Figura y configuración de ”enemigo americano” en las crónicas de Indias
(Historia general y natural de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo y la Historia de las Indias de Francisco López de Gómara)
p. 93-124
Texte intégral
1El tema de este coloquio invita a abrir una perspectiva diacónica acerca de la noción de ”guerra justa” tal como juristas, teólogos y cronistas del siglo xvi plantearon el tema, a raíz de un acontecimiento de mayor importancia para la formación de la modernidad: el descubrimiento y la conquista de América. En efecto, la rehabilitación de los señoríos indígenas bajo la pluma de Vitoria indujo un replanteamiento de los fundamentos jurídicos de la comunidad internacional a la vez que justificaba con nuevas bases la empresa de Indias.
2Huelga decir que el historiador debe precaverse de toda asimilación rápida o de todo abuso comparatista. Sin embargo, la fuerza de la actualidad incita a enfocar los campos de investigación con renovado vigor. No me propongo estudiar las teorías de la guerra justa y de los justos títulos tal y como los juristas de Salamanca la plantearon, a la hora de construir una ética para enmarcar el uso de la fuerza y el asentamiento de las instituciones coloniales en territorios dominados, amén de descubiertos. Mi propósito es estudiar de qué manera la guerra de conquista y el ”enemigo” americano se definen en dos crónicas generales fundacionales, escritas a mediados del siglo xvi, la Historia general y natural de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo (1535- 1547, ediciones de la primera parte)1 y la Historia de las Indias de Francisco López de Gómara (1552 о 1553-1554),2 sabiendo que tales cronistas también fueron historiadores de Europa y del Viejo Mundo, aspecto que pocas veces se suele contemplar.
3Para ambos cronistas, el propósito era doble: relatar los hechos, los acontecimientos, en un periodo muy polémico, y describir un mundo nuevo cuya revelación, según la declaración famosa de Gómara, constituye una segunda génesis, ya que el descubrimiento de América obliga a repensar la totalidad del mundo conocido: ”la mayor cosa después de la criación, del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo crió, es el descubrimiento de Indias”.3
4Intentaremos restaurar las perspectivas ideológicas sobre la guerra de conquista americana bajo la pluma de ambos cronistas, con un enfoque ”holístico”, es decir tomando en cuenta la totalidad de la obra de dichos autores, incluyendo los escritos que tratan de Europa y la península. Esperamos así entresacar algunos criterios que fundamentan tal visión y concluir esbozando un enfoque diferente y conexo con la temática de una previa mundialización en el siglo xvi. La búsqueda de teorías ético políticas que cobrasen un valor universal aplicado a la totalidad del género humano se hace precisamente cuando los cristianos recorren el mundo, lo dibujan, lo observan y en cierta manera lo incoroporan. En efecto, una cosa es describir el mundo, otra pensarlo, ya no como un concepto metafísico sino como un conjunto de realidades humanas y cosmográficas interconectadas por una dinámica de expansión, ocupación y predicación.
LOS ENEMIGOS CAPITALES DEL INDIO
5El debate doctrinal que se manifestó con un ímpetu creciente entre 1511 y 1542 fue lo suficiente relevante y la postura indófila lo suficiente impactante para que la Corona tomara la iniciativa de la promulgación de las Nuevas Leyes en 1542. Sin embargo dichas leyes tuvieron una aplicación limitada, por la disparidad de criterios entre la corte y los sectores colonizadores.4 Esta cuestión de la conquista, ¿guerra justa o tiranía infernal?, exhibida por Sepúlveda y su contrincante Las Casas trasluce en la historiografía del siglo xvi, la cual es particularmente abundante por razones complejas y convergentes.5 Los historiadores del Nuevo Mundo miden la importancia de su cargo (misión), en un momento trascendente para el imperio, y se producen, para la época, obras sobresalientes por su elegancia, su precisión, su calidad informativa. La historiografía de las Indias conoció pues una espléndida floración, que tomó la medida de un imperio que se ensanchaba en proporciones nunca alcanzadas.
6Estos textos, contemporáneos de los hechos, a veces redactados por los mismos actores, se deben analizar como un conjunto y manifiestan esta tensión entre el deseo de celebrar la historia como un arte, es decir un discurso con protocolos específicos para asentar la verdad, y la implicación política de sus autores en los debates que animaban el Consejo de Indias. Comentaba esta delicada tarea Páez de Castro diciendo que el historiador anda sobre brasas todavía incandescentes, apenas cubiertas por una blanca ceniza.6
7Tratar de identificar al ”enemigo americano” en las crónicas, en dicho contexto, impone trazar las líneas de tensión entre la actitud preceptiva y el discurso histórico. ¿Es qué se enfrentan dos posturas ideológicas aducidas como una alternativa excluyente, una polarización insoslayable o es qué el discurso se hizo más complejo y paralelamente, a la polémica doctrinal, desarrolló una disparidad de criterios en cuanto al dominio indiano y la guerra de conquista?
VARIACIONES SOBRE EL ENEMIGO AMERICANO
8De sobra se sabe que tanto Oviedo como Gómara fueron los blancos predilectos de los ataques de Las Casas. En efecto, el defensor de los Indios reúne a estos dos cronistas en su feroz campaña de denuncia. Para fray Bartolomé, Oviedo fue un hombre que ”nunca abrió la boca, en tocando en indios, sino para decir mal dellos”. Y estas infamias ”han volado cuasi por todo el mundo, como ha días que temerariamente publicó su falsa historia”, este ”capitán enemigo de los indios”, es en realidad ”conquistador, robador y matador de indios”.7 Gómara va a conocer semejante destino bajo la pluma de Las Casas. Después de acusar a Cortés, el tiránico Nerón del Nuevo Mundo que cantaba mientras ardían los cuerpos de los cholultecas cuando mandó destruir la ciudad, Las Casas achaca a Gómara de ser ”su criado y su historiador”, culpándole de ”decir en su historia munchas grandes falsedades, como hombre que no vido ni oyo cosa della, mas de lo que el mismo Hernando Cortés le dixo y dio por escripto”. Recalca la insensibilidad de Gómara cuya crónica sólo es falsedades y cosas inventadas.8 Estas acusaciones no terminaron con el apaciguamiento de la polémica ni con la muerte del defensor de los indios y se han prolongado hasta la época actual, reactivadas por la celebración del quinto centenario.
9Dicha visión de Oviedo y Gómara, principales enemigos del indio, para quienes la justicia de tal guerra sería indiscutible y los españoles serían el brazo armado de un castigo merecido y legítimamente infligido a pueblos pecadores, colmados de vicios, empezó a matizarse con historiadores tales como Pérez de Tudela o Edmundo O'Gorman, Demetrio Ramos, Marcel Bataillon, etc., quienes se destacaron del mare magnum de las críticas estigmatizadoras de la leyenda negra para apuntar la complejidad del discurso de estos cronistas. La edición de la integralidad del texto de la hgni de Oviedo a mediados del siglo xix, realizada por el erudito Amador de los Ríos, ya había permitido que se ajustara el estudio y se contemplaran las diferentes facetas de la crónica, tratándose de la cuestión del indio y de la legitimidad de la guerra. Rápidamente las conclusiones que se imponen a la luz de la totalidad del texto es que Oviedo, con la primera experiencia del Darién en 1514, tuvo una actitud dual: por una parte critica a los indios, viciosos y culpables (discurso estereotipado del sector colonialista) y por otra, contempla a dichos grupos y apunta sus capacidades sociales, su industria o sus pautas morales. La lectura de los numerosos capítulos dedicados a ”los usos y costumbres” de los indios de Cueva, de La Española y más todavía de Nicaragua, revela al indígena como un ser racional, social, dotado de una cultura digna de admiración en varios aspectos. Del indio se aprende: lo demuestra la actividad protoetnográfica del cronista. Esta tensión cognitiva y la captación de los criterios de vida de los grupos indígenas no pueden sino influir sobre la percepción de la guerra y su inevitable capacidad destructora. Muy pronto, Oviedo interroga las formas de la guerra de un modo crítico como lo revela su presentación del Requerimiento, muy famosa por ser, con la del bachiller Fernández de Enciso, entre las primeras. En ella, denuncia la inaplicabilidad de dicho texto y la violencia de los conquistadores, quienes capturan primero a los indios para leerles el Requerimiento después, lo cual invalida el valor jurídico del texto.9
10Asimismo denuncia muy temprano las entradas y atropellos que cometieron los conquistadores de tierra firme como Juan de la Cosa u Ojeda, quienes se arrebataron sin razón sobre los indios, provocando su hostilidad definitiva. Si Oviedo enjuicia muy severamente a los grupos indígenas isleños10 y de tierra firme, con similar severidad denuncia los delitos de Pedrarias Dávila y sus secuaces. Es que la promulgación de las Leyes Nuevas, la ofensiva lascasiana en los años cuarenta en el seno del mismo Consejo de las Indias, así como las guerras del Perú, provocaron una evidente turbación de las conciencias observable en la producción historiográfica. La guerra de conquista en Nicaragua, en el Darién o en Costa Rica (Nicoya) bajo la pluma de Oviedo viene a ser la ”polilla de la guerra” destructora, desorganizadora, ciega y fratricida. La región del Darién y el asentamiento de Santa María serán destruidos en un tiempo récord por los conquistadores, y la rica Nicaragua, tan suave y admirada por Oviedo, será a su vez vaciada de su población, en otro tiempo abundante. A. Salas, Pérez de Tudela, E. Otte, entre otros, equilibraron el análisis de la crónica de Oviedo tan vilipendiada por Las Casas, manifestando su capacidad informativa así como su reconocimiento de las injusticias que sufrieron los indios y por lo tanto de los límites en la aplicación de las pautas jurídicas de la Corona.
