La arquitectura militar del Temple en la Corona de Aragón como símbolo del poder feudal
p. 241-257
Texte intégral
1El Temple gozó en la corona de Aragón de una situación privilegiada debido, en buena parte, al hecho de haber renunciado a la porción que le correspondía del testamento de Alfonso I el Batallador de Aragón (1131). En virtud de los pactos negociados en Girona, el Temple aceptó participar en la conquista de los territorios musulmanes, a cambio de importantes donaciones. Después, a lo largo de su corta historia, la orden acumuló en un extenso territorio de la corona catalanoaragonesa uno de los patrimonios más vastos de Occidente1 (fig. 1).
2De todo este patrimonio hay que señalar dos regiones a causa de la gran significación de la arquitectura militar que en ellas se desarrolló: el distrito de Ribera (fig. 2, p. 243) situado en ambos lados del Ebro catalán2, y la del Maestrazgo, es decir el territorio litoral del norte de Valencia3. Con las fortalezas que allí construyó, el Temple ejerció no sólo la defensa del territorio que le fue confiada, sino que puso en evidencia su poder feudal: los castillos del Temple, con Miravet al norte, al frente del distrito de Ribera, y Peníscola al sur, a la cabeza del Maestrazgo, se constituyeron en símbolo de la autoridad de la orden.
PRIMERA ETAPA (1148-1236): EL DISTRITO DE RIBERA
3Con la conquista de Tortosa (1148) y Miravet (1153), el Temple ejerció su dominio sobre una gran parte del territorio del Ebro catalán y constituyó dos importantes encomiendas en estos lugares (fig. 3, p. 243). En ambos casos, la orden recibió inicialmente la parte convenida con el conde Ramón Berenguer IV en Girona, en 1143. En Tortosa, recibió la quinta parte del total, más una décima parte del tercio que correspondió a la Corona4; y en Miravet, el castillo y su término, que era muy extenso. Todo este patrimonio inicial aumentó muy pronto. En Tortosa, con las cesiones privadas, pero principalmente con la donación que recibieron en 1182, de Alfonso II el Trovador, del tercio perteneciente a la Corona, más el tercio de los genoveses, que el rey había comprado; con estos legados, el Temple obtuvo la mayor parte del dominio sobre la ciudad. En Miravet, el Temple incrementó su patrimonio con la progresiva integración de las encomiendas de Horta (1193), Ascó (1181) y Riba-roja.
4A partir de aquel momento, el territorio del Ebro controlado por el Temple se organizó como una estructura a mitad de camino entre la provincia y la encomienda, una especie de distrito que, dentro de la organización territorial y administrativa templaria, actuó en cierto modo como un organismo independiente, lo cual constituye un hecho insólito dentro de los mecanismos de funcionamiento de la orden del Temple. Al principio, este organismo fue dirigido por un comendador de «Miravet-Tortosa y Ribera», nombrado más tarde «Comendador de Ribera». Hasta 1190 este cargo estuvo asociado al de comendador de Miravet; en consecuencia Miravet pasó a ser el verdadero centro y la sede de la supra-encomienda de Ribera, de la cual dependían las encomiendas de Horta, Ascó, Riba-roja, Miravet y Tortosa. A pesar de ello, la progresiva pujanza individual de las encomiendas ribereñas fue aminorando la cada vez más débil organización intercomunal hasta llegar a la definitiva desaparición, hacia 1236, de la dignidad de Comendador de Ribera. A partir de entonces, actuaron como encomiendas más o menos independientes5.
5Para la defensa de la ciudad de Tortosa, los templarios construyeron una fortaleza extramuros, junto al río, en un emplazamiento que controlaba la puerta de Barcelona, una de las principales entradas de la ciudad6, y con los Montcada, asumieran funciones militares en la defensa de la Zuda, la fortaleza principal de la ciudad.
6El castillo de Miravet fue construido inmediatamente después de la conquista, por razones evidentes de seguridad y defensa. El dominio de Miravet supuso para el Temple el control de numerosos lugares fortificados con sus respectivos territorios, cuya mayor parte ya existían en época musulmana, aunque alguno (como el de Almudèfer) fuera construido ex novo7.
