Las Jornadas del Bruc y la construcción de memorias políticas nacionales
p. 87-110
Résumés
Esta ponencia se centra en las diversas lecturas de las batallas del Bruc, acaecidas en junio de 1808 y realizadas a lo largo de un siglo, por parte de las heterogéneas tradiciones políticas catalanas. En el texto se pone en tela de juicio la existencia de un único mito fundador de la nación española, para adentrarse en las contradicciones presentes en la compleja familia liberal y republicana, junto al intento de apropiación efectuado por el carlismo y el integrismo. A continuación se discute el supuesto fracaso de la política conmemorativa gubernamental en Cataluña, así como la responsabilidad de la Lliga Regionalista en la repercusión que tuvo. Por el contrario, el centenario tuvo un gran éxito de participación en los actos desarrollados en la Cataluña central (Manresa, Igualada, el Bruc), con un claro protagonismo de la Lliga y del carlismo. Para entonces, ya habían cuajado distintas visiones del pasado y la memoria de la Guerra del francés no era sinónimo, necesariamente, de una identidad nacional unívoca.
Cette contribution envisage les différentes lectures auxquelles ont donné lieu les batailles du Bruc — juin 1808 — de la part des traditions politiques catalanes, très hétérogènes, tout au long du siècle. Elle remet en question l’existence d’un mythe fondateur unique de la nation espagnole en explorant les contradictions présentes dans la famille libérale et républicaine, complexe, sans oublier la tentative d’appropriation à laquelle se livrent le carlisme et l’intégrisme. On s’interroge ensuite sur le soi-disant échec de la politique commémorative du gouvernement en Catalogne, ainsi que sur la responsabilité de la Lliga Régionalista dans cet échec. À l’inverse, le centenaire a connu un grand succès dans le centre de la Catalogne (Manresa, Igualada, le Bruc), un centenaire marqué par une forte participation populaire aux cérémonies et dans lequel la Lliga et le carlisme ont eu le premier rôle. À cette époque-là, plusieurs visions du passé s’étaient déjà cristallisées, et la mémoire de la guerre d’Indépendance n’était pas forcément synonyme d’une identité nationale univoque.
This paper deals with the various accounts of the battles at El Bruc in June 1808, built up over the course of a century by the different political traditional in Catalonia. The article questions the existence of a single founding myth of the Spanish nation and looks more closely at the contradictions in the complex liberal/republican family, at the attempt by the Carlists to appropriate it, and at integrism. It goes on to discuss the supposed failure of government commemorative policy in Catalonia and the responsibility of the Lliga Regionalista in that failure. On the other hand, the centenary was a great popular success in the celebrations held in central Catalonia (Manresa, Igualada, El Bruc), where the Lliga and the Carlists were clearly the protagonists. By that time various different views of the past had taken shape and the memory of the French War was no longer necessarily synonymous with a single national identity.
Texte intégral
1En las estribaciones de Can Massana, una masía centenaria situada en el macizo de Montserrat y en el término municipal del Bruc, tuvieron lugar los días 6 y 14 de junio de 1808 dos choques entre tropas francesas salidas de Barcelona y cuerpos de tropa y paisanos venidos de Manresa e Igualada. Sus consecuencias fueron mucho más allá del mero acontecimiento bélico, en la medida en que influyeron en la construcción de un referente simbólico y un vínculo de identidad política de larga duración. Lugar de batalla entre el ámbito local y nacional, entre la concepción de la sociedad liberal y el anhelo comunitario tradicionalista y católico, nos encontramos con un espacio histórico que sirvió de elemento de actualización política para corrientes ideológicas de diversa índole. La memoria se convirtió así en un lugar de reconocimiento, definición y mito movilizador de las diversas culturas políticas. En nuestro caso, una atalaya desde donde rastrear los distintos usos de la historia.
2Estudiaremos de forma más cercana a la realidad histórica las batallas del Bruc y el protagonismo de un personaje como el timbaler (tamborilero), figura común a la de otros héroes como Agustina de Aragón en Zaragoza, el palleter en Valencia, o Manuela Malasaña en Madrid. Ello nos permitirá separar con mayor acierto lo que fueron propiamente los sucesos históricos de lo que con el tiempo acabaron siendo un recuerdo interesado. Procederemos a hacer un recorrido más detenido de las diversas apropiaciones efectuadas por las tradiciones y culturas políticas existentes en la Cataluña central, en un marco cronológico abierto durante más de cien años. Todo ello servirá para enriquecer el debate acerca de la construcción del Estado-Nación en Cataluña y España y el papel que jugaron las políticas de memoria.
Un encuentro en las columnas de Hércules
3La situación por la que atravesaba la Península y Cataluña el verano de 1808 es de todos conocida. Vacío de poder político, la monarquía en quiebra, las principales ciudades ocupadas por tropas francesas, y un verdadero clima prerevolucionario que se manifestaba en el intento de control por parte de los notables locales del pueblo bajo, que demostraban así su descontento por años de crisis económica e incertidumbre política. Ciertamente, el ejército napoleónico dominaba las grandes ciudades y las rutas principales pero estaba muy lejos de tener asegurado el territorio. Una vez encendido el fuego de la revuelta, la preocupación de las autoridades francesas fue la de impedir el corte de las líneas de comunicación con Valencia, Zaragoza y la frontera por Figueras, así como evitar que Barcelona se viera envuelta por enjambres de partidas de paisanos1.
4El general Philibert-Guillaume Duhesme dirigía el cuerpo de ejército de los Pirineos Orientales, compuesto por quince mil soldados de leva, franceses e italianos, tropa bisoña pero encuadrada por oficiales muy experimentados. Tal y como lo manifestaron los mismos mandos franceses, y recoge abundantemente Maties Ramisa, Cataluña era un teatro de operaciones particular por sus características militares (cercanía de la frontera, dificultades de luchar en campo abierto, relieve accidentado salpicado de numerosas casas de labradores, algunas de ellas importantes), pero también por la singularidad de su desarrollo social y económico, y por el protagonismo civil acaecido en la guerra de 1793 a 1795. En ese contexto, el propósito de Duhesme fue el de maniobrar con una columna de tropa para controlar Manresa y Lérida, que le abriera el paso hacia Zaragoza, mientras que el general Chabran era enviado al sur para controlar Tarragona y Castellón.
5Manresa, cabeza de corregimiento cercano a los 9.000 habitantes, era el principal núcleo sedero de España junto a Valencia. Al mismo tiempo cabe reseñar la producción de vino y aguardiente que se exportaba hacia otras comarcas catalanas y América, junto a la hilatura de algodón, los molinos harineros y polvoreros, y el sector de los pequeños campesinos de regadío2. En los siguientes cien años se consolidó como el segundo centro algodonero más importante de Cataluña, después de Barcelona. En 1900 alcanzó a ser la cuarta población catalana en peso demográfico (con 23.416 habitantes) y económico, tras Barcelona, Tarragona y Reus. Precisamente, en el verano de 1808, los franceses tenían un gran interés por hacerse con el dominio de las fábricas de pólvora antes que hicieran servicio al enemigo, como acabó sucediendo. Pero lo que hacía de Manresa una ciudad muy inestable era el efecto negativo de la crisis en la ocupación manufacturera y en el comercio. A todo ello se añadía el duro peso de los impuestos, sólo aliviado en parte por el reparto de raciones en las ollas para pobres. Es sintomático el éxito que tuvo en un inicio el alistamiento de voluntarios en los somatenes, puesto que con ello se garantizaban un sueldo de cuatro reales diarios, pan y bebida3.
6La mayor parte de los relatos que a lo largo del siglo xix y xx construyeron una visión idealizada de las batallas del Bruc, omitieron de forma interesada el estado de crisis y división social que existía en la ciudad y en el país. Como es sabido, la revuelta social se canalizó a través del levantamiento contra el invasor. A este respecto, es muy significativo que una comisión de autoridades manresanas que fue a conferenciar a Barcelona con las francesas alegara que la culpa de todo la tenía lo poble baix català y ninguno de los de respecte. Las actitudes dubitativas de algunas de las clases altas frente al ocupante fueron tomadas como una afrenta, y se confundieron con actos como la quema del papel resellado de la nueva administración, el día dos de junio, ataques a algunos propietarios rurales, y otros, como el motín popular sucedido un mes después, donde murió asesinado el gobernador militar de la ciudad4.
7De Barcelona salió una columna en dirección a Manresa, Lérida y Zaragoza, compuesta de unos 3.800 hombres, muchos de ellos napolitanos y suizos, mandados por el general Schwartz, de orígen westfaliano. No eran, por tanto, los cuerpos de veteranos de la Grande Armée que vinieron meses después. La tropa francesa se detuvo el día 5 en Martorell, tras una fuerte tempestad, y subió un día más tarde por el camino real del Bruc, que atravesaba Montserrat hasta llegar al pie de Can Massana, masía por entonces propiedad del monasterio. Este fue el punto crítico donde tuvieron lugar las dos acciones militares del 6 y 14 de junio, en un terreno más propicio a la sorpresa y el hostigamiento típico de la guerra de guerrillas que a la lucha en campo abierto, donde la caballería pudiera cargar y la artillería encontrar objetivos fáciles.