11Es así como ciertos capítulos de la hgni, por su énfasis y su patetismo, parecen escritos por... el propio Las Casas. A título de botón de muestra, podríamos citar la lista espeluznante de los crímenes cometidos por los capitanes de Pedrarias que cursaron la infernal universidad del maestro.11 Bartolomé Hurtado vende a los indios que le había prestado un cacique amigo ”para le ayudar a traer las cargas e que eran amigos e de paz: los cuales luego fueron vendidos en almoneda e herrados e los más dellos se sacaron de la tierra por mar e los llevaron a otras partes”. Más lejos, Oviedo afirma que Juan de Ayola ”hizo morir muchos indios con nuevas crueldades y tormentos e comer perros, vivos, a otros e dejó de guerra toda la tierra alzada e dio principio tan diabólico en el crédito de los indios contra los cristianos que nunca le salió del pecho la indignación y una entrañable enemistad contra el nombre de cristiano y con muy justa querella”.12 A los ojos del cronista, todos son culpables: ”no absuelvo a los particulares soldados, que como verdaderos manigoldos o buchines o verdugos o sayones o ministros de Satanás, más enconadas espadas e armas han usado, que son los dientes e ánimos de los tigres e lobos, con diferenciadas e inumerables e crueles muertes que han perpetrado, tan incontables como las estrellas”.13
12Pero hay más. Ciertos comentarios manifiestan una lógica explicativa que dista mucho del simple anatema en cuanto a la resistencia de los indígenas. Observa que es lógico que los indios tengan apego a su oro, a sus dioses y a sus antiguos modos de vivir, que les fueron enseñados desde hace muchos siglos, planteando el problema ya no en el campo de la verdad espiritual sino en el campo de la historia cultural.14 En otros casos, sabe manifestar también que los indios tienen razonamientos e interrogaciones que no son de menospreciar. El caso del licenciado Zuazo merece ser mencionado. A raíz de una tentativa de sublevación de los indios de México contra los cristianos, por ausencia de Cortés, el licenciado Zuazo había hecho rigurosos castigos, mandando aperrear a los caciques principales. El licenciado había tenido especial cuidado en destruir los ídolos de aquella tierra, por lo cual cuatro señores principales e sabios le vinieron a preguntar ”por qué causa se les hacía tan temeraria violencia e cosa tan desacatada”.15 El argumento no carecía de lógica: los señores indígenas hacían observar que sus dioses les mantenían en salud, les daban la victoria contra sus enemigos lo mismo que lo hacían las imágenes de los cristianos, tal como la de San Sebastián; colocada en la cabecera de la cama del licenciado. Este quiso contestar explicando que los cristianos no creían en imágenes que sólo eran representaciones y no el verdadero Dios y ”tomó la imagen de san Sebastián e hízola pedazos delante de ellos”. Uno de los señores sonrió ”díjole que no creía que el licenciado los tenía por tan nescios: que ellos bien sabían que aquellas imágenes las hacían los amautecas (que quiere decir maestros) ”. Ellos veneran lo que representan las imágenes... Oviedo reconoce que el licenciado quedó ”algo confuso” y encontró dificultad para convencer a dichos sacerdotes.
13A veces, el silencio o la promesa diplomática sólo sirven para mantener un precario equilibrio de las fuerzas en el que ni el cacique, ni el español resultan convencidos. Recordemos esta escena en la que Oviedo intenta explicar al cacique nicarao Nambi que no debe tener varias mujeres, el cual le afirma que la poligamia fundamenta su señorío y que no puede dejar de practicarla sin perder tal prestigio, imprescindible para la gestión de su grupo. Oviedo le reprocha entonces sus borracheras a lo cual el cacique contesta que posiblemente deje de emborrarcharse pero obviamente ni el uno ni el otro pretenden que se cumpla tal promesa.
14Estas anécdotas exhiben situaciones generadas por la conquista, difíciles de clasificar como una guerra justa o justa resistencia. Son configuraciones que se dieron dentro de una general conflagración en las que el indígena fue víctima, agente o protagonista con estrategias propias. La zona de contacto pudo ser entre guerra y compromiso, entre resistencia pasiva y armada, entre diplomacia y mentira, asi como lo leemos en la hgni de Oviedo.
15El debate teológico tal como pudo darse en el ámbito reformador de Salamanca encuentra ecos distorsionados en la historia de los hombres. La diferencia no es sólo de teoría a práctica. En el caso de Oviedo, pienso que la crítica de la conquista y de los conquistadores no puede entenderse sino integrando en el estudio la totalidad de la obra para delinear los valores del ideario del cronista y entresacar otras claves explicativas.
DE LA GUERRA GLORIOSA A UNA GUERRA INFAME
Una obra entre dos mundos
16Las razones por las cuales Oviedo critica en reiteradas ocasiones el comportamiento de los conquistadores con una virulencia inusitada se vinculan sobre todo con el ideario de este funcionario de cuarenta años que desembarca en el Nuevo Mundo en 1514, con la expedición de Pedrarias. A. Gerbi16 ha comentado abundantemente la importancia de su estancia anterior en Italia, donde pudo aprender el toscano y asimilar en parte la brillante cultura humanista italiana. Pero la experiencia cortesana peninsular, en la sombra del príncipe don Juan del que fue mozo de cámara y, a partir de 1504, su actividad en torno a la corte de Fernando el Católico, deben recalcarse con atención. Durante los años 1505-1526, o sea antes de la redacción y edición del Sumario de la Natural Historia, Oviedo tuvo una actividad historiográfica menos conocida.
17A la hora de conseguir méritos en el círculo del poder, Oviedo optó primero por la historia peninsular. Decenios más tarde, evocaría un escrito titulado Genealogía de los Reyes de Castilla que pudo ser la forma previa del Cathálogo Real de Castilla17 y que pretende haber leído en Madrid en 1518 a su alteza: ”después que avía cenado sobre mesa, yo leí mucha parte desta historia antigua y escrita ade mano”.18 En 1518, acaba de regresar del Darién y debe de estar redactando el Claribalte que se edita en 1519. Según Tudela, para la fecha, Oviedo ya ha empezado la redaccción de las copiosas Batallas donde el cronista se hace testigo de la vida de los más ilustres linajes de Castilla. Dicho de otra manera, el inicio de la actividad cronística de Oviedo no se inspira en la realidad de las Indias sino en la historia aristocrática peninsular. Por otra parte, suele cruzar los temas y los espacios, con un juego de simetría inversa: estando en el Darién, parece que concibió el Claribalte, una novela de caballería y estando en Castilla, redactará en 1526 el Sumario de la Natural Historia, opúsculo donde describe la naturaleza de las Indias. Asimismo declara haber redactado gran parte del Cathálogo Real de Castilla estando en Santo Domingo. Hay que notar que en 1532, cuando recibe el título de cronista oficial de las Indias, Oviedo entrega al Emperador no un texto sobre América sino el Cathálogo Real de Castilla cuya redacción acabar de concluir ”en limpio y de mi propia mano”.19 Es imposible no ver el efecto, aunque periférico, de esta obra brindada al rey sobre la consecución de dicho cargo. El título de cronista oficial fue la recompensa concedida por la elaboración conjunta del Sumario en 1526 y del Catálogo de Castilla entregado en 1532.20 Esto obliga a reconfigurar la trayectoria del historiador que articula e imbrica escritos acerca de la nobleza y la realeza de Castilla y escritos sobre el Nuevo Mundo. Es así como, estando en Nicaragua en 1528, pudo dibujar los volcanes y juegos rituales indígenas y la primera parte del Libro de los blasones.21
18Oviedo suele ser considerado como un cronista de las Indias, un especialista, pero la realidad de su extensa obra revela una constante preocupación por la cultura aristocrática de la cual quiere dejar constancia. Le tocó vivir época excepcionalmente fecunda, estando en Valladolid o en Panamá. Es así como en 1525 redacta una Relación de la prisión de Francisco primero rey de Francia y al año siguiente, el Sumario de la Natural Historia; dos acontecimientos que a sus ojos tienen igual trascendencia y en los que pretende construir su imagen de cronista, servidor del imperio.
19Los dos universos historiográficos entran en sinergia y a veces se comunican o se compenetran, unidos por un tema común que estructura la cosmovisión de Oviedo, a saber la cuestión de la definición de la nobleza y de su papel.
¿LA GUERRA JUSTA?
