doña Urraca es trampa donde caen las mujeres); e incluso, con un garavato que, por sus variados usos, podría considerarse genéricamente como un gancho: empleado por el diablo para recoger almas y por la alcahueta para atrapar las rendidas voluntades de las enamoradas.
53No obstante, el Arcipreste tiene una forma particular de disuadirnos de las ofensas a la medianera elaborando un minucioso listado de insultos que deben evitarse. Este comportamiento guarda estrecha relación con la actitud que se anuncia en el intellectum tibi dabo donde se precisa: «Enpero, porque es umanal cosa el pecar, si algunos, lo que non los consejo, quisieran usar del loco amor, aquí fallarán algunas maneras para ello» (p. 10, líneas 117-119).
54Por último, es muy sugerente la lectura intertextual de J. K. Walsh25, que cree que en este fragmento hay un remedo paródico de los fueros donde se incluían leyes en las que se prohibían los insultos, anunciando, a renglón seguido, cuáles eran esos insultos.
Estos son los denuestos por fuero de Castilla en que á omecillo en ha a dar el que deve provar cinco testigos. É si lo non provare deve el pechar al denostado por calumnia trecientos sueldos, si le dixere traidor provado, ó cornudo, ó falso, ó fornecino, o gafo, o boca fedionda, o fodido en el culo, ó puta sabida. É en estos denuestos a cada vno dellos si es fidalgo quinientos sueldos, si es labrador trecientos sueldos26.
TEXTO 2
55(16) — Non creades que es libro neçio, de devaneo, / nin tengades por chufa algo que en él leo: / ca, segund buen dinero yaze en vil correo, / ansí en feo libro está saber non feo.
56(17) — El axenuz, de fuera negro más que caldera, / es de dentro blanco más que la peñavera;/ blanca farina está so negra cobertera, / açúcar dulçe e blanco está en vil cañavera.
57(18) — So la espina está la rosa, noble flor, / so fea letra está saber de grand dotor; / como so mala capa yaze buen bevedor, / ansí so mal tabardo está el buen amor.
58El autor pretende, en este pasaje introductorio, advertir al receptor de que no se trata de un «libro neçio, de devaneo (16a) y que en feo libro está saber non feo» (16d). En las estrofas 17 y 18 se desarrollan ejemplos, construidos conforme a un esquema analógico, en que se sustenta la afirmación expuesta en la cuaderna precedente. En los dos primeros versos de la estrofa 17 se emplea la referencia al axenuz (una planta que es negra por fuera y blanca por dentro). Para intensificar el color negro del axenuz se acude a una comparación basada en el aspecto que adquiere una caldera —«más que caldera» (17a)— expuesta constantemente al fuego y a los humos del hogar.
59Esta oposición (y convivencia) entre la fealdad del exterior, que oculta algo, y el interior, «no feo», se desarrolla en (17cd): la «negra cobertera» cubre la «blanca farina». Este contrapunto cromático — lo negro (asociado a lo visible) y lo blanco (que se identifica con lo oculto)— permite generar series diádicas de elementos que se van ubicando en uno o en otro espacio: «el açúcar dulce e blanco» frente a la «vil cañavera» (17d); «la rosa, noble flor» frente a «la espina» (18a); «el saber de grand dotor» frente a la «fea letra» (18b); el «buen bebedor» frente a «la mala capa» (18c); y «el buen amor» frente al «mal tabardo».
60Los sustantivos instrumentales se asocian a la fealdad (la caldera) o al ocultamiento que lo externo (la cobertera) hace de lo hermoso (blanca farina). Y este contraste del exordio se nos revela como decisivo para la comprensión del libro en su conjunto. De algún modo, el código (el significado convencional de las palabras) es lo externo y la interpretación (el uso contextual) es lo interno, la hermosura oculta. Así se pone de relieve en el Intellectum:
E ruego e consejo a quien lo leyere e lo oyere, que guarde bien las tres cosas del alma: lo primero, que quiera bien entender e bien juzgar la mi entençión por que lo fiz e la sentençia de lo que ý dize, e non al son feo de las palabras: e segu[n]d derecho, las palabras sirven a la intençión e non la intençión a las palabras (p. 10, líneas 125-129).
61En el LBA se previene constantemente al receptor del peligro de las palabras que pueden ocultar (como una cobertera) el verdadero sentido de las cosas. Sin embargo, Juan Ruiz lejos de apartarnos de ese peligro, nos anima continuamente a arrostrarlo: a destapar la cobertera que oculta la blanca farina.
Notes de bas de page
1 Un esquema activo puede asimilarse grosso modo a lo que C. Fillmore, «Frames and the Semantics of Understanding», denomina frame (esquema sintáctico-semántico que da cuenta de un evento de la realidad). Esta semántica de marcos se ha desarrollado posteriormente en el ambicioso proyecto de base de datos relacional Framenet <http://framenet.icsi.berkeley.edu> [consultado el 20 de abril de 2010]. Agradezco a Jesús Gómez (UAM) todos esos diálogos sobre literatura medieval. Este trabajo se ha financiado por medio de dos proyectos de investigación FFI2009-12191 (subprograma FILO), dirigido por Elena de Miguel, y FFI2009-10817 (subprograma FILO), dirigido por inés Fernández Ordóñez.
2 Para un estudio lexicográfico de los sustantivos instrumentales, véase J. González Cobas, «Los instrumentos de medida en el DRAE».