8En la jornada del 6 las tropas francesas toparon con grupos de somatenes venidos de Manresa, Igualada y pueblos de ambas comarcas. Pero también contó con la participación cualitativa de compañías de soldados profesionales integrados en el ejército real y que habían escapado de la Barcelona ocupada. Pertenecían al regimiento de infantería Wimpffen, compuesto de soldados suizos, y por un contingente de soldados valones y otros soldados regulares. El conjunto de los resistentes sumaba los 2.000 efectivos, entre los cuales, como hemos dicho, una tercera parte eran profesionales. La participación popular en este combate y en el siguiente debe ser, por lo tanto, matizada. Lo significativo es que de estos acontecimientos no surgió ningún héroe de carrera militar, en contraste a la pléyade de líderes que emergerían después de extracción social popular o acomodada. Sobre el desarrollo y desenlace de estas acciones militares no se ha escrito todavía la obra definitiva. A pesar que exista abundante documentación y bibliografía, la pugna que se estableció posteriormente entre Manresa e Igualada por el protagonismo principal en los sucesos, hace de tal empresa una labor pesada cuando no ingrata. Parece ser que el acceso al paso de Can Massana estaba obstaculizado por barricadas de árboles y rocas, y un foso que cortaba el camino. Las tropas francesas encontraron una resistencia inesperada. Poco podían hacer con la caballería y la artillería, así que una parte de la lucha fue cuerpo a cuerpo. Los coraceros franceses, formación teóricamente de elite, sufrió entonces el hostigamiento constante de los paisanos y la tropa parapetados tras la vegetación y el relieve rocoso.
9Este fue un escenario propicio también para la invención de heroicidades e intercesiones celestiales. Dada la imposibilidad de avanzar, la retirada francesa fue asimismo dificultosa. Los partes militares aluden a una pérdida de 300 hombres y un cañón, a los que se debe añadir 500 bajas más el día 14; una batalla esta segunda seguramente más importante desde el punto de vista militar regular, pero que tuvo escasa incidencia en la propaganda del bando patriota y en la memoria histórica. Según el informe del general francés Porte, a partir de entonces los paisanos pensaron que aquel desfiladero «era para el ejército francés las columnas de Hércules». El lugar se convirtió enseguida en un espacio de memoria con la colocación de una columna conmemorativa que tenía la siguiente inscripción:
Viajero que pasas por aquí, el francés ha aparecido y vencedor en todas partes, no ha podido forzar este paso. Los vencedores de Marengo, Austerlitz y Jena fueron vencidos aquí el 6 y 14 de Junio de 18085.
10En resumen, los fracasos sucesivos de las tropas napoleónicas en el Bruc, unido al triste estado con que entraban los soldados franceses por el portal de Sant Antoni en Barcelona, causó un fuerte impacto en la opinión pública de la capital. A partir de entonces se pudo cuestionar el carácter supuestamente invencible del ejército francés, y los sucesos sirvieron para galvanizar al conjunto de la resistencia catalana.
La lucha por el protagonismo en clave católica
11Uno de los primeros aspectos a destacar es la rapidez con la que comenzó a surgir un tipo de relatos que contribuirían en el futuro a la creación del mito patriótico. Más allá de la literatura que a menudo aparece asociada a la glorificación de las batallas, en los partes e informes de los jefes militares o en la propaganda de formato popular a través de romances, sermones o canciones, los hechos del Bruc despertaron el interés de escritores gracias a su potencial evocador y movilizador. Así pues, el decano de los periódicos manresanos, el Diario de Manresa, reseñaba en su edición del 29 de junio de 1808 que los catalanes habían tenido la satisfacción de haber sido los primeros en defender «los Sagrados derechos de la Monarquía y de la Religión» y que habían vencido a un coloso, Napoleón, a quien consideraban embustero por jactarse de haber sometido la ciudad de Manresa a sus poderes. Un ardiente patriotismo recorrió las páginas de los números venideros. En septiembre de 1808 se afirmaba, curiosamente desde la vecina ciudad de Igualada, que Manresa había sido
en cierto modo la restauradora de España […]. Así como la España debe tal vez su libertad al Principado de Cataluña, y este a Manresa, de la propia manera toda la Europa la debe a los sucesos de España6.
12La finalidad de la propaganda patriótica era bien clara: hacer de acicate para estimular otras ciudades del Principado que vivieran una situación similar. Ese fue el sentido de las diversas composiciones anónimas, romances y canciones, sobre el protagonismo de Manresa o de la misma Igualada7.
13La doble victoria del Bruc se presentó desde los inicios como un milagro de la Virgen de Montserrat y de los santos patronos locales para compensar la supuesta desproporción de fuerzas de ambos bandos. En una fecha tan temprana como el 6 de junio de 1809, tuvo lugar la primera fiesta a iniciativa del capítulo de la Seo. Años después el fraile capuchino Silvestre de Barcelona fue el autor de un sermón en la basílica de Manresa el 6 de junio de 1814, que fue posteriormente impreso, donde vinculaba las victorias a la presencia de las banderas de la Purísima y de los Santos Mártires, patronos de la ciudad.
14Esta propaganda sublimaba especialmente el heroísmo de un puñado de paisanos mal pertrechados que se atrevieron a desafiar a quien estaba conquistando Europa con su invencible ejército. La intervención del pueblo dejaba paso a una interpretación ambigua, ya que podía contentar a los liberales pero también a los tradicionalistas puesto que para ellos era un pueblo guiado por líderes naturales e iluminados por la intercesión del cielo. De forma significativa, estos escritos ignoraban la presencia e intervención decisiva, en algunos momentos, de los soldados procedentes del ejército regular.
15En este debate sobre los protagonismos, tuvo una enorme importancia la reivindicación del papel jugado por los somatenes, agrupaciones informales de paisanos armados que se reunían ocasionalmente en tareas de represión del bandidaje o como fuerza bélica auxiliar. Agrupaciones que durante los meses centrales de 1808 jugaron un papel ambivalente, dedicados tanto al control social local, como a canalizar la protesta y la revuelta. No obstante, a lo largo del siglo xix vivieron un proceso creciente de formalización y de control por parte de las autoridades y grandes propietarios locales de la alta montaña catalana. Con el tiempo, el somatén sería cada vez más sinónimo de una fuerza dedicada al mantenimiento del orden y de represión de las nuevas formas de protesta del movimiento obrero y campesino, y de aquí la sintonía total entre conservadores y carlistas en reivindicarlos y otorgarles un papel central en la Guerra de la Independencia. La intervención del pueblo en el pasado no fue «cualquier participación», sino que se percibió como una intervención mediatizada, encuadrada, todo un modelo de acción social. El papel del «pueblo» para el liberalismo quedaría, con estos antecedentes, reducido a ocupar un espacio estrecho, tortuoso, de difícil articulación en un discurso eficaz y creíble, y no sólo porque enfrente tenían a Napoleón, tenido por símbolo y heredero de la Revolución francesa8. En el futuro, la memoria del somatén sería apropiada con mayor intensidad por conservadores y carlistas, descolocando en cierta medida a la cultura política liberal, a pesar de sus esfuerzos.
16Los somatenes de Manresa, ayudados por otros de los pueblos del corregimiento, se arrogaron un protagonismo central en estos hechos. Un liderazgo que sería discutido por la vecina ciudad de Igualada, capital de la comarca de la Anoia. A partir de la segunda mitad del siglo xix, se derrochó una cantidad ingente de tinta para demostrar que las dos ciudades pugnaban por un protagonismo exclusivo en la lucha contra el francés. En realidad ambas ciudades se disputaban un pedestal en los anales de la historia romántica de Cataluña. Se trata de una verdadera batalla por la memoria ciertamente curiosa que no tendrá parangón en otros espacios de memoria de la guerra del francés. Fueron dos ciudades y sus héroes locales los que reivindicaban la hazaña.