7Las tierras comprendidas entre el Ebro y la ribera del Algars, que actualmente constituyen la comarca de la Terra Alta, formaban parte del territorio de Miravet. Allí el Temple fue señor de todos los castillos y pueblos. En el lado noroeste del término, lindando con Aragón, allí donde se juntan las aguas del Matarraña y el Algars, controlaron el castillo de Nonasp; más al sur, junto al río Algars, poseyeron los castillos de Algars y Almudéfer, y aún más al sur, separándose de la ribera de este río, tenían la importante fortaleza de Horta, lindante con el término de Tortosa. En el interior de la Terra Alta había otro castillo importante, Gandesa, que con el tiempo se convirtió en centro administrativo de la casa de Miravet; al sureste de Gandesa se encontraba el castillo de Pinell de Brai; al norte, el de Corbera, y aún más al norte, el de Vilalba dels Arcs.
8También gran parte de las tierras a uno y otro lado del Ebro pertenecían al castillo de Miravet. En la ribera derecha se encontraba el castillo, centro de la encomienda, y más al sur, sobre la ribera izquierda, el de Rasquera. Los castillos de Ascó y de Riba-roja fueron otros dos puntos estratégicos situados algo más al norte.
9La mayor parte de estas fortificaciones han desaparecido; de Riba-roja, Vilalba, Rasquera, Pinell, Horta, Corbera, sólo queda la toponimia y la documentación; otras, reducidas a vestigios, son irrecuperables (Algars, Almudèfer, Ascó); dos (Nonasp y Gandesa) conservan parte del edificio en buen estado y en fase de restauración; finalmente, hemos de considerarnos afortunados ya que Miravet, la principal fortaleza del Ebro, que fue uno de los castillos principales del Temple en Occidente, se ha conservado prácticamente intacta y actualmente está en curso de restauración.
SEGUNDA ETAPA (1233-1307): EL MAESTRAZGO
10Da la impresión de que durante la segunda mitad del siglo XII, una vez conquistados los territorios del Ebro con el concurso de la orden, ésta proyectó ya la posesión de un vasto dominio en el norte de Valencia, que debía comprender de una parte el territorio litoral de la sierra de Irta —con los castillos de Peníscola, Polpís y Xivert— y de otra, los territorios interiores de los castillos de Culla, Ares y les Coves8 (fig. 4).
11La posesión del castillo de Polpís siguió una trayectoria algo azarosa. En 1190, después de la conquista de la plaza, Alfonso II el Trovador la entregó al Temple. Era el primer dominio templario en esta región del reino de Valencia, pero pronto fue recuperado por los musulmanes, ya que era difícil retenerlo en tanto fueran enemigas las vecinas fortalezas de Peníscola y Xivert. En 1223, los freires de Calatrava conquistaron el castillo (la Crónica de Jaime I dice que fue el rey) y lo poseyeron por lo menos hasta 1275. Finalmente, después de un largo proceso de reclamaciones por parte del Temple, que tenía mucho interés en Polpís a causa de su proximidad con Xivert y Peníscola, el castillo pasó a manos del obispo de Tortosa quien lo cedió al Temple en 1277.
12En 1169, Alfonso II el Trovador había prometido dar al Temple el castillo de Xivert, pero en 1225, cuando todavía era musulmán, lo cedió al caballero Ximén de Llussia. A pesar de ello, el Temple no cesó de reivindicar sus derechos sobre aquella plaza hasta que, por fin, en 1223, Jaime I se la dio una vez hubo conquistado Borriana con el concurso de la orden. No se sabe con certeza cuándo se establecieron allí los templarios, puesto que no se conoce comendador hasta 1243. En los primeros tiempos, la encomienda fue administrada desde Miravet por el preceptor de Ribera, motivo por el cual supone Forey9 que, en 1236, cuando este cargo desapareció, ya se habría organizado la encomienda de Xivert. En 1298, el comendador de Xivert obtuvo de Jaime I el mero y mixto imperio sobre el territorio.
