La guerra de guerrilla y la Constitución de Cádiz
Dos hitos modélicos para el Risorgimento italiano
p. 397-414
Résumés
En los primeros años de la Restauración, dentro del ambiente «liberal» italiano se puede observar un cierto momento de pausa en la discusión política. Pero el caso español —sobre todo la Constitución de Cádiz— continuaba siendo un estímulo para los patriotas y un instrumento amenazador para los soberanos. Se trataba, en verdad, más de un objeto de especulación teórica que de una reivindicación política. Las cosas cambian radicalmente en 1820, cuando llegan a Italia las noticias de la exitosa conclusión del pronunciamiento de Riego: en pocos meses estallan dos revoluciones, en Nápoles la primera (julio de 1820), en Turín la segunda (marzo de 1821), empleando ambas como bandera e insignia la Carta gaditana, aunque los liberales italianos no aceptaran todos los principios de la misma. La guerra de guerrilla —empleada con gran éxito en España durante la lucha antifrancesa— fue el otro importante modelo estudiado y defendido por algunos patriotas especialmente entendidos en cuestiones militares, y llegó a ser considerada hasta 1848 el mejor sistema, si no el único, para conseguir liberar a la Península de los ocupantes austriacos, y de los diferentes soberanos absolutistas, y llegar así a un estado unitario e independiente.
Dans les premiers temps de la Restauration, on peut observer, dans les milieux libéraux italiens, une sorte de pause dans le débat politique. Mais le cas espagnol et surtout la Constitution de Cadix continuaient de stimuler les patriotes et d’inquiéter les souverains. Il s’agissait certainement plus d’un objet de spéculation théorique que d’une revendication politique. Les choses changent radicalement en 1820, quand arrivent en Italie les nouvelles de la conclusion heureuse du pronunciamiento de Riego : en quelques mois, deux révolutions éclatent, à Naples d’abord (juillet 1820) et à Turin ensuite (mars 1821). L’une et l’autre utilisent comme drapeau et signe de reconnaissance la Charte gaditane, même si les libéraux italiens n’en acceptent pas tous les principes. La guerre de guérilla, utilisée avec un certain succès en Espagne dans la lutte contre les Français, fut l’autre modèle étudié et défendu par certains patriotes particulièrement versés dans les questions militaires. Elle parvint à être considérée jusqu’en 1848 comme le meilleur système, sinon l’unique, pour libérer la Péninsule de l’occupant autrichien et des différents souverains absolutistes dans le but d’établir un État unitaire et indépendant.
The early years of the Restoration marked a hiatus in political discussion within the Italian «liberal» sphere. However, the case of Spain —and above all the Constitution of Cádiz— remained a stimulus to patriots and a threat to sovereigns. It was undoubtedly more an object of speculation than a political demand. Things changed radically in 1820, when news reached Italy of the successful conclusion of Riego’s pronunciamiento: in a matter of months two revolutions broke out, the first in Naples (July 1820) and the second in Turin (March 1821), in both of which the Cádiz Charter was used as a banner and insignia, albeit the Italian liberals did not accept all of its principles. Guerrilla warfare —so successful in Spain in the fight against the French— was the other important model studied and vindicated by some patriots especially known for their knowledge of military affairs; indeed, until 1848 it was considered the best if not the only way to successfully rid the Peninsula of its Austrian occupiers and the various absolutist sovereigns and thus achieve a unified, independent State.
Texte intégral
1La historia, y la cultura, de España y de Italia han tenido por cierto lazos estrechos e íntimos desde hace muchos siglos, ya que —aunque no tengamos en cuenta el dominio aragonés sobre Sicilia empezado en 1282— desde el siglo xvi, por lo menos, la presencia española es una realidad continua y con peso político en las mudables vicisitudes de la península italiana.
2Pero son especialmente los últimos doscientos años que han contribuido a forjar entre los dos países una comunidad de pensamiento y de afectos, alimentada de pasiones, alegrías y dolores compartidos, y consolidada también con la sangre de exilados vertida en defensa del superior ideal de libertad e independencia.
3No hay que asombrarse por esto, ya que es precisamente a comienzos del siglo xix, es decir, durante la invasión francesa de España y la Guerra de la Independencia, cuando se establece entre Italia y España una relación bastante singular de admiración, y casi diría de envidia, por el coraje, la determinación y, especialmente, por los éxitos conseguidos en la lucha contra el invasory ocupante francés.
4Ya durante la contienda, conocida a través de la prensa controlada de las autoridades napoleónicas —pero también por las cartas de los muchos italianos que pelearon en España— hubo patriotas, como Cesare Balbo, que en 1812 se entusiasmaban oyendo al amigo Cesare Vidua describir «la resistencia de los españoles contra el déspota»1, o personajes de alto nivel (como los senadores del reino de Italia) que en abril de 1814, poco antes de que estallara el motín que provocó el derrumbe del reino itálico, (facilitando así, poco después, el paso de la Lombardía a la dominación austríaca) escribían cartas anónimas diciendo que Italia debía «rescatarse del yugo francés siguiendo el ejemplo de España y Alemania»2.
5Estos dos ejemplos, a los cuales es imprescindible añadir el de las palabras del rancio reaccionario príncipe de Canosa alabando a la nación española «que estúpidamente se creía el objeto del desprecio de la filosofía», mientras ha sido la
única generosa que ha sabido con débiles fuerzas oponer a los Franceses aquella resistencia que ni el Alemán, ni el Prusiano, ni el Ruso han estado capaces de mostrar en las mismas circunstancias3,
nos muestran cuál fue el prestigio de España, y cómo, de manera general, el país ibérico era tomado por modelo de resistencia y de lucha.
6Y grande era, como ya he observado en otra ocasión4, el interés del público italiano cultivado en conocer de modo minucioso las cosas de España. Pero, dos eran, y muy distintos entre sí, los objetos que los patriotas italianos querían especialmente imitar de la historia española reciente, y que para ellos representaban, de hecho, el liberalismo español. Dos aspectos diferentes, uno totalmente político: la Constitución de Cádiz; otro, esencialmente militar pero con matices políticos y sociales: la guerra de guerrilla5.
7Cae aquí oportuna una observación preliminar sobre cuándo estas materias empiezan a tener una importancia relevante en el debate entablado entre los distintos sectores del bando patriótico. En efecto, en los primeros años después de la Restauración se puede observar como un momento de pausa en la discusión política dentro del ambiente «liberal» italiano, probablemente debido al cansancio moral después de la derrota del sistema napoleónico. Esto no quiere decir, por cierto, que el caso español no continuara siendo empleado —sobre todo por las sociedades secretas como la Carboneria— por un lado como estímulo para los italianos (por ejemplo en la prensa manuscrita y clandestina difundida en los Estados del Papa, más precisamente en Romaña, entre 1819 y 1820)6, y por otro como amenaza para los soberanos (como en el otoño de 1817 cuando los carbonarios enviaron al Rey y a los ministros «copias de la constitución de las Cortes»7 y en muchos pueblos se mandaron fijar carteles, en los cuales «se pedía al Rey una Constitución, y se excitaba al pueblo que no pagara los impuestos si no se la concediera»)8.
8Las cosas cambian radicalmente en 1820, cuando llegan a Italia las noticias del pronunciamiento de Riego y de su exitosa conclusión, con Fernando VII obligado a jurar, el 10 de marzo, la Constitución de 1812, concluyendo su alocución con la célebre —aunque insincera— frase que decía: «marchemos francamente, y Yo el primero, por la senda constitucional»9.
9Después de una serie de tentativas infructuosas por falta de coordinación, la insurrección de los carbonarios napolitanos estalló en Nola la noche del 1 al 2 de julio, y su éxito fue rapidísimo ya que el día 6 el rey Fernando I se vio obligado a promulgar en Nápoles un edicto que decía:
Ya que se ha manifestado la voluntad general de la Nación del Reino de las Dos Sicilias de tener un Gobierno constitucional, la aceptamos de nuestra plena voluntad y prometemos que dentro de ocho días publicaremos sus bases10.
