Conclusión
p. 179-184
Texte intégral
1Obsidiana, término omnipresente en esta obra, como lo era en la Mesoamérica prehispánica la realidad que encierra. Los yacimientos de Zináparo fueron uno de los principales lugares de producción y transformación de esa materia prima, y su historia debe asociarse a la del contexto cultural y sociopolítico del Occidente prehispánico.
2En esta obra, al estudiar algunos aspectos de las tecnologías de trabajo de la obsidiana, propusimos una reconstitución del modo de funcionamiento de las zonas de producción, tratando de poner en relación sus diferentes componentes estructurales. En una primera parte, con la interpretación de los datos arqueológicos disponibles, tanto en nuestro sector de estudio como en las regiones vecinas, examinamos los elementos que nos permitieron esbozar el marco cronocultural de la explotación de los yacimientos y el principal resultado fue situar el inicio de la explotación sistematizada a finales del Clásico, probablemente en la segunda parte de la fase Lupe (de 600 a 850 d. C). Después intentamos identificar los diversos tipos de producción que se llevaban a cabo en los centros de manufactura y reconstituir las diferentes operaciones técnicas que se sucedían, desde la adquisición de la materia prima en bruto hasta el producto manufacturado. Así fue como pudimos demostrar que para efectuar esas actividades artesanales se recurría a conocimientos relativamente simples, aunque originales, y que esas actividades se singularizaban de los tipos de producción habitualmente realizados en los otros grandes talleres de Mesoamérica.
3Los resultados obtenidos y las inferencias establecidas nos permiten ahora tener acceso a nuevos campos de análisis adecuados tanto para la identificación cultural de los grupos que se encargaron de poner en marcha la explotación sistematizada como para la determinación del grado de influencia de los centros de producción de la región de Zináparo en la economía regional y, más ampliamente, en Mesoamérica. Entonces, a manera de conclusión y a la luz de los datos arqueológicos recolectados en las regiones vecinas, en este capítulo propondremos una reconstrucción de la historia de los yacimientos de Zináparo mediante la presentación de los indicios que pueden aclararnos esos importantes aspectos, para, sobre ello, echar los cimientos de una investigación futura que tendrá como eje las modalidades de distribución de los diferentes tipos de obsidiana y de los productos manufacturados en los talleres de la región de Zináparo.
4Ya desde el tercer milenio a.C, los yacimientos de la región de Zináparo eran empleados como lugar de abastecimiento y las poblaciones de esa región del actual Michoacán sabían aprovechar los nódulos rodados que recolectaban de la superficie. En efecto, las capas de ocupación precerámica del sitio La Cueva de los Portales (mich.389), situado en la región de la vertiente meridional del río Lerma (Faugére-Kalfon, en prensa), proporcionaron un abundante material de obsidiana originario de esos yacimientos. La obsidiana era entonces un material buscado por sus cualidades funcionales y empleada, a semejanza de otras rocas, tanto para la talla doméstica como para la fabricación de puntas de flecha.
5Sobre el periodo Preclásico, sólo disponemos de datos fragmentarios, pues los únicos vestigios de ocupación humana identificados en esta ocasión en la cuenca de Zacapu datan de los inicios de nuestra era. En el caso de este último periodo, que marca la transición con el inicio del Clásico, los vestigios arqueológicos parecen indicar que las modalidades de adquisición de la obsidiana de los yacimientos de la región de Zináparo eran, a grandes rasgos, similares a las practicadas desde hacía milenios. Las características del material de obsidiana recolectado en los sitios Loma Alta (mich.66) y Guadalupe (mich.215) indican que las poblaciones de la cuenca lacustre de Zacapu adquirían pequeños nódulos rodados, probablemente recogidos de la superficie (Darras, 1993), originarios de los cerros El Varal y Zináparo. Consecuentemente, esos yacimientos desempeñaban una función de primer orden en la economía de las poblaciones de la región aledaña, pues suministraban la materia prima destinada a la talla doméstica no especializada. No obstante, ningún indicio nos permite pensar que las actividades mineras hubiesen sido emprendidas en ese periodo: ningún vestigio arqueológico de esa época pudo ser identificado en los yacimientos y los datos disponibles sobre los últimos eslabones de la cadena productiva constituyen una información que contradice esa hipótesis. Con todo, estas deducciones deben ser tomadas con reservas, puesto que la inexistencia de indicios de explotación durante el Preclásico Tardío y, después, durante el Clásico Temprano y Medio no significa forzosamente que esa explotación no haya existido, dado que los vestigios pudieron desaparecer bajo los escombros de las actividades posteriores.