17Los orígenes del combate conmemorativo se tienen que fijar alrededor de 1880, una fecha decisiva en la codificación del calendario patriótico catalán de raíz católica. En ese sentido, entre 1880 y 1881 tuvo lugar la coronación de la Virgen de Montserrat como patrona de Cataluña. No obstante, no podríamos entender la complejidad de esta rivalidad sin tener en cuenta las dinámicas políticas y económicas internas de estas ciudades. En esos momentos Igualada estaba intentando recuperarse de una profunda crisis que había experimentado su industria algodonera, incapaz de modernizarse. En años anteriores había perdido la posibilidad de conectarse a través del ferrocarril con Barcelona cuando la compañía del Norte en 1859 prefirió Manresa y su potencia industrial vinculada al sector textil. Además, el clima político durante el Sexenio se había polarizado fuertemente entre carlistas y republicanos. En 1873 Igualada fue ocupada y saqueada por el ejército carlista, siendo llamada «la Varsovia de Cataluña». El esfuerzo de superación de este «trauma» local tendrá mucho que ver con la vehemencia con la que los sectores católicos, carlistas e integristas igualadinos reivindicaron el liderazgo. Ambas ciudades, Igualada y Manresa, necesitaban aquel tipo de prácticas culturales que fomentaran la cohesión social. Salieron traumatizadas y fuertemente polarizadas tras la experiencia del Sexenio democrático, pero mientras una, Igualada, intentaba recuperarse del pesimismo y de oportunidades económicas perdidas, Manresa, en cambio, miraba el futuro con más confianza. Hasta 1893 Igualada no estaría conectada por vía férrea con Barcelona9.
18El 6 de junio de 1880 se inició, pues, una larga polémica desde las páginas del Semanario de Igualada (católico y tradicionalista) y La Colmena de Igualada (liberal progresista) tendentes, los dos, casi de forma obsesiva, a situar la preponderancia del somatén de esta ciudad capitaneada por la bandera del Santo Cristo en estas jornadas. Los argumentos que esgrimía el Semanario de Igualada relegaban Manresa a una posición subordinada mediante el recurso de una particular cronología que avanzaba en tres días los prolegómenos de la primera batalla; unos preparativos que se debieron al concurso decisivo del somatén de Igualada, con el respaldo de la bandera del Sant Crist.
19La contraofensiva manresana no se hizo esperar. Fue el Semanario de Manresa, publicación homónima ultra-católica, el que impugnó punto por punto las gestas igualadinas no dudando en utilizar para ello escritos procedentes de historiadores, algunos de ellos liberales. En este caso, la pluralidad de las fuentes reforzaba la legitimidad del argumento. El arsenal historiográfico pasaba por autores como Francesc Xavier de Cabanes, Pau Piferrer, Adolf Blanch, Manuel Angelon, Víctor Balaguer, además de un buen número de folletos de época10.
20En realidad, estaban en liza dos visiones gemelas, católico carlistas, de la gesta del Bruc. La lucha se planteaba en clave de identidad católica local. Lo que se venía a proclamar era «quién y de dónde» era el primer católico que condujo los somatenes a los peñascos de Montserrat para luchar contra los impíos franceses. Por contra, interesaba menos si esas gestas embellecían la mayor gloria de España, como tampoco la de Cataluña. Este es un aspecto fundamental en el engarce de las identidades, más horizontales que verticales, y el papel que jugaron estos referentes históricos en la construcción de una «memoria nacional».
21En paralelo a la batalla por la memoria librada entre las dos ciudades, se alimentó otra vertiente de esta pugna con el ensalzamiento de los héroes locales respectivos. Es el caso del terrateniente igualadino Antoni Franc, tenido por sus hagiógrafos como «primer caudillo catalán» de la guerra. El caso también de los manresanos Francesc Riera y Maurici Carrió, al lado del canónigo de esta última ciudad Ramon Montañá, por no hablar de Isidre Llusà, el conocido timbaler, perteneciente a una notable casa de labradores del municipio de Santpedor. Todos ellos formarán parte del panteón de héroes vinculados a los hechos del Bruc y, como tales, de las galerías de personajes ilustres que adornaban simbólicamente los salones de las casas consistoriales11.
22El político tradicionalista y procurador de los tribunales Carles Puget, lideró la campaña igualadina aunque la polémica comenzó a tomar un carácter más amplio a través de los artículos que escribió en el Diario de Barcelona el archivero municipal e historiador del arte Josep Puiggarí i Llobet, declarado hijo adoptivo de Igualada12 Entre 1891 y 1900 reclamó su protagonismo en la dirección de los somatenes que hicieron frente al invasor. Por su parte, los autores manresanos presentaban versiones contrapuestas que catapultaban a uno u otro héroe en función del significado atribuido por cada tradición política. Así, según el clérigo y periodista integrista Josep Servitje i Guitart, lo más notable a destacar era el papel de los eclesiásticos manresanos y del canónigo Ramon Montañá13. En cambio, para los sectores carlistas lo fundamental fue la reivindicación de la familia Carrió, ya fuera el padre Maurici Carrió i Serracanta, o su hijo Maurici Carrió i Torrella14.
23Hasta la publicación en el semanario liberal moderado La Antorcha Manresana en 1859 del relato de Maurici Carrió i Serracanta en boca de su hijo, la cuestión de los personalismos era un tema secundario. A partir de entonces circularon dos versiones opuestas de los hechos. En 1867 el liberalismo progresista se desmarcaba un tanto de la polémica considerando el relato de Carrió «de exageradas pretensiones e increíble exclusivismo»15. El semanario progresista La Crónica de Manresa reclamaba «lo que en más de medio siglo no se ha hallado oportunidad de cumplir», es decir, el decreto de las Cortes de Cádiz por el cual se autorizaba el levantamiento de una pirámide «que constantemente recuerde a la posteridad su conducta heroica en grado eminente», vindicando aquellos que perdieron la vida en el saqueo e incendio de Manresa de 1811. Lo significativo del caso es que desde una publicación de la ciudad se animase al Estado, cincuenta años después, a cumplir con sus promesas. Pero el «olvido» sería mutuo, del gobierno local y del Estado. Mucho más tarde, en 1908, coincidiendo con el centenario de las batallas, se obtuvo la concesión de una subvención por parte del gobierno para construir un grupo escolar en vez de la pirámide, que fue gestionada por el diputado a cortes de la Lliga Regionalista, Leonci Soler y March16.
24En síntesis, lo que los defensores de los Carrió achacaban a Montañá era que éste tuviera una posición más bien moderada, por decirlo en términos suaves, durante las primeras jornadas de junio, llegando a formar parte del grupo que fue a conferenciar con las autoridades francesas en Barcelona. Sólo en la segunda batalla, la del 14, el canónigo se puso al frente de los defensores. Según esta versión, los Carrió participaron muy activamente en la quema del papel sellado, en la revuelta contra la junta dubitativa y en la primera batalla del Bruc. En posteriores investigaciones habrá que confirmar o refutar si lo que en realidad se dirimía eran cuestiones de hegemonía en la derecha local, entre carlistas por un lado, y los católico-integristas y catalanistas conservadores, por otro.
25Por último, un elemento íntimamente unido a la épica de las batallas es el papel otorgado a Isidre Llusà i Casanova, el timbaler del Bruc. Seguramente es el personaje más mitificado y durante más tiempo, hasta pervivir en el franquismo. Las primeras referencias parecen encontrarse en la literatura militar de la época, en Francesc Xavier Cabanes, que comentando la participación del somatén de Santpedor, añadía que llevaba «una caja de guerra» que un joven tocaba con bastante regularidad. El tambor era el general en jefe, indicaba los puntos de ataque y otros toques de ordenanza. Una versión confirmada por una carta escrita desde dicho pueblo y enviada al Diario de Manresa el 29 de noviembre de 1808, donde se hacía referencia al tambor. No obstante, no será hasta 1881, cuando un médico manresano ultra-católico, Oleguer Miró, publicó en La Il·lustració Catalana una conversación con los descendientes del timbaler. Diez años después se colocaba una placa y en 1908, en ocasión del centenario, se hizo un discurso y homenaje en la propia casa de Llusà. Sea como fuere, el hecho fue asumido por sus paisanos con naturalidad17.
26Como nos ha sugerido más recientemente el historiador Stéphane Michonneau, los mitos del timbaler, del Bruc, o de los sitios de Gerona, permitieron una lectura en clave de identidad nacional española que tanto la dictadura de Primo de Rivera como la de Franco utilizaron con profusión, sin temer por ello a su uso paralelo por el catalanismo político conservador. Sin embargo, el hecho relevante es plantearse las razones de la patrimonialización por parte de los católicos y carlistas de dichas efemérides, y el fracaso relativo que tuvo su vindicación por la cultura política liberal. Así, unos milicianos liberales de Santpedor, durante el levantamiento realista del Trienio, se llevaron hacia Barcelona el famoso tambor de cara a animar con su presencia a las milicias y hacer frente de vuelta y en la montaña a las fuerzas absolutistas. En este sentido, en un detenido estudio, Jordi Roca rememora la obra de teatro popular de Josep Robreño, Numancia de Cataluña y libre poble de Porrera, que tuvo un enorme éxito durante aquellos años y en cuya portada figura el timbaler. Una imagen, por tanto, que tenía suficiente fuerza y atractivo entre los sectores liberales para ser comparada con la defensa heroica de Porrera frente a las huestes realistas. De hecho, como nos recuerda dicho historiador, la figura de los héroes niños no era nueva. En nuestro caso, el éxito del timbaler debe asociarse no sólo a la manipulación católica (fue un «mediador» entre la Virgen de Montserrat y el pueblo), sino porque representaba el espíritu originario de los somatenes, cuerpos dedicados en tiempos de guerra a defender su tierra no mucho más allá del espacio circundante, parroquial y comarcano. Esa defensa de los intereses materiales locales era lo que sintonizaba directamente su imagen con las tradiciones bélicas catalanas18.