10Y los insurrectos obtuvieron el día siguiente otro decreto con una puntualización para ellos imprescindible:
La Constitución del Reino de las Dos Sicilias será la misma adoptada en el Reino de las Españas en el año 1812, y ratificada por Su Majestad Católica en el marzo de este año: salvo las modificaciones que la Representación nacional constitucionalmente convocada considere oportunas proponernos para que se adapte a las particulares circunstancias de los reales dominios11.
11Fue nombrada una comisión para traducir al italiano el texto español, y el 13 de julio el rey Fernando juró solemnemente por Dios y los Evangelios observar, defender y conservar «la Constitución política promulgada y adoptada por el reino de las Españas en el año 1812»12. Es importante notar como el soberano, mientras se fingía enfermo y nombraba a su hijo Francisco como vicario y alter ego, había ya empezado las maniobras de doblez que lo conducirán, pocos meses después, a renegar de su juramento13.
12En muy pocos días, y sin efusión de sangre, contrariamente a la tremenda previsión de Metternich ( «La sangre correrá por torrentes»)14, la revolución constitucional había ganado su batalla, mostrando la extrema e intrínseca debilidad del régimen derribado, pero también la capilaridad de la difusión del deseo de cambio, representado por la demanda de la Constitución. El gran apoyo de las masas a la revolución demuestra que no fue sólo, como todavía dicen algunos historiadores, un simple «pronunciamiento» militar, sino más bien, «un movimiento de gran complejidad que a diferencia de la revolución de 1799, salió de la provincia»15.
13Ahora bien, la verdadera difusión del conocimiento del texto de la Constitución gaditana era en Nápoles (y también en Turín) —no obstante el largo número de traducciones ya publicadas en toda Italia16— muy escasa. En efecto, para la mayoría de los partidarios se trataba más bien de una simple consigna. Como dijo Annibale Alberti, especialista en las asambleas italianas antes de la Unidad, en su introducción a la recopilación de las actas de aquellas mismas asambleas:
Las Constituciones del Risorgimento […] fueron medio y no fin […]. Ni siquiera los pueblos, hay que decirlo, se preocuparon de la substancia de las Constituciones: era la Constitución como idea general lo que se pedía, porque ésta significaba oposición viva y perenne a los anteriores sistemas de gobierno17.
14Aunque esta afirmación tenga algunos elementos de verdad no hay sin embargo duda de que en 1820, parafraseando una cita en otros tiempos muy conocida y afamada, «un espectro vagaba por la Europa»: la Constitución de Cádiz. A este respecto, las reacciones de las distintas potencias habían sido significativas; aunque sólo Rusia expresó claramente su desacuerdo, pidiendo hasta la intervención armada de la Santa Alianza para restituir el orden en España18. Todos los demás gobiernos se quedaron circunspectos y extrañados, postura que sólo la desinformada y optimista diplomacia del ministerio Argüelles y de su ministro de Asuntos Exteriores, Evaristo Pérez de Castro, pudo interpretar como favorable al cambio institucional español19.
15Lo que atemorizaba políticamente a las Cortes europeas, y especialmente a Viena y Moscú, —sin olvidar que la Constitución había sido impuesta por un levantamiento militar— era el carácter abiertamente democrático de la Carta gaditana, con la proclamación de la soberanía popular y de la libertad de imprenta, y con la posición subordinada a las Cortes reservada al monarca. Tampoco les gustaba, a los círculos más conservadores vinculados a la nobleza y al clero, en toda Europa como también en España, un Parlamento unicameral electivo, en el cual, por lo menos en teoría, nadie podía prevalecer gracias a privilegio alguno, de nacimiento o de fortuna. Y, por el contrario, era este mismo carácter revolucionario, genéricamente conocido y murmurado en todas las reuniones sectarias, fuesen carbonarias, federadas o masónicas, el que hacía de la Constitución el estandarte y la meta de todo proyecto italiano de conspiración.
16Los diferentes estados italianos habían conocido varios proyectos de constituciones desde antes de la revolución francesa y después de ésta. Proyectos discrepantes entre sí, pero todos con el común objetivo de dar una representación más efectiva de las nuevas clases emergentes y un cuadro normativo a las relaciones de propiedad que estuviese exento de privilegios20.
17Antes de la revolución hubo en 1781 el proyecto del gran duque Pietro Leopoldo de Toscana y en 1790 el de Pietro Verri, cuyas ideas se pueden parcialmente encontrar en la súplica de los nobles de Lombardía del mismo año al Emperador Leopoldo II21. Pero no eran más que abstractas construcciones intelectuales, ajenas a la mayoría de los ciudadanos y que nunca llegaron a formar parte de la dialéctica o la polémica política.
18Durante el período revolucionario y la dominación napoleónica aparecieron en Italia muchas constituciones. Unas, meras copias de las francesas, otras, como la concebida por Mario Pagano para la República Partenopea, elaboradas originalmente por pensadores ilustrados de la tierra. Pero, especialmente los estatutos otorgados por Napoleón, aunque instituyesen estructuras estatales más modernas y adecuadas, nunca llegaban a conceder libertad e independencia. Como el propio Napoleón confirmó a Metternich, que lo recuerda en sus Memorias: «Nunca daré a los italianos un sistema liberal; sólo se lo he dado en apariencia»22.
19Habría que mencionar la Constitución de José I, otorgada en Bayona el 20 de junio de 1808, pero nunca aplicada, y que procuraba ser una mezcla entre un sistema de representación modelado sobre el francés, y el antiguo orden estamental23.
20Una mención más larga merecería la Constitución siciliana de 1812, debida a los príncipes de Belmonte y de Castelnuovo y al abad Balsamo, inspirada en la Constitución inglesa e impuesta al rey Fernando por los barones de la isla con el apoyo determinante del general y plenipotenciario inglés en Sicilia lord William Bentinck, que respondió a la fuerte oposición de la reina Carolina con la célebre frase: «Señora, no hay término medio: o Constitución o Revolución»24, texto que, aun siendo «más parecido a un reglamento que a una ley orgánica»25 por sus excesivos y complicados detalles, tenía el mérito de ser muy liberal sin violentas proclamas democráticas26. En efecto, en su artículo primero, la Constitución reservaba al Parlamento, compuesto por una Cámara alta de Pares y por una baja de los Comunes, el poder de hacer, interpretar, modificar y abrogar las leyes. Concediendo al monarca, únicamente, el poder de sancionarlas con las fórmulas placet o veto. La Cámara de los Pares era para los nobles o para quien gozase de una altísima renta inmobiliaria.
21El hecho que la Constitución siciliana fuera, de alguna manera, el texto escrito de un modelo inglés, hizo que algunos patriotas moderados, como Santorre de Santarosa, a quien no gustaba —por razones opuestas— ni la Constitución francesa ni la de Cádiz, hubieran preferido el texto siciliano, pero modificado y escamondado del excesivo aparato reglamentario27.
22En marzo de 1815 Joachim Murat, en su última y desesperada tentativa de luchar contra los austríacos, junto a la proclama de Rimini a los pueblos italianos, otorgó otra Constitución. En ella procuraba conciliar el estatuto gaditano con un texto más moderado, como el de Luis XVIII. La iniciativa resultó demasiado tardía, ya que la promulgación se hizo después de la derrota militar. En todo caso muestra la propensión a experimentar el camino de un re-equilibrio general de los poderes con total ventaja del legislativo28.
23Que la Constitución de Cádiz no fuese meramente una consigna agitadora está demostrado por el animado y polémico debate constitucional que se desarrolló inmediatamente después del triunfo de la insurrección en numerosos diarios, revistas, periódicos y folletos. Surgidos muchos de ellos incluso antes del decreto del 26 de julio que proclamaba en su artículo 2 «Todo individuo es libre de escribir, imprimir y publicar sus ideas»29, muestran cuan grande era el interés de los patriotas napolitanos cultivados, para solucionar los problemas de adaptación del texto español a la realidad local30.