6Paralelamente a la adquisición de obsidiana local, las poblaciones de las fases Loma Alta (de 100 a 550 d.C), Jarácuaro (550 a 600 d.C) y Lupe (600 a 850 d.C.) adquirieron productos manufacturados elaborados con obsidiana exógena, originaria de regiones más lejanas. Esos productos provienen de una producción artesanal especializada, como, por ejemplo, las navajas prismáticas verdes translúcidas de obsidiana originaria del yacimiento de Pachuca (en el actual estado de Hidalgo), distante unos 400 km. Conforme a los resultados de la composición fisicoquímica de una navaja de color gris negro, el yacimiento de Zinapécuaro, distante 150 km, también está representado en esa producción.
7Si hacemos un resumen de la información de que disponemos, llegamos a la conclusión de que las poblaciones preclásicas y clásicas de la región Centro-Norte de Michoacán utilizaron extensivamente dos fuentes de obsidiana de la región de Zináparo para satisfacer sus necesidades domésticas (cerros El Varal y Zináparo), sin buscar aprovechar su potencial, al desarrollar en ellas una explotación intensiva y sistematizada.
8A finales del periodo Clásico, esa región de Michoacán experimentó cambios sucesivos de orden sociopo-lítico que se tradujeron en una reorganización espacial y estructural del patrón de asentamiento, como lo ilustra la multiplicación de los sitios agrícolas en la región de la vertiente meridional del río Lerma (Faugére-Kalfon, 1996). El aumento demográfico que es perceptible al inicio del Posclásico tanto en la región como en todo el Centro-Occidente de México podría haber estado vinculado, según las hipótesis de diferentes autores, a movimientos de poblaciones alógenas “prototoltecas” (Braniff, 1989; Brambila, 1988; Castañeda et al., 1988; Faugére-Kalfon, 1991). El sector de Zináparo, en el que hasta ahora no han sido encontrados indicios de una ocupación anterior, sufrió también grandes transformaciones: hizo su aparición una veintena de pequeños asentamientos, algunos de los cuales pudieron haber estado ocupados desde finales de la fase Lupe, mientras que varios centros de producción de obsidiana, junto con sus áreas de extracción, talleres y, en ocasiones, incluso áreas de habitación, se instalaron en los yacimientos de los cerros El Varal y Zináparo y, también, en el del cerro Prieto, hasta entonces poco utilizado.
9Vemos así que el final del Clásico es un periodo determinante para las tres fuentes de obsidiana de Zináparo, las cuales, al ser objeto de una explotación sistematizada y abrigar grandes talleres de producción especializada, habrían de disfrutar de una importancia sin igual hasta entonces y condicionar, durante varios siglos, las formas de suministro y consumo regionales de obsidiana.
10Hasta donde sabemos, hay razones para vincular las reestructuraciones regionales en la esfera sociopo-lítica con las que afectaron el campo económico relacionado con la obsidiana; sin embargo, es difícil determinar si el establecimiento de esos grandes centros de producción es realmente una consecuencia de la nueva coyuntura socioeconómica y si debe comprenderse como una respuesta a nuevas necesidades. Por otra parte, si bien ciertos datos arqueológicos nos permiten considerar que los centros de producción del cerro Prieto eran contemporáneos de los que se encontraban instalados en los cerros El Varal y Zináparo, otros datos, como la naturaleza de los diferentes tipos de producción, nos llevan, no obstante, a considerar la posibilidad de un ligero desfase cronológico (aunque también es posible que las características de la obsidiana sean el único origen de la especialización respectiva). Finalmente, es evidente que todavía no disponemos de suficientes datos como para afirmar que las regiones cercanas a los yacimientos, en este caso la vertiente meridional del río Lerma, fueron las primeras que se beneficiaron de la producción de los talleres. Con todo, gracias a las analogías cerámicas y arquitectónicas, los trabajos efectuados en las zonas de habitación del macizo de Zináparo y del cerro Prieto nos permiten establecer el parentesco cultural con esa región vecina (Faugére-Kalfon, 1996).