13En 1225, Jaime I intentó tomar Peníscola pero fracasó. En 1233, una vez conquistada Borriana, Peníscola capituló ante el rey y pasó a formar parte del patrimonio real. Peníscola pasó a los templarios en 1294 a causa de la permuta efectuada por Jaime II con la orden mediante la cual los templarios cedieron Tortosa al rey y éste les donó Peníscola junto con Ares, la «Tinenza» de les Coves y otros feudos de menor importancia10. Una de las causas de este concambio se halla en el hecho de que con el tiempo, a causa de las presiones ciudadanas y de los enfrentamientos con el obispo y los Montcada, los templarios de Tortosa habían visto peligrar sus privilegios jurisdiccionales sobre la ciudad, y no dudaron en aceptar la proposición de Jaime II de cambiar su dominio señorial sobre Tortosa por otros territorios menos conflictivos. Gracias a la permuta, que tuvo lugar el 15 de septiembre de 1294, Tortosa (con el castillo de la Zuda, el mero y mixto imperio, la jurisdicción sobre la ciudad y los pueblos situados en su territorio) pasó al rey11. Este mismo año, Peníscola se organizó como encomienda; Xivert pasó entonces a depender de Peníscola y dejó de tener comendador propio.
14El camino seguido por el castillo de Culla para llegar al Temple fue tan complicado como el de Xivert y Polpís y más oneroso para la orden, ya que finalmente ésta tuvo que comprarlo. En 1213, cuando aún era musulmán, Pedro II el Católico lo había prometido al Temple, pero, en 1234, después de conquistarlo, Jaime I hizo caso omiso de las promesas de su padre y en 1235 lo cedió a Blasco de Alagón. Finalmente, en 1303 el Temple compró a sus descendientes el dominio de Culla por 500.000 sueldos jaqueses, una cantidad considerable. Fue la adquisición más importante que la orden llevó a cabo en la Corona de Aragón. Parece claro que ello obedecía a la voluntad de crear un vasto dominio en el norte del país valenciano después de la permuta de Tortosa. A pesar de todo, resulta difícil entender el interés mostrado por el Temple en la adquisición de estos territorios, ya que no tenía el potencial económico del siglo anterior12. Y ello parece aún más curioso si se considera que el Temple se vio obligado a vender otras rentas, a causa del elevadísimo coste de aquella adquisición. Después de la anexión de Culla, en 1304, la encomienda de Peníscola comprendía los castillos y territorios de Peníscola, Polpís, Xivert, Ares, les Coves y Culla; algunos, como Xivert y Ares eran subencomiendas.
LOS CASTILLOS
15A fines del siglo XII, los castillos del Ebro, con Miravet a la cabeza, se mostraban como un símbolo del más importante poder feudal del Temple catalano-aragonés: el distrito de Ribera. Un siglo más tarde, las fortalezas de Peníscola y Xivert, presididas por la primera, serán su réplica en las tierras adquiridas al sur, es decir al norte del país valenciano.
16Todos estos castillos templarios, tanto los de Ribera como los del Maestrazgo, tienen en común el haber sido construidos aprovechando castillos musulmanes (husûn) anteriores13, cuyas estructuras fueron aprovechadas en mayor o menor grado: mientras que en Xivert se aprecian claramente los elementos musulmanes, en Miravet fueron sólo parcialmente aprovechados, i en Peníscola no quedan rastros del antiguo hisn y el castillo fue construido ex novo. El azar ha querido que las dos fortalezas que presidieron los dos territorios feudales del bajo Ebro y del norte de Valencia, Miravet y Peníscola, sean aquellas que han llegado hasta nosotros en mejor estado de conservación.