Batallas de memoria y apropiaciones políticas
27En este apartado trataremos de las distintas percepciones que sobre unos mismos hechos tuvieron las principales corrientes políticas manresanas: el liberalismo político y los sectores demócratas y republicanos, el catalanismo de raíz católica y conservadora y, finalmente, el carlismo. Para ello nos hemos basado en el análisis de la prensa local, libros y folletos de época, en lo que tan sólo es una primera aproximación a un posible y más exhaustivo trabajo posterior.
28El liberalismo político en su conjunto asumió el discurso construido a partir de 1808. Puso el acento en la desproporción de fuerzas de uno u otro bando, en el ardiente patriotismo de los somatenes, y también en el apoyo espiritual de la Virgen. En ese sentido no eran discursos tan diferentes. Lo que llama la atención es que la gestión del recuerdo le concedió a la Iglesia un papel muy destacado. Ello es así puesto que la conmemoración anual tenía lugar en la basílica de la Seo; en ella el sermón era la pieza más notable, pronunciado por personalidades tan relevantes como el jesuita Fidel Fita o el sacerdote Jaume Collell. En esta política, el Ayuntamiento colaboraba estrechamente pidiendo el concurso de los vecinos y de los ancianos veteranos. Esto era lo que recogía la prensa manresana, con un denominador común, ya fuera la voz del moderado y católico La Antorcha Manresana o el liberal progresista Crónica de Manresa, entre 1859 y 1867: el móvil compartido de ese patriotismo era la defensa de la libertad y la defensa de la independencia.
29No obstante, podemos observar algunos matices entre las distintas posiciones. Según el testimonio del moderantismo manresano, «el amor a la patria es para nosotros parte de la educación, pero no el todo». En el levantamiento se debía «recobrar», no ganar, la libertad frente al extranjero. Pero lo decisivo de aquellas jornadas fue el poder de la Fe: «La oración es su escudo, su guía el Dios de los ejércitos, y su amparo la reina de los cielos»19. En pleno Sexenio democrático, los moderados recordaban nostálgicamente las unanimidades perdidas. A través de las páginas de El Manresano evocaban los años en los que todo el pueblo al unísono luchó contra el enemigo común, mientras ahora permanecía dividido y en conflicto. Con tono lastimoso se preguntaban «¿Si algo pudiera unirnos en el día?, ¿qué diferencia de tiempos?». Lo decían en pleno verano de 1873, con la guerra carlista, la cantonal y el conflicto cubano que rompían la cohesión imaginada de la guerra del francés20.
30Con todo ello, en la amplia familia política liberal podemos encontrar más de una característica común, como por ejemplo la reiteración en señalar la importancia de la quema del papel sellado como acto de rebeldía, pero sobre todo de afirmación política, por encima incluso de la admiración por las victorias en el Bruc, que no dejaban de ser un aspecto más del levantamiento del pueblo. Con el tiempo, este matiz también quedó supeditado al fuerte debate existente entre Manresa e Igualada, entre los propios caudillos manresanos o, lo que era peor desde la perspectiva liberal, por el predominio en el discurso y en la celebración de los actos de los sectores carlistas y católicos. El liberalismo político no supo o no pudo construir un discurso y una puesta en escena que le hicieran visible y hegemónico. Éste no pudo o no quiso dejar de lado determinados aspectos de la religión popular, como su admiración por la Moreneta, la Virgen de Montserrat, mientras por otro lado aspiraban a una sociedad más secularizada. Tampoco pudieron, por tanto, elaborar un discurso más centrado en el protagonismo del pueblo o la defensa de la Constitución. Mucho más cuando Manresa había sido la primera ciudad catalana en proclamar la Constitución, el 15 de Agosto de 1812, hecho que no tuvo el eco y el tratamiento adecuado. En los discursos se ponía de relieve que la ciudad había sido pionera en levantarse contra Napoleón, pionera incluso en secundar el levantamiento del pueblo de Madrid el dos de mayo, pero años después eran incapaces de situar la Constitución en el centro del discurso conmemorativo21.
31Quienes más denunciaron el progresivo predominio del sector «carlo-católico» fueron los grupos demócratas y republicanos. Ya en 1877, El Cardoner se quejaba del exclusivismo y manipulación de los católicos. Después de la derrota de éstos en la última guerra carlista, ahora se «refugiaban» en este tipo de eventos. Para los republicanos lo importante era resaltar que en 1808 el pueblo llano se quedó sólo, los más pobres fueron los que defendieron la nueva comunidad política cuando sus dirigentes tradicionales lo habían abandonado. Lo mismo que ahora, decían. Como vemos, todavía la guerra del francés era suficientemente potente para albergar distintas lecturas en clave de actualidad política.
32A principios del siglo xx, para el republicanismo unitarista representado en La Montaña Republicana, el pueblo despertó en 1808 del sueño al que le tenía sometido la teocracia. Hizo falta que viniera un impulso desde fuera para que el pueblo se librara de su yugo. En una clara lectura presentista, el periódico señalaba que entonces la reacción era dueña de todo. Un siglo después, en cambio, la reacción seguía siendo dueña del dinero pero no de las conciencias. En ese punto radicaba la diferencia. La fiesta del centenario de 1908 podía enseñar al pueblo a redimirse. El amor a las libertades llevó a éste a sublevarse, eso es lo que debían aprender. No obstante, reconocían, estas eran unas fiestas en profit, honra y gloria dels carlins y joventut catòlica, pagades per la ciutat.
33Pero el punto de mayor polémica y de significación política lo tuvo un escrito de nuestro ya conocido Josep Servitje. En realidad Servitje fue el autor del programa de fiestas del centenario, y en la alocución que lo precedía volvió a insistir en las rencillas entre los Carrió y Montañá. Pero lo más grave fue cuando utilizó la expresión «tristemente célebres», refiriéndose a las Cortes de Cádiz. El rotativo republicano atribuyó a esa barbaridad que el Ayuntamiento de Barcelona se abstuviera de trasladarse en delegación a Manresa, como sí lo hizo por el contrario a Igualada y al pueblecito del Bruc. Frente a ello aclamó desde sus páginas: «¡Benditas aquellas Cortes de Cádiz que en el año 12 la abrieron [a la libertad] de par en par las puertas!». Gracias a la constitución, proseguía, se habían puesto los primeros escalones del progreso y la civilización, y por ello «la noble nación española ha podido ir entrando en el concierto de las naciones más civilizadas»22. Un tipo de discurso sin duda heredero entre otros de las posiciones que pocos años antes defendía Emilio Castelar, pero sin duda una reivindicación constitucional muy tardía y a la defensiva, fruto de la disputa por el poder local con los hombres de la Lliga Regionalista.
34No obstante, y lo queremos dejar aquí como un apunte para desarrollar en posteriores investigaciones, entre el liberalismo político catalán y el republicanismo federal también aparecieron rasgos que matizaban, cuando no impugnaban más abiertamente, una concepción de la Patria española que habían construido los moderados. Ello se entronca con la tesis del doble patriotismo, catalán y español, que recientemente han revisado los historiadores Ferran Archilés y Manel Martí. Según ellos, el doble patriotismo, a partir de la experiencia valenciana, no debe ser entendido en términos de equivalencia, sino de subordinación de la identidad regional a la nacional española, de manera que convergieran sin crear demasiados problemas. No nos encontramos en este caso ante una debilidad estructural de la identidad española, puesto que durante muchos años su fuerza radicaba precisamente en su capacidad de engarzar ambos discursos patrióticos. Sin embargo, a nuestro parecer, con el tiempo y sin que ello fuera inevitable, en Cataluña y en el País Vasco las identidades derivaron en posiciones nacionalmente alternativas23.
35Por lo tanto, es hora de preguntarse si los hechos del Bruc pudieron servir o no para alimentar esta doble identidad o para erosionarla y refutarla. La debilidad de los modelos teóricos estriba, según nosotros, en dos aspectos. El primero, que no valora suficientemente la recepción de los discursos emanados desde el Estado. El discurso histórico de los moderados ponía el énfasis en los períodos del pasado donde el desarrollo de la monarquía hispánica unitaria fue mayor. En consonancia, la Guerra de la Independencia era el corolario, no el inicio, de la recuperación de la soberanía. Por su lado, para el historiador liberal progresista Modesto Lafuente era una revolución «nacional», no social24. Lecturas que no siempre contribuían a integrar a los sectores «periféricos» catalanes, ya fueran pertenecientes a la derecha católica o a la izquierda democrática y republicana.