11El nuevo sistema de producción y distribución que aparece en la región revela que las poblaciones que lo tenían bajo su responsabilidad disponían de una organización socioeconómica y política lo suficientemente compleja como para poder administrar de manera racional y rentable un sistema de explotación que incluía complejos mineros y talleres de manufactura, llevar a cabo ciertos tipos de producción que exigían la competencia de artesanos especializados y, en fin, establecer redes de distribución en el plano regional y, quizás, en el suprarregional. Por otra parte, la instalación de estructuras de habitación en los yacimientos, en el seno mismo de los centros de producción, podría expresar una voluntad de tomar posesión del lugar y controlar su acceso. Consecuentemente, debemos plantearnos varias interrogantes: ¿quiénes eran las poblaciones que aseguraban la producción en los yacimientos de la región de Zináparo?, ¿dónde se distribuían los productos que eran manufacturados en los talleres y a qué se destinaban? Aunque todavía no podamos responder de manera completamente satisfactoria a esas preguntas, muchos indicios nos permiten abrir brechas en ese campo de análisis.
12A lo largo de esta obra hemos demostrado ya que la producción lítica que se llevaba a cabo era original tanto en su finalidad como en los medios puestos en práctica para lograr esa finalidad. A pesar de la práctica de actividades de talla secundarias, podemos considerar que esa producción era de dos tipos: la talla laminar por percusión, efectuada en los talleres de los cerros El Varal y Zináparo, y la preparación de núcleos cónicos y de grandes cepillos en los del cerro Prieto. Esos dos tipos de producción, muy diferentes uno del otro, eran llevados a cabo conforme a esquemas operativos peculiares y parecen haber constituido un fenómeno aislado, puesto que, hasta ahora, nada comparable ha sido verdaderamente identificado en las otras regiones productoras de Mesoamérica; exigen un conocimiento, ciertas normas técnicas, tales que, de acuerdo con los datos arqueológicos disponibles, sólo harían su aparición en la región Centro-Norte de Michoacán al final del Clásico. En ningún sitio de la región ocupado durante el Clásico Temprano y Medio encontramos productos de obsidiana manufacturados conforme a esas técnicas. Podemos preguntarnos entonces si la evolución perceptible en las modalidades de explotación de la obsidiana y los sistemas técnicos es prueba de una aportación cultural particular, y si podemos ponerla directamente en relación con los movimientos de población propuestos por los diferentes autores ya mencionados; paradójicamente, no obstante, cuando abordamos el problema de la difusión regional de los productos fabricados en las minas taller, vemos que siguen vigentes algunas interrogantes.
13Todos los asentamientos situados en la región vecina y ocupados al final del Clásico y, o, durante el Posclásico Temprano consumieron en grandes cantidades obsidiana local proveniente de los tres yacimientos del sector de Zináparo, sobre todo mediante la adquisición de la materia prima en bruto para su propia producción doméstica no especializada o para la fabricación de piezas bifaciales. En esos asentamientos, en cambio, pocos productos manufacturados originarios de los talleres pudieron ser identificados, al menos en contexto, a pesar de la supuesta contemporaneidad de los centros de producción con la mayoría de los asentamientos. ¿Qué importancia puede atribuirse a esa realidad arqueológica?