24Los conflictos entre centro y periferia, entre Estado y municipios, hacían aumentar el deseo de autonomía y de representación política a nivel local. Los más lúcidos se volvían en busca de una solución lógica y definitiva. Una solución que pudiera resolver también los problemas de relación con la Iglesia; que preservase el carácter rigurosamente católico del Estado pero con la defensa de un cierto espíritu de laicidad, que sólo una forma de «nación católica» podía garantizar31.
25Esto, sin embargo, no quiere decir que hubiera una aceptación pasiva y automática del texto gaditano. Al contrario, las discusiones en la Asamblea legislativa y fuera de ella fueron muy vivas. Sobre todo a propósito de algunos temas, que contribuyen a aclarar las características fundamentales de la revolución napolitana. Una revolución dirigida y finalmente ganada por la burguesía agraria provinciana pero en la que participaron con peso determinante los estratos populares y, sobre todo, grupos de patriotas carbonarios con aspiraciones democráticas cuyos intentos iban mucho más allá de los límites que se proponían los burgueses terratenientes y que, en efecto, le preocuparon mucho.
26Los nudos principales de la contienda, en el debate parlamentario, fueron substancialmente la libertad de imprenta, y la religión, de los que claramente dimanaban muchos problemas en el campo económico. Muy significativamente en ambos casos, la mayoría que aprobó la propuesta de la comisión, modificando el texto gaditano en sentido liberal, no estaba formada sólo por carbonarios extremistas, sino que incluía también a hombres moderados. Pero todos firmemente convencidos de la necesidad de afirmar los principios liberales, aunque en contraste con las vehementes protestas del cardenal arzobispo de Nápoles, Luigi Russo, que, paradójicamente, empleó la propia Constitución de Cádiz para defender sus posiciones reaccionarias.
27En Turín, después del éxito favorable del motín de marzo de 1821, no fue posible que hubiera un debate análogo al tenido en Nápoles, ya que —como se sabe— las tropas austríacas invadieron muy pronto el Piamonte y batieron a los constitucionales el 8 de abril. Pero hay que subrayar un hecho de extrema importancia: la elección de la Carta gaditana como pedido fundamental no salió como resultado de un debate entre patriotas moderados y «exaltados», en donde estos últimos resultaron ganadores, sino de una decisión unánime de todos los conspiradores piamonteses una vez que los napolitanos habían elegido la Constitución de Cádiz.
28Como dijo con palabras sencillas y profundas Santorre de Santarosa:
Si los liberales piamonteses no vieron todos con agrado la constitución preferida por los Napolitanos, la mayoría entre ellos al menos reconoció en su revolución una de esas grandes ocasiones que la Providencia ofrece a las naciones oprimidas de retomar honradamente su lugar en la escena política […]. Los Napolitanos habían reclamado sus derechos, eran nuestros hermanos; nosotros no podíamos abandonarlos sin faltar al deber, al honor nacional32.
29De ese modo, los liberales subalpinos, aun conscientes de la casi certeza de la derrota, se levantaron solidarios con los hermanos de Nápoles, con las banderas carbonarias y al grito de «¡Queremos la constitución de España!». Hecho de enorme significación política, que mostraba cuánto camino había sido ya recorrido hacia una común patria y nación italiana.
30Los primeros italianos en enfrentarse con la guerrilla fueron los militares de los ejércitos de los estados aliados —de hecho satélites— de Napoleón: el reino de Italia, que comprendía gran parte de la Italia del norte con más de 7 millones de habitantes, Milán como capital y Eugenio de Beauharnais como Virrey, y el reino de Nápoles, cuyo trono tenía Joaquín Murat, cuñado del Emperador. En sus cartas, partes y relatos a los respectivos ministerios, los más inteligentes y lúcidos de estos militares ofrecieron una visión muy clara del nuevo sistema de lucha que habían encontrado en España.
Si tuviera que darle unas indicaciones sobre el porfiado carácter de esta guerra, le diría a V.E. que de un pueblo, tan ignorante y supersticioso como cuidadoso del recuerdo de su antigua grandeza, tenemos que esperar los esfuerzos más pesados. Favorecido por un país montañoso e inhóspito; por un país en donde no se encuentra ninguna carretera en buen estado, ni un guía, ni señal indicadora, nuestras evoluciones no pueden tener ni la rapidez, ni el empuje ni la unidad que son necesarios en toda guerra, pero particularmente en la contienda de que hablamos. Cada vez que nuestras tropas dan con las enemigas, las derrotan, las dispersan; pero sus restos muy pronto se reúnen, y apoyados por una muchedumbre de paisanos, corren sobre nuestros flancos y a las espaldas; atacan nuestros convoys, hacen del país un desierto; y el mal que nosotros les hacemos en pocas ocasiones nos lo inf ligen a nosotros en muchas33.
31Así es como el general dálmata Andrea Millosevitz dibujaba de manera perspicaz y desalentada las características del conflicto que los soldados italianos debían combatir. Y muchas otras opiniones similares pueden sacarse de la correspondencia oficial que se encuentra en los archivos italianos, especialmente en Milán y Nápoles.
32Después de la guerra, también las memorias de los veteranos, como el capitán de caballería Antonio Lissoni, eran testimonios fehacientes del fenómeno:
El odio nacional que generalmente existía contra los franceses había puesto una especie de unidad en los esfuerzos sin dirección del pueblo, y se vio nacer junto a la guerra regular un sistema de guerra improvisada, una especie de desorden sistemático, que perfectamente se adaptaba al genio indómito de la nación española34.
33La guerrilla como sistema de guerra útil para los patriotas italianos, y sacado de la experiencia española, viene a la luz por primera vez en los últimos convulsos días de la revolución napolitana de 1820-1821, en un escrito significativamente titulado «Della guerra de’ parteggiani» [De la guerra de partisanos], y publicado en La Minerva Napolitana, una de las revistas más interesantes de la breve época constitucional35:
Un oficial que se ha distinguido en las guerras de España, y que entiende toda la justicia de nuestra causa y la necesidad indispensable de rechazar agresiones extranjeras, nos ha enviado un manuscrito suyo sobre la guerra de Parteggiani lleno de numerosos sabios y nuevos consejos; de los cuales no debemos defraudar a la nación en las actuales circunstancias en que o debe luchar a muerte, o sufrir la injuria de una eterna infamia.
34Hasta 1848 fueron muchos los patriotas italianos que, con los ojos fijados en el paradigma español, escribieron cortos folletos o largos tomos para exhortar a los compatriotas a tomar las armas y luchar por la independencia y la libertad de la patria. Después de esta fecha, tan importante en toda Europa, el camino de Italia hacia la independencia y la unidad no pudo prescindir de la monarquía y del ejército piamontés.
35A los italianos la guerrilla les proporcionaba muchas ventajas y también les permitía —al menos en teoría— suplir la falta de un ejército regular. Hay que considerar en fin cómo las hazañas de los «guerrilleros» españoles estuvieron envueltas en una atmósfera casi mítica, densa de matices liberales y democráticos, que llenaba de felicidad y entusiasmo a la mayoría de los patriotas italianos, con sus convicciones idealistas y un poco ingenuas acerca de la fuerza de ideas como libertad, independencia y unidad nacional sobre unos campesinos pobres y analfabetos, que —siendo la gran mayoría de la población— deberían ser los destinatarios de la predicación patriótica y también, se esperaba, formarían el grueso de las bandas insurreccionales.
36Es una cosa bastante singular que una guerra sin teorías como la que llevaban los guerrilleros españoles haya producido tamaña cantidad de tratados teóricos que nunca habrían encontrado —por lo menos en la época de su redacción— una aplicación práctica. La experiencia española fue también utilizada, de forma paradójica, por autores que la emplearon para demostrar que las condiciones italianas eran tan diferentes que el sistema de lucha que se debía elegir tenía que ser otro y distinto.