17La mayor parte de los otros castillos que fueron sede de encomienda han sido demolidos. No queda ninguno en el distrito de Ribera: el de Horta es hoy un simple topónimo; los de Ascó, Riba-roja y Algars no conservan más allá de algunos restos de torres y muros. La región del Maestrazgo ha tenido más suerte con los castillos que habían sido sede de encomienda y con sus dependencias, ya que si en el castillo de Ares hay sólo ruinas, se conserva gran parte de las estructuras arquitectónicas del de Xivert y de su dependencia de Polpís. Dado que la compra de Culla data de 1303, los templarios no tuvieron apenas ocasión de intervenir en su castillo, sin embargo, su emplazamiento muy estratégico, los restos de la muralla conservados y el aspecto que el recinto superior ofrece en los dibujos de época moderna, hacen de él uno de los principales castillos de esta región14.
MIRAVET
18El castillo de Miravet, edificado junto al Ebro en una poderosa peña que se eleva cien metros sobre el nivel del río, es una fortificación de perímetro ovalado que se adapta a la orografía de la roca y desciende de la cima hasta casi tocar el agua15 (fig. 5). El conjunto del castillo formaba los dos recintos característicos del hisn musulmán: la celoquia, o recinto superior en lo alto, y el albacar16 o recinto inferior que desciende hacia el río. Al abrigo del lado oeste del hisn había, como de costumbre, el arrabal (barrio) donde habitaba la población musulmana que gozaba de la protección del castillo. De este primitivo lugar, que los documentos del asedio de 1308 llaman Blora17 no queda hoy más que el topónimo y algunos vestigios de construcciones por excavar.
19A partir de la conquista cristiana (1153) los templarios modificaron todo el conjunto castral de Miravet, de manera particular el recinto superior, donde se ubicara la celoquia del castillo andalusí, de modo que se convirtió en el poderoso castillo feudal que conocemos.
20Se ha afirmado18 que la construcción templaria aprovechó el antiguo lienzo del castillo andalusí que lo cerraba por poniente, que quedó incorporado en el poderoso muro actual. Sin embargo, mientras la arqueología no resuelva de manera clara la construcción y constitución de dicho muro, cualquier especulación carece de sentido. Resulta aún menos clara la autoría (andalusí o templaria) del flanco sur que contiene la rampa de acceso al recinto superior o castillo propiamente dicho, a causa de su deterioro y de las numerosas remodelaciones sufridas en épocas moderna y contemporánea19.
21Se aprecia con claridad la obra templaria en los lados norte y este, en los cuales se ubicaron los principales edificios del castillo-convento: en el norte, la iglesia conventual (en la planta noble), habitaciones y otros servicios; y en el este, el gran edificio de planta rectangular que los documentos hospitalarios dieron en llamar «refectorio». Recientes prospecciones arqueológicas20 han puesto al descubierto en el suelo de dicho refectorio cinco cilindros de mampostería regular de 1,80 metros de diámetro y unos 2,5 metros de altura, asentados sobre la roca madre de la pendiente, dispuestos ordenadamente en el eje longitudinal de la fábrica. Es evidente que se trata de un primer proyecto de cubrición del salón con bóveda de crucería, que presumiblemente fue descartado tras detectar algún problema estructural (algún cilindro está ligeramente inclinado). Los cilindros enterrados habrían de ser los cimientos de los pilares, probablemente también cilíndricos, que conjuntamente con ménsulas parietales soportarían la estructura de la bóveda de crucería. A partir de aquí, cabe imaginar un refectorio estructural y formalmente muy próximo a las construcciones cistercienses del vecino monasterio de Poblet, en Occidente, o a las hospitalarias del refectorio del Hospital de San Juan de Acre, en Oriente (fig. 6 y 7, p. 250).
22La misma excavación, realizada en el subsuelo de este edificio en la zona adyacente al muro del patio de armas, ha revelado también aspectos interesantes de la antigua muralla andalusí que cerraba la celoquia por oriente (en la fig. 7 precisamente se aprecian cimientos de pilares cilíndricos y bloques de tapial de esa muralla derribada). El muro recorría en dirección N-S la plataforma rocosa de la cima, justo al borde de un escalón o desnivel de seis metros abierto sobre el recinto inferior. El lienzo desenterrado de la muralla andalusí —de unos treinta metros— tenía dos bestorres rectangulares de flanqueo y era una construcción de tapial con zócalo de mampostería. Los templarios la derribaron y construyeron el refectorio sobre el citado desnivel; para ello, levantaron la pared occidental, más o menos siguiendo la línea de la derrumbada muralla, y asentaron la oriental sobre la roca del recinto inferior. Para disponer el suelo del refectorio a nivel del patio de armas se terraplenó la pendiente con materiales de derribo, con tan buena fortuna para la investigación actual, que buena parte de aquel material de relleno ha resultado ser los bloques del encofrado del antiguo tapial, esparcidos por el subsuelo. Al margen de estos aspectos técnicos, la excavación ha puesto en evidencia el interés de los templarios por hacer tabula rasa de la construcción andalusí.