20¿En qué términos se planteó la cuestión de la ”guerra justa” bajo la pluma de Oviedo? No adujo conceptos teológicos ni jurídicos de cariz tomista o aristotélico. En un clima político proclive a los debates doctrinales y a las reformas, el cronista manifiesta la mayor cautela. Los criterios para enjuiciar a los indios proceden de su proyecto político plasmado sobre las tierras americanas y tienen que ver con la definición de la nobleza que a su vez plantea la definición del poder real. El indio y el conquistador protagonizan una gesta cuyos valores se anclan en la España tardomedieval, la de los Reyes Católicos; y es de creer que si el indio llega a exisitir como interlocutor y protagonista (hasta amigo),22 si llega a suscitar la compasión, es porque el español que tiene enfrente se porta de manera indigna, carece de la nobleza y del honor que sólo podían justificar tal empresa y hacerla aceptable y hasta gloriosa.23 La guerra justa, a los ojos de Oviedo, la hicieron los protagonistas de la historia formativa de Castilla, cuyo arquetipo son los caballeros de Santiago. Dicho modelo Oviedo pensaba transferirlo a América, en total contradicción con los imperativos de la política de la Corona.24
21La trascendencia de los Cien Hábitos de Santiago se evidencia con la lectura de las obras peninsulares de Oviedo, sobre todo las Batallas y el Cathálogo Real25 de la misma manera que la famosa tesis de las Hespérides tiene su primera expresión en el Cathálogo Real de Castilla.26 Tal montaje ideológico impacta también a la hora de querer ubicar la conquista de las Indias en el continuum de la historia peninsular, fuera de toda legitimación papal. La legitimación de la gesta colombina y de los demás conquistadores, en su principio, debería inscribirse en una misma lógica imperial goda; de allí la intromisión en la primera parte de la hgni de evocaciones prestadas de las crónicas medievales insertadas en ciertos episodios de la conquista y el deseo de Oviedo de afirmar que las cosas que parecen nuevas no lo son, sino olvidadas. Oviedo quisiera que la ocupación de las tierras del Nuevo Mundo no fuera sino una manera de reanudar el hilo de la historia más prestigiosa de Castilla que tiene sus raíces en la resistencia goda y en la Reconquista. Obviamente tal esquema explicativo no tuvo el eco esperado en la corte ni en el Consejo Real. Oviedo abandonará tal teoría. En cambio, la cuestión de la proyección hidalguista en América, única vía susceptible de ennoblecer América y garantizar la justicia de la guerra de conquista, se mantiene y se confirma en toda la obra de Oviedo.
22La nobleza es una realidad sociopolítica e ideológica polifacética que, como la caballería con la que tiene obvios vínculos, se inscribe en la historia de larga duración. Dos nociones alimentaron todo el debate sobre la nobleza y la caballería durante el siglo anterior: la nobleza concebida como antigüedad de un linaje que la funda y la legitima en sus prerrogativas y en su calidad ética, o la nobleza como acción virtuosa del individuo, es decir ejercicio de las virtudes cardinales cristianas. Oviedo, como muchos en la época, tiene en realidad una posición ambigua e irregular; por su cultura y sus modelos (el príncipe Juan), se hace el defensor de la nobleza de linaje, histórica, piedra angular de la historia de España, querida por Dios.27 Pero como humanista, por su vivencia personal, va a aplicar a sus conciudadanos con el mayor rigor, el principio de la nobleza como valor, esfuerzo y virtud del individuo al servicio de un rey que a su vez debe ser generoso y justo:
[...] digo que yo quisiera ser más hijo del más pequeño e pobre labrador, si me ovieran bien doctrinado, que no algunos grandes o rricos e potentes en estado e illustres por su sangre, que he visto, mal acostumbrados e viciosos.28
¿QUÉ PASA EN EL NUEVO MUNDO?
23En teoría, nada debía impedir que los linajes nuevos que se habían lanzado a la conquista de las islas Canarias, como los Lugo, pudiesen arraigar en América para forjar tan deseada y necesaria élite. Pero, embrionaria en las Canarias, no consigue arraigar en el nuevo continente. La crónica ovedense no nos pinta un fresco de hazañas susceptible de fundamentar una nobleza americana. Ni el linaje creado por el marqués del Valle ni el marquesado de Pizarro encuentran crédito a los ojos de nuestro cronista. Tampoco Jiménez de Quesada, de origen converso, gozó del mérito suficiente. Obviamente, el marquesado concedido a Cortés, hombre fraudulento y fementido, choca con los principios nobiliarios del cronista, aunque reconoce que fue buen general y hábil líder de hombres.
24Sin embargo, estos hombres, que han conquistado territorios gigantescos al servicio del Emperador, cuyo valor y cuyos sufrimientos fueron inauditos, son celebrados por Oviedo en repetidas ocasiones; su gesta se compara con las mayores odiseas de la antigüedad. En efecto, la nobleza, bajo la pluma de Oviedo, tiene todas las formas de una meritocracia, consistente en el ejercicio de la virtud, siendo la primera la del servicio como lo afirma en la hgni :
Habemos leído que muchos grandes varones acertaron a tener tales personas que dieron, seyendo plebeos e bajos por sus predecesores, grand resplendor e fama a sus descendientes e ilustraron sus linajes, otros por el contrario, que nascieron e se criaron con poderosos estados, hicieron tales obras, que deshonraron a sí e a sus pasados.29
25Así y todo, la constitución nobiliaria no puede arraigar en el Nuevo Mundo, privada de cemento histórico, como árboles privados de raíces. El Nuevo Mundo en los libros de la hgni suena a elegía, una serie de dramas humanos donde los ”cristianos” se hacen más salvajes, hasta cometer crímenes de canibalismo,30 despojar y engañar a los indios, porque imitan a sus infernales capitanes. El panorama de los conquistadores americanos es desolador y caótico. Gobernadores, adelantados, simples soldados o capitanes todos se precipitan a la puerta del infierno, incluso los miembros del clero. Hicieron de la tierra de América una tierra de discordia, de escándalo y deservicio. Estos desórdenes son como ecos distantes de la ”negra comunidad” de España, y despiertan la misma retórica de la traición y del deservicio.
UNA TURBAMULTA MESTIZADA
26Los Cien Hábitos de Santiago significaban el orden y las virtudes del ideal caballeresco, lo que comenta Oviedo es precisamente el contrario: en vez de una élite con altas aspiraciones espirituales, desembarca en América una turbamulta incontrolada y mestizada. La degradación de la virtud en América se explica por esta mezcla de gente plebeya y mezcla de gente de Castilla con extranjeros, lo cual no puede producir sino continuas discordias:
Ruindades y feos hechos mezclados con traiciones y deslealtades y poca constancia en algunos hombres que por acá han venido, no crea el lector que todos son españoles los que estos errores han hecho, que ninguna lengua falta acá de todas aquellas partes del mundo que haya cristianos así de Italia como de Alemania y Escocia e Inglaterra y franceses y húngaros y polonios e griegos e portugueses y de todas las otras naciones de Asia, Africa e Europa.31
27El soplo épico y el espacio caballeresco que se abrían en América se asfixian ya en los primeros libros de la hgni, porque la nobleza institucional está ausente en el Nuevo Mundo: esta institución la debían garantizar los Cien Hábitos de Santiago.32 América bajo la pluma de Oviedo se ha transformado en la tierra de una forma de exilio y derelicción.
CONCLUSIÓN
28Oviedo nunca dejó de escribir sobre el viejo mundo, y la lectura de los dos conjuntos textuales permite delinear el ideario de este autor con más precisión. La temática del indio, visto a la vez como enemigo y víctima, sólo se puede explicar en relación con la concepción de la nobleza y de los criterios no de la justa guerra — en términos de derecho — sino de la noble guerra, lo cual, a los ojos de Oviedo, supone dignidad, honor y un dosado y legítimo uso de la violencia. Tal perspectiva invita a integrar en el panorama teológico de la justa guerra toda una serie de tratados de heráldica, libros de blasones, árboles de linajes y doctrinales. Esta tratadística conoció una floración enorme durante los siglos xv33 y xvi, exhibía el arte de guerrear como memoria aristocrática. Tocaba a la ética y a la práctica de la caballería y de la nobleza, todo lo cual no se puede descartar del contexto ideológico de la primera parte del siglo xvi.
LÓPEZ DE GÓMARA O LA GUERRA EN LAS CUATRO PARTES DEL MUNDO
29El estudio de la obra de Gómara confirma a su vez la necesidad de ensanchar y contextualizar el concepto de guerra a mediados del siglo xvi, tal y como aparece en la historiografía indiana. Se delinea un complejo entramado de valores culturales con gran variedad de criterios, en los que la audacia no está reñida con la habilidad.
30Nuestra perspectiva debe precaverse de todo anacronismo, y evitar toda forma de miopía: la guerra con su séquito de crueldades no se inventa en América. Podríamos aquí retomar la observación de J. P. Lafaye en su ensayo Sangrientas fiestas del Renacimiento quien observa:
La historia de aquella época mal llamada [Renacimiento] es un renacer continuo de guerras civiles e internacionales por doquier. A partir de mediados del siglo xv, la fragua de Hefaistos no ha parado de forjar más y más armas para destruir las obras del hombre y de la misma humanidad.34
31Esta emergencia de un homo armatus, héroe de las guerras modernas que pretende superar a sus antecesores romanos, le parece a Lafaye merecer tanta atención como el deslumbrador auge del renacimiento de las letras y de las artes; observa además que, fuera de la imprenta, de la brújula o de la letra de cambio, la mayor invención de la época fue la artillería con cambios profundos tanto en la concepción de la guerra como en la economía de los países implicados en conflictos a la mayor escala. Lo que se desprende de la lectura global de los escritos de López de Gómara que conciernen la totalidad de las tierras del mundo (quitando a China y Japón por obvias razones cronológicas) es la omnipresencia de la guerra así como la primacia de la cosmografía: lo uno y lo otro se respaldan.35 Tanto Las guerras de mar como los Annales o la Historia de las Indias tienen en común la presentación de un espacio geográfico amplio donde se dilata la acción militar y política hasta los confines del mundo; la mundialización es a la vez nueva obra cosmográfica y recorrido de hombres en armas.
32En los Annales de Carlos V, las naciones integran un panorama hecho de batallas (forma aparentemente tradicional pero en realidad de una tremenda modernidad) sea en América, sea en el Mediterráneo sea en la Europa Oriental donde se despliegan los ejércitos descomunales del sofí o del turco. Se evocan guerras y tiranías, de manera concisa y clínica.