37No voy entrar en el detalle minucioso de todos estos autores, pero sí quiero hablar con algún detenimiento de uno, el más importante, que fue también el que empleó casi exclusivamente el paradigma español para construir su teoría de la guerra de guerrilla. Me refiero al conde Carlo Bianco de Saint-Jorioz, militar piamontés y conspirador del 1821, exilado el mismo año en España donde luchó contra los apostólicos y los franceses de Angulema. Bianco escribió el tratado italiano más importante sobre la guerrilla, publicado de forma anónima en Marsella en 1830 con un largo título: Della guerra nazionale d’insurrezione per bande, applicata all’Italia. Trattato Dedicato ai buoni Italiani da un amico del paese36. Se ha dicho con justicia que el autor basó «su tratado en un noventa por ciento sobre el ejemplo y la experiencia de la guerra de España de 1808-14 contra los Franceses»37, empleando como fuente algunas memorias de veteranos italianos y franceses, pero especialmente su contacto directo con muchos jefes guerrilleros.
38España está siempre presente en su mente, como cuando muestra cómo Italia sería geográficamente más idónea para la guerrilla que el país ibérico38, o bien cuando, discutiendo sobre el tipo de guerra deseable para Italia, después de haber declarado que «tiene que alejarse de las reglas conocidas de la táctica de los ejércitos regulares europeos»39, añade «entonces es necesario que los Italianos recurran a esa guerra ligera, que ya liberó a España de la invasión francesa»40. Pues siendo ésta verdaderamente una guerra de tipo nuevo, ya que en España:
las partidas no operaban siguiendo principios generales preestablecidos, pero, aunque dirigidas todas al mismo objetivo, sin embargo empleaban medios diferentes.
39Bianco proclama su intención de indicar
las reglas fijas e invariables que siempre tendrán que ser oportunamente aplicadas por la perspicacia del jefe según las circunstancias, los momentos y las situaciones41.
40Bianco recuerda más de una vez que
la naturaleza de esta guerra es terrible, ya que ordinariamente se suele iniciar como consecuencia de la desesperación en que un pueblo se encuentra duramente empujado, o por un invasor extranjero o por el doméstico tirano42.
41Es muy difícil encontrar un capítulo sin una o más citas que atañan a España. Pocos son por otro lado los ejemplos sacados de distintas experiencias de guerrilla, como la de las bandas de campesinos calabreses contra los franceses43, o la de Andreas Hofer en Tirol44, o la de los insurrectos americanos en la guerra de Independencia que condujo al nacimiento de los Estados Unidos45. Además de ser notable por sí mismo y por la influencia que ejerció sobre otros revolucionarios, como por ejemplo Nicola Fabrizi, el tratado de Bianco tuvo fundamental importancia para las ideas militares de Mazzini, quien admitió su deuda hacia el piamontés en un escrito sobre la guerra insurreccional idónea para Italia46.
42Por lo que atañe a España, las opiniones de Mazzini son idénticas a las de Bianco:
Y el pueblo ganó, ganó a los vencedores del mundo, ganó a la f lor de los ejércitos de Napoleón, ganó porque el odio contra al extranjero […] se volvió furor, delirio, tormento, religión […] porque no se hablaba, sino que se actuaba […] ya que, digámoslo una vez más, fue guerra de bandas contra ejércitos regulares. Fue guerra atroz, múltiple, incansable, que no daba tregua al soldado, ni sueños, ni certeza de víveres, ni refugio cubierto. Los franceses eran dueños del suelo en que pisaban, y nada más, y en ello eran asaltados a toda hora, y por todas partes47.
43Como he dicho, en Italia, después de 1848, la guerrilla ya no será considerada más como un instrumento de posible empleo para la liberación nacional, y sólo quedará su recuerdo en los textos.
44Tampoco hubo posibilidades de aplicar las teorías de los tratados: hubo numerosas insurrecciones derrotadas, siempre acabadas con represión y masacres, y dos expediciones para provocar la insurrección del Sur de Italia. Hubo además muchas conspiraciones urbanas, que siempre se concluyeron con exilios, años de cárcel, penas capitales.
45Todos los tratados y manuales de guerrilla fueron pensados y escritos para un público muy selecto: los «cuadros» insurreccionales de los distintos estados italianos. Gracias a los archivos policiales sabemos que algunos tratados tuvieron una difusión muy grande, pero no produjeron la esperada respuesta de carácter militar.
46A propósito de estos escritos hay que subrayar una cosa importante. No obstante la postura más o menos idealista y romántica sobre las esperadas reacciones del público al cual se dirigían —campesinos pobres y analfabetos, los primeros reducidos grupos de proletariado urbano— los patriotas eran conscientes de las grandes diferencias entre España, el modelo, e Italia, el lugar de actuación de las teorías. Ellos se daban cuenta de que los ejemplos de la guerra española tendrían que adaptarse a la realidad italiana, cuya situación social, económica y política era completamente diferente, aun más porque ya habían pasado casi tres décadas.
47Así, la Constitución de Cádiz y la guerra de guerrilla no fueron —o no fueron principalmente— herramienta mítica para soñar un porvenir de independencia conquistada y de convivencia libre, sino sobre todo objetos de reflexión y de estudio dentro de un largo debate político y militar.
Bibliographie
Bibliografía
Aceto, Giovanni, Della Sicilia e dei suoi rapporti con l’Inghilterra all’epoca della costituzione del 1812, Palermo, Olivieri, 1848 (reed. Palermo, Ed. della Regione Siciliana, 1970).
Alberti, Annibale, Le Costituzioni nel Risorgimento, en Le Assemblee del Risorgimento, Roma, Tip. della Camera dei Deputati, 1911 (15 vols.), t. I.
Alberti, Annibale (ed.), Atti del Parlamento delle Due Sicilie. 1820-1821 (5 vols.), Bologna, Zanichelli, 1926-1931, t. I.
Álvarez Alonso, Clara, «La influencia británica y la idea de constitución en Jovellanos», en Andrea Romano (ed.), Il modello costituzionale inglese e la sua recezione nell’area mediterranea tra la fine del 700 e la prima metà dell’800. Atti del Seminario internazionale di studi in memoria di Francisco Tomás y Valiente (Messina, 14-16 novembre 1996), Milán, Giuffrè, 1998, pp. 507-544.
Bandini Gino, Giornali e Scritti politici clandestini della carboneria Romagnola (1819-1820), Roma-Milán, Albrighi-Segati, 1908.
Benedetto, Maria Ada, Aspetti del movimento per le costituzioni in Piemonte durante il Risorgimento, Turín, Giappichelli, 1951.
Berengo, Marino, Intellettuali e librai nella Milano della Restaurazione, Turín, Einaudi, 1980.
Beolchi, Carlo, «Il Piemonte nel 1821», La Rivista Contemporanea, 132, nov. 1864.
Bianchi, Paola, Cesare Balbo e la guerra d’indipendenza di Spagna: un amore critico, en Vittorio Scotti Douglas (ed.), Gli italiani in Spagna nella guerra napoleonica (1807-1813). I fatti, i testimoni, l’eredità. Atti del IVConvegno internazionale di «Spagna contemporanea» (Novi Ligure, 22-24 ottobre 2004), Alessandria, Edizioni dell’Orso (en prensa).
Bianco, Giuseppe, La Sicilia durante l’occupazione inglese, Palermo, Reber, 1902.
Bianco di Saint-Jorioz, Carlo, Della guerra nazionale d’insurrezione per bande, applicata all’Italia. Trattato Dedicato ai buoni Italiani da un amico del paese, Marsella, 1830 (2 vols.).
Candeloro, Giorgio, Storia dell’Italia moderna, Milán, Feltrinelli, 1956-1986 (11 vols.), t. II: Dalla restaurazione alla Rivoluzione nazionale.