36En este sentido, estos modelos tampoco valoran suficientemente el papel deslegitimador del catolicismo político y del carlismo en la construcción de la nación política española, ni tampoco del republicanismo federal. Estos últimos discursos no fueron necesariamente convergentes con el oficial. Las lealtades para el catolicismo y el carlismo no pasaban por la nación de ciudadanos, sino por los lazos tradicionales entre súbdito y rey, o entre feligreses y obispos. Por su parte, el concepto de nación en el pensamiento federal partía de la soberanía individual y era un ejercicio básicamente de democracia. Su nación era de ciudadanos pero su identificación con el modelo de estado liberal en España, heredado de la monarquía moderada, era muy escaso cuando no nulo25.
37Incluso dentro del liberalismo político catalán podían existir expresiones de un doble patriotismo más escorado, incluso, a la reivindicación de la epopeya catalana. En este sentido, es sintomática la pieza poética que el autor teatral y ensayista Francesc Ubach i Vinyeta, publicó en 1867 con el título Somatent en el semanario progresista La Crónica de Manresa. Ubach fue miembro fundador de la asociación Jove Catalunya en 1870, y poco después publicó una composición poética titulada La Jornada del Bruch (1874). Se enfrentó al modelo de historia de España del padre Mariana pero también al de Modesto Lafuente, por su enfoque castellano y poco integrador de otras realidades regionales. Lo significativo del poema Sometent es la centralidad que ocupa Cataluña, de una forma que no había aparecido antes, y la valoración del carácter heroico catalán y el antagonismo con Francia. La primera estrofa comienza con la frase Des que els canons de Berwick…, haciendo referencia directa al sitio de Barcelona en 1714 y a la pérdida de las instituciones y libertades propias. El sujeto son los catalanes y Cataluña, mientras que España sólo es un telón de fondo muy desdibujado. En este sentido, su discurso de ingreso en la Academia de Buenas Letras de Barcelona en 1888 llevó por título «Sistemático desvío de los historiadores castellanos respecto a los hombres y a las cosas de las tierras catalanas»26.
38Por otra parte, el catalanismo conservador manresano se nutrió de la movilización política que llevaron a término las asociaciones católicas en la difícil coyuntura del fin de siglo. Desde 1904 este sector ya dominaba el ámbito del gobierno local, porque fue capaz de aglutinar a la derecha, incluidos los carlistas, en un frente común, en oposición a una izquierda liderada por un republicanismo renovado27. Significativamente, en 1908, desde las páginas de El Pla de Bages, órgano político de los seguidores de la Lliga Regionalista, se volvieron a publicar los viejos fragmentos del discurso de Lluís Espinalt i Padró, fundador de la Lliga Regional, entidad adherida a la Unió Catalanista de Barcelona, en una velada conmemorativa sobre la acción del Bruc que se celebró en 1891. Entre el público abundaban los miembros del somatén de la comarca, y eso se notó en su discurso. Para Espinalt, los soldados de Napoleón representaban las ideas de 1789, la Enciclopedia y el ateísmo. Fracasaron sus soldados pero hoy en día, continuaba el orador, sus ideas eran esparcidas por los librepensadores catalanes. En aquellos años, el somatén detuvo con las armas en la mano la ventada revolucionària. La función actual del somatén, concluía Espinalt, era la de defender la tradición de la familia catalana puesto que «por la familia, reconstituiremos la Patria»28. No debemos de olvidar, por tanto, la lucha que se daba en clave interna, entre clericales y librepensadores, ambos tendencialmente divergentes del discurso identitario oficial.
39Otro autor que contribuyó decisivamente al discurso catalanista de matriz católica fue el sacerdote Jaume Collell, una de las plumas más representativas del denominado vigatanismo. En su juventud, en 1869, se presentó en los Juegos Florales de Barcelona y ganó un premio con el poema titulado A la gent de l’any vuit. Ya en su madurez, su intención continuaba siendo la de poner de relieve la actualidad del recuerdo y de la memoria en la lucha contra el liberalismo, personificado tiempo atrás en Napoleón, con la lucha contra la secularización y el avance de laicismo, propios del final del siglo xix. Collell fue invitado a pronunciar el discurso del certamen literario organizado por la Lliga Regionalista con motivo del centenario de las batallas, en 1908. Nos parece muy indicado reflexionar sobre el sujeto principal del ataque del eclesiástico, los intelectuales librepensadores, que durante mucho tiempo estuvieron representados políticamente por el republicanismo federal, y con los cuales también competían en términos de vindicación identitaria. Para Collell
els nostres moderníssims futuristes són els prudents afrancesats del l’any vuit, els filòsofs enciclopedistes, els intelectuals sense esperit català y per lo tant infeconds, que pretenen arrencar de nostres escoles la Doctrina Cristiana, l’únic llibre català que veuen els nostres infants29.
40Pero quizás el texto más significativo del discurso católico catalanista se lo debemos al obispo de Vic, Josep Torras i Bages, en la pastoral que dedicó a las fiestas del centenario y dedicada a Manresa, Igualada y pueblos circunvecinos. En aquellas batallas, lo que defendían un puñado de campesinos y artesanos era la dignitat y la santedat del seu país i de la seva familia, la llibertat de la pàtria i de la religió. Se oponían al mal y al despotismo que quería acabar con la Iglesia. Para el Obispo, Dios había escogido a gente sencilla con la intención de demostrar al mundo la fortaleza de la religión de los humildes frente a la soberbia de los que se creen sabios y omnipotentes. Las batallas del Bruc servían así para exhortar a los fieles a seguir el camino heroico de sus padres, amantes de la tradición que el obispo quiso elevar a bien supremo de la humanidad. En este sentido, su defensa de Cataluña venía a ser un precipitado espiritual, no material, fruto de un legado de generaciones anteriores que mantenían incólume su estimación por la familia, la patria y la religión. Una posición que se centraba en la reacción «interna», en el interior de Cataluña, frente al avance del materialismo y el ateísmo que dislocaba las jerarquías tradicionales30.
41Por lo que se refiere al carlismo manresano, tenemos que decir que éste constituyó una corriente política y social muy importante en la ciudad, con una presencia electoral nada desdeñable hasta 1923. Fue durante los años del Sexenio democrático cuando el carlismo en Cataluña y en el resto de España construyó una cultura política muy sofisticada, con un calendario y memoria propia, su panteón de héroes, sus símbolos y vocabulario, todo ello mediante una formidable empresa propagandística que renovó la imagen del pretendiente. En ese contexto, sólo en Manresa aparecieron dos publicaciones afines, El Faro Manresano (1869-1870) y, no podía ser menos, El Eco del Bruch (1870-1872)31.
42El carlismo creó con rapidez una memoria propia, y para ello no hubo que esperar a los años de la Restauración, cuando efectivamente la cultura carlista se desplegó por entero. Una memoria y una cultura política alternativa a la liberal. De hecho, es muy sintomático que el carlismo manresano fuera mucho más efectivo en homenajear a sus héroes que el liberalismo local. Ese era el sentido del homenaje anual a las víctimas, eclesiásticos y realistas asesinados en 1822 en el lugar cercano a Montserrat y denominado «Tres Roures»32. No deja de ser curioso que el consistorio manresano fracasara en su tentativa de presentar los ancianos veteranos a la reina Isabel en una visita que hizo a la ciudad en 1860. Los carlistas se presentaban a sí mismos como los legítimos herederos de los valientes patriotas de 1808. En las páginas de su prensa era habitual encontrarse con escritos y memorias de los vecinos, cantos a la heroicidad de alguno de sus personajes, como los Carrió y exultantes frases como «Manresa, antes quemada que francesa», muyran los gabaitxs, viva la Religió, viva el Rey, y otros tradicionales como Via fora sometent33.
43Las principales características de la memoria carlista recogían los elementos básicos del discurso católico, junto a otros elementos nuevos. Ese era el sentido de proclamar la ciudad de Manresa como la Covadonga catalana, recordando permanentemente que los manresanos ya habían socorrido Barcelona en antiguos tiempos de razzias árabes. Para el carlismo no existía distancia temporal entre 1808 y 1908, cuando el órgano de la juventud carlista manresana, LAmich del Poble, afirmaba que los héroes del Bruc eran los verdaderos antecesores de los buenos carlistas de hoy,
puig sacrificaren llur existencia, llurfamilia, llur hisenda, y tot quant més consols ens dona en aquesta vida, per la Patria y pel Rey34.