33El retrato de Selim por ejemplo, exhibe el asesinato como arte de gobierno: después de haber matado a su padre, a sus hermanos, a sus sobrinos y a sesenta y dos deudos suyos, sin ofrecerles siquiera una sepultura, el rey oriental declara ”no aver cosa mas dulce que reynar sin parientes, palabra indina odiada”.36 La sospecha llega a su colmo cuando el rey hace untar una camisa con sustancia envenenada para que la revistiera su hijo, estando él ausente, por si ”tratase de alçarse con el reyno en su ausencia”. El tema de la potencia y la crueldad de los reyes orientales es casi un tópico que reúne a Atahualpa y Soliman.37 La crueldad descrita como método de gobierno se podía observar en la misma cristiandad de Europa. Pensemos en la presentación de César Borgia que da ocasión para demostrar cómo el asesinato y la traición son vías para ascender y captar el poder. César Borgia tendrá una muerte ignominiosa como muchos adelantados del Nuevo Mundo, por precio de sus crímenes. Feroz, liberal y culto, hábil guerrero pero ”colmado de vicios”, César será desprestigiado en la muerte: ”le acavó de matar Damiancillo atambor, estando caydo y gimiendo”.38 El tirano italiano encuentra ecos del otro lado del océano en la persona de Gonzalo Pizarro que quiso ser rey y va a su muerte encapuchado, montado en una mula, o Carvajal, paradigmas ambiguos de la crueldad. Gómara explica que el odiado Carvajal fue ”el más famoso guerrero de cuantos españoles han a Indias pasado”.39
34Gómara tiene sobre la guerra un juicio que se inspira más en la tradición historiográfica clásica y en los escritos de Maquiavelo que en el patetismo de Oviedo o en la denuncia vehemente de Las Casas. Los hombres de América no son inferiores ni homunculi, son enemigos en el sentido militar de la palabra; la matanza de Cholula no se escatima ni se elude, Gómara afirma resueltamente que los españoles ”mataron seis mil y más” pelearon cinco horas, quemaron todas las casas y quedaron tintos en sangre, saquéose la ciudad. No hay silencio ni elipsis. Tratándose de la misma batalla evocada en la Brevísima, Las Casas declara que metieron ”a espada los cinco o seis mil hombres en el patio” .40 Tales matanzas tienen simetría en el Viejo Mundo. ”Mataron cinco mil [...], y veinticinco capitanes”, tal es el precio de la victoria que proclama el marqués de Pescara en la batalla de Vicencia, cerca de Olmo.41 En la batalla de Boristenes el capitán del rey de Polonia, Costantino, mató a 8 000 moscovitas, lo cual se estima como esclarecida victoria.42 La ostentación inédita de fuerzas inmensas en el teatro de las guerras del Viejo Mundo obliga a pensar de otra manera las expediciones del Nuevo. Enormes ejércitos están ubicados en Polonia, en Oriente, en África, o en los Países Bajos o en Francia, así el rey Segismundo de Polonia, o la campaña de Selim contra el sofí de Egipto, en la que se ostentaron 200 000 soldados. Los Annales dibujan un mundo hecho con dramas y sangrientas batallas y el fragor de las armas se oye en cada una de las páginas. Cuenta entonces el vigor guerrero, el profesionalismo de estos capitanes, discípulos del Gran Capitán, que se forjaron en batallas feroces (como Ravena) mencionados en los Annales y que se embarcaron hacia el Nuevo Mundo. Fascinado por estos homines novi, por estos capitanes esforzados, aunque no siempre recompensados por el emperador, Gómara los evoca en la tradición de los vires claris:43 Pedro Navarro el poliocerta excepcional,44 Juan de Urbina,45 Fernando de Alarcón, García de Paredes46 encuentran sus dobles en América; matan en serie, rápido y bien. La ferocidad neoclásica en América, la encontramos en Balboa, quien hizo devorar por sus perros a cincuenta indios ”putos”, Cortés quien mandó cortar las manos a cincuenta espías. Los españoles son feroces guerreros y en la batalla, tal ferocidad cobra un valor épico ”así peleaban como leones y mejor hablando como españoles” proclama Gómara al comentar la batalla que opuso a Diego de Almagro y Vaca de Castro.47 La guerra para Gómara es la materia historiográfica por excelencia, a imitación de Polibio o Salustio48 y las élites guerreras, los nuevos Scipiones son los agentes activos de la historia.
35Es imposible plantear el problema de la guerra en América, haciendo caso omiso de la guerra en Europa y es imposible hablar de Balboa, Cortés, o los hermanos Pizarro sin hablar de García Paredes, Juan de Urbina o Pedro de Navarro, y otros discípulos del Gran Capitán, es imposible hablar de la justicia sin integrar el impacto de la historiografía romana y la obra de Plutarco, es decir, la dimensión esencial para el humanista de los hombres ilustres que sustentan la historia. Pensar la historia obliga a analizar los mecanismos que rigen la acción de los hombres a la hora de codiciar el poder o de ejercerlo. Salustio, Tácito, Plutarco, Polibio, Maquiavelo, eran lecturas activas, inmersas en la realidad política de la época, seguramente mucho más que Aristóteles a la hora de emprender la tarea de historiar.
LA PROYECCIÓN IMPERIAL
36Una gran capacidad integradora rige el texto de Los Annales. El mundo emerge en 1500, año del nacimiento de Carlos, hábilmente Gómara integra para esta fecha al emperador inca Hayuna Capac: ”reynaba en Cusco y Quito y otras infinitas provincias del Perú, Guayna Capa, rey riquissimo, guerrero y ydolatra”.49 El Inca incorpora el teatro del mundo, colocado entre las hazañas del Gran Capitán en Italia y las expediciones de don Manuel I, rey de Portugal hacia la India. Gómara elabora un verdadero artefacto político, una cartografía geopolítica del mundo que irradia a partir de un centro: la persona de Carlos. América se ve incorporada y afirmada entre Asia, India, Egipto, Moscovia o Roseilón: la potencia militar parece fundar el imperio. La visión de Gómara implica medir la proyección imperial como fuerza difundida por el mundo. Sepúlveda pensaba que era tan justo hacer la guerra al turco (Democrates primus) como al indio, en nombre de la expansión incontenible del cristianismo cuyo líder natural sería el emperador Carlos V. Gómara que bien conoció a Sepúlveda y seguramente admira al ilustre albornoz50 participa de tal visión expansionista como se puede leer en el prefacio: ”mucho más hubieran descubierto sujeto y convertido [los españoles] si Vuestra Majestad no hubiera estado ocupado en otras guerras” y añade para recalcar la alta misión providencial del emperador: ”Quiso Dios descobrir las Indias en vuestro tiempo y a vuestros vasallos, para que las convirtiésedes a su santa ley como dicen muchos hombres sabios y cristianos. Comenzaron las conquistas de indios, acabada la de moros, porque siempre guerreasen españoles contra infieles”.51
37Como Oviedo, Gómara se niega a entrar en el debate teórico de la justa guerra o de los justos títulos, él quiere mantener la postura del historiador, espectador de las situaciones y de los hombres. Proclama la misión histórica del emperador, enfocada desde el contexto político internacional claramente delineado sea de expansión en el Nuevo Mundo, sea de defensa (contra el turco), sea de acrecida competencia con Portugal en las Molucas.52 Por otro lado hace énfasis en la saga de los héroes de la fe, los capitanes y soldados españoles que supieron combatir a los moros en Malta, Mesina o la costa magrebí. Lo que desarrolla Gómara no es una preocupación por la justica de la guerra, en su dimensión trascendental y metafísica, sino por el buen uso de las armas, es decir, la capacidad profesional de vencer, aduciendo los valores de honor y lealtad imprescindibles. A sus ojos, el providencialismo se plantea como pórtico de la obra, pero lo que se analiza es su aplicación en el proceso histórico; ¿cómo adquirir el poder y cómo conservarlo? ¿Cómo transformar una victoria militar en una victoria política? Si la influencia de Sepúlveda es indudable sobre la cuestión del turco y de la necesidad de forjar una unión sagrada contra la ”infernal secta de Mahoma”, no lo es menos la agudeza del político florentino. Tanto Gómara como Maquiavelo admiran a Fernando el Católico, este ”nuevo príncipe de la cristiandad” que impulsó una verdadera transformación geopolítica de Europa. Maquiavelo celebra la guerra de Granada (reanudada ya en 1481) y el desarrollo del ejército por el rey aragonés así como ”su piadosa crueldad” que consistió en despojar a los marranos de su reino.53
38Según Gómara, la guerra es una manera de forjar los equilibrios geopolíticos no sólo de América sino del planeta y no es discordante con el cristianismo. En los Annales de Carlos V, se ve que la cuestión de la guerra justa se anula (como interrogación) en beneficio de una interrogación sobre el arte de guerrear, la historia entonces se transforma en una visión de las tácticas, de los errores y del profesionalismo de quienes son los artesanos de la dilatación del imperio, a saber: los capitanes y los soldados.
39Los Annales de Carlos V se leen como un tejido de batallas en los cuatro rincones del universo, siendo la guerra de las Indias tan sólo un polo, una faceta de esta actualidad globalizada. La guerra en las Indias no tiene especificidad a los ojos de Gómara, observa el comportamiento y el ideario militar de un Cortés como el de un Barbarroja ”para hacerle compañía”. Su mirada sobre el indio, enemigo o aliado, traidor o cómplice, conjuga criterios tácticos, sin excluir la admiración, el reconocimiento de su valor, de su destreza según esquemas concisos que articulan descubrimientos y enfrentamientos, ganancias y pérdidas. Es un adversario más en el amplio conjunto de las guerras imperiales.54
40¿Es decir que a los ojos de Gómara el tema de la justicia no se plantea y que el historiador se contenta con una apologética historia de los hechos de los conquistadores?