Capograssi, Antonio, Gl’inglesi in Italia durante le campagne napoleoniche (lord W. Bentinck), Bari, Laterza, 1949.
Capra, Carlo, «Alle origini del moderatismo e del giacobinismo in Lombardia: Pietro Verri e Pietro Custodi», Studi storici, 30 (4), 1989, pp. 873-890.
— I progressi della ragione. Vita di Pietro Verri, Bolonia, il Mulino, 2002.
Casini, Tommaso (ed.), La rivoluzione di Milano dell’aprile 1814. Relazioni storiche di Leopoldo Armaroli e Carlo Verri, Roma, Dante Alighieri, 1897.
Desmond, Gregory, The Insecure Base. A History of the British Occupation of Sicily (1806-1815), Londres-Toronto, Associated University Presses, 1988.
Dito, Oreste, Massoneria, Carboneria ed altre società segrete nella storia del Risorgimento italiano, Turín-Roma, Roux e Viarengo, 1905.
Dufourcq, Albert, Murat et la question de l’unité italienne en 1815, Roma, Cuggiani, 1898.
Farini, Luigi Carlo, Storia d’Italia dall’anno 1814 sino a’ nostri giorni, Turín, Sebastiano Franco, 1854-1859 (2 vols.).
Francesco, Antonino de, Rivoluzione e costituzioni. Saggi sul democratismo politico nell’Italia napoleonica (1796-1821), Nápoles, Edizioni Scientifiche Italiane, 1996.
Galante Garrone, Alessandro, y Franco della Peruta (eds.), La stampa italiana del Risorgimento, t. II de Valerio Castronovo y Nicola Tranfaglia (eds.), Storia della stampa italiana, Roma-Bari, Laterza, 1976-1979 (5vols.).
Guardione, Francesco, «Di un nuovo assetto politico degli Stati italiani proposto da G. P. Vieusseux per il Congresso di Verona (1822)», Rassegna Storica del Risorgimento, 14, 1927, pp. 507-524.
Gualterio, Filippo Antonio, Gli ultimi rivolgimenti italiani Memorie storiche, Napoli, Mirelli, 1861 (6 vols.).
Larriga, Carlos, y Marta Lorente, «El modelo constitucional gaditano», en Andrea Romano (ed.), Il modello costituzionale inglese e la sua recezione nell’area mediterranea tra la fine del 700 e la prima metà dell’800. Atti del Seminario internazionale di studi in memoria di Francisco Tomás y Valiente (Messina, 14-16 novembre 1996), Milán, Giuffrè, 1998, pp. 587-614.
Lemmi, Francesco, La restaurazione austriaca a Milano nel 1814, Bolonia, Zanichelli, 1902.
Leopoldo, Pietro, «Estratto della Costituzione imaginata e sbozzata regnante Leopoldo I a reintegrazione de diritti nazionali», en Antonio Zobi, Storia civile della Toscana dal MDCCXXXVII al MDCCCXLVIII, Florencia, Molini, 1850- 52 (5 vols.), t. V, appendice, pp. 63-71.
Liberti, Egidio (ed.), Tecniche della guerra partigiana nel Risorgimento, Florencia, Giunti Barbèra, 1972.
Mincone, Francesco, «Antonio Lissoni e Gl’Italiani in Catalogna», en Vittorio Scotti Douglas (ed.), Gli italiani in Spagna nella guerra napoleonica (1807-1813). I fatti, i testimoni, l’eredità. Atti del IVConvegno internazionale di «Spagna contemporanea». (Novi Ligure, 22-24 ottobre 2004), Alessandria, Edizioni dell’Orso (en prensa) .
Lissoni, Antonio, Gl’Italiani in Catalogna. Lettere di A.L. Ufficiale di cavalleria italiano, Londres, 1814.
— La Difesa dell’onore dell’armi italiane oltraggiate dal signore di Balzac nelle sue Scene della vita parigina e confutazione di molti errori della storia militare della guerra di Spagna fatta dagli italiani, Milán, Pogliani, 1837.
— Episodi della guerra combattuta dagli italiani in Ispagna, Milán, 1843 (2 vols.).
Manetti, Giulio M., La costituzione inattuata. Pietro Leopoldo granduca di Toscana: dalla riforma comunitativa al progetto di costituzione, Florencia, Centro editoriale toscano, 1991.
Manfredi, Michele, Luigi Minichini e la Carboneria a Nola, Florencia, Le Monnier, 1932.
Maturi, Walter, Il principe di Canosa, Florencia, Le Monnier, 1944.
— Partiti politici e correnti di pensiero nel Risorgimento en Nuove questioni di storia del Risorgimento e dell’unità d’Italia, Milán, Marzorati, 1969 (2 vols.), t. I.
Mazzini, Giuseppe, Scritti editi ed inediti, Milán, P. Galeati, 1906-1943 (100 vols.), t. III.
— «Della guerra insurrezionale conveniente all’Italia», La Giovine Italia, 5, 1833, pp. 95-146.
Memorie sulle società segrete dell’Italia meridionale e specialmente sui Carbonari. Traduzione dall’inglese di Anna Maria Cavallotti, Roma-Milán, Albrighi e Segati, 1904, pp. 83-84.
Meriggi, Marco, «Liberalismo o libertà dei ceti? Costituzionalismo lombardo agli albori della Restaurazione», Studi storici, 22 (2), 1981, pp. 315-343.
Metternich, Clemens von, Mémoires, documents et écrits divers laissés par le prince de Metternich, París, Plon, 1880-1884 (8 vols.), t. III.
Montanelli, Giuseppe, Il partito nazionale italiano, Turín, Steffenone, Camandona e C., 1856.
Mori, Renato, Le riforme leopoldine nel pensiero degli economisti toscani, Florencia, Sansoni, 1951.
Passerin d’Entrèves, Ettore, La giovinezza di Cesare Balbo, Florencia, Le Monnier, 1940.
Pieri, Piero, «Carlo Bianco conte di Saint Jorioz e il suo trattato sulla guerra partigiana», Bollettino storico-bibliografico subalpino, julio-diciembre 1957, pp. 373-424 y enero-junio 1958, pp. 77-104.
Portillo Valdés, José María, La Nazione cattolica. Cadice 1812: una costituzione per la Spagna, Manduria-Bari-Roma, Lacaita, 1998.
— «¿Existía una antigua constitución española? El debate sobre el modelo inglés en España (1808-1812)», en Andrea Romano (ed.), Il modello costituzionale inglese e la sua recezione nell’area mediterranea tra la f ine del 700 e la prima metà dell’800. Atti del Seminario internazionale di studi in memoria di Francisco Tomás y Valiente (Messina, 14-16 novembre 1996), Milán, Giuffrè, 1998, pp. 545-586.
— Revolución de nación. Orígenes de la cultura constitucional en España (1780-1812), Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2000.
Renda, Francesco, «La rivoluzione del 1812 e l’autonomia siciliana», en La Sicilia e l’unità d’Italia. Atti del Congresso Internazionale di Studi Storici sul Risorgimento italiano (Palermo 15-20 aprile 1961), Milán, Feltrinelli, 1962 (2 vols.), t. II, pp. 523-532.
— La Sicilia nel 1812, Caltanissetta-Roma, Sciascia, 1963.
Rocco, Lorenzo, La stampa periodica napoletana delle rivoluzioni (1799-1820- 1848-1860), Nápoles, Lubrano, 1921.
Romano, Andrea (ed.), Il modello costituzionale inglese e la sua recezione nell’area mediterranea tra la fine del 700 e la prima metà dell’800. Atti del Seminario internazionale di studi in memoria di Francisco Tomás y Valiente (Messina, 14-16 novembre 1996), Milán, Giuffrè, 1998.
Rosselli, John, Lord William Bentinck and the British Occupation of Sicily (1811- 1814), Cambridge, Cambridge University Press, 1956.