14Los soportes laminares fabricados en los talleres de los cerros El Varal y Zináparo están poco representados en las excavaciones (44 de cerca de 800 artefactos de obsidiana provenientes de las excavaciones hechas en nueve asentamientos fechados como pertenecientes a las fases Lupe y Palacio); en cambio, observamos que los núcleos y cepillos preparados en los talleres del cerro Prieto fueron encontrados de manera más constante (en las excavaciones de varios de los sitios identificamos lascas laminares y núcleos agotados). En realidad, si bien los descubrimientos de material en contexto parecen ser muy reducidos, el material encontrado en la superficie es mucho más elocuente. De un total de 997 artefactos de obsidiana recolectados en 21 sitios de la región de la cuenca del río Lerma, fueron identificadas 223 lascas y 16 núcleos de obsidiana del cerro Prieto, así como 149 artefactos salidos de la producción de los cerros El Varal y Zináparo.1 Vemos así que hay un contraste cuantitativo importante entre el material de superficie y el de excavaciones; en consecuencia, es conveniente que tomemos en consideración ese factor y que examinemos todos los elementos que nos permitirían confirmar o desmentir la hipótesis según la cual la región de la vertiente meridional del río Lerma era uno de los principales beneficiarios de la producción de las minas taller.
15Es posible que el contraste percibido en el caso del material de obsidiana corresponda a una realidad arqueológica más general. Los sitios arqueológicos de esa región de Michoacán han proporcionado un material arqueológico de superficie por lo general más abundante que el de las excavaciones efectuadas en ellos. Esa situación puede explicarse por los intensos fenómenos de erosión y por la lentitud de los procesos de sedimentación. En varios casos, las características de los vestigios encontrados en las excavaciones pudieron estar relacionadas con las del material de superficie. Con todo, los datos proporcionados por ese material arqueológico de superficie deben ser interpretados con precaución, pues el problema de su homogeneidad cronocultural impide toda extrapolación. No es imposible, por ejemplo, que algunos productos laminares encontrados en la superficie en ciertos sitios en realidad hayan sido desperdicios recuperados por poblaciones de periodos posteriores en las áreas de desecho de los talleres de talla, una vez abandonados estos últimos.
16En otro orden de ideas, son varias las interrogantes que podemos formular todavía. La primera se refiere al grado de correspondencia que puede establecerse entre los sitios productores, cadena arriba, y los sitios consumidores, cadena abajo. Si bien ahora ya es fácil demostrar la filiación fisicoquímica, es más delicado efectuar las correlaciones tecnomorfológicas. Durante nuestras investigaciones, tuvimos la buena fortuna de poder identificar con precisión la naturaleza de la producción de los talleres de Zináparo y, también, los procesos técnicos que fueron aplicados, aislando sobre todo ciertos esquemas operativos recurrentes. A prio-ri, disponemos entonces de una información tecno-morfológica que puede ayudarnos a establecer el parentesco entre un artefacto determinado y su lugar de manufactura; sin embargo, una reconstitución de todos los eslabones de la cadena, hasta el abandono del objeto utilizado, sigue siendo difícil: sin descartar la hipótesis de que hayamos pasado por alto la identificación de productos secundarios cadena arriba, los productos que llegaban a los sitios consumidores pudieron haber sido transformados, fracturados, retraba-jados, etc., de tal suerte que toda identificación posterior del soporte original sea ya imposible. Ya vimos que la gama de bienes manufacturados en los talleres era muy amplia, pues, según el yacimiento donde se llevara a cabo la producción, comprendía navajas en bruto de dimensiones variadas, herramientas monofa-ciales, hechas a partir de navajas, con un uso potencial múltiple, preformas bifaciales, núcleos y, también, cepillos. Ahora bien, aun cuando los residuos de núcleos difícilmente pudieron haber escapado a nuestra perspicacia, los otros soportes, como las grandes navajas o las preformas bifaciales, pudieron ser objeto de transformaciones sucesivas e irreversibles.
17También podemos mencionar otros aspectos que se refieren al problema de la productividad de los talleres. La abundancia -el desperdicio, incluso- de desechos de obsidiana que observamos en los talleres no implica forzosamente una alta productividad ni la distribución de grandes cantidades de productos. Aunque creemos que seguramente se llevaba a cabo una cuidadosa selección cadena arriba, en realidad es imposible estimar las cantidades de productos manufacturados que salieron de los talleres y, por lo tanto, evaluar el alcance de los datos recolectados cadena abajo. Por esta razón, también es necesario recordar que se trataba de productos especializados que quizá no eran consumidos en las mismas proporciones que los otros productos de obsidiana generados por la talla doméstica. En su mayoría, los soportes laminares que han sido encontrados fueron empleados, según todo parece indicar, como herramientas (raspadores y cuchillos hechos a partir de navajas) o, quizá, como partes de algunas armas. Así, parece ser que les estaban reservados usos precisos, aun cuando un buen número de ellos pudiera ser modificado y transformado en seguida en una herramienta polivalente. Consecuentemente, podemos suponer que la necesidad de ese tipo de productos no era tan importante como la de los productos en obsidiana en bruto, lo que podría explicar en cierta medida sus moderadas proporciones.