41La obra americana de Gómara manifiesta una tensión ética importante que se va afirmando a lo largo de la Historia de las Indias. En el último capítulo ”Loor de españoles”, Gómara hace un balance positivo de la conquista como empresa ”civilizadora” pero admite que el despojo de los indios fue inútil ”fuera mejor no les haber tomado nada” pues las minas daban bastante oro y plata ”en comparación de lo cual es muy poco el oro y la plata que los indios tenían”. Se podían haber ahorrado tantas violencias inútiles y perjudiciales, el argumento aquí tiene un obvio cariz pragmático; pero un poco más lejos añade el autor ”el mal que hay en ello es haber hecho trabajar demasiadamente a los indios, en la pesquería de perlas y en las cargas”, tema que ya había aflorado en otros capítulos sobre las perlas donde el cronista alababa a la Corona y sus leyes que prohibieron la pesca de las perlas ”estimando en más la vida de los hombres que no el interés de las perlas”.55 Adoba el texto con una reflexión personal admirativa: ”ley digna de tal príncipe y de perpetua memoria. ” El mismo tipo de comentario se lee en el capítulo ccxvii a propósito de la libertad de los indios. Gómara evoca las ordenanzas que libertaron a los indios de la esclavitud ”libertó el Emperador los indios, mandando, so gravísimas penas, que nadie los haga esclavos y así se guarda y cumple”. El cronista añade un comentario de su propia cosecha: ”ley fue santisima cual convenía a Emperador clementísimo. Mayor gloria es de un rey hacer buenas leyes que vencer grandes huestes. Justo es que los hombres que nacen libres no sean esclavos de otros hombres”. Tal comentario no debe sorprendernos bajo la pluma del humanista. La postura de Gómara es pragmática y se funda sobre la experiencia: los indios no se pueden predicar ni atraer al catolicismo por vía pacífica y el uso de las armas es casi siempre una necesidad: es lo que se deduce de las infructuosas tentativas de Cumaná (por Las Casas) o de Florida (pues los dominicos encabezados por fray Luis Cáncel de Balvastro fueron matados por los indios). El comentario de Gómara permite apreciar en qué medida la guerra se justifica: ”Muchos que favorecieron la intinción de aquellos frailes conocen ahora que, por aquella vía, mal se pueden atraer a los indios a nuestra amistad ni a nuestra santa fe; aunque, si pudiese ser, mejor sería”. Esta última frase manifiesta que la guerra en sí no es una mejor vía, sino el remedio que queda para conseguir santos fines.
42Gómara por lo tanto adopta reiteradas veces una actitud crítica respecto a las violencias de los españoles, injustificadas en caso de actitud pacífica de los indios. No admite el tratamiento que se reservó a los indios lacayos, declarando a título de conclusión56 ”dicen que todos los cristianos que cativaron indios y los mataron trabajando han muerto malamente o no lograron sus vidas o lo que con ellos ganaron”. Lo mismo repite en ”Loor de los españoles” (capítulo ccxxiv): ”oso decir sobresto que todos cuantos han hecho morir indios así [es decir haciéndoles trabajar hasta la muerte] que han sido muchos y casi todos, han acabado mal, en lo cuál paréceme que Dios ha castigado sus gravísimos pecados por aquella vía”. Gómara no pretende entrar en polémicas para teólogos; se contenta con decir en la última frase de la Historia ”yo escribo sola y brevemente la conquista de Indias, quien quisiera ver la justificación della lea al dotor Sepúlveda, coronista del emperador, que la escribió en latín dotísimamente y así quedará satisfecho del todo”.
43Atento lector de Pedro Mártir, Gómara reconoce que los primeros tiempos de la conquista fueron crueles y los españoles codiciosos en extremo y culpables: las leyes clementes y protectoras que la Corona emitió, las aprueba como la marca de la magnanimidad imperial ”digna de perpetua memoria”. La violencia que permite vencer al enemigo, en la batalla, no debe acompañarse de una violencia extremada y mortífera a la hora de echar las bases de la vida social. La crítica que Gómara emite no se refiere a la guerra justa en este caso sino a la injusta explotación de poblaciones ya incorporadas en el imperio.
CONCLUSIÓN
44La Historia de las Indias es una pieza más que se debe insertar en el amplio movimiento de revisión y de reactualización del tema de la guerra justa. Ante el desarrollo de una ciencia militar más tecnificada que estaba replanteando los tradicionales criterios caballerescos y erigiéndose en instrumento del nuevo expansionismo estatal, la guerra se había convertido en una praxis omnipresente, esto no suponía secularizar los fines de la guerra que seguían sustentando el orden cristiano y la realización del plan divino, sino los medios utilizados.
45Así como Vitoria legitimaba la presencia española en América y el jus belli con argumentos de índole práctica que se basaban en el derecho universal al comercio entre todos los hombres — el jus communicationis - , asimismo Gómara, en una perspectiva decididamente belicista, integra la necesidad de limitar el uso de la violencia con cierto pragmatismo inspirado como lo hemos dicho en Maquiavelo o las lecciones de Tácito. La guerra es justa y el uso de las armas necesario si permite evitar la ”muerte de muchos españoles”, cosa que no supo entender Las Casas en Cumaná. A diferencia de Sepúlveda, las relaciones entre ética y eficacia cobran matices más cínicos o políticamente poco correctos. Es que Gómara prefiere observar los rodeos y altibajos de la fortuna de los hombres, con una distancia corrosiva y un humor a veces cruel y sólo se contenta al final de la Historia con observar los fallos de una conquista que no siempre fue tan justa... hay en Gómara una escritura de la crueldad y de la guerra por ambas partes del Atlántico y que une las dos historias. Los caníbales cortan, despedazan y comen a los supliciados pero Barbarroja, el renegado, obra con una crueldad similar o más refinada57. Lo que une ambas historias es que los hombres que actuan son un mismo género, movidos por los mismos afectos. Sin llegar a formular una teoría sobre la guerra justa y la conquista, recalca finamente Gómara, en sus consideraciones finales de las guerras del Perú, los mecanismos que enlazan poder y violencia: ”atribuyen los indios y aun muchos españoles, estas muertes y guerras a la constelación de la tierra y riqueza, yo lo echo a la malicia y avaricia de los hombres”. Más lejos, expone esta síntesis brillante, digna de Tácito: ”comenzaron los bandos entre Pizarro y Almagro por ambición y sobre quién gobernaría el Cuzco, empero crecieron por avaricia y llegaron a mucha crueldad por ira y envidia... siguieron a Diego de Almagro porque daba, y a Francisco Pizarro porque podía dar”.58 Concluye, sentencioso ”quien se sintiere, calle, pues está libre y rico, no hurgue por su mal”. He aquí la lección de la historia; la ética no puede sino arroparse con los harapos de la codicia y la crueldad quizás sojuzgadas pero nunca erradicadas.
46La aceptación de la sombra, del silencio, del equívoco para mantener la fuerza y el prestigio del poder aleja quizás de la controversia de Valladolid, pero nos acerca a la política de los hombres y la complejidad de los tiempos, en una época de protoglobalización evocada al principio del estudio. Vitoria operó una refundación del derecho de las gentes (jus gentium) y echó las bases de una communitas orbis como un mundo abierto definitivamente a la libre circulación de los hombres y de los bienes. Operó así una transformación política esencial, eliminando todo fundamento espiritual en los justos títulos y dejando aparecer un imperialismo moderno, mercantil y capitalista que satisface el poder. Asimismo Gómara, al fundar su crónica en la observación exaltada de la dilatación del mundo gracias a la navegación y a la búsqueda de los pasos que abren la ruta de los navios cristianos por mares y océanos, y al ensanchar la irradiación político militar del Imperio a las cuatro partes del mundo, al recalcar con tenacidad la importancia de la especiería, se inscribe en esta idea de circulación y la comunicación de mercancías, soldados y mercaderes. En el surco trazado por Vitoria, el cronista afirma que la historia de los hombres es profundamente intramundana y se destaca de toda referencia a una trascendencia bíblica. El mundo obedece a una doble racionalidad mercantil y guerrera, la una adosada a la otra: hay aquí un obvio toque maquiavélico59 en la adscripción a los valores humanistas insertados en la pujante realidad política y militar de todo el imperio.60 Creo que esta concepción global y agresiva del mundo con múltiples interconexiones, observable ya en la primera mitad del siglo xvi, viene a ser paradigmática de toda la modernidad.
Notes de bas de page
1 Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, introducción y edición de José Pérez de Tudela y Bueso, col. Atlas, Madrid, bae, 1959, pp. 117-121. Designaremos esta obra como hgni.
2 Francisco López de Gómara, Historia de las Indias, Hispania Vitrix, t. xxii, Madrid, Atlas, bae, pp. 155-294. Designaremos esta obra como Historia.
3 Un sentimiento similar anima el prólogo de la Historia general y natural de las Indias de Oviedo, admirado por la magnitud y la belleza del Nuevo Mundo.
4 Cf. Los informes del virrey Mendoza que optó por la suspensión temporal de los aspectos más drásticos de las leyes (en Corpus documental de Carlos V, vol. 3, pp. 255-256). Diez años más tarde, las sesiones de la Controversia de Valladolid terminaron sin conclusión decisiva: se puede leer en el manuscrito de don Antonio Fuertes y Viota, según Ángel Losada: ”Tres años después se celebró una pública disputa en la que intervino Domingo de Soto, teólogo de gran fama; el resultado de allá fué que, preocupado el emperador con otras guerras, más bien se permitió que se aprobara la licencia de dominio de los españoles en Indias” (en Juan Ginés de Sepúlveda a través de su ”epistolario” y nuevos documentos, Madrid, csic, 1973, p. 211). Coincide en todo tal afirmación con la de Thuano, citada por Teodoro Andrés: ” [...] que el resultado del asunto fué que, ocupado el César con otras guerras, fué permitida más bien que aprobada la libertad de los españoles para hacer intrusiones en las Indias”, ibid., p. 211.