Sabini, Giovanni, I primi esperimenti costituzionali in Italia (1797-1815), Turín, Unione Tipografico-Editrice Torinese, 1911.
Santarosa, Santorre di, La Rivoluzione Piemontese nel 1821 coi ricordi di V. Cousin sull’autore, a cargo de Alessandro Luzio, Turín, Paravia, 1920.
Scotti Douglas, Vittorio, «The Influence of the Spanish Antinapoleonic Guerrilla Experience on the Italian Risorgimento’s Treaties on Partisan Warfare», en Acta of the XXth. International Colloquium of Military History (Warsaw, 28 August - 3 September 1994), Varsovia, Polish Commission of Military History, 1995, pp. 390-407.
— «Spagna 1808: la genesi della guerriglia moderna. Fenomenologia della guerriglia spagnola e suoi riflessi internazionali», en Spagna Contemporanea, 20, 2001, pp. 73-167.
— «El liberalismo español e Italia: un modelo de corta duración», en Emilio La Parra López y Germán Ramírez Aledón (eds.), El primer liberalismo: España y Europa, una perspectiva comparada. Foro de debate en la Universitat de València (25 a 27 de octubre de 2001), Valencia, Biblioteca Valenciana, 2003, pp. 315-340.
— «Carlo Bianco, l’ “inventore” della guerra per bande», en Dal Risorgimento alla Resistenza. Carlo Bianco di Saint Jorioz e la lotta per bande, Atti del Convegno (Barge 23 aprile 2005), Barge, Comune di Barge (en prensa).
Sella, Domenico, y Carlo Capra, Il Ducato di Milano dal 1535 al 1796, t. XI de Storia d’Italia diretta da Giuseppe Galasso, Turín, UTET, 1984.
Spini, Giorgio, Mito e realtà della Spagna nelle rivoluzioni italiane del 1820-21, Roma, Perrella, 1950.
— Incontri europei e americani col Risorgimento, Florencia, Vallecchi, 1988.
Tabarrini, Marco, Scritti editi e inediti di Gino Capponi, Florencia, G. Barbèra, 1877 (2 vols.).
Taliento, Esther, Appunti storico-bibliografici sulla stampa periodica napoletana durante le rivoluzioni del 1799 e 1820-1821, Bari, STEB, 1920.
Titone, Virgilio, La costituzione del 1812 e l’occupazione inglese della Sicilia, Bolonia, Zanichelli, 1936.
Valente, Angela, Gioacchino Murat e l’Italia meridionale. Nuova edizione rivedutae ampliata, Turín, Einaudi, 1965.
Vacani, Sig. Cav. Maggior, Storia delle campagne e degli assedi degl’italiani in Spagna, Florencia, Batelli, 1828.
Varoli, Valerio, «Inediti del giornale clandestino forlivese Quadragesimale italiano», Il Risorgimento, 48 (3), 1996, pp. 439-459.
Verri, Pietro, Pensieri sullo stato politico del Milanese nel 1790, en Giulio Carcano (ed.), Scritti vari di Pietro Verri, Florencia, Le Monnier, 1854 (2 vols.), t. II, Appendice, pp. 1-36.
Zimmermann, Joachim, Das Verfassungsprojekt des Grossherzogs Peter Leopold von Toskana, Heidelberg, Winter, 1901.
Notes de bas de page
1 G. Spini, Mito e realtà della Spagna nelle rivoluzioni italiane del 1820-21, pp. 38-45; E. Passerin d’Entrèves, La giovinezza di Cesare Balbo, p. 37: la resistenza degli spagnoli contro il despota. Sobre Cesare Balbo y España, véase P. Bianchi, «Cesare Balbo e la guerra d’indipendenza di Spagna».
2 T. Casini (ed.), La rivoluzione di Milano dell’aprile 1814, pp. 18-19. La cita completa es: Il conte Verri dette in Senato una carta, che disse essergli stata posta in mano da persona incognita e che non si ebbe tempo di leggere. Alcun senatore, che vi gittò sopra una rapida occhiata, vide che era scritta di carattere alterato, e nel primo paragrafo esponeva che, come la Spagna e la Germania avevano dato l’esempio, così doveva scuotersi dagli italiani il giogo francese. Véase F. Lemmi, La restaurazione austriaca a Milano nel 1814, p. 158. En la página 143, habla F. Lemni de una petición a los aliados suscrita por más de 150 magnates (entre ellos Alessandro Manzoni y Carlo Verri) pidiendo la autonomía e independencia «ya concedidas a Alemania y España». Véase también G. Montanelli, Il partito nazionale italiano, p. 8.
3 Biblioteca Nazionale de Palermo, Copia lettere Canosa, t. III, carta de Canosa a María Carolina, 6 de febrero de 1810, n. 235. Citado por W. Maturi, Il principe di Canosa, pp. 112-113: La nazione spagnola, che scioccamente si credeva l’oggetto del disprezzo della filosofia, è quella generosa soltanto stata che ha saputo con deboli forze opporre ai francesi quella resistenza che né il germano, né il prussiano, né il russo hanno saputo negli stessi riscontri dimostrare.
4 Véase V. Scotti Douglas, «El liberalismo español e Italia», p. 318.
5 Sobre la influencia de la guerrilla española en el pensamiento militar de los patriotas italianos del Risorgimento, véanse de V. Scotti Douglas, «The Influence of the Spanish Antinapoleonic Guerrilla Experience on the Italian Risorgimento’s» y «Spagna 1808».
6 G. Bandini, Giornali e scritti politici clandestini della carboneria Romagnola, añadiendo también V. Varoli, «Inediti del giornale clandestino forlivese Quadragesimale italiano».
7 M. Manfredi, Luigi Minichini e la Carboneria a Nola, p. 6. Véase también Memorie sulle società segrete dell’Italia meridionale e specialmente sui Carbonari, pp. 83-84: «copie della costituzione delle Cortes».
8 O. Dito, Massoneria, Carboneria ed altre società segrete nella storia del Risorgimento italiano, p. 236: si chiedeva al re una Costituzione, e si eccitava il popolo a non pagare le tasse nel caso di un rifiuto.
9 Gaceta Extraordinaria de Madrid, 12 de marzo de 1820, n° 37, p. 263.
10 A. Alberti (ed.), Atti del Parlamento delle Due Sicilie, t. I, pp. 3-4: Essendosi manifestato il voto generale della Nazione del Regno delle Due Sicilie di volere un Governo costituzionale, di piena nostra volontà vi consentiamo e promettiamo nel corso di otto giorni di pubblicarne le basi.
11 Ibid., pp. 12-13: La Costituzione del Regno delle Due Sicilie sarà la stessa adottata per lo Regno delle Spagne nell’anno 1812, e sanzionata da Sua Maestà Cattolica nel marzo di questo anno: salvo le modificazioni che la Rappresentanza nazionale costituzionalmente convocata crederà di proporci per adattarla alle circostanze particolari de’ reali dominj.
12 Ibid., p. 24.
13 Véanse, por ejemplo, las cartas del rey para Alvaro Ruffo, embajador en Viena del 16 y 22 de septiembre 1820: A. Alberti (ed.), Atti del Parlamento delle Due Sicilie, t. V, pp. 321-326 y 330-331.
14 C. von Metternich, Mémoires, documents et écrits divers, t. III, p. 360: Le sang coulera par torrents.
15 W. Maturi, Partiti politici e correnti di pensiero nel Risorgimento, t. I, pp. 74-75: un movimento assai complesso, che, a differenza della rivoluzione del 1799, partì dalla provincia. Véase también G. Candeloro, Dalla restaurazione alla Rivoluzione nazionale, pp. 79-85.