3 La fuente de este pasaje es la descripción de la tienda de Alejandro que aparece en Libro de Alexandre (vv. 2554 sqq.).
4 Sigo, para las citas del Libro de Buen Amor (LBA), la edición de A. Blecua de 2001.
5 Así lo explica S. de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana, «… no quiere decir que por estar bien comido [“ahíto”] saca la limosna, sino por estarse afito, fijo y quedo, porfiando e importunando, saca el pedazo de pan» (voz «ahíto»).
6 En las cuentas de un viaje hecho en 1352 por los emisarios de don Luis, lugarteniente del rey de Navarra, hasta Sevilla (corte de Pedro I) se refieren los gastos de vino y de comida, mayores por la presencia de cuatro juglares: «Item costaron 15 hacunbres de vino pora yantar 75 maravedis: este dia vinieron a yantar 4 juglares» (Desde Estella a Sevilla, p. 36).
7 Para el término «viga de lagar», véase J. A. Pascual, «El léxico relacionado con el lagar». Por otro lado, como señala G. B. Gybbon-Monypenny en su edición del LBA, p. 324, nota 1018c, «el espulgo era un servicio que las damas medievales les prestaban a sus esposos y amantes».
8 Véase la edición del LBA de J. Corominas, p. 270, notas 700d.
9 Para la relación etimológica entre «hogar» y «fŏcus», véase J. Corominas y J. A. Pascual, Diccionario crítico etimológico (voz «fuego»).
10 En S. de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana, «un pan de moyuelo o de harina mal cernida, propio pan de pastores y gañanes, que ellos se lo masan y lo cuecen a su fuego y entre la ceniza; y así se dijo hogaza, quasi fogaza, por cocerse al fuego y no en el horno» (voz «hogaza»).
11 En J. Cejador y Frauca, Vocabulario medieval castellano (voz «soma») se recogen ejemplos que muestran que este pan es propio de la alimentación de animales y se cita un refrán de Correas: «El que hace la soma, ese la coma». J. Corominas en su edición del LBA puntualiza: «Provisionalmente lo que más se acerca a lo convincente parece ser un derivado de soma “pan de afrecho fino”: sería, pues, el nombre de algún panecillo» (p. 472). Ha de tenerse en cuenta que en el LBA aparecen muchas primeras documentaciones de términos que ocupan la posición final de verso, espacio fértil para el juego lingüístico, véase K. W. J. Adams, «Juan Ruiz’s Manipulation of Rhyme».
12 Véase la edición del LBA de A. Blecua, de 2001, p. 3, notas 1-10.
13 En F. Rico, Estudios de literatura y otras cosas, pp. 68-69.
14 En A. Gázquez, La cocina en tiempos del Arcipreste de Hita, pp. 31-43, se aporta información sobre los utensilios de cocina empleados en el siglo XIV.
15 Hacía notar G. B. Gybbon-Monypenny, en su edición del LBA, que la intervención del jurista («el sayón va deziendo: “Quien tal fizo, tal aya”», 1126d) correspondía a «la frase ritual que se pronunciaba al ejecutar sentencia» (p. 345).
16 Libro del cavallero Zifar. La cursiva es del autor de este artículo (N. del E.).
17 Para A. Blecua, en su edición del LBA, los guarnimientos estraños «pueden ser todos aquellos objetos fuera de lo común — desde vajillas a telas — que utilizarían esos nuevos ricos en las fiestas» (p. 131, nota 502d).
18 Entre «las cosas que deben guardar los Cavalleros de la vanda en su comer et en su beber» se destaca que «otrosí debe guardarse de non comer ninguna vianda sin manteles, salvo si fuere letuario o fruta, o andando a caza o en menester de guerra» (Libro de la orden de caballería de la banda de Castilla).
19 Se trata, precisamente, del mismo adjetivo («noble») que, en el pasaje de Libro del caballero Zifar, se aplica al sustantivo «mesa».
20 «La comida del jueves lardero suele ser abundante y bien rociada, en despedida del tiempo sin ayunos», según J. Corominas en su edición del LBA, p. 416.
21 «Hay incluso mantel de lienzo. Mejores manteles que una talega, si está llena de harina, no puede haber para un ratón» (ibid., p. 516).
22 En las cuadernas 1619 y 1620 es a Hurón, sustituto de doña Urraca, al que el Arcipreste le dedica una serie continuada de catorce malintencionadas atribuciones a través de adjetivos, como «peleador», «mintroso», «goloso», «nesçio» o «pereçoso».
23 Se explica este refrán en S. de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana: «… los primeros días que la mujer compra el cedacillo para colar el vino o otro licor, pónele luego colgado en un clavo o en una estaquilla, pero dentro de pocos días se olvida, y anda rodando por el suelo» (voz «cedazo»).
24 Vuelve a emplear el apelativo en la cuaderna 1537 cuando se dirige a las dueñas que, tras la muerte de Trotaconventos, no podrán caer jamás en su «sotil anzuelo».
25 J. K. Walsh, «the Names of the Bawd in the Libro de Buen Amor», p. 158. Para un análisis lingüístico de la lengua de los Fueros, véase J. Gutiérrez Cuadrado, «Latín y Romance en la familia foral conquense».
26 Fuero antiguo de Castilla. La cursiva es del autor de este artículo (N. del E.).
Auteur
Universidad Autónoma de Madrid
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