5 Entre otras: la fascinación por la novedad, propia del humanismo, la obligación de ”relatar” o hacer memoriales, inquirir como acto de servicio de la Corona, el despegue de la nueva cosmografía junto con la necesidad de elaborar el padrón real, el afán misionero considerado como la legitimación de la presencia de España en América, a raíz de las bulas alejandrinas, el énfasis del arte de historiar como actividad profesional así como el tema de la legitimidad cuestionada por Francia. No olvidemos que en los años 1540-1541 se producen nuevos viajes de J. Cartier al Canadá, con órdenes de asentamiento en el territorio. Los franceses (cuyos juristas cada vez más influyentes en el Gobierno — al igual que en España — habían empezado a profundizar en esas materias) apelaron a la declaración de Clemente VII (1533) que restringía el ámbito de las bulas alejandrinas, y reiteraron su derecho a asentar en zonas descubiertas por otros, pero no colonizadas (en función del derecho natural asimilable al jus communicationis de Vitoria). Todo esto relajaba la fuerza de los argumentos tradicionales de la soberanía hispana y facilitó la libre discusión en España, ante la necesidad de encontrar razones legitimadoras. Había que buscar argumentos jurídicos y seculares.
6 ”Escribir historia, decía un poeta, es caminar sobre las brasas escondidas debaxo de una blanca ceniza que nos engaña. No hay obra en que más enemigos se toman cuando les parece que su negocio no esta como debe, dexando aparte que todos quieren ser jueces”, en Lewis Robert E., The humanistic historiography of Francisco López de Gómara (1511-1559), The University of Texas, Austin, 1983, p. 234.
7 Fray Bartolomé de las Casas, Obras completas. Historia de las Indias, Madrid, Alianza Editorial, 1994, t. iii, pp. 1856-1857. Véanse también los caps, cxlii hasta cxlvi, libro ii, que tratan del análisis crítico de la crónica de Oviedo (primera parte de la hgni editada en 1535), op. cit, pp. 2381-2402.
8 Fray Bartolomé de las Casas, Obras completas, t. iii, pp. 2251, 2278, 2279, etc. y en particular el episodio de Cumaná, cap. clx, p. 2466, donde Las Casas reúne en su crítica a los dos cronistas para desmentir sus relatos.
9 La crítica del requerimiento toma varias formas: la primera denuncia un disfuncionamiento del texto que los indios se niegan a escuchar siquiera ”cien indios con mucha osadía, con hermosos penachos en las cabezas y las personas y caras embijadas, tan colorados como sangre todos ellos y con sus arcos y flechas, mostrando que nos habían de resistir la salida”. Oviedo observa ”en la verdad no nos entendían más que un vizcaino en su vascuence con un tudesco o arabígo o otro más extremado lenguaje” (hgni, t. iii, p. 225). El acta de posesión se hará en un pueblo vacío y Oviedo declara a Pedrarias: ”Señor paréceme que estos indios no quieren escuchar la teología deste requerimiento, ni vos tenés quién se la dé a entender. Dile el requerimiento y él lo tomó con mucha risa dél e de todos los que me oyeron” (hgni, t. iii, p. 230). Oviedo dedica un comentario a la práctica del requerimiento: ”Peor lo hicieron después los capitanes en muchas entradas [...]. Yo pregunté después año de 1516 al dotor Palacios Rubios [...] si quedaba satisfecha la conciencia de los cristianos con aquel requerimiento e dijome que sí, si se hiciese como el requerimiento lo dice. Más paréceme que se reía muchas veces cuando yo le contaba lo desta jornada y otras que algunos capitanes después habían hecho. Y mucho más me pudiera yo reir dél y de sus letras, si pensaba que lo que dice aquel requerimiento lo habían de entender los indios sin discurso de años e tiempo [...] adelante se dirá el tiempo que los capitanes les daban, atando los indios después de salteados, y en tanto, leyéndoles toda aquella capitulación del Requerimiento” (hgni, t. iii, p. 231).
10 Cf. El testimonio que hace delante del Consejo de Indias a propósito del indio y su incapacidad a vivir sin tutela, en los años veinte, hgni, en Introducción, Pérez de Tudela.
11 Cap. xxxiii del libro 29 en que ”sumariamente se tracta del subceso e fin que hicieron los capitanes particulares que ha habido en la gobernación de Castilla del Oro en tiempo del gobernador Pedrarias Dávila, e antes e después de él hasta el tiempo presente”: Francisco Becerra ”se daba maña a robar indios e aperrearlos sin misericordia”, el capitán Hurtado ”maltractador de indios e vicioso”, ”todo su intento era lujuriar y tomar a los indios sus mujeres e indias e dar lugar que los otros españoles que debajo de su juzgado estaban, hiciesen esas e otras torpezas e sinrazones”, Martín de Murga ha muerto ”hartos indios”, ”fue mucha causa de ser rebelar el cacique de Bea e otros porque este capitán cobdicioso le fatigaba porque le diese oro”, Gaspar Morales, primo de Pedrarias, ”trayendo muchos indios e indias en cadenas e atados e no de buena e justa guerra salieron, por los cobrar sus padres e parientes, y por poder sal varse estos capitanes, acordó Gaspar de Morales de hacer degollar los presos e así se hizo, e huyeron en tanto que los indios que así venían a libertar los muertos se pararon a los mirar con muchas lágrimas e dolor considerando tanta crueldad; e deteniéndose en esa trabajosa consideración el uno mirando al hijo, el otro a la mujer el padre o el hermano, tuvieron tiempo los malhechores de escapar con el oro y las perlas”. El capitán Joan de Ayora enseñó ”a pecar e mal obrar a otros muchos, usando muchas e injustas crueldades contra los indios” la lista es inacabable (hgni, t. iii, pp. 342-351). El resultado afirma Oviedo es la desertificación de toda la zona: ”no creo que me alargo en la suma de los dos millones que he dicho, si se cuentan, sin los muertos, los indios que se sacaron de aquella gobernación de Castilla del Oro e de la de Nicaragua en el tiempo que he dicho [1514-1534] (período de Pedrarias) para los llevar por esclavos a otras partes”, hgni, t. iii, p. 353.
12 hgni, t. iii, p. 258.
13 hgni, t. iii, p. 354.
14 ”No miraban [los españoles] que eran, los que sobjuzgaban, a quien quitaban la libertad que siempre tuvieron, y embebecidos enseñoreádose, no se acordaban de la fatiga e cuidado en que viven aquellos que al nuevo yugo e servidumbre ponen. Porque no solamente quieren [los españoles] e acostumbran enseñarles a ser ricos de sus propios bienes a los enemigos y extraños, e asimismo tributarios, pero a creer e vivir de otra manera que ellos viven e sus antecesores vivieron: que son cosas que cada una dellas basta para que el nuevo señor o conquistador, si prudente es, nunca esté sin sospecha de novedades, aunque fuesen los unos y los otros de una misma ley o secta [...]. Las cosas que son usadas y aprendidas en largos tiempos y edades envejecidas no se pueden desarraigar ni quitar tan sumaria e facilmente que se les olivide a los viejos; y en tanto que aquéllos viven, han de vivir sus heredados vicios”, hgni, t. iv, p. 180.
15 hgni, t. v, pp. 347-348.
16 A. Gerbi, La naturaleza de las Indias nuevas, México, fce, 1978.
17 Libro que ofreció a Lope Conchillos con quien las relaciones se habían deteriorado a raíz de la vuelta precipitada del Darién. Lope Conchillos había confiado a Oviedo unos negocios en las Indias, a título privado y Oviedo estaba en cierta medida bajo la férula de su protector. Se sabe que Oviedo volvió del Darién muy rápidamente para salvar ”su vida y su conciencia”, defraudando así las esperanzas lucrativas de Conchillos. En una carta publicada por Enrique Otte y que fecha de mayo de 1518, Conchillos contesta a Oviedo: ”y tengoos en merced la genealogía de reyes de España que decís que me queréis enviar y yo creo que ella e tal que contentaría a los que decís que la vieron”, en ”Aspiraciones y actividades heterogéneas de Gonzalo Fernández de Oviedo, cronista”, Revista de Indias, 71, 1958, pp. 9-61.
18 Pérez de Tudela, Batallas y quinquagenas, t. ii, Madrid, csic, 1990, p. 289.
19 El título completo es Cathálogo Real de Castilla, y de todos los Reyes de las Españas e de Nápoles y Cecilia e de los Reyes y señores de las casas de Francia, Austria, Holanda, y Borgoña: de donde proceden los cuatro aboloríos de la Cesárea magestad del Emperador don Carlos, nuestro señor: con relación de todos los Emperadores y Summos Pontífices que han subcedido desde Julio César, que fue el primero Emperador, y desde Apóstol Sanct Pedro, que fue el primero Papa, hasta éste año de Christo de mdxxxii años y 1535. El manuscrito que se conserva en la biblioteca del Escorial fue editado recientemente. En Evelina Ana Romano y Ann Arbor, Transcripción y edición del ”Cathálogo Real de Castilla” autógrafo inédito de Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés de Thuesen, Michigan, umi-Dissertation Servicers, 1994, 2 065 pp.
20 El título oficial se confirma con la impresión, tres años más tarde, de la primera parte de la hgni, ya anunciada en el Sumario de 1526. El Cathálogo Real de Castilla, como lo apunta Sánchez Alonso, es ”en realidad una continuación de las antiguas crónicas”. Historia de la historiografia, Madrid, csic, 1947, t.i, p. 357.