18Finalmente, es importante añadir que las poblaciones de la vertiente meridional del río Lerma no sólo no consumieron abundantemente los productos especializados provenientes de los talleres de manufactura de los yacimientos de Zináparo sino que su adquisición de navajas de obsidiana obtenidas mediante la técnica por presión, conforme a los procesos habituales en Mesoamérica, fue incluso menor. Fue sorprendente observar, en efecto, que esos productos son prácticamente inexistentes entre el corpus lítico recolectado en los asentamientos del final del Clásico y principios del Posclásico, pues sólo encontramos cinco segmentos de navajas prismáticas en las excavaciones y cuatro en las recolecciones de superficie.
19Así, para saber si esa zona era abastecida regularmente por los talleres de la región de Zináparo, es conveniente tomar en cuenta todas esas hipótesis y examinar en qué medida pudieron influir en las modalidades de abastecimiento y consumo. Para evaluar en una escala más amplia la influencia espacial de los centros de producción de Zináparo, se hace indispensable no sólo afinar nuestra información de orden cronológico sino también llevar a cabo investigaciones en las regiones vecinas (sobre todo el Bajío y la región de Chapala) para tratar de determinar la naturaleza de sus relaciones con los talleres de Zináparo.
20Sea lo que fuere, las observaciones que acabamos de exponer no excluyen la hipótesis de que, a pesar de su proximidad, las poblaciones de la vertiente meridional del río Lerma hayan tenido un acceso limitado a los productos manufacturados en los talleres de obsidiana; hipótesis que hace más complejo nuestro debate y replantea la punzante cuestión de la identidad de los individuos que administraban los centros de producción de obsidiana y la distribución de sus productos.
21A pesar de las reservas que hemos expresado, y a falta de información suficiente, podemos considerar que el periodo de apogeo de los yacimientos de Ziná-paro se sitúa en la época de transición entre el Clásico y el Posclásico y que todas las poblaciones de la región dependían de sus materias primas y, en parte, de sus productos.
22El periodo Posclásico es el teatro de nuevas transformaciones, tanto en el plano sociopolítico como en la esfera de los sistemas técnicos vinculados al trabajo de la piedra. La región de Zináparo y la de la cuenca del río Lerma se despueblan progresivamente en provecho de la cuenca de Zacapu y cuando se inicia la fase Milpillas ya quedan muy pocos asentamientos instalados en las primeras. El macizo de Zináparo es abandonado y, aunque no disponemos de indicios pertinentes para fechar con precisión el momento en que se detuvieron las actividades líticas en los talleres, sabemos con seguridad que a principios de la fase Milpillas los centros de producción de obsidiana ya no funcionaban conforme a las modalidades que estuvieron en vigor en los periodos anteriores. Hemos visto, en efecto, que en los sitios pertenecientes al Posclásico Medio y Reciente no se encuentran productos laminares obtenidos conforme a los procesos de los talleres de los cerros El Varal y Zináparo ni productos provenientes de los talleres del cerro Prieto. Aparentemente, fueron interrumpidos todos los tipos de producción especializada que eran expresión de tradiciones líticas peculiares. Despoblados, abandonados sus talleres, el macizo de Zináparo y el cerro Prieto pierden su vitalidad y entran en una fase de letargo. En resumidas cuentas, a pesar de un desarrollo rápido pero tardío, la influencia de los yacimientos de obsidiana sólo habría de durar dos o tres siglos. Con todo, si bien el del sitio cerro Prieto parece haber sido casi totalmente abandonado (aun cuando su obsidiana seguía siendo utilizada, sobre todo para la fabricación de pequeñas puntas de flecha -Puaux, 1989-), los otros dos siguieron teniendo un futuro, pues las poblaciones tarascas de la región de Zacapu continuaron adquiriendo en ellos su obsidiana, aunque conforme a procedimientos de explotación completamente diferentes. Por lo demás, las nuevas estrategias adoptadas pudieron haber estado vinculadas al desarrollo en la región de nuevos sistemas técnicos, como, por ejemplo, la fabricación por presión de productos laminares en talleres especializados.