44El «tiempo» para carlistas y católicos discurría de forma distinta que para el liberalismo. Para éste último, el progreso señalaba una línea ininterrumpida de avances que los prejuicios no debían frenar. Para los primeros, en cambio, la lucha contra el liberalismo no era más que una etapa del combate eterno entre el bien y el mal nacido con el pecado original. Con ese imaginario, 1808 no estaba tan alejado de sus vidas y experiencias más cotidianas, y ello les proporcionaba verosimilitud. De forma similar, hoy en día determinadas confesiones religiosas incorporan relatos bíblicos acaecidos hace miles de años en el interior de un discurso aparentemente moderno. Otra característica notable de la memoria carlista de la guerra del francés era la lucha ideológica. Así, durante aquellos años se luchó fundamentalmente contra el liberalismo, que era considerado contrario a la libertad verdadera, la que proporcionaba la sociedad tradicional. Lo único que debía hacerse era recuperar aquel espíritu de sus abuelos, que habían demostrado que se podía derrotar a la bestia liberal cogiendo el trabuco. Un espíritu y carácter «verdaderamente español y catalán», frente al liberalismo desteñido, afeminado y extranjerizante. Justamente, con ocasión del centenario de las batallas en junio de 1908, el carlismo pondría a prueba al gobierno mediante un pulso que permitiría visualizar el alcance de esta fuerza política y los contenidos discursivos de la celebración.
El éxito local del centenario
45El mes de junio el escenario manresano estaba a punto para los actos conmemorativos, que se prolongaron durante las dos semanas de los días 6 y 14. Personas venidas de todos los rincones de la comarca, de los somatenes de los pueblos o llegados en el tren desde Barcelona, ocupaban las calles de la animada ciudad. Los actos tenían su parte más oficial y su lado más participativo y festivo. En las casas consistoriales se recibía a las autoridades, entre las cuales estuvo el subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública, César Sillió, delegado del gobierno para asistir al centenario. Éste aprovechó para poner la primera piedra de un grupo escolar, accediendo a los deseos de las autoridades manresanas, en lugar de colocar el monumento prometido por las Cortes de Cádiz, que nunca se llegó a erigir. En el solar del futuro instituto de segunda enseñanza, el alcalde a la sazón, Pere Armengou, regionalista de origen integrista, alabó las glorias de España, Cataluña y Manresa, mientras que el diputado a Cortes por el distrito, el también catalanista conservador Leonci Soler i March, aprovechaba para vincular la efemérides con el nuevo proyecto diciendo que el eco del tambor del Bruc terminaba en el mismo punto donde ahora comenzaba a elevarse el monumento escolar. Habló en representación del somatén manresano del que formaba parte. En realidad, el acto reservó un lugar central del homenaje a los somatenes cuya concentración tuvo lugar en las inmediaciones del escenario de las batallas con la presencia de los infantes de España y la asistencia del capitán general Arsenio Linares.
46A una distancia de pocos kilómetros, en Igualada, los actos tuvieron un respaldo oficial más decidido. Contó con la presencia de los infantes, que también pasarían por Manresa, Fernando de Baviera y María Teresa de Borbón, para otorgar la corbata de capitán general a la bandera del Sant Crist que había liderado el somatén igualadino en la batalla del día 6 de junio. Por su parte, no deja de ser curioso que las banderas de los santos patronos y de la Purísima Concepción de Manresa no recibieran tan «elevada distinción» hasta el 25 de mayo de 1929, de la mano de la familia real en pleno y del dictador. De forma paralela, la ciudad organizó una exposición que contenía los objetos que el somatén de Igualada se había apoderado en el transcurso de la contienda, y unos Juegos Florales presididos de forma honorífica por la reina Victoria Eugenia. Finalmente, el monumento en homenaje a las victorias del Bruc se erigió en terreno sagrado y no cívico, en el Monasterio de Montserrat, en 1911.
47Situados otra vez en Manresa, uno de los actos de gala fue la procesión y posterior Te Deum en la basílica, con la presencia del Ayuntamiento en pleno, diputados, autoridades militares, las banderas de los somatenes y las históricas de los santos patronos locales, que según la tradición habían asistido en las batallas del Bruc. El sermón fue pronunciado por Joan Benlloc, obispo de la Seu d’Urgell, que se había declarado hijo adoptivo. En el recorrido, las calles estaban engalanadas con banderas catalanas, españolas y francesas, y con algún que otro arco triunfal. Por la tarde tuvo lugar un concurso de grupos sardanistas, paseos de gigantes y cabezudos, y también un certamen literario con la presencia de Enric Prat de la Riba, presidente de la Diputación de Barcelona, y de Jaume Collell como orador. No dejó de ser curioso que durante aquellos días tuvieran lugar concentraciones de somatenistas y paisanos en Can Massana y en el pueblo del Bruc. Las crónicas periodísticas describían a los orgullosos participantes, algunos de los cuales llevaban las armas de sus abuelos y algún que otro tambor: Qui sap els francesos que potser va matar aquest trabuc, decía satisfecho un somatenista de Santpedor, el pueblo del legendario timbaler. Otro descendiente de uno de tantos héroes locales mostraba l’arma de pedra foguera amb la que matà l’abanderat dels francesos35.
48En un reciente artículo, Javier Moreno Luzón ha puesto de relieve la necesidad de discutir un modelo demasiado rígido, por el cual la supuesta desidia con la que miraron las elites políticas españolas el cultivo de mitos y celebraciones, impediría construir un proyecto de nacionalización eficaz36. Al contrario, a través del análisis de la política llevada a cabo por el gobierno de Antonio Maura en Zaragoza, en el centenario de la Guerra de la Independencia y del desarrollo conmemorativo en provincias, el autor nos señala que las batallas de la memoria fueron una prioridad en la agenda política local a pesar del inicial retraimiento del gobierno. Así pasó en Madrid, Valencia, Sevilla o Zaragoza, lugar éste último donde sí se obtuvo ayuda económica del Estado. Zaragoza y Aragón se convirtieron entonces en modelos de buen patriotismo frente a la posición negativa y exclusivista del catalanismo político, empeñado en celebrar el séptimo centenario del nacimiento del rey Jaime I. Antonio Maura, según este relato, habría actuado mediatizado por sus compromisos internacionales con Francia y por sus alianzas con el catalanismo conservador para aprobar el proyecto de ley de reforma de la administración local. De este modo, en Barcelona y parte de Cataluña la oleada conmemorativa no cuajó entre otras cosas porque, en palabras del autor:
[…] estaba dominado por partidos catalanistas que rechazaban tanto el carácter nacional de la guerra como la francofobia que conllevaba37.
49Sin embargo, a nuestro entender, desde la coyuntura de fin de siglo los elementos dinásticos habían perdido su vitalidad en Manresa y en buena parte de Cataluña. Los ritmos e intensidades de esta descomposición del turno son distintos en Cataluña y el resto del país. En Manresa, los mauristas locales —poderes fácticos y fabricantes— fueron acérrimos enemigos de los hombres de la Lliga, y mantuvieron una larga alianza electoral táctica con los republicanos radicales entre 1910 y 1923. Aún más, hemos visto ya cómo en las páginas de La Montaña Republicana o del liberal Diario de Avisos, su interés por el centenario era escaso, cuando no reactivo, frente a lectura negativa que hacía la derecha de la Constitución de 1812.
50La política catalana y española estaba muy fragmentada y era muy localista. En esta dirección no se pueden extrapolar los deseos e intereses de los hombres de la Lliga en Barcelona a los del resto del país. Quizás los de la Lliga o los republicanos de Barcelona no estaban muy motivados con el centenario, pero sí los catalanistas y católicos de Manresa e Igualada. Incluso los actos fueron en cierta forma asumidos por los republicanos. El evento permitía apropiaciones muy diversas, y por ello el Bruc tenía mucho más sentido para los de la Lliga Regionalista en Manresa que no el rey Jaime I. Manresa ya tenía su rey medieval particular, y éste era Pedro III, que le había concedido sus privilegios. Siguiendo este razonamiento, la conmemoración del centenario no fracasó en la Cataluña central, todo lo contrario. El Ayuntamiento, en manos de la Lliga y de personajes venidos del integrismo político, no tuvo ningún inconveniente en incorporarse a las celebraciones con la lucidez y los fastos necesarios.
51El debate sobre la influencia francesa y la francofobia, siendo importante en un sector más ilustrado del liberalismo barcelonés, como demuestra Stéphane Michonneau, no fue un factor determinante en otras localidades. Justamente este autor nos enseña cómo fueron las propias izquierdas barcelonesas y no sólo el catalanismo conservador, las que jugaron un papel clave en la desmitificación de la guerra38. La disparidad de interpretaciones del conflicto en Barcelona fue mucho mayor que en otros territorios, faltada como estaba de referentes locales con gran poder emotivo, al margen del homenaje a los restos de los mártires ejecutados tras un complot en 1809, y la erección de un grupo escultórico inaugurado en 1911. De todos modos, siempre podía existir una figura como la del peculiar escritor Josep Aladern, catalanista y republicano, quien puso de relieve el escaso eco de las fiestas de la Guerra de la Independencia en Barcelona. Para él, muchos ciudadanos se sentían más afrancesados ahora que antes, llevados por la admiración por su progreso y civilización. En cambio, «trátese de recordar su caída en poder de Felipe Vy entonces sería otra cosa»39. Era una memoria política singular la que se vislumbraba por entonces en Barcelona.
