Capítulo II. El marco cronológico
p. 51-62
Texte intégral
1En el estado actual de nuestros conocimientos, no disponemos de ningún marcador directo que nos permita fechar con precisión el inicio y el fin del aprovechamiento organizado e intensivo de los yacimientos de obsidiana. La homogeneidad de la producción de las minas y talleres de los cerros El Varal y Zináparo sugiere una cohesión temporal y una misma pertenencia cultural; no obstante, entre el inicio de la explotación de los primeros centros y el abandono (relativo o absoluto) de los últimos, necesariamente transcurrió algún tiempo. Por otra parte, es imposible determinar el lapso de tiempo en cuyo transcurso fueron generados, en una misma entidad de producción, los cientos de miles de toneladas de desechos de obsidiana. La identificación de pisos y capas indica interrupciones cuya duración tampoco puede ser determinada; además, en referencia siempre a un mismo centro de actividades, nada prueba la contemporaneidad de los vestigios del trabajo de minería. Las especificidades propias de cada modo de extracción pueden corresponder a periodos de explotación distintos y ser el resultado de grupos humanos de cultura diferente. Finalmente, es indudable que algunas formas de explotación menos perceptibles y menos sistemáticas debieron de existir fuera del marco cronológico propuesto para fechar las minas y talleres, y que probablemente fueron el resultado de otras poblaciones con necesidades específicas y sus propias tradiciones líticas.
2Consecuentemente, son muchas las interrogantes que se imponen respecto al tiempo transcurrido y a la velocidad de acumulación de los desechos: ¿fue simultáneo el inicio de la explotación de las diferentes zonas de obsidiana o, por el contrario, su aprovechamiento se produjo de manera sucesiva, a medida que se agotaban y según las necesidades de sus explotadores? ¿Cuáles eran el ritmo y la constancia de las actividades de talla? ¿Cuál era la importancia numérica de la mano de obra especializada? ¿Cuáles eran las modalidades de acceso a las fuentes y cuál era la naturaleza del control que podía ejercerse? Otras tantas interrogantes que, más alla de nuestra preocupación por el tiempo, plantean el problema de las estrategias económicas que rigieron el funcionamiento de esos centros de explotación y que pudieron fluctuar e influir en las formas y la intensidad de la producción.
3A pesar de todas esas incógnitas, me vi tentada a plantear las bases de un marco cronológico, apoyándome en los estudios de las zonas de habitación asociadas a las explotaciones o situadas en otros sectores del macizo.
LA SECUENCIA CRONOLÓGICA
4Los 45 asentamientos prehispánicos que han sido identificados en la región de Zináparo proporcionaron pocos datos que permitieran el establecimiento de una cronología precisa. La falta de buenas estratigrafías, la pobreza del material cerámico y su mal estado de conservación general, la falta de marcadores entre el material lítico y, en fin, la rareza de restos orgánicos para hacer el estudio cronométrico constituyeron otros tantos obstáculos para llevar a cabo el fechamiento de los sitios.
5Con el propósito de situar en el tiempo la explotación de los yacimientos de obsidiana y el poblamiento de esa región de Michoacán, recurrimos, no obstante, al magro capital reunido en el transcurso de los trabajos: una colección cerámica que nos permitiera esbozar a grandes rasgos la cronología relativa, algunas muestras de carbón para ser fechadas con la medida del radiocarbono y algunos especímenes de obsidiana trabajada para intentar el fechamiento a partir de la hidratación de sus capas superficiales.
6Como complemento de esos datos, el estudio de las redes de distribución (gracias a los análisis geoquímicos y al estudio tecnomorfológico) también arrojó luz sobre los periodos de explotación de los yacimientos de Zináparo. Los datos, indirectos y todavía parciales, permiten establecer correspondencias entre los sitios de consumo y los yacimientos de obsidiana, y pueden confirmar la existencia de periodos en los que la explotación pudo haber sido más intensa.
El estudio cerámico (cuadro 2)
7Diecinueve sitios proporcionaron material cerámico. El estudio, supervisado por Dominique Michelet, se hizo sobre algo menos de 5 000 tepalcates, casi 3 000 de ellos encontrados en los sondeos estratigráficos. Se trata, por lo tanto, de una colección muy reducida que no se presta muy bien para la elaboración de una secuencia propia. Sin embargo, las fases de ocupación definidas y sus características concuerdan con las de la secuencia establecida para la zona de la ciénega y la sierra de Zacapu (Michelet, 1988b y 1989). En la zona que nos ocupa, no obstante, las atribuciones cronológicas son problemáticas en ocasiones, pues los marcadores que realmente sirven para hacer un diagnóstico en las demás zonas son bastante raros en ésta; además, el material encontrado estaba en mal estado y comprendía una gran proporción de tepalcates de pequeño tamaño y muy erosionados. Cuando se trata de un mismo sitio, una de las consecuencias de la falta de marcadores claros se traduce muy a menudo en el hecho de que la ocupación prehispánica oscile en un periodo de tiempo muy amplio.
8De conformidad con los primeros resultados (ibid.), las características globales de la cerámica sitúan la mayor parte del poblamiento de Zináparo entre el final de la fase Lupe y el de la fase Palacio, esto es, entre 700 y 1200 d.C. (fechas 14C), o entre 800 y 1200 d.C, en la escala del tiempo real (fechamientos calibrados). La cerámica encontrada en el macizo presenta en general más rasgos comunes con la de la región del Bajío montañoso, al sur del río Lerma, que con el material proveniente del sureste y de los alrededores de Zacapu. Además de los marcadores generales identificados, se reconoció un tipo de cerámica local: se trata del tipo Zináparo burdo, cerámica doméstica de pasta burda que incluye un desgrasante de obsidiana.
Fin de la fase Lupe (700-850 d.C.)
9Ningún sitio fue clasificado con certeza como perteneciente a este periodo, pero parece ser que los asentamientos situados al norte y suroeste del macizo de Zináparo podrían corresponder a él. Se trata de mich.351, mich.378-384, mich.347 y mich.387. La ocupación de mich.379 podría haberse iniciado igualmente al final del periodo. La cerámica recolectada en los sitios mencionados presenta en ocasiones particularidades propias que resulta difícil atribuir a los tipos conocidos de la región; no obstante, el grupo más difundido consiste en una cerámica de pasta burda (tipo Zináparo Burdo), con superficies rojizas o cafés y sin ninguna decoración sobre éstas (fig. 17). Los pocos marcadores que es posible relacionar con el final de esta fase son algunos tepalcates que recuerdan el grupo Hornos, fondos anulares, a menudo con marcas de punzón (fig. 18a), un tepalcate inciso en el borde interno tipo Lupe Inciso y otro inciso con lo que es seguramente el motivo de la greca rectangular (fig. 19), tepalcates monocromos rojos de pasta fina (tipos Carupo Rojo y Ciénega Rojo) y escudillas trípodes monocromas de pasta fina (dos, encontradas en mich.384; fig. 20).

Figura 17 - Cerámica doméstica. Rojos Burdos Monocromos, tipo Zináparo Burdo. Bordes de jarras: mich.387, superficie.

Figura 18 - Cerámica. Fondos anulares picados, de molcajete: a,b) MICH.156, estr. b,a, capa 2; c) MICH.384, a capa 4; d) MICH.379, b capa 2. Base anular calada, de molcajete; e) MICH.379, a capa 2.
Fases La Joya (850-900 d.C.) y Palacio (900-1200 d.C.)
10La mayoría de los asentamientos parecen situarse en esta franja cronológica. Los sitios mich.117 y mich.156, que comprenden zonas de explotación de obsidiana asociadas a estructuras construidas y donde fue recolectado un material cerámico relativamente abundante (en comparación con otras colecciones de Zináparo, pues, a pesar de todo, sigue siendo muy reducido en cifras absolutas), parecen situarse en ese intervalo de tiempo.
11La cerámica de pasta burda es también la más difundida, pero es posible observar algunos tepalcates-diagnóstico. Muchos de ellos pertenecen al grupo Hornos (superficies beige alisadas y pasta de cocción diferencial, con variantes pintadas en el interior e incisas en el exterior); otros presentan un borde Chirimoyo (bordes reforzados por una moldura externa) o incisiones; y otros más, en fin, son monocromos, de pasta bastante fina y con superficies pulidas, tipo Palacio Pulido variedad Lerma, cuyo perfil sinuoso es característico. Hay también algunos tepalcates pintados Tres Palos Rojo sobre Crema o, más a menudo, Penjamillo Rojo sobre Natural (fig. 21) y algunos raros fragmentos de los tipos Chilar o Carupo, con una decoración “negativa” negra (fig. 22).

Figura 19 - Cerámica. Monocromos Rojos Acanalados y Fino Inciso: a) MICH.387, superficie; b) MICH.379 B capa 2 (tipo Lupe Inciso).
12Algunos especímenes encontrados en mich.379 son particulares y podrían ser atribuidos a otras tradiciones culturales; se trata sobre todo de un plato de fondo plano, gris monocromo de pasta fina, de una escudilla de base anular con restos de pintura lineal roja y negra sobre natural, y de una base anular calada (fig. 18b). No fue identificado ningún marcador característico de la fase posterior (Milpillas, 1200-1450 d.C. en fechas calibradas), salvo, quizá, un tepalcate encontrado en mich.345.
Los fechamientos cronométricos
La hidratación de la obsidiana
13A manera de ensayo, se consideró el atribuir una cronología a la explotación de los yacimientos de obsidiana utilizando la medición de la hidratación de las capas superficiales de ese material. Los análisis fueron efectuados por J. W. Michels (Mohlab, Technical Report núm. 68, 1986).
14A partir de lascas provenientes de tres sitios, se obtuvo un total de ocho fechas:

Los fechamientos 14C
15Disponemos de las tres fechas siguientes, después de la calibración:

Discusión de los resultados
16Para empezar, los fechamientos con 14C parecen haber puesto fuertemente en tela de juicio la validez de los fechamientos obtenidos a través de la medición de la hidratación de las capas superficiales de la obsidiana. De acuerdo con los segundos, parece ser que la explotación de los yacimientos se hizo desde la época del Preclásico Temprano (con base en la fecha de 1383 a.C.) hasta el inicio del Clásico. Además del carácter anormalmente antiguo, también debe hacerse notar que no presentan ninguna coherencia en la escala relativa. En el caso del sitio mich.117, tres de las cinco fechas de que disponemos fueron calculadas a partir de muestras provenientes del mismo contexto (mismo sondeo, misma capa) y presentan una oscilación de ¡650 años! Además, algunas de esas fechas están “invertidas”, puesto que la capa 5 del sondeo hijk (mich.121) dio una fecha más reciente que la capa 3. En el taller de mich.117, la primera capa está separada de la tercera por unos 765 años, a pesar de que no se percibió ninguna variación cualitativa (ni cuantitativa) del material.

Figura 20 - Cerámica. Monocromos Rojos Finos. Escudillas
trípodes: a) Mich.384, c capa 3; b) mich.378, A capa 2.

Figura 21 - Cerámica pintada. Tipo Penjamillo Rojo sobre Natural. Molcajetes: n) mich.379, superficie; b) mich.159, superficie; c) mich.379, superficie.

Figura 22 – Cerámica pintada. Tipo Chilar con Negativo Negro: a, b, c) mich.387, superficie; d) mich.345, b capa 1
17Muchos otros indicios confirman aún más la incoherencia de esos resultados: las tres últimas muestras (de mich.117) fueron tomadas de la misma capa que el carbón que arrojó la fecha de 839 d.C. ± 57; ahora bien, la validez de esta fecha obtenida mediante el 14C fue confirmada por los resultados del estudio cerámico. Finalmente, no se identificó ningún indicio de ocupación durante el Preclásico en la zona de Zináparo.
18No me extenderé más sobre las razones de las discordancias entre los resultados de la cronología relativa apoyados por las fechas l4C y los obtenidos mediante la hidratación; evidentemente, se deben al empleo de valores inadecuados (para más detalles, véase García Bárcena, 1974; y Darras, 1983). Las especificidades contextuales de cada muestra pueden provocar fluctuaciones en la velocidad de hidratación: la composición de la obsidiana, las particularidades pedológicas y el micro ambiente inmediato, sin omitir los factores erosivos (químicos o mecánicos) que pueden asimismo modificar en grados diferentes el espesor de la capa hidratada. En ese tipo de análisis, consecuentemente, parece indispensable proceder antes a un estudio local de cada contexto, a fin de asignar valores adecuados a los parámetros seleccionados. La debilidad de ese método reside, en efecto, en la aplicación de constantes regionales generalmente fijadas de manera arbitraria o extraídas de manuales de climatología o pedología. Las fechas aquí reproducidas son fechas calculadas conforme a una revisión y un reajuste (efectuados por J. N. Labat, Musée d'Histoire Naturelle, París) de los parámetros climatológicos empleados (los primeros resultados habían arrojado fechas ¡aún más antiguas!). Tales disparidades no son específicas de nuestro caso; en realidad, sea cual fuere el contexto arqueológico, parece ser que las fechas obtenidas mediante ese método son siempre más antiguas que las resultantes de un análisis del radiocarbono.
19En lo que respecta a los fechamientos l4C, la muestra inah 718 corresponde al final de la fase Lupe (o al inicio de la fase La Joya) y apoya, por ende, la ubicación cronológica de mich.117, hecha a partir del estudio cerámico (Michelet, 1989); por el contrario, la fecha l4C de mich.379, que coincide con la fase Milpillas (de 1200 d.C. a 1450 d.C), parece demasiado reciente en comparación con las particularidades cerámicas. En efecto, varios marcadores hablan en favor de una ocupación más antigua, situada al final del Clásico. Sin duda alguna, lo reducido de la muestra recolectada en mich.372 es responsable de la gran amplitud del sigma; no obstante, la media propuesta (995 años d.C.) corresponde también a los resultados del estudio cerámico.

* Los sitios no mencionados no proporcionaron material suficiente que permitiera un fechamiento cerámico.
Cuadro 2 - Sitios fechados con base en el material cerámico y el 14C.
Contribución al fechamiento: los productos exportados (cuadro 3)
20También el estudio cadena abajo de los productos de obsidiana fabricados en las minas taller permite precisar la cronología de la explotación o, al menos, el periodo en que ésta fue más intensa.
21En una primera etapa, un lote de 45 muestras de obsidiana recolectadas en 17 zonas de habitación situadas en el área del Proyecto Michoacán (pero fuera de la zona de Zináparo) fue objeto de una caracterización geoquímica con el propósito de identificar su yacimiento de origen (cuadro 3). Se trata de un muestrario de tamaño reducido que sólo proporcionó algunos datos puntuales y preliminares que después habrían de ser enriquecidos por estudios geoquímicos más sistemáticos. El lote fue constituido de tal manera que cubriera lo mejor posible la región del proyecto y la secuencia cronológica establecida por su ocupación prehispánica. Se trata de productos de talla (lascas o navajas) encontrados en las excavaciones o, a veces, recogidos en la superficie. La selección se hizo, por ende, en función del periodo de ocupación de ciertos sitios, de su situación y de su importancia. Las subregiones comprendidas son las siguientes:
- La cuenca de la ex ciénega de Zacapu, cuya ocupación principal parece extenderse esencialmente de la fase Loma Alta a la fase Lupe.
- La parte meridional de la vertiente del Lerma -en las cercanías de Zináparo-, cuya ocupación principal parece situarse durante las fases La Joya y Palacio, pero que, no obstante, cubre toda la secuencia cronológica de la región, del Precerámico al periodo Milpillas.
- El valle del río Angulo, al noreste de la región, ocupado probablemente en la misma época que la subregión 2.
- Los malpaíses al oeste y al norte de Zacapu, cuya ocupación principal se sitúa durante la fase Milpillas.
22Conforme a los resultados disponibles, sólo 24 especímenes tienen un origen seguro, pues los otros no pudieron ser identificados con certeza. Los yacimientos de Zináparo parecen hacer sido un centro de abastecimiento conocido en todas las épocas, dado que 19 de las 24 muestras identificadas con certeza provienen de una de las tres fuentes de la región de Zináparo.

* Lasca.
** Navaja.
Cuadro 3 - Procedencia de las muestras de obsidiana (continuación).

* Lasca.
** Navaja.
Cuadro 3 - Procedencia de las muestras de obsidiana (continuación).
23Dos de las cuatro muestras analizadas pertenecientes al periodo que va del Preclásico Tardío al Clásico Temprano (fase Loma Alta) provienen con seguridad del cerro El Varal y las otras dos pueden ser atribuidas a los yacimientos de Zinapécuaro.
24Como pertenecientes al Clásico (fases Jarácuaro y Lupe) fueron analizadas nueve muestras y sólo cinco son originarias con seguridad de la región de Zináparo.
25Parece ser que, al final del Clásico e inicio del Pos-clásico, representados por las fases La Joya y Palacio, el principal yacimiento de aprovisionamiento fue sin duda el de Zináparo, sobre todo durante el periodo que va de 900 d.C. a 1200 d.C. Las siete muestras analizadas pueden ser atribuidas a los yacimientos de Zináparo.
26En el caso del Posclásico Tardío, de 13 lascas analizadas, seis son originarias de Zináparo, mientras que otras dos pertenecen a la fuente de Zinapécuaro. Por el contrario, las cinco muestras restantes tienen una composición geoquímica que no permite afirmar su origen con seguridad.
EL MARCO CRONOLÓGICO. A GRANDES RASGOS (CUADRO 4)
27El ordenamiento crítico de los diferentes datos recolectados nos permite esbozar en la actualidad los grandes rasgos de un cuadro cronológico que las investigaciones futuras se encargarán de precisar.
28Al menos a partir del tercer milenio a.C, los tres yacimientos de la región de Zináparo servían como lugar de abastecimiento a las escasas poblaciones que la ocupaban. El material de obsidiana recolectado en las primeras excavaciones de la Cueva de los Portales (fechas 14C no calibradas de 2320 ± 80 a.C, inah 717, y 1880 ± 50 a.C, inah 716), situada a unos 20 km de los yacimientos, provenía de éstos. El modo de adquisición consistía entonces en la simple recolección de superficie de nódulos rodados y se trataba probablemente de un aprovisionamiento esporádico durante el transcurso de vagabundeos, planeados o no. A partir de esos soportes de pequeño tamaño, se realizaba una industria de lascas.
29Los datos disponibles respecto a las épocas posteriores se refieren al final del Preclásico y al inicio del Clásico (fase Loma Alta: de 100 a.C. a 550 d.C.), después de la calibración, y al Clásico Medio y Tardío (fases Jarácuaro y Lupe: 550 d.C. a 850 d.C). Esos datos indican que los yacimientos de los cerros El Varal y Zi-náparo abastecían las regiones de Zacapu (Darras, 1993), y Vertiente del Lerma, si bien otras fuentes más alejadas aseguraban también su aprovisionamiento (Zinapécuaro-Ucareo, en Michoacán, Pachuca, en el estado de Hidalgo, y en una menor medida, Pénjamo, en Guanajuato). En esas épocas, la obsidiana del cerro Prieto era poco utilizada, a pesar de su proximidad geográfica (menos de 10 km en el caso de algunos sitios de habitación). En el macizo de Zináparo no fue identificado ningún rastro de ocupación que datara del Preclásico o del Clásico Temprano y Medio; no obstante, las particularidades de la cerámica de algunos de los sitios de habitación podrían situar el inicio de su ocupación a final del Clásico, entre 750 y 800 d.C. Algunos productos laminares originarios del complejo funerario de Guadalupe (mich.215, ciénega de Zacapu), que, según las primeras estimaciones (Pereira, 1994, comunicación personal) parecen corresponder a la segunda parte de la fase Lupe (700-850 d.C), pueden ser atribuidos directamente a los talleres de los cerros Zináparo y El Varal (de acuerdo con sus características tecnomorfológicas); pero, en lo que respecta al periodo anterior al último mencionado, no ha podido establecerse ninguna correspondencia entre los productos fabricados en los talleres y los encontrados en los sitios de consumo donde observamos industrias de lascas y una industria laminar que consistía esencialmente en navajas prismáticas obtenidas por presión e importadas, en particular de las Altas Tierras Centrales. Si bien es cierto que la ausencia de analogía no es una pauta decisiva, las características de esas series de objetos de obsidiana indican más bien una explotación de pequeños nódulos rodados que probablemente eran desbastados parcialmente en el yacimiento. Por lo tanto, las visitas a estos últimos debieron de ser decididas de manera esporádica, en función de las necesidades de las poblaciones, y debieron de consistir en recolecciones de nódulos en la superficie, sobre las laderas este y sur del macizo de Zináparo, y en la adquisición quizá de productos provenientes de pequeñas excavaciones superficiales. Por el momento, nada permite saber si ese abastecimiento era directo y dependía de la iniciativa de cada comunidad o si había intermediarios que aseguraran la adquisición y distribución entre los grupos consumidores.
30En espera de que otros datos vengan a apoyar estas hipótesis, sugerimos entonces que la explotación sistemática de los tres yacimientos, que incluía la talla especializada en talleres, se inició probablemente en la segunda mitad del siglo viii; no obstante, atribuimos la mayor parte de las actividades de extracción y talla al periodo que va del final del Clásico al principio del Posclásico (La Joya-inicio de Palacio: 850-1000 d.C), periodo del que, en efecto, han sido atribuidas fechas a la gran mayoría de los asentamientos humanos del macizo de Zináparo. Consecuentemente, parece ser que el desarrollo de las actividades de producción de obsidiana entrañó una ocupación más importante del macizo de Zináparo-Churintzio y que las poblaciones locales debieron de estar más o menos directamente asociadas a esas actividades. La ocupación más numerosa de la región de Zináparo (aunque ciertamente muy modesta desde el punto de vista demográfico) coincide también con un aumento de la población observado para la misma época en las regiones vecinas de la Vertiente del Lerma y del río Angulo (Faugére-Kalfon, 1991 y 1996). Ese aumento corresponde a una reestructuración del modo de habitación en el espacio regional, reestructuración que, a su vez, parece reflejar cambios profundos de orden sociopolítico. Sin duda alguna, los yacimientos de la región de Zináparo fueron la principal fuente de aprovisionamiento de los sitios epiclásicos de la Vertiente meridional del río Lerma; y, en el caso de ese mismo periodo, podemos establecer también un lazo entre la producción de los talleres y el material consumido cadena abajo, en los sitios de habitación. En estos últimos encontramos núcleos agotados producto de los talleres del cerro Prieto y sus desechos asociados, artefactos confeccionados en navajas producidas mediante percusión en Zináparo, así como una industria de lascas llevada a cabo sobre nó-dulos originarios de los mismos yacimientos.
31Pensamos entonces que la actividad máxima de las minas taller de la región de Zináparo se extiende sobre todo a lo largo de dos siglos, quizá tres, pero que, sin duda alguna, debió de prolongarse hasta el final de la fase Palacio (1200 d.C). Como antes se señaló, las actividades de producción correspondieron seguramente a un incremento de la demanda, generado, a su vez, por un aumento de la población en la región más cercana. Además de esa causa fundamental, es probable que su desarrollo se relacionara estrechamente con una coyuntura política y económica particular, vinculada a su vez, quizás, a los acontecimientos ocurridos en las Altas Tierras Centrales. Las actividades fueron intensas pero breves, puesto que, ya al final de la fase Palacio, las estrategias de producción parecieron reorganizarse para dar paso a un nuevo modelo de explotación, el cual puede resumirse brevemente en algunas líneas: en el Posclásico Medio, a semejanza de lo ocurrido en las zonas de habitación, los grandes talleres situados en la proximidad inmediata de las minas fueron abandonados y sólo parece haber persistido una actividad minera esporádica en el yacimiento del cerro El Varal, de donde la materia prima en bruto o desbastada era encaminada hacia nuevos talleres especializados, de menor tamaño, situados a unos 20 km al sur, cerca de los grandes centros de población del malpaís de Zacapu. Es probable que la mina La Guanumeña (mich.121), situada en el yacimiento del cerro Zinápa-ro, también haya sido excavada tardíamente por los tarascos de la región de Pátzcuaro, poblaciones que, si bien en proporciones todavía moderadas, utilizaban asimismo la obsidiana de color café rojizo, bastante rara, para fabricar objetos de ornato destinados a la élite (bezotes y pendientes) o piezas bifaciales (hasta ahora, nunca se ha observado el desbaste laminar por presión con esa obsidiana) (Perlstein Pollard y Vogel, 1994).

Cuadro 4 - Recapitulación del marco cronológico.
32Ahora bien, aunque los datos geoquímicos y arqueológicos actualmente disponibles confirman que las poblaciones de la región de Zacapu continuaban adquiriendo en grandes cantidades las obsidianas originarias del cerro El Varal (Joron et al, 1990), los datos indican también que las poblaciones de la cuenca de Pátzcuaro utilizaban casi exclusivamente obsidianas provenientes de las fuentes de Zinapécuaro (Perlstein Pollard y Vogel, 1994). La evolución del modo de funcionamiento de los yacimientos de la región de Zináparo debe ser vinculada, una vez más, a factores de orden político y económico. Sabemos que, durante el Posclásico Medio y Tardío (fase Milpillas: 1200-1450 d.C. después de la calibración), hubo una disminución muy marcada de la ocupación de la región meridional de la Vertiente del Lerma (Faugére, 1996), disminución que también se observa en la vecindad de los yacimientos. El abandono parcial de la región podría haber sido consecuencia del reagrupamiento progresivo de las poblaciones en torno a la zona de los lagos (Zacapu y, después, Pátzcuaro), debido, a su vez, a reestructuraciones internas y estrategias políticas específicas. En esa época, mientras que Zacapu parecía constituir el principal polo de atracción del Centro-Norte de Michoacán, la parte meridional de la Vertiente del Lerma parece haber sido, por el contrario, la periferia del nuevo territorio tarasco, una especie de zona fronteriza poco controlada, donde los grupos de cazadores-recolectores que ocupaban las regiones semidesérticas del Norte del México actual (reagrupados bajo la denominación de chichimecas) parecían multiplicar sus incursiones (Kirchhoff, 1943). Así, la nueva coyuntura geopolítica podría explicar parcialmente las nuevas decisiones de los tarascos de la región de Zacapu, que, aunque continuaron con la explotación de ciertas vetas de obsidiana del cerro El Varal (del macizo de Zináparo), cambiaron sus estrategias de adquisición. Las transformaciones tanto de las modalidades de explotación como de la finalidad de la producción y las técnicas de talla aplicadas (navajas prismáticas obtenidas por presión, mientras que los talleres de Zináparo fabricaban productos laminares por percusión) son una buena prueba de los reacomodos sociopolíticos que tuvieron lugar en esa época.
33Hasta donde nos lo permiten nuestros conocimientos actuales, podemos entonces considerar que los tres yacimientos de Zináparo fueron utilizados como fuente de aprovisionamiento durante milenios, pero que no fue sino hasta el final del Clásico cuando las vetas de obsidiana fueron explotadas de manera sistemática. El impulso necesario para el establecimiento de un sistema de explotación racional nació probablemente de las múltiples transformaciones acaecidas en la región durante ese mismo periodo y, sea cual hubiere sido la naturaleza de dichas transformaciones, las poblaciones afectadas debieron de gozar de un grado de organización sociopolítica lo suficientemente complejo que les permitiera administrar tal sistema de producción, el cual incluía actividades de minería y talla, y establecer redes de distribución en toda la región. Además, es interesante observar que ese sistema de explotación fue establecido para desarrollar producciones especializadas originales, de las que no se tenía conocimiento en la región hasta entonces. La principal actividad consistía en fabricar navajas de obsidiana, obtenidas con métodos de trabajo particulares en los que se recurría sobre todo a la técnica del desbaste por percusión.
34Así, a pesar de que el periodo de apogeo fue bastante corto y a pesar de las reestructuraciones políticas y las nuevas estrategias de adquisición que caracterizan al Posclásico, los yacimientos de la región de Zináparo, en particular el del cerro El Varal, no dejaron de abastecer al conjunto de la región vecina, desde el final del Clásico hasta el Posclásico Tardío.
Le texte seul est utilisable sous licence Licence OpenEdition Books. Les autres éléments (illustrations, fichiers annexes importés) sont « Tous droits réservés », sauf mention contraire.
Ocho mil años de la Cuenca de Zacapú
Evolución de los paisajes y primeros desmontes
Pierre Pétrequin (dir.)
1994
Tecnologías prehispánicas de la obsidiana
Los centros de producción de la región de Zináparo-Prieto, Michoacán, México
Véronique Darras
1999
Arqueología de las Lomas en la cuenca lacustre de Zacapu, Michoacán, México
Charlotte Arnauld, Patricia Carot et Marie-France Fauvet-Berthelot
1993