23El nuevo castillo fue concebido por los templarios como una fortaleza que pudiera desarrollar de manera racional la actividad conventual y la defensa. Al aprovechar algunos elementos de la antigua celoquia, los templarios supieron integrarlos en un nuevo esquema que consistió en ordenar los edificios alrededor de un patio y dotarlos de un carácter unitario espectacular a modo de gran donjon que pudiera representar simbólicamente el poderío feudal del «distrito de Ribera». Esta disposición en cuadro representaba una nueva concepción de castillo-convento que las órdenes militares ensayaban en la misma época (mediados del siglo XII) en las fortalezas del reino de Jerusalén y que fue el tipo de castillo que, a partir del siglo XIII, acabaría imponiéndose en Occidente. Hay que tener en cuenta que en este momento el castillo de Miravet incorporaba a la arquitectura un nuevo esquema defensivo, originado por los nuevos sistemas de ataque, que se estaba desarrollando en Oriente y Occidente21. Por este motivo, dentro del contexto de la arquitectura militar cristiana, representa una suerte de síntesis peninsular de la confluencia de dos mundos: el islámico y el cristiano.
24El albacar o recinto inferior del castillo forma dos plataformas escalonadas, limitadas por potentes muros de contención. La superior abriga en el subsuelo servicios complementarios del castillo, una gran nave cubierta de bóveda de cañón, que en un dibujo de 1719 es señalada como «bodega antigua», y una gran cisterna.
XIVERT
25Entre todos los castillos reutilizados por los templarios, Xivert es el que conserva la mayor parte de elementos del hisn musulmán22. A pesar del deterioro sufrido, el arrabal (el antiguo poblado morisco) y buena parte del albacar han llegado a nosotros con pocos cambios; solamente la celoquia fue muy modificada cuando se convirtió en castillo templario.
26Según Bazzana23, el hisn de Xivert fue construido entre los siglos X y XII en la cima de una colina rocosa en la parte occidental de la sierra de Irta. Su albacar y su celoquia se emplazaron sobre una doble plataforma en la zona más elevada, y el arrabal en una pendiente del lado occidental. El albacar forma un polígono con muros merlonados, una torre cuadrangular al sur y dos torres cilíndricas al este. En el lado oeste hay una gran cisterna. Este recinto presenta diversas técnicas constructivas propias de la arquitectura musulmana: opus spicatum, grandes sillares ligados con mortero, mampostería con falsas juntas imitando la sillería, y un muro de tapial, que en la zona más antigua, imita, con falsas juntas, sillería de grandes dimensiones.
27La celoquia, situada al norte, es un recinto poligonal con muros y torres cuadradas y redondas, parecido al albacar pero más reducido. Cuando fue reconvertido en castillo templario, se reforzó el recinto y se dispuso la capilla y los otros servicios alrededor de un patio interior (fig. 8). La cinta fue reforzada doblando los muros con mampostería, y las torres con sillería. Además, éstas fueron sobreelevadas con nuevos merlones cargados sobre los antiguos.
28Cuando fue construido Xivert, la frontera de la conquista estaba ya cerca de Valencia y, por consiguiente, en aquel momento el castillo apenas tenía función militar. Su remodelación obedeció a otro fin: se trataba de mostrar de forma manifiesta el dominio feudal del Temple. La sobreelevación de los merlones de las torres corresponde a este objetivo (fig. 9, p. 253).