21 La heráldica siempre fue una marcada preocupación de Oviedo. Él mismo reconoce en sus memorias: ”esos libros de blasones son escriptos por muchos autores que no concocemos [...]. Yo tengo un libro destos de armas y dígoos, en mi ánima, que ha mas de cincuenta años y háse andado conmigo por mar y por tierra este tiempo que os digo”. J. B. Avalle Arce, Memorias de Gonzalo Fernández de Oviedo, Chaptel Hill, 1974, t.i, p. 326.
22 Cf. La entrevista con el cacique viejo Agateite que fue larga y apreciada por Oviedo, el cual concluye diciendo ”quedamos amigos”, hgni, t. iv, libro 42.
23 Los tratados de caballería que florecieron en el siglo xv se fundaban en las Partidas de Alfonso el Sabio (en particular la segunda partida que definía ”qué es un caballero, cual debe ser”. En el Victorial de Gutierre Díaz de Games se da una evocación de la vida sufrida del caballero y de los muchos sinsabores cotidianos: ”los caballeros en la guerra comen el pan con dolor. Los viçios della son dolores y sudores, un buen día entre muchos malos. Pónenese a todos los trabajos, tragan muchos miedos, pasan por muchos peligros, aventuran sus vidas a morir o bivir. Pan mohoso o bizcocho, viandas mal adobadas. A oras tienen, a oras non nada. Poco vino o no ninguno. Agua de charcos e de odres. Las cotas vestidas, cargados de fierro. Los henemigos al ojo. Malas posadas, peores camas. Mala cama, mal sueño”. (El Victorial, ed. Rafael Beltrán Llavador, Madrid, Clásicos Tauros, 1994, p. 206). Fuera de los dotes de un caballero esforzado (fortitudo), de prudencia, de firmeza y justicia, el mayor deber del caballero es el servicio de su rey: éste es el origen de los buenos (condes caballeros e hidalgos). El libro de Alexandro es la referencia de tal literatura preceptiva con los castigos de Aristóteles al conquistador.
24 Se sabe que el proyecto de los Cien Hábitos de Santiago, rotundamente negado por la Corona en reiteradas ocasiones, fue presentado por Oviedo con obstinación: pretendía que se le concediera un centenar de caballeros de Santiago para emprender una colonización ”modélica” en la que la encomienda sería la forma básica de la explotación social y económica de la mano de obra indígena con pautas morales directamente heredadas de la aristocracia militar de la reconquista. Con este proyecto, se opuso radicalmente al proyecto de fray Bartolomé que se fundaba en el trabajo de labradores venidos de la península. En 1524, estuvieron en competencia delante del Consejo de Indias. El proyecto de Las Casas fue preferido.
25 Sánchez Alonso coloca tales escritos entre Juan Margarit el Gerundense y la crónica de Florián de Ocampo (1480-1543), período que se caracteriza por una sinergia entre una floración de la historiografía, promovida por el humanismo florentino y la necesidad de reconsiderar los orígenes de un reino en plena ascención. En este mismo período se inscribe una obra de Pedro de Medina, La grandeza de España que fecha de 1545. Todas estas historias se redactaron en lengua española y no en latín.
26 Esta tesis según la cual son las Antillas las antiguas islas Hespérides (tesis inspirada en Solino) permitía, como se sabe, afirmar que España se contentaba con recuperar antiguas posesiones y por otro lado que los indios de las Antillas habían sido cristianizados pero que se habían olvidado aquella época de su historia: ”es justo que se crea y que se afirme que la verdad evangélica fue predicada en esos parajes” (hgni, t. i, p. 30). Tal teoría se apoyaba en la lista de los 24 reyes primitivos de España desde Tubal, hijo de Noé hasta Mellicola. Inspirándose del fantasioso Viterbio y deseoso de evidenciar para Castilla un origen heróico y prestigioso, aunque imaginario, Oviedo defiende la tesis según la cual la civilización española es anterior a la de los romanos y a la de Troya: ”Para tomar el origen de Roma, me paresce que [...] los avíamos de poner [...] en la estirpe de Japhet, de la qual pendieron los reyes de Espagña y del quarto dellos dicho Brigo los phrigios, porque Frigia se llama el reyno de Troya. Y así se concluye que de españoles sucedieron los troyanos de quienes procedieron los reyes de Roma o romanos”, Cathálogo, fol. 7r°, 1994, p. 79.
27 ”En mucho deven tener los illustres nobles barones sus antigüedades y mucho devemos a Dios, primeramente por el origen que les dio; y en grande obligación son a sus pasados que por sus virtuosas obras los dexaron en posesión de nobleza; y muy obligados quedan a la conservar los descendientes que esas casas e patrimonios poseen”, Pérez de Tudela, Batallas, t.ii, p. 39.
28 J. B. Avalle Arce, Memorias, p. 324. Los retratos que se nos ofrece en las Batallas, revelan que este dispositivo con sus variantes sufre los ataques de la historia que se encargó de transformar tal definción bajo el efecto del enriquecimiento, de la abundancia de bienes, y también por los sectores de actividad que se diversificaron. Oviedo se hace testigo de un mundo nobiliario contrastado donde los más ricos no siempre son los más virtuosos y donde la obtención de un título no siempre recompensa a los más valientes.
29 hgni, t. iii, p. 58.
30 Oviedo es uno de los cronistas que más casos de canibalismo de españoles menciona.
31 hgni, t. ii, p. 400.
32 Es lo que demuestra Otte produciendo un documento del 29 de diciembre de 1525 en el que Jácome Castellón hace pleito homenaje como alcaide de la fortaleza de Cumaná en la desembocadura del Manzanares cuyas aguas eran indispensables para la pesca de las perlas. El acto solemne tiene todas las normas del pleito homenaje de la sociedad caballeresca pero fue pura burla. Jacopo Castiglione, de su verdadero nombre y apellido, es hijo bastardo de un mercader genovés; no era hidalgo como lo revela el escudo que le concede Carlos V por su violenta represión de los indios de Cumaná, no tiene armas: sólo una torre con almenas rodeada por las cuatro cabezas de caciques indios sentenciados ”un yugo de oro en señal de la subjeción en que la dicha fortaleza tiene a toda aquella tierra”. El papel de tal hidalgo capitán no pasará de organizar entradas salvajes y la fortaleza no se edificará nunca. ¡Qué diferencia con Oviedo quien, en 1536, hizo pleito homenaje como alcaide de la fortaleza de Santo Domingo, y dedicó su vida al servicio de César y sin embargo cuyo salario se elevaba a 30 000 maravedís al año, cuando el capitán de Cumaná ausentista, cobraba 45 000 maravedís! Otte observa cuál sería la humillación para Oviedo.
33 Cf. Jesús D. Rodríguez Velasco, El debate sobre la caballería en el siglo xv, la tratadística caballeresca castellana en su marco europeo, ed. de la Junta de Castilla y León, Salamanca, Consejería de Educación y Cultura, 1996.
34 J. Lafaye, Sangrientas fiestas del Renacimiento, México, fce, 1999, p. 11.
35 Es interesante enfocar la obra de Gómara, la Historia de las Indias, donde pretende presentar con brevedad (pues ”la brevedad a todos aplace”) la historia de las conquistas a Carlos, Emperador de Romanos, ”porque las vea juntas”, tomando en cuenta la cara peninsular de la obra del mismo autor, a saber un manuscrito que se editó en España muy recientemente, titulado Compendio de lo que trata Francisco López de Gómara en el libro que hizo de las guerras de mar de sus tiempos (Colección Gayangos, Mss 17498), copia firmada de 1560. Fue editado bajo el título: F. López de Gómara, Guerras de mar del Emperador Carlos V, edición y estudio de Miguel Ángel de Bunes Ibarra y Nora Edith Jiménez, Madrid, Sociedad estatal para la conmemoración de los centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000. Gómara hace el balance de la historia del Mediterráneo donde se puede apreciar la lucidez del autor así como la importancia estratégica de las numerosas batallas navales (contra el turco, contra los berberiscos, o los árabes o contra los piratas barbarrojas (cuya crónica redactó Gómara en 1545). Asimismo, otra obra del mismo autor: Los Annales de Carlos Quinto editada por el estudioso inglés Merriman. Annals of the Emperador Charles V by Francisco López de Gómara, introd. Roger Bigelow Merriman, Clarendon Press, 1912, expone el diagrama de la geopolítica del imperio desde 1500 (año del nacimiento de Carlos V) hasta 1556: estos dos conjuntos textuales fueron, como en el caso de Oviedo, sincrónicos, aunque de forma y con ritmo redaccional desiguales. La única obra que será publicada es la Hispania Vitrix es decir la Historia de las Indias y la segunda la Historia de la conquista de México.
36 Francisco López de Gómara, Los Anales de Carlos Quinto, p. 202. El tema de la crueldad del turco no se encuentra sólo bajo la pluma de Gómara. A. Mas recuerda que expresiones tales como ”los turcos bárbaros, el feroz Selim o el cruel Soliman” son utilizadas por Vasco Díaz Tanco. La excelencia de su organización militar (obediencia, sobriedad y audacia), son rasgos que se leen en Paolo Jovio. La amenaza que pesaba sobre España desde la instalación de Barbarroja en Alger despertaba interés y curiosidad por la historia mal conocida de los turcos (fuera del sabroso Viaje de Turquía, la Palinodia de Vasco Díaz Tanco del Frejenal (Orense, 1547), La Historia de los turcos de Vicente Roca (Valencia, 1555) y por supuesto Paolo Jovio (Commentarii delle cose de Turchi, Venecia, 1531), autor mencionado por Gómara a propósito del Sophi Ismael (Annales, p. 166). Gómara quien ha vivido diez años en Italia conocía muy bien los escritos italianos políticos y literarios. Cf. A. Mas, Les Turcs dans la littérature espagnole du Siècle d'Or, París, Centre de Recherches Hispaniques, 1967.