23Los trabajos de Migeon (1990) y Michelet (1988a,b y 1989) pusieron de manifiesto que a partir del siglo xii se dio un fenómeno de reagrupamiento de la población en la Sierra-Malpaís de Zacapu, donde se desarrollaron varios asentamientos de carácter protourba-no, algunos de los cuales pudieron haber tenido más de 4 000 habitantes (Migeon 1990; Michelet et al., 1988). Las excavaciones efectuadas en el sitio de Las Milpillas (mich.95) proporcionaron un abundante material lítico compuesto por industrias de obsidiana, entre otras. Paralelamente, las prospecciones permitieron la identificación en la misma región de varios sitios pequeños que comprenden talleres de talla especializados en la fabricación por presión de navajas prismáticas. De acuerdo con las observaciones de superficie, esos sitios fueron fechados como pertenecientes a la fase Milpillas y los desechos de obsidiana están asociados a una cerámica del Posclásico Medio y Reciente. Por los resultados del análisis morfológico y fisicoquímico, sabemos que las poblaciones tarascas de Zacapu adquirían obsidiana en bruto, en forma de nódulos, originaria del cerro Zináparo y, sobre todo, del cerro El Varal, y que esa obsidiana era utilizada para la producción doméstica. Pero, si bien ese esquema se asemeja al que estaba en vigor durante los periodos precedentes, es evidente que, en el caso de la producción especializada, los tarascos de Zacapu rompieron con el sistema productivo anterior. Si bien continuaron adquiriendo las obsidianas del cerro El Varal, diversificaron las variedades y trabajaron obsidianas exógenas, como las del yacimiento de Pénjamo. Por otra parte, aunque es cierto que las actividades de extracción pudieron haber perdurado durante el Posclásico, en especial en el yacimiento del cerro El Varal, las de transformación de la materia prima se desarrollaban en otros lugares, en los talleres instalados a una veintena de kilómetros al sur. La materia prima, previamente desbastada, era transportada a los talleres, donde los artesanos se encargaban de la manufactura de navajas prismáticas que redistribuían entre los grandes asentamientos del Malpaís.
24Con este breve panorama diacrónico, que incluimos a manera de conclusión, buscamos, ante todo, explicar la complejidad de la realidad económica de los yacimientos de obsidiana de la región de Zináparo y demostrar que su historia no es lineal, sino que aparece estrechamente ligada a los fenómenos sociopolíticos que ocurrieron, en varias ocasiones, en la región del Centro-Norte de Michoacán. De ser simples fuentes de abastecimiento durante el periodo Clásico, terminaron por adquirir una importancia regional gracias al establecimiento de una explotación sistematizada, que puede correlacionarse con el desarrollo de varios tipos de producción especializada y con los cambios socio-políticos, y culturales, regionales. El abandono de los centros de producción y la adopción de nuevas estrategias para adquirir, y transformar, la materia prima, fenómenos que ocurrieron durante el Posclásico, pudieron tener su origen en razones del mismo orden (factores políticos e introducción de un nuevo sistema técnico).
25En nuestro intento por comprender el funcionamiento de esos centros de producción, hemos querido contribuir de manera eficaz a un mejor conocimiento del mundo de la obsidiana en Mesoamérica y, sobre todo, en el Centro-Occidente de México. Bien mirado, al abrir una brecha en nuestro desconocimiento de ese mundo, esperamos haber resuelto algunos problemas y haber abierto nuevos campos a la investigación, aunque también hemos logrado formular algunas interrogantes que siguen siendo otros tantos enigmas por elucidar durante las investigaciones futuras.
Notes de bas de page
1 Estos resultados son producto del análisis informático del material de obsidiana originario de la región de la cuenca dei Lerma llevado a cabo por Brigitte Faugère-Kalfon para su tesis de doctorado.
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