PENÍSCOLA
29A partir de 1294 comenzó la conversión del hisn de Peníscola24, que, en trece años, lo convirtió en el castillo templario prácticamente igual al que conocemos25. La fortaleza ocupa la cima de una península rocosa de 6 hectáreas aproximadamente de superficie, situada en la parte más septentrional del litoral valenciano (fig. 10, p. 254). A causa de sus características naturales, el lugar ha sido siempre un punto estratégico de primer orden. Como en otras fortalezas, los templarios debieron construir el castillo en la celoquia del hisn (mas, en este caso, sin reutilizar nada), y probablemente dejarían con pocas modificaciones los recintos del albacar y el arrabal, que ocupaban el resto de superficie de la península, para refugio de la nueva población (se conservan restos de muros medievales que precedieron los actuales bastiones de época moderna).
30El castillo fue proyectado siguiendo el esquema cuadrangular ensayado en Miravet: cortinas murales y torres prismáticas alrededor de un patio interior (fig. 11, p. 254). Puesto que la plataforma de su emplazamiento no es plana, el castillo adoptó dos niveles. El nivel inferior fue destinado a servicios, y el superior a los edificios de residencia, culto y representación, que se distribuyeron alrededor del patio. El acceso, como en Miravet, siguió la tradición árabe de los recodos, pero aquí la puerta fue protegida por dos torres de flanqueo.
31Los edificios siguieron la tradición constructiva tardo-románica, tanto en las estructuras como en los materiales. Fueron completamente construidos con buena piedra de sillería, y tienen planta rectangular y bóvedas de cañón de medio punto o apuntado que parten de impostas muy austeras (fig. 12). En este sentido, se puede decir que poco difieren de los de Miravet, circunstancia que, a una distancia de cien años, los muestra como formalmente anacrónicos. Al parecer, el modelo de fortaleza iniciado en Miravet y seguido en Xivert había propiciado un esquema arquitectónico y defensivo satisfactorio para las necesidades militares de los templarios.
32Una novedad en este castillo fue la utilización de la heráldica para subrayar su pertenencia al Temple. Todavía se puede observar en varios edificios —sobre la gran puerta principal, sobre la de la capilla, sobre la de la sala de caballeros— los escudos representando las armorías del Temple (la cruz), la del maestre provincial (los cardos de Berenguer de Cardona) y la del comendador de Peníscola (las fajas del linaje Banyuls).
33Dentro del contexto de la segunda mitad del siglo XII, la construcción de la fortaleza de Miravet es, desde el punto de vista estratégico, lógica, y su tipología es innovadora en lo que concierne a la arquitectura militar. Sin embargo, en los últimos años del siglo XIII, la construcción de un castillo como el de Peníscola no tiene sentido, pues no se debe olvidar que en aquel tiempo los musulmanes habían dejado de ser un peligro. Resulta, por la tanto, difícil encontrar una justificación a la magnificencia y al potencial defensivo de Peníscola, del mismo modo que respecto a su conservadurismo estilístico y constructivo (si no es en el contexto arquitectónico de los templarios de la Corona de Aragón). En razón de todos estos argumentos, Peníscola abre un vasto terreno a las hipótesis.
CONSIDERACIONES FINALES
34El devenir histórico de la Orden del Temple en territorio catalán puede ser analizado bajo diferentes ángulos. En este artículo hemos querido subrayar ciertas relaciones entre el poder feudal que ella ejerció sobre dos importantes regiones (el distrito de Ribera y el Maestrazgo) y la arquitectura militar allí desarrollada.
35Cuando, a finales del siglo XIII, la hegemonía del Temple disminuyó en la región del Ebro a causa del crecimiento del poder real y la asunción de protagonismo por parte de las clases urbanas, el Temple, como un mal menor, permutó la ciudad de Tortosa por Peníscola con la esperanza de reproducir un segundo distrito de Ribera (de lejos ambicionado) en las tierras meridionales del Maestrazgo. La adquisición de Peníscola y Ares, y finalmente la compra de Culla parecen formar parte de este nuevo proyecto feudal; sin embargo, esta vez el Temple no obtenía el territorio por conquista o por donación real sino por compra. A pesar de que esta actuación en tierras del norte de Valencia no constituyera una excepción, puesto que al mismo tiempo la orden realizaba operaciones semejantes en otros territorios, la cantidad que pagó por la tinença de Culla sí que fue excepcional.