52Desde Madrid se fijó la mirada en las celebraciones barcelonesas sobre Jaime I, sin atender a las conmemoraciones de Manresa e Igualada, mucho más significativas como referente simbólico en el calendario español de la guerra. Quizás porque también el debate con el catalanismo actuaba como elemento definitorio de la nueva identidad española, con tanto o más vigor que el recuerdo de la Guerra de la Independencia. De hecho, Barcelona tenía poco capital simbólico local que conmemorar, puesto que se pasó la mayor parte de la guerra ocupada por el ejército francés. Cataluña fue uno de los territorios peninsulares que más tiempo estuvo ocupado, pasando incluso a formar parte directa del Imperio en enero de 1812, cundiendo la sensación de haber sido abandonada a su suerte por el ejército y las autoridades.
53Los representantes gubernamentales en Cataluña estuvieron muy interesados en el éxito del centenario, ya fuera en Barcelona, en Igualada o en Manresa. Según las propias palabras de Angel Osorio, gobernador civil de Barcelona, éste era un asunto que «con poco esfuerzo, puede cambiarse de local en nacional»40. Osorio aconsejaba a Antonio Maura que el Bruc, Manresa e Igualada aunaran sus esfuerzos:
[…] así podría ver exposición en Igualada, fiesta religiosa en Montserrat, revista de somaten en el Bruc y algo literario en Manresa41.
54Todo ello se cumplió punto por punto, y si algo debiéramos apostillar es que todavía se quedó muy corto en sus previsiones sobre Manresa, puesto que en la práctica se desarrolló, como hemos visto, un programa mucho más completo y ambicioso.
55Desde esta perspectiva, tiene un interés especial la estrategia planeada por el gobernador civil de multiplicar las visitas del monarca al Principado. El recibimiento hecho a los infantes Fernando de Baviera y María Teresa de Borbón fue, según su opinión, apoteósico, aunque lo que pidió explícitamente era la implicación directa del rey en los asuntos de Cataluña. Para Osorio,
el rey ha vivido desde 1888 sistemáticamente alejado de Cataluña. Llegó a creerse que era incompatible con ella. Vino en 1904 y nos esforzamos en destruir la leyenda. Creímos entonces que aquel viaje produciría inmediatos resultados de apreciación.
56Concluía afirmando que de la actitud del rey «depende la definitiva solución del problema catalán». Efectivamente, el rey Alfonso XIII no vino el mes de junio pero sí en octubre, y de su visita a la cuenca fabril del Llobregat, Osorio esperaba «matar con este tiro dos pájaros, uno de productores catalanes y otro de carlistas albergados por aquellas montañas»42.
57En definitiva, de las apreciaciones del gobernador se deduce la importancia de la Corona como elemento nacionalizador, y que convenía a sus intereses hacer más presente y visible al Estado en Cataluña. Incluso llegó a plantear Osorio al presidente del Gobierno la conveniencia de obtener un rédito político de la celebración del centenario del rey Jaime I. Cualquier cosa valía. Por eso no nos debe extrañar la implicación del mallorquín en aquellos acontecimientos, para no dejar pasar la oportunidad de hacer una lectura «integradora» y española de las conquistas del rey medieval. Con todo, el séptimo centenario sirvió, como apunta Michonneau, para divulgar los valores parlamentarios y democráticos, con un punto de idealización, pero no para exaltar la obra de conquista.
58Lo que ni Osorio ni los diferentes líderes políticos podían controlar del todo era que el carlismo en pleno escogiera Manresa como lugar de concentración preferente en toda Cataluña para conmemorar el centenario. El 28 de junio organizaron un multitudinario aplec que lo titularon de «patriótico», y que reunió a miles de concurrentes. Este acto, paralelo al institucional y no menos lucido, fue tolerado por el alcalde Pere Armengou, de antiguas simpatías carlocatólicas. El acto demostraba la convivencia en el ámbito público de diferentes apropiaciones políticas. Sólo que para el carlismo catalán no se trató de un acto meramente «local», sino que tuvo una fuerte significación comunitaria frente a una sociedad liberal con graves dificultades para crear un culto cívico unitario. Razón de más para insistir en el relativo fracaso en la construcción de una única identidad política, de una lectura monolítica, en la España de principios de siglo xx.
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— «Els orígens del catalanisme catòlic en la Catalunya del tombant de segle: l’adscripció política del metge manresà Oleguer Miró i Borràs», en Lluís Guerrero i Sala (coord.), Oleguer Miró i Borràs (1849-1926). Un erudit metge manresà, Manresa, Publicacions de l’Arxiu Històric de les Ciències de la Salut, 1998, pp. 151-166.
— El caciquisme i el despertar de la societat de masses. Manresa (1875-1901), Manresa, Centre d’Estudis del Bages, 2005.
Rubí i Casals, Maria Gemma, y Lluís Ferran Toledano González, «El carlismo en la Cataluña contemporánea: tradición histórica y cultura política», Trienio, 33, 1999, pp. 117-140.
— Història Gràfica de la Restauració. Manresa (1875-1931), t. II: Societat, treball i política, Manresa, Edicions Selectes, 2000.
Sarret i Arbós, Joaquim, Manresa en la Guerra de la Independencia, Manresa, Imp. de San José, 1922.
Serra Carné, Jaume, «La proclamació de la Constitució de Cadis a Manresa», Dovella. Revista cultural de la Catalunya Central [Manresa], 25, diciembre de 1887, pp. 47-53.
Servitje i Guitart, Josep, Vindicació de sa principalitat en la Gloriosa Jornada del 6 de juny 1808 contra les cavilacions del Sr. Josep Puiggarí, Manresa, Tipografía de Sant Josep, 1903.
— L héroe el Bruch y primer comandant general del Sometent, el Dr. Ramon Montañá, Manresa, 1905.
Solà i Parera, Angels, Aigua, indústria y fabricants a Manresa (1759-1860), Manresa, Centre d’Estudis del Bages, 2004.
— Ramón Vila i Despujol, y Lluís Virós i Pujolà, «Guerra del francès i noves èlits locals. El cas de Manresa», en Segon Congrés de Recerques. Enfrontaments civils: postguerres i reconstruccions, Lleida, Pagès Editors, 2002 (2 vols.), t. I, pp. 382-401.
Solà Montaña, Francesc de Paula, Els manresans al Bruch. Relacions del capdill en Maurici Carrió, referents a la batalla del Bruch (6 de juny de 1808), redactades y comentades per…, Barcelona, Ed. Octavi Viader, 1908.
Soler i Terol, Lluís, Igualada i les batalles del Bruch del 6 i 14 de juny de 1808, Manresa, Imprenta y encuadernaciones de Sant Josep, 1929.
— Francisco Riera Balaguer. Natural de Manresa. Primer héroe de la Batalla del Bruch. Teniente Coronel de Infantería, Manresa, Tipografía artística, 1942.
Toledano González, Lluís Ferran, Entre el sermó i el trabuc. La mobilització política del carlisme català contra la revolució democràtica (1868-1872), Lleida, Pagès Editors, 2001.
— Carlins i catalanisme. La defensa dels furs catalans i de la religió a la darrera carlinada (1868-1875), Manresa, Farell, 2002.
Torras i Ribé, Josep Maria, «Trajectòria d’un procés d’industrialització frustrat», Miscel·lània Aqualatensia [Igualada], 2, 1974, pp. 151-197.
— Sometents, exèrcits i poble a les batalles del Bruc, Ayuntamiento del Bruc, 1982.
Valls, Francesc, La dinàmica del canvi agrari a la Catalunya interior. LAnoia (1720-1860), Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1996.
Notes de bas de page
1 Es de referencia obligada la consulta del libro de M. Ramisa i Verdaguer, Els catalans i el domini napoleònic, puesto que nos ofrece el testimonio del bando francés, en este caso de los informes del jefe de estado mayor de Duhesme, el general Porte. También de J. Fontana i Lázaro (dir.), La invasió napoleònica; de J. Mercader Riba, Catalunya i l’imperi napoleònic; entre los estudios del profesor A. Moliner Prada destaca La Catalunya resistent a la dominació francesa; M. Ramisa i Verdaguer (coord.), Guerra Napoleònica a Catalunya, así como el breve pero excelente relato de las batallas del Bruc realizado por J. M. Torras i Ribé, Sometents, exèrcits i poble a les batalles del Bruc.
2 En líneas generales, el libro de A. Solà i Parera, Aigua, indústria y fabricants a Manresa; de la misma autora, con R. Vila i Despujol y Ll. Virós i Pujolà, «Guerra del francès i noves èlits locals». Finalmente, el de Ll. Ferrer i Alòs, Pagesos, rabassaires i industrials a la Catalunya central.