16 Véase V. Scotti Douglas, «El liberalismo español e Italia», pp. 323-324.
17 A. Alberti, Le Costituzioni nel Risorgimento, t. I, p. clix: Le Costituzioni del Risorgimento […] furono mezzo non fine […]. Nemmeno i popoli, conviene ben dirlo, si preoccuparono della sostanza delle Costituzioni: era la Costituzione in tesi generale che si voleva, perché questa significava opposizione viva e perenne agli ordini precedenti.
18 Para la contestación del ministro de Asuntos Exteriores ruso, príncipe Nesselrode, a la comunicación del gobierno español de la proclamación de la Constitución, véase L. C. Farini, Storia d’Italia dall’anno 1814 sino a’nostri giorni, pp. 106-107.
19 Cf. el segundo capítulo de G. Spini, «La Spagna costituzionale» en Mito e realtà della Spagna nelle rivoluzioni italiane del 1820-21, cit. ahora en Incontri europei e americani col Risorgimento, pp. 46-52.
20 Todavía se puede consultar con alguna utilidad el libro de G. Sabini, I primi esperimenti costituzionali in Italia.
21 El proyecto de P. Leopoldo, «Estratto della Costituzione imaginata e sbozzata regnante Leopoldo I a reintegrazione de diritti nazionali» fue publicado por primera vez por A. Zobi, Storia civile della Toscana, t. V, appendice, pp. 63-71. El texto había ya tenido por lo menos dos ediciones precedentes, ambas anónimas, la primera de 1832, Memorie sulla costituzione di governo immaginata dal Gran-Duca Pietro Leopoldo Primo da servire alla storia del suo regno in Toscana, s. l.; la segunda de 1847, La Costituzione toscana immaginata dal Granduca Pietro Leopoldo. Memoria del senatore F. M. Gianni Scritta nell’Anno 1805, Italia, 1847. Salió después en los Scritti editi e inediti di Gino Capponi a cargo de M. Tabarrini, t. II, pp. 407-414; véase también en la misma obra Lettera sulla costituzione di Pietro Leopoldo scritta nel 1847, pp. 415-421. Fue publicado otra vez por J. Zimmermann, Das Verfassungsprojekt des Grossherzogs Peter Leopold von Toskana, y más recientemente por R. Mori en apéndice a su volumen, Le riforme leopoldine nel pensiero degli economisti toscani, pp. 162-173. Véase también F. Guardione, «Di un nuovo assetto politico degli Stati italiani». El trabajo más reciente es el de G. Manetti, La costituzione inattuata. El texto del proyecto de P. Verri, Pensieri sullo stato politico del Milanese nel 1790 se encuentra en P. Verri, Scritti vari di Pietro Verri, t. II, Appendice, pp. 1-36. Para un encuadramiento y consideraciones más profundas véase M. Meriggi, «Liberalismo o libertà dei ceti?»; D. Sella y C. Capra, Il Ducato di Milano dal 1535 al 1796, pp. 598-602; C. Capra, «Alle origini del moderatismo e del giacobinismo in Lombardia». Véase también de C. Capra, I progressi della ragione. Para la súplica a Leopoldo II véase el Archivio di Stato di Venezia, Dispacci ambasciatori Milano, filza 237, despacho 267 de Andrea Alberti, 30 de junio de 1790.
22 Citado por A. Alberti, Le Costituzioni nel Risorgimento, t. I, p. clvii: Non concederò mai agli Italiani un sistema liberale; ne ho concesso loro soltanto un simulacro.
23 A. de Francesco, Rivoluzione e costituzioni, pp. 116-118 y 135-136.
24 G. Bianco, La Sicilia durante l’occupazione inglese, p. 112: Madama, non vi è via di mezzo: o Costituzione o Rivoluzione.
25 M. A. Benedetto, Aspetti del movimento per le costituzioni in Piemonte durante il Risorgimento, p. 49: più simile ad un regolamento che ad una legge organica.
26 F. A. Gualterio, Gli ultimi rivolgimenti italiani, t. IV, p. 138. Sobre lord Bentincky la Sicilia, véase (amén del citado libro de G. Bianco, La Sicilia durante l’occupazione inglese), G. Aceto, Della Sicilia e dei suoi rapporti con l’Inghilterra; A. Capograssi, Gl’inglesi in Italia durante le campagne napoleoniche; J. Rosselli, Lord William Bentinck and the British Occupation of Sicily; G. Desmond, The Insecure Base. Sobre la ocupación británica y la constitución siciliana véase en particular V. Titone, La costituzione del 1812 e l’occupazione inglese della Sicilia. También es importante F. Renda, La rivoluzione del 1812 e l’autonomia siciliana, t. II, pp. 523-532, y La Sicilia nel 1812. Imprescindible ahora es A. Romano (ed.), Il modello costituzionale inglese e la sua recezione nell’area mediterranea. Son sobre todo importantes: C. Álvarez Alonso, «La influencia británica y la idea de constitución en Jovellanos»; J. M. Portillo Valdés, «¿Existía una antigua constitución española?»; C. Larriga y M. Lorente, «El modelo constitucional gaditano».
27 Simplificar y racionalizar la Constitución siciliana fue lo que hizo Santarosa exilado en París, en donde publicó los resultados de su trabajo en apéndice a la tercera edición de su libro: S. di Santarosa, De la révolution piémontaise.
28 A. Valente, Gioacchino Murat e l’Italia meridionale. Conserva aún cierto interés A. Dufourcq, Murat et la question de l’unité italienne en 1815.
29 A. Alberti (ed.), Atti del Parlamento delle Due Sicilie, t. I, p. 90: Ogni individuo è libero di scrivere, stampare e pubblicare le sue idee.
30 Para un examen sumario de los principales periódicos de la época constitucional, véase A. Alberti (ed.), Atti del Parlamento delle Due Sicilie, pp. xxxii-xxxvi. Un estudio más profundo de la imprenta napolitana del período se encuentra en L. Rocco, La stampa periodica napoletana delle rivoluzioni, y, sobre todo en E. Taliento, Appunti storico-bibliografici sulla stampa periodica napoletana. El análisis más reciente, aunque no necesariamente muy detallado, puede verse en A. Galante Garrone y F. della Peruta (eds.), La stampa italiana del Risorgimento.
31 Esta definición ha sido acuñada por primera vez por J. M. Portillo Valdés, La Nazione cattolica, y después ampliada y precisada en Revolución de nación.
32 S. di Santarosa, La Rivoluzione Piemontese nel 1821, pp. 102-103: Se i liberali piemontesi non videro tutti con piacere la costituzione prescelta da’Napoletani, la maggior parte di essi però riconobbe nella loro rivoluzione una di quelle grandi occasioni che la Provvidenza offre alle nazioni conculcate, di riprendere onoratamente il loro posto sulla scena politica […]. INapoletani avevano rivendicato i loro diritti, erano nostri fratelli; noi non potevamo abbandonarli senza venirmeno al dovere, all’onor nazionale. Casi con las mismas palabras se expresó otro patriota piamontés, exilado después en Inglaterra, Carlo Beolchi: I Napoletani avevano proclamato la costituzione di Spagna del 1812. Volendo noi fare causa comune con Napoli, non volendo portare in mezzo ai patriotti italiani la divisione e la discordia, altra scelta a noi non rimaneva che la costituzione di Spagna, e questa si convenne di proclamare: C. Beolchi, «Il Piemonte nel 1821», p. 288 [ «Los Napolitanos habían proclamado la Constitución de España de 1812. Nosotros, queriendo hacer causa común con Nápoles y no llevar entre los patriotas italianos la división y la discordia, no teníamos otra opción que la Constitución de España, y entonces se decidió por proclamarla»].