36Las fortalezas del Temple en estas dos regiones son un claro ejemplo del poder territorial conseguido por la orden: el castillo de Miravet en el territorio de Ribera, y el de Peníscola en el Maestrazgo. En este sentido queremos señalar que la destrucción de las fortalezas andalusíes, previa a la construcción de los castillos cristianos, parece mostrar una clara intención de humillar al enemigo al tiempo que mostrar ostensiblemente el poder del nuevo señor. Los castillos de Miravet y Peníscola, a la cabeza de sus respectivos territorios, aparecen como dos enormes donjon simbolizando con piedra el poder de la orden templaria.
37Es preciso remarcar que, salvo en los primeros tiempos de Miravet, estos castillos, que fueron donados al Temple con la misión de defender las fronteras y de colonizar el territorio, abandonaron pronto esta función cuando la frontera avanzó hacia Valencia. Aún así, convertidos en símbolo del dominio feudal de la orden, conservaron todas las características de la arquitectura militar.
38Desde un punto de vista arquitectónico, es significativo que si Miravet y Peníscola contienen una secuencia temporal que comprende toda la historia del Temple catalán (1153-1307); sin embargo, esta secuencia no representa una progresión dentro de la arquitectura militar catalana, ya que ambos presentan soluciones poliorcéticas semejantes y las mismas tipologías estilísticas del románico tardío. Este anacronismo, sobre todo en el caso de Peníscola, se podría explicar dentro de un contexto de complacencia acerca de un modelo de castillo innovador probado con éxito en Miravet. Y aún más, este mimetismo arquitectónico es una nueva tentativa de reproducir en el Maestrazgo la representación de un dominio feudal semejante al del distrito de Ribera, en el momento en que el poder de este último empezaba a debilitarse.
Notes de bas de page
1 J. Miret i Sans, Les cases de templers y hospitalers; A. Forey, Templars in the Corona de Aragón.
2 El término «distrito» lo utiliza Pagarolas para destacar el carácter territorial y administrativo, a medio camino entre la encomienda y la provincia, que controlaba el comendador de Ribera (L. Pagarolas i Sabaté, Els templers de les terres de l’Ebre, t. I, pp. 114-116).
3 Utilizamos el término «Maestrazgo» de forma restrictiva para referimos al territorio de la provincia de Castelló (norte del país valenciano) que perteneció al Temple. Históricamente, el Maestrat (Maestrazgo) fue el dominio territorial del maestre de la orden de Montesa (de ahí el nombre), heredera del Temple y del Hospital, que comprendía el conjunto de pueblos de esta zona pertenecientes a ambas órdenes.
4 L. Pagarolas i Sabaté, La comada del Temple de Tortosa, pp. 41-42.
5 A. Forey, Templars in the Corona de Aragón, pp. 93-96; L. Pagarolas i Sabaté, Els templers de les terres de l’Ebre, t. I, pp. 114-116.
6 J. Fuguet Sans, L’arquitectura dels templers, pp. 74-75.
7 Véase el territorio y fortalezas controladas por el castillo de Miravet en: ibid., pp. 69-153; Id., Templers i hospitalers, t. II, pp. 19-26.
8 Sobre este territorio, véanse: E. Díaz Manteca, «Notas para el estudio de los antecedentes históricos de Montesa»; E. Guinot Rodríguez, Feudalismo en expansión en el norte valenciano.
9 A. Forey, Templars in the Corona de Aragón, pp. 95-96.
10 L. Pagarolas i Sabaté, «La fi del domini de l’Orde del Temple a Tortosa».
11 En la permuta, el Temple retuvo alrededor de Tortosa importantes torres y casas en la ciudad. Véase ibid., y J. Fuguet Sans, «Fortificacions menors i altre patrimoni retingut pels templers a Tortosa».