37 Francisco López de Gómara, Los Anales de Carlos Quinto, p. 191, año 1515. Describe la ”cruel muerte” del falso rey Seguel de Hungría: ”lo asaron, y cozieron y lo hicieron ¡comer á sus soldados! ” (op. cit, p. 188, año 1514). La barbarie y el canibalismo no eran propios del Nuevo Mundo.
38 Idem., p. 177.
39 Recalquemos la gran diferencia con el retrato de Almagro padre, quien intenterá evitar la muerte, implorando a su verdugo, dichas súplicas son mediocres e inútiles. Este conquistador analfabeto y bastardo, liberal en extremo, no tendrá a nadie a la hora de su muerte: ”cuando murió no tuvo quien pusiese un paño en el degolladero” (Historia, cap. cxli).
40 Fray Bartolomé de las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, 1552, cap. ”De la Nueva España”.
41 Idem., p. 186.
42 Idem., p. 188.
43 Notemos un entusiasmo marcado por parte de los humanistas de Europa por Plutarco, cuyos tratados traducirían del latín G. Budé y Erasmo. Según F. Hartog, toda la época se ubicó, desde Petrarca y su De viris illustribus, bajo la inspiración de los hombres ilustres, queriendo leerlos e imitarlos: Plutarco fue así un intermediario obligado con sus Vidas paralelas.
44 4 ”Pasó Pedro Navarro, el artillería por los Alpes, con gran ingenio, aunque con gran trabajo, y derribó un gran lienzo de la fortaleza de Milán que nadie lo creyera, minándo, por lo cual se dio el duque Maximiliano Esforza. Venecianos lo pidieron al Rey para contra Bressa, que tenían su castillo por inexpugnable sin minas”. El homenaje póstumo es una nueva definición del valor guerrero: este capitán, más experto que valiente es admirable. ”En su tiempo nadie como él trazaba un real ni hacía una trinchera o palizada o cestones, ni ponía mantas, ni minaba, ni hacía cosa para ofensa o defensa de fortalezas, y así muchos aprendieron de él”. Tal elogio es cuanto más audaz y subversivo cuanto que Pedro Navarro realizó estas hazañas excepcionales, habiendo pasado al enemigo francés.
45 ”Grande, membrudo, grosero, más de claro entendimiento, liberal, limosnero, devoto, nunca jurava y así castigó mucho las blasfemias, en fin era virtuoso si no jugara demasiado. Que matar, herir y aprovecharse del enemigo y de sus bienes, la guerra y vida soldadesca lo llevan, fue de consejo, tuvo grandes ardides, nunca mostró miedo aunque Jovio dize avérsele conocido en Génova, quando el saco, mas era por el artillería y no por los hombres”.
46 ”Muere García de Paredes en Boloña, que no tuvo par en fuerça y en esfuerzo”. Gómara evoca las hazañas del capitán: ”García entonces le dio una porrada que le hundió en los sesos el almete e que murió. Venció luego dentro de dos meses otros tres desafíos con amigos y enemigos que todos los valientes querían provar con él sus fuerças y assí tomó once campos en estacada y todos los venció, lo qual ningún otro ha hecho en nuestros años”.
47 Francisco López de Gómara, Historia de las Indias, op., cap. cxlix.
48 Las Historias de Polibio fueron redescubiertas en Florencia en la primera mitad del siglo xv. El Aretino las parafraseó en su Historia de la primera guerra púnica. Los Italianos y luego J. Bodin celebrarán los méritos de Polibio. Gómara esperaba ser el Polibio moderno que cantaría los modernos centuriones americanos. Maquiavelo en su De arte de la guerra utiliza mucho a Polibio, como siendo el historiador más técnico y pragmático. El texto completo de las Historias de Polibio se encontraba en la biblioteca de Diego Hurtado de Mendoza así que Gómara pudo consultarlo holgadamente.
49 Francisco López de Gómara, Los Annales, p. 162. Gómara concede particular importancia a este soberano: esboza un cuadro de la corte del inca en la Historia, después de haber evocado la muerte de Atahualpa: ”Corte y riqueza de Guaynacapa” (cap. cxx). La riqueza, la autoridad y la majestad imperial son los rasgos esenciales, habitualmente requeridos para describir a un soberano exótico.
50 A éste le menciona dos veces, la primera diciendo que Sepúlveda le aconsejó sobre el título de su manuscrito Guerras de mar de nuestro tiempo y la segunda en la última frase de la Historia de las Indias, donde obviamente se refiere al texto del Democrates alter como un respaldo jurídico de una autoridad avezada en las justas de teólogos y canonistas.
51 Francisco López de Gómara, Historia de las Indias, prefacio, p. 156.
52 Cf. Francisco López de Gómara, La crónica de los Barbarrojas y Guerras de mar de nuestro tiempo.
53 R. Laffont, Le Prince, París, col. Bouquins, 1996, cap. xxi, p. 166.
54 El ejemplo que podría ilustrar esta dimensión de la obra se lee en los Annales [1532]. Se describe para este año la llegada del ejército de Solimán el Magnífico sobre Viena ”el mayor ejército de nuestros años”. Los unos dirán 200 000, otros 500 000 y Pedro Mexía 600 000, op. cit., p. 224. Solimán lleva ”una aljuba de carmesí bordada de oro con punhal y simitarra de precio excesivo y en un caballo ricamente guarnecido”. Es un séquito riquísimo, ataviado de oro, vestido de seda, plumas y pedrerías que Gómara describe como una verdadera parada militar. Enfrente, el emperador encabezando el mayor ejército de la cristiandad con 120 000 soldados no exhibe tanta magnificencia. La victoria irá a Carlos quien provoca ”la afrentosa retirada del gran turco”. En este mismo año, en los confines del mundo, Atahualpa, otro riquísimo soberano es capturado por un puñado de conquistadores (”riquíssimo rey del Cusco que así dio por su rescate más de dos millones” op. cit., cap. cxiii, pp. 225-228). Solimán huye de los cristianos, Atahualpa será su víctima; el oro abunda en oriente y en este occidente extremo, el oro del uno permite vencer al otro: la llegada de Atahualpa a Cajamarca es como un contrapunto a la de Solimán: ”Venía en una litera de oro chapado aforrada de plumas de papagayos de muchos colores [...] sentado en un tablón de oro sobre un rico coxín de lana guarnecido de muchas piedras”. El centenar de esclavos que rodean a la persona real y la magnificiencia de la corte constituyen una suerte de réplica americana al séquito de Solimán: ”150 esclavos de lanças y casacas de rasso y azul encordonadas de plata [...]. Caballos regalados en diestro y cien pages de cámara en gentilles cavallos con casacas de tela de oro y sombreros de carmesí guarnecidos de oro, y plata y plumas blancas”.
55 Francisco López de Gómara, Historia de las Indias, cap. cxcviii, De las perlas, p. 233.
56 ”Engañan de palabra los isleños diciéndoles cómo iban a llevallos al paraíso [...] desta manera acabaron los lucayos y los más trayéndolos en minas” (Ibid., cap. xli, p. 45).
57 ”Empaló a Domingo de Portuondo y acañaveró otros muchos y atropelló con caballos algunos, manera de tormento y muerte tan nuevo como cruel. Hacía en campo llano hoyos, y metía en ellos a los cristianos dejando las cabezas y brazos fuera y echaba hombres de caballo que los atropellase hasta despedazarlos” (Francisco López de Gómara, Guerras de mar, p. 136).
58 Francisco López de Gómara, Historia de las Indias, cap. cxc.
59 Durante su estancia en Italia, Gómara fue capellán del colegio de San Clemente de Bolonia, donde pudo conocer a un ilustre albornoz, Sepúlveda.
60 Sobre el ambiente y el mecenazgo español en Roma y Bolonia, del que Sepúlveda es uno de los mejores exponentes en los años anteriores y posteriores al saqueo de 1527, aún falta un estudio exhaustivo que, quizá podría esclarecer no pocos aspectos de la formación de la ideología política y cortesana bajo Carlos V. Un dato revelador del interés por el pensamiento político de los círculos nobiliarios donde se desenvolvía Sepúlveda en esos años, por supuesto anteriores a la estancia de Gómara, podría ser la obra del filósofo napolitano Agostino Nifo, que procedía de los mismos círculos aristotélicos que Sepúlveda y cuyas obras reflejan la influencia directa de Maquiavelo (El príncipe, 1521). Los temas tratados en las primeras obras italianas de Sepúlveda responden plenamente a ese ámbito aristocrático del colegio español de San Clemente y de los círculos nobiliarios de la Roma de Clemente VII, marcados por un profundo elitismo intelectual, muy alejado del irenismo de Valdés o Erasmo. La idea de Sepúlveda, ya explícita en el Demócrates primero, es la exhortación a Carlos V a hacer la paz de los príncipes cristianos para dar la guerra al turco de 1529, ante la amenaza de Viena por las tropas otomanas, manifestando que la conjunción de los pueblos regidos por el emperador — españoles, italianos y alemanes — hacían de este gran conglomerato internacional una estructura de poder superior a las demás potencias existentes y por tanto merecedora del ”imperium orbis terrarum”, concepto de un imperio considerablemente secularizado, como realidad hegemónica del poder, más allá de las justificaciones medievales. Dichos conceptos me parecen fundar también el pensamiento político inscrito en filigrana en la obra de Gómara, aunque seguramente de un modo menos sistemático.
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