33 Archivio di Stato di Milano, Ministero della Guerra, cartella 49, Carta del general Millosevitz al ministro de la Guerra, fechada el 11 de julio de 1809: Se qualche cenno io avessi a farle sul pervicace carattere di questa guerra, direi a V. E. che da un popolo, quanto ignorante e superstizioso altrettanto memore della sua antica grandezza, noi dobbiamo attenderci dei più gravi sforzi. Favorito da un paese montuoso ed inospite: da un paese in cui non trovasi alcuna grande strada, alcuna guida, né alcuna spia, i nostri movimenti non ponno avere quella rapidità, quell’impulso, e quell’insieme, che si rendono necessari in ogni guerra, ma segnatamente nella guerra di cui si tratta. Ogni volta che le nostre truppe s’incontrano colle nemiche, le battono, le disperdono; ma i loro avanzi ben presto si riuniscono, ed assistiti da uno stuolo numeroso di paesani, corrono su i nostri fianchi, ed alle nostre spalle; attaccano i nostri convoj, rendono deserto il paese; e fanno a noi in diverse fiate quel male che loro facciamo in poche.
34 A. Lissoni, Gl’Italiani in Catalogna, p. 346: Lodio nazionale che generalmente esisteva contro i francesi avea posto una specie di unità negli sforzi senza direzione del popolo, e si vide insieme alla guerra regolare nascere un sistema di guerra a minuto, una specie di sistemato disordine, che perfettamente si adattava al genio indomito della nazione spagnola. La cursiva es mía. El libro de Lissoni no salió en Londres, pero sí en Milán, por Destefanis. El volumen, publicado sin el visado de la censura, fue secuestrado dos veces por la policía austríaca, en 1823 al librero Orcesi en Lodi (cuatro copias), y el año siguiente en Milán todos los ejemplares que tenía el banchettista Gaetano Schieppati. Sobre estos acontecimientos, véase M. Berengo, Intellettuali e librai nella Milano della Restaurazione, pp. 80-81. También otras importantes obras: A. Lissoni, Episodi della guerra combattuta dagli italiani in Ispagna, y La Difesa dell’onore dell’armi italiane oltraggiate. Además he descubierto recientemente que el volumen anónimo Osservazioni, aggiunte, schiarimenti, emende e considerazioni storico-militari all’opera del Sig. Cav. Maggior Vacani intitolata Storia delle campagne es, sin ninguna duda, obra de Lissoni, como lo demuestra la consulta del Archivio Lissoni, plico 3, doc. 26, Elenco di opere o traduzioni di A. L., conservado en las Raccolte Storiche del Comune di Milano, en el Museo del Risorgimento de la misma ciudad. Sobre Lissoni véase ahora F. Mincone, «Antonio Lissoni e Gl’Italiani in Catalogna».
35 «Della guerra di Parteggiani», en La Minerva Napolitana, 20 febrero de 1821, pp. 59-70 y 27 febrero de 1821, pp. 126-152. Ha sido reimpreso en E. Liberti (ed.), Tecniche della guerra partigiana nel Risorgimento, p. 375: Un uffiziale che si è distinto nelle guerre di Spagna, e che sente tutta la giustizia della nostra causa e la necessità indispensabile di respingere straniere aggressioni, ci ha inviato un suo manuscritto sulla guerra di Parteggiani sparso di molti saggi e nuovi consigli; de’ quali non dobbiamo defraudar la nazione nelle attuali circostanze in cui ella o deve combattere a morte, o soffrire l’onta d’una eterna infamia.
36 Sobre Carlo Bianco me permito remitir a V. Scotti Douglas, «Carlo Bianco, l’ “inventore” della guerra per bande».
37 P. Pieri, «Carlo Bianco conte di Saint Jorioz». La cita se encuentra en p. 377: nove decimi la sua trattazione sull’esempio e l’esperienza della guerra di Spagna del 1808-14 contro i Francesi.
38 C. Bianco di Saint-Jorioz, Dellaguerranazionaled’insurrezione perbande, t. I, pp. 1-2.
39 Ibid., t. I, p. 88: devesi dalle regole conosciute della tattica degli eserciti regolari europei allontanare.
40 Ibid., t. I, p. 120: esser perciò cosa necessaria, che gl’Italiani abbiano a quella guerra leggiera ricorso, che la Spagna dall’invasione francese già liberò.
41 Ibid., t. I, pp. 88-89: secondo principj generali prestabiliti, dalle bande non operavasi, ma tutte allo stesso scopo dirette, nei mezzi […] tutta volta differivano […] le fisse, ed invariabili regole […] le quali dovranno sempre però essere dalla perspicacia del condottiere, alle occorenze, ai tempi, ed alle situazioni, convenevolmente applicate.
42 Ibid., t. I, p. 133: l’indole di questa guerra, è terribile, perché ordinariamente in conseguenza della disperazione s’intraprende, a che, o da un’occupatore straniero o dalla tirannia domestica, trovasi un popolo duramente astretto.
43 Ibid., t. I, pp. 169-170.
44 Ibid., t. I, p. 309; t. II, pp. 66-70; t. II, pp. 182-186.
45 Ibid., t. I, pp. 140-143 y 279-280; t. II, pp. 174-176.
46 G. Mazzini, «Della guerra insurrezionale conveniente all’Italia». El artículo fue reeditado muchísimas veces: en 1849 en Roma con muchas addenda, en 1853 en Génova, y otras muchas veces después de la Unità. La cita proviene de: G. Mazzini, Scritti editi ed inediti, t. III, pp. 198-229.
47 Ibid., pp. 222-223: E il popolo vinse, vinse i vincitori del mondo, vinse il fiore degli eserciti di Napoleone, vinse perché l’odio contro lo straniero […] diventò rabbia, delirio, tormento, religione […] perché non si parlava mai, s’operava […] perché, ripetiamolo anche una volta, fu guerra di bande contro eserciti regolari […]. Fu guerra atroce, molteplice, instancabile, che non dava tregua al soldato, non sonni, non sicurezza di vettovaglie, non asilo coperto. I Francesi erano padroni del luogo ove posavano il piede, non d’altro; e in quello erano assaliti ad ogni ora, e per ogni parte.
Auteur
Università di Trieste
Le texte seul est utilisable sous licence Licence OpenEdition Books. Les autres éléments (illustrations, fichiers annexes importés) sont « Tous droits réservés », sauf mention contraire.
La gobernanza de los puertos atlánticos, siglos xiv-xx
Políticas y estructuras portuarias
Amélia Polónia et Ana María Rivera Medina (dir.)
2016
Orígenes y desarrollo de la guerra santa en la Península Ibérica
Palabras e imágenes para una legitimación (siglos x-xiv)
Carlos de Ayala Martínez, Patrick Henriet et J. Santiago Palacios Ontalva (dir.)
2016
Violencia y transiciones políticas a finales del siglo XX
Europa del Sur - América Latina
Sophie Baby, Olivier Compagnon et Eduardo González Calleja (dir.)
2009
Las monarquías española y francesa (siglos xvi-xviii)
¿Dos modelos políticos?
Anne Dubet et José Javier Ruiz Ibáñez (dir.)
2010
Les sociétés de frontière
De la Méditerranée à l'Atlantique (xvie-xviiie siècle)
Michel Bertrand et Natividad Planas (dir.)
2011
Guerras civiles
Una clave para entender la Europa de los siglos xix y xx
Jordi Canal et Eduardo González Calleja (dir.)
2012
Les esclavages en Méditerranée
Espaces et dynamiques économiques
Fabienne P. Guillén et Salah Trabelsi (dir.)
2012
Imaginarios y representaciones de España durante el franquismo
Stéphane Michonneau et Xosé M. Núñez-Seixas (dir.)
2014
L'État dans ses colonies
Les administrateurs de l'Empire espagnol au xixe siècle
Jean-Philippe Luis (dir.)
2015
À la place du roi
Vice-rois, gouverneurs et ambassadeurs dans les monarchies française et espagnole (xvie-xviiie siècles)
Daniel Aznar, Guillaume Hanotin et Niels F. May (dir.)
2015
Élites et ordres militaires au Moyen Âge
Rencontre autour d'Alain Demurger
Philippe Josserand, Luís Filipe Oliveira et Damien Carraz (dir.)
2015