12 No es la primera vez que nos interrogamos acerca de los propósitos que empujarían al Temple a realizar una política territorial tan ambiciosa en los últimos años de su existencia. Véase J. Fuguet Sans, «De Miravet (1153) a Peníscola (1294)», pp. 65-67; A. Demurger, Les Templiers, p. 299.
13 Hisn (singular), husun (plural) son habitats fortificados en zonas rurales. Véase A. Bazzana, P. Cressier y P. Guichard, Les châteaux ruraux d’Al-Andalus.
14 Para los castillos de Ares y Culla puede verse M. Navarro Benito, Los castillos de la orden de Montesa, pp. 55-59 y 115-124.
15 Sobre Miravet, véase, J. Fuguet Sans, L’arquitectura dels templers, pp. 81-89; Id., Templers i hospitalers, t. II, pp. 63-67; VV. AA., s. v. «Miravet», en F. Ruiz i Quesada, Tortosa i les terres de l’Ebre, la Llitera i el Baix Cinca pp. 190-197.
16 Según algunos autores, el albacar era un recinto para guardar el ganado mientras para otros el albacar acogía una población y formaba parte de la fortificación del hisn. Una buena discusión en A. Bazzana, P. Cressier y P. Guichard, Les châteaux ruraux d’Al-Andalus, pp. 28-32.
17 H. Finke, Papsttum und Untergang, t. II, p 85-87, doc. 58, cit. por A. Forey en Fall of the of the Templars, p. 36.
18 F. Ruiz i Quesada, Tortosa i les terres de l’Ebre, la Llitera i el Baix Cinca, pp. 192-193.
19 Por su situación orográfica en la Edad Media, este flanco gozó de una defensa natural que le permitía no estar excesivamente reforzado. Esta circunstancia favorable cambió radicalmente con la aparición de la artillería que lo castigó duramente desde la orilla opuesta del Ebro en el curso de las guerras modernas.
20 Han sido realizadas durante el verano de 2010, por lo tanto posteriores a la primera redacción de este artículo. Agradecemos a Carles Brull, arquitecto director de la restauración de Miravet, la información y dibujos sobre la misma.
21 Véase P. Contamine, La guerra en la Edad Media, pp. 133-142, y H. Kennedy, Crusader castles, pp. 98-119.
22 Sobre el castillo de Xivert, véanse: A. Bazzana, «Problèmes d’architecture militaire au Levant espagnol»; Id., Maisons d’al-Andalus, pp. 296,412-413; J. Antonio Otal, «Desarrollo del conjunto de Xivert a lo largo de la historia»; J. Fuguet Sans, Templers i hospitalers, t. II, pp. 101-104; M. Navarro Benito, Los castillos de la orden de Montesa, pp. 80-91.
23 A. Bazzana, «Problèmes d’architecture militaire au Levant espagnol», pp. 26-33.
24 Sobre el hisn de Peníscola, véase: A. Bazzana, Maisons d’al-Andalus, p. 432.
25 Véanse: J. Simó Castillo, El castillo templario-pontificio de Peñíscola; J. Fuguet Sans, «De Miravet (1153) a Peníscola (1294)»; Id., Templers i hospitalers, t. II, pp. 93-98.
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Espaces et dynamiques économiques
Fabienne P. Guillén et Salah Trabelsi (dir.)
2012
Imaginarios y representaciones de España durante el franquismo
Stéphane Michonneau et Xosé M. Núñez-Seixas (dir.)
2014
L'État dans ses colonies
Les administrateurs de l'Empire espagnol au xixe siècle
Jean-Philippe Luis (dir.)
2015
À la place du roi
Vice-rois, gouverneurs et ambassadeurs dans les monarchies française et espagnole (xvie-xviiie siècles)
Daniel Aznar, Guillaume Hanotin et Niels F. May (dir.)
2015
Élites et ordres militaires au Moyen Âge
Rencontre autour d'Alain Demurger
Philippe Josserand, Luís Filipe Oliveira et Damien Carraz (dir.)
2015