3 Hemos seguido aquí el relato de J. Oliveras i Samitier, «Manresa al segle xix».
4 Entre los pocos cronistas que hacen referencia al estado de crisis social, aunque sea de forma moderada, debemos destacar a J. Sarret i Arbós, Manresa en la Guerra de la Independencia. Según el autor, en una interpretación interesada, la mayoría de los trabajadores, «jóvenes forzosos, viendo el estado de miseria en que les había llevado la invasión extranjera, tomaron parte en la quema del papel sellado francés», p. 31.
5 Citas de M. Ramisa i Verdaguer, Els catalans i el domini napoleònic, p. 106.
6 Diario de Manresa, 26 de septiembre de 1808.
7 Textos recopilados por M. Cahner en Literatura de la revolució i la contrarevolució, t. II, pp. 67-77.
8 Una buena referencia clásica es la del libro de J. Peres Unzueta, El sometent a través de la història; de obligada consulta el trabajo de E. González Calleja y F. del Rey Reguillo, La defensa armada contra la revolución, así como el más reciente de A. Moliner Prada, La guerrilla en la Guerra de la Independencia.
9 Entre otros trabajos, los de F. Valls, La dinàmica del canvi agrari a la Catalunya interior; de P. Pascual, Fàbrica i treball a Igualada de la primera meitat del segle xx, o el ya clásico de J. M. Torras i Ribé, «Trajectòria d’un procés d’industrialització frustrat».
10 Nos referimos a las obras de F. X. de Cabanes, Historia de las operaciones del ejército de Cataluña en la Guerra de la usurpación; de P. Piferrer, Recuerdos y bellezas de España; A. Blanch, Historia de la Guerra de la Independencia en el antiguo Principado de Cataluña; la novela histórica de M. Angelon, ¡Atrás el extrangero!; de V. Balaguer, Historia de Cataluña y de la Corona de Aragón.
11 De un erudito local, A. Carner, «La Galeria de igualadinos ilustres»; sobre Manresa,J. Piñero, «Galeria de Manresans Il·lustres». Sobre Antoni Franch la obra de F. Barado, Antonio Franch y Estalella.
12 Véase su biografía en M. A. Bisbal y M. T. Miret, Diccionari biogràfic d’igualadins, pp. 167- 168. Carles Puget tomó parte en la primera junta tradicionalista del distrito, fue jefe del Centro Carlista de la ciudad y además director de La Semana de Igualada (1890-1902).
13 J. Servitje i Guitart, Vindicació de sa principalitat en la Gloriosa Jornada del 6 de juny 1808. Otra de sus obras fue L héroe el Bruch y primer comandant general del Sometent.
14 Entre otros trabajos, el de F. Solà, Els manresans al Bruch. Más tarde, Ll. Soler i Terol reivindicó, después de un minucioso estudio, el papel de Francesc Riera en la movilización del somatén de Manresa: Ll. Soler i Terol, Francisco Riera Balaguer.
15 «La historia de Manresa» en La Crónica de Manresa, 16 de junio de 1867.
16 Veáse el libro de M. G. Rubí i Casals y Ll. F. Toledano González, Història Gràfica de la Restauració. Ver también el relato de Carrió en La Antorcha Manresana, 5 de junio de 1859, y La Crónica de Manresa, 17 de junio de 1867. A su vez, el decreto de las Cortes de Cádiz es de 9 de julio de 1812.
17 El mejor escrito de la época sobre las batallas corresponde a Ll. Soler i Terol, Igualada i les batalles del Bruch. Este autor es el que demuestra tener una voluntad más desmitificadora de todos cuantos publicaron en esos años. Sobre la personalidad política de Oleguer i Miró, ver M. G. Rubí i Casals, «Els orígens del catalanisme catòlic en la Catalunya del tombant de segle». Por último, un trabajo de un cronista local en J. Pratvila, Els santpedorencs i la guerra de la independència.
18 El excelente trabajo de S. Michonneau, Barcelona: Memòria i identitat. De J. Roca, «Las imágenes en la cultura política liberal durante el Trienio»: el autorhace referencia, retomando los estudios de Michel Vovelle, al culto de los niños héroe Bara y Viala. Queda inédito todavía su trabajo de investigación, dirigido por los profesores Antoni Moliner e Irene Castells, La Barcelona revolucionària.
19 La Antorcha Manresana, 101, 5 de junio de 1859, artículo firmado por Ignacio Ramón Miró.
20 Ese es el sentido del artículo aparecido en El Manresano, 675, de 8 de junio de 1873, representante de los sectores de propietarios rurales y fabricantes liberal conservadores.
21 Ver el trabajo de J. Serra i Carné, «La proclamació de la Constitució de Cadis a Manresa».
22 Ver La Montaña Republicana, periódico democrático-obrero, órgano del partido Unión Republicana del distrito de Manresa, nos 364, 365, 366 y 367, correspondientes al 5, 13, 20 y 27 de junio de 1908.
23 F. Archiles y M. Martí, «La construcció de la regió com a mecanisme nacionalitzador». Un trabajo anterior de los autores: «La construcción de la Nación española durante el siglo xix». De obligada consulta para el debate, B. de Riquer, Identitats contemporànies, así como también el reciente y sugerente ensayo comparado de J. Casassas, El temps de la nació. Sobre la tesis del doble patriotismo, citaremos el primer trabajo de J. M. Fradera, Cultura nacional en una societat dividida.
24 J. Álvarez Junco, «La invención de la Guerra de la Independencia», y su libro MaterDolorosa. También el excelente trabajo de C. P. Boyd, Historia Patria. También consultar R. López-Vela, «De Numancia a Zaragoza».
25 Aspectos que desarrolla Ll. F. Toledano González en Carlins i catalanisme.
26 Ubach y Vinyeta, Francesc, «Somatent», La Crónica de Manresa, 85, 16 de junio de 1867. Fue también presidente de la Asociación Catalana de Excursiones Científicas entre 1888 y 1891, así como miembro correspondiente de la Academia de la Historia, en 1878. De gran utilidad el libro de P. Anguera, Literatura, pàtria i societat.
27 Sobre la vida política del primer tercio del siglo xx, M. G. Rubí i Casals, Entre el vot i la recomanació. Sobre el periodo anterior y especialmente el fin de siglo, de la misma autora, El caciquismo i el despertar de la societat de masses.
28 El Pla de Bages [Manresa], 1253, 12 de junio de 1908.
29 Citado del catalán original en El Pla de Bages [Manresa], 1255, 15 de junio de 1908.
30 Pastoral del Obispo Josep Torras i Bages, fechada el 6 de marzo de 1908. Se puede consultar en extractos en el libro de G. Estrada i Planell, El Bruc (texto en pp. 166-169).
31 Consultar el libro de Ll. F. Toledano González, Entre el sermó i el trabuc.
32 Véanse nuestro trabajo «El carlismo en la Cataluña contemporánea»; el de J. Canal, «La gran familia». Una muestra de literatura de combate carlista en C. Constante (pseudónimo de Josep Solery Roig), Montalegre.
33 Los «gabatxos» era el nombre despectivo con el que eran conocidos popularmente los franceses en Cataluña. Número especial de El Eco del Bruch. Periódico católico-monárquico de Manresa, n° 27 de 6 de junio de 1870.
34 LAmich del Poble, n° 134 del mes de marzo de 1908. El texto lo había escrito Tomás Cabrera, de la agrupación escolar carlista de Barcelona. El texto dice: «puesto que sacrificaron su existencia, su familia, su hacienda y todo aquello que más queremos en la vida, por la Patria y por el Rey».
35 Crónicas de El Pla de Bages [Manresa], n° 1241, de 27 de mayo de 1808, hasta el n° 1255 de 15 de junio de 1908.
36 El artículo de J. Moreno Luzón, «Entre el progreso y la Virgen del Pilar». El autor coincide en grandes rasgos con la tesis expuesta por Ch. Demange, El Dos de Mayo.
37 J. Moreno Luzón, «Entre el progreso y la Virgen del Pilar», p. 51.
38 De nuevo, el excelente trabajo de S. Michonneau, Barcelona: memòria i identitat, pp. 184-185, correspondientes al apartado titulado «La inversió del mite de la Guerra de la Independència».
39 Aladern, Josep, «Crónica Catalana», Nuestro Tiempo [Madrid], agosto de 1908. Sobre este escritor, ver de nuevo el trabajo de P. Anguera, Literatura, pàtria i societat, pp. 157-182.
40 Archivo Fundación Antonio Maura, legajo 149, n° 2, Angel Osorio a Antonio Maura, 24 de febrero de 1908.
41 Ibid.
42 Archivo Fundación Antonio Maura, legajo 149, n° 2, Osorio a Maura, 28 de julio de 1908, y 19 de agosto de 1908.
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