El poder de la demarcación: el primer deslindamiento en Barranco, Belice
p. 191-231
Texte intégral
Introducción
1La residencia temporal y el asentamiento son dos temas que han marcado el estudio de la nación garífuna como un pueblo negro centroamericano reducido a la impotencia. La representación “icónica” de la residencia temporal proviene del estudio fundacional de Nancie González, Sojourners of the Caribbean – Ethnogenesis and Ethnohistory of the Garífuna (Residentes temporales del Caribe – etnogénesis y etnohistoria de los garífuna). Esta representación proviene del “Día de la llegada del garífuna”, una fiesta nacional pública celebrada en Belice, el 19 de noviembre, para conmemorar el arribo y asentamiento a gran escala de los garífuna en 1832.2 Tanto el libro de González como la efeméride son muy conocidos por los estudiosos de ese pueblo.
2Desde su llegada a tierras centroamericanas, el 12 de abril de 1797, los garífuna se dispersaron hasta llegar tan al norte como Belice, en 1802, y tan al sur como la Mosquitia, en 1805. Esta primera expansión los puso en contacto con personajes poderosos, quienes aprovecharon su presencia de múltiples maneras en beneficio de diversos proyectos de colonización. Los destinaron a servir en fortificaciones militares3 a lo largo de las costas del Caribe (Arrivillaga 2005: 64-84 y González 1987: 55-57); cultivar alimentos básicos para los colonos europeos (González 1987: 109); establecer asentamientos nuevos en zonas infestadas de mosquitos (Arrivillaga 2005: 64-84), y laborar en múltiples ocupaciones como fuerza de trabajo barata. Incluso cuando lograron establecer sus propios asentamientos, los garífuna podían ser expulsados al menor capricho de las autoridades. En pocas palabras, los poderosos redujeron a los garífuna a ser itinerantes —sea porque tenían que buscar empleos temporales o porque los expulsaban de sus asentamientos—. A raíz de eso, la élite los acusó después de ser nómadas, temperamentales e incapaces de establecer compromisos de largo plazo (Johnson 2005: 43-56 y Morris 1883: 118). Por tanto, no resulta extraño que su amplia movilidad histórica haya convertido el análisis de sus migraciones en un tema central para los estudiosos.
3El tema principal de este artículo son los asentamientos establecidos por los mismos garífuna —una nación formada a partir del mestizaje de africanos e indígenas americanos— como prerrogativa de su comunidad, a pesar de la oposición de las autoridades coloniales británicas y de sus políticas de colonización territorial. Los objetivos específicos son los siguientes:
- Explorar el patrón tradicional de asentamiento rural establecido por los garífuna y el resto de los pobladores antes del primer deslindamiento de tierras realizado por las autoridades coloniales británicas.
- Describir los procedimientos de demarcación de linderos como parte de un proyecto colonial dentro de un proceso de doblamiento en curso.
- Iniciar el análisis del uso garífuna tradicional del espacio residencial.
- Analizar los intercambios interétnicos en torno al uso del espacio residencial, para mostrar el traslape entre el uso tradicional y las leyes coloniales.
4A pesar de que en la década de 1850 los garífuna fundaron Barranco, una aldea en el extremo sur de Belice, en 1892 las autoridades británicas eliminaron sus derechos consuetudinarios sobre sus casas y parcelas e impusieron la propiedad legal en concordancia con las leyes coloniales. Una forma de describir ese ejercicio es “la apropiación de tierras del mito por tierras de ley”.4 Como sugiere el título del presente ensayo, los británicos transformaron las líneas de demarcación en una poderosa herramienta. De un plumazo, los deslindadores primero despojaban de sus parcelas a muchos pobladores, para volver a adjudicárselas oficialmente o, en algunos casos, los desposeían por completo y asignaban el terreno a otros. Nuestro estudio deja de lado el enfoque sobre la residencia temporal, más concurrido, y en cambio inicia el análisis de la construcción de una comunidad cuyos miembros tuvieron que adaptarse a la ley colonial de poblamiento. Después del deslindamiento, Barranco ha sobrevivido hasta los primeros años del siglo xxi y constituye un monumento a la persistencia de los pioneros y de sus descendientes, a pesar de las imposiciones de las autoridades coloniales.5
5La información primaria usada en este trabajo proviene de documentos de los Archivos de Belice y del Departamento de la Tierra en Belmopán, Belice, que incluyen mapas y nombres de los propietarios de parcelas en Barranco cuando los deslindadores realizaron el primer plan oficial del pueblo en 1892, así como los registros de las compraventas ulteriores de tierras. La información adicional proviene de la historia oral y de las genealogías de los habitantes, recopiladas durante tres décadas.6
Antecedentes conceptuales
6Davidson estudió el asentamiento inicial de las comunidades garífuna en la laguna de Perlas, en la costa de Nicaragua, por pioneros provenientes de Honduras en los años 1880 (Davidson, 1980: 31-47). Aunque usó información cartográfica de archivo, su fuente primaria es la historia oral que recopiló entre 1973 y 1975, con los datos precisos de quiénes vinieron de dónde y del lugar en el cual se establecieron. Los esfuerzos de Davidson provenían de su interés por el desarrollo a largo plazo del asentamiento histórico de los primeros garífuna que llegaron a América Central. La dispersión de los garífuna a lo largo de cientos de kilómetros de la costa de América Central, desconocida para ellos en los primeros cinco años de su llegada, plantea una serie de problemas teóricos y prácticos abordados por Davidson (1984: 13-35). Gullick (1976), González (1987) y Kerns (1983), entre otros, también exploraron la documentación histórica sobre los primeros patrones de asentamiento.
7Mientras Davidson y otros acuden a las fuentes de la historia oral y escrita, Bolland (1987: 33-76), Bolland y Shoman (1977) y Shoman (1994) usaron un marco metodológico derivado de la economía política para explicar cómo los británicos despojaron de la posesión de la tierra a los negros desprotegidos. Las herramientas administrativas creadas por las élites para reducir a los garífuna a una vida de peones endeudados, en vez de campesinos con tierras, fueron el monopolio sobre la tierra y la Masters and Servants Act (Ley de amos y sirvientes). En ambos casos, peones o campesinos, los garífuna estaban marginados en áreas que los blancos no querían y tenían que estar dispuestos a abandonar sus asentamientos en cualquier momento para trabajar en aserraderos o en plantaciones agrícolas. Bolland (1987: 33-76) muestra que la creación de reservas oficiales para indígenas mayas y garífuna a partir de 1868 es en realidad reveladora de la ambivalencia de la asignación permanente de tierras propias a esas poblaciones.
8El estudio de los primeros asentamientos rurales en el Caribe anglófono forma parte del tema más amplio de la transición de los pueblos provenientes de África de la esclavitud al campesinado en las sociedades de las pequeñas islas. Pero existe otro grupo rural que permaneció más alejado en la periferia, el cual fue menos conocido por sus asentamientos permanentes que por sus luchas violentas por su territorio y, finalmente, su repliegue a comunidades cimarronas. De este grupo proviene la nación garífuna y su estudio plantea un gran desafío ya que impone ampliar el campo de investigación para explorar otras sociedades, relativamente desconocidas del área caribeña, especialmente aquellas que combinan rasgos culturales africanos e indígenas. El segundo desafío consiste en ampliar el arsenal metodológico para estudiar a esos pueblos con las técnicas de la historia oral y de la genealogía, junto con la información de archivo.
9El tercer desafío es integrar al pensamiento occidental el empeño de los propios pueblos por contar la historia desde su perspectiva. Desde fines de los años noventa, se renovó el interés por el estudio de los garífuna (o garinagu, forma plural de su nombre en su propia lengua), y ellos mismos, junto con sus colegas centroamericanos, están en primera fila en la investigación sobre la fundación de sus asentamientos. Algunos trabajos han permitido redescubrir héroes y heroínas locales que eran pioneros (Arrivillaga 2005: 64-84 y Palacio 2005: 43-63). Esa perspectiva que coloca a la aldea como centro de la incubación cultural durante los últimos 200 años, merece ser fomentada y desarrollada mediante una amplia comparación entre comunidades. La proclamación de la Unesco, en 2001, que declara la lengua, la danza y la cultura garífuna patrimonio cultural inmaterial de la humanidad (Cayetano y Cayetano 2005: 230-250); junto con el éxito internacional del fallecido cantante, compositor y promotor cultural Andy Palacio,7 generaron un auge del estudio del pueblo garífuna dentro de sus propias comunidades como portadoras y constructoras de cultura.8
Redcliff, una comunidad autoestablecida9
10A pesar de la gran cantidad de información disponible sobre las lejanas migraciones de los garífuna, quedan pocos datos sobre su organización social previa y posterior a Centroamérica. Kerns (1983: 28-35) explica que en San Vicente buscaron ocultar información a los fuereños, como parte de su estrategia de defensa durante los últimos años de combate previos a su expulsión a Centroamérica por los británicos. Se sabe de forma general que en San Vicente vivieron en pequeñas unidades uxorilocales, rodeadas por sus jardines a lo largo de la Costa de Barlovento y en las orillas de los ríos (González 1987: 31). Las mujeres predominaban en estos asentamientos mientras los hombres solían irse a la guerra, a comerciar y a buscar trabajo asalariado. En Centroamérica conservaron su patrón de poblamiento disperso al fundar cantidades de asentamientos pequeños —algunos simples campamentos para protegerse de las tormentas— que abarcaban buena parte de la costa caribeña, desde Honduras hasta Belice. Por lo demás, con frecuencia abandonaban algunos mientras consolidaban otros.
11Sin embargo, es legítimo preguntarse: ¿cuándo establecieron los garífuna comunidades formadas por múltiples hogares familiares agrupados en aldeas, que diferían en tamaño y función de los grupos dispersos de reducidos núcleos de parientes característicos de San Vicente? La discusión que vamos a presentar, acerca de la fundación de Barranco, muestra que la formación de asentamientos permanentes fue resultado de la decisión de los propios garífuna; y que al llevarla a cabo aprovecharon las oportunidades ofrecidas por el proyecto colonial británico en el noreste de Centroamérica, proyecto cuya hegemonía se extendió durante la mayor parte del siglo xix, desde la Mosquitia hasta Belice.10
12La inminente abolición de la esclavitud, anunciada por la prohibición del comercio de esclavos en 1807, empujó a los ingleses de Belice a contratar hombres garífuna como leñadores asalariados, como complemento del trabajo esclavo cada vez menos dócil y menos seguro. Los hombres llegaban desde Honduras con contratos estacionales, pero fue probablemente la llegada de sus mujeres e hijos lo que provocó la fundación de pequeños asentamientos garífuna en Belice.
13Conforme creció la estabilidad de la relación de hombres y mujeres con los campamentos madereros como fuentes de trabajo asalariado y mercados para sus productos agrícolas, se consolidaron aldeas más grandes en el sur de Belice. Por otro lado, los garífuna deseaban mantener sus propias comunidades para poder esconderse durante las luchas de la Masters and Servants Act (Ley de amos y sirvientes), comerciar entre ellos y celebrar sus propios ritos espirituales a través de diversas ceremonias, lejos de la mirada desaprobatoria de los demás, especialmente de las autoridades eclesiásticas. Hacia 1833, Dangriga tenía cerca de 500 habitantes (González 1987: 139-168). Al referirse al periodo comprendido entre 1870 y 1900, Gullick (1970: 39) menciona que: “En Honduras Británica, los caribes estaban dispersos a lo largo de toda la costa, especialmente entre All Pines y South Stann Creek; alrededor de Jonathan Point, False Bay y Placentia Point; y hacia adelante hasta Monkey River”.
14A partir de la década de 1860, Belice experimentó profundos cambios económicos con la introducción de plantaciones comerciales de caña de azúcar en las tierras de los grandes terratenientes y de plátano —o banano— en las propiedades pequeñas. Por primera vez en la historia colonial de Belice las autoridades brindaron oportunidades para que pequeños campesinos obtuvieran tierras, lo cual produjo hacia la región una migración en gran escala de hombres y mujeres del país y del exterior. Tres grandes empresas ofrecían empleos. La finca Seven Hills, propiedad de Young, Toledo & Co., ubicada a orillas del río Grande, ofrecía 700 puestos de trabajo en 1880 (Camille 1986: 39-46). Los granjeros ex confederados que llegaron del sur de Estados Unidos se instalaron unas cuantas millas al oeste de Punta Gorda y, hacia 1890, ofrecían más de 200 empleos a personas que venían de puntos tan cercanos como Punta Gorda o Redcliff y tan lejanos como Honduras (Camille 1986: 39-46).11 La tercera empresa era el conglomerado de W.H. Cramer, explotaba parte de los miles de hectáreas de tierra suya en los valles de los ríos Moho, Temash y Sarstoon en el cultivo de varios productos agrícolas de exportación (Wilk 1991: 60-61). Estas oportunidades económicas atrajeron a los garífuna, entre otros, hacia el sur de Belice. Pero, si conocemos bien las ventajas que ofrecía el trabajo asalariado, no podemos ignorar que, al mismo tiempo, muchos permanecían en sus comunidades y construían sus asentamientos permanentes, que han sobrevivido a muchos ciclos de bonanza-quiebra de las industrias de la subregión. Y el papel de las mujeres, cuya fuerza sostenía esos primeros empeños de instalación estable, no ha sido valorado adecuadamente.
15A Redcliff llegaron hombres y mujeres de Dangriga, tras hacer escala en la pequeña aldea de Jonathan Point. Otros venían de Livingston, directamente o por el camino de Punta Gorda (véase la figura 1). Los pioneros de Redcliff eran Santiago Avilez y su esposa Desideria Lambey. Invitaron a otras cuatro familias a unírseles: Juan Pedro Cayetano y Nicolasa Moralez, Alexander Nicholas y Eugenia Avilez, Francisco Norberto y Serapia Álvarez, y José Apolinario García y Marcelina Martínez.
16Lo primero que atrajo a los pioneros a Redcliff fue la ausencia de otros pobladores, la riqueza del mar y de la tierra, así como la posibilidad de comerciar con comunidades cercanas más grandes, como Punta Gorda y Livingston, de más de 1 000 habitantes en 1830 (González 1987: 139-168). Durante los años 1880, la economía comercial de la aldea floreció, gracias al cultivo del plátano y a su venta a los barcos que pasaban por los puertos de Belice en su viaje de Livingston hacia Estados Unidos. Asimismo, los habitantes de varios pequeños poblados cercanos iban a Redcliff a realizar sus compras o para ir a la iglesia. A partir de los años 1860, misioneros católicos acudían, desde su sede en Jamaica, para atender a los pobladores. Dos décadas después, la aldea puso en marcha su propia escuela y contrató maestros para los niños. La Iglesia no fue la única institución que tuvo presencia en la comunidad: a partir de 1886 el gobierno colonial reconoció al alcalde electo. Los censos nacionales muestran el crecimiento y consolidación de la aldea: el de 1901 registró una población de 215 personas en 50 hogares y en 1911 se alcanzó la cifra de 250 habitantes.
17Aun cuando el asentamiento creció en población y fortaleció su articulación con las comunidades vecinas, sólo hasta 1905 el gobierno consideró como un problema la cuestión de la propiedad de la tierra. Tras alguna correspondencia entre el gobernador y su deslindador en jefe, salió a la luz que, contra lo que se creía hasta entonces, el territorio de Redcliff no era una reservación caribe. La siguiente cuestión fue si era parte de los vastos terrenos propiedad de Cramer o si eran tierras públicas. El gobernador envió deslindadores al área, quienes en 1906 confirmaron que se trataba de propiedad pública.12
18Si en 1905 el gobierno no sabía que las tierras agrícolas de Redcliff eran propiedad pública, 13 años antes, en 1892, cuando se realizó el primer deslindamiento ¿sabía si las parcelas de la aldea estaban en terrenos públicos? La respuesta a esta pregunta trasciende el mero interés académico, ya que muestra el nivel del desinterés gubernamental y, lo que es peor, de su ignorancia sobre dónde vivía y cultivaba sus productos la población rural, incluso cuando se trataba de supuestas “reservaciones”. Interrogadas sobre la propiedad de los lotes, las personas más afectadas, es decir los propios residentes de Redcliff, no hubieran dudado un instante en afirmar que vivían en sus propias tierras, civilizadas más de 40 años atrás por sus padres y abuelos.
19Vale la pena ahora plantear otra pregunta: ¿Cuál había sido la situación respecto a la propiedad de la tierra en los asentamientos costeros más antiguos que habían sido deslindados antes de Barranco, sabiendo que la presión era mucho más fuerte sobre las tierras del norte? Los deslindamientos comenzaron en Dangriga en 1887, y continuaron por Seine Bight y Monkey River, también en 1892. Casualmente, los garífuna ya habían sufrido otra intrusión parecida de deslindadores en sus tierras en 1763, 173 años antes, en San Vicente, y eso había provocado la insurrección que finalmente desató la primera guerra de los caribes, la cual duró de 1763 a 1773 (Kirby y Martin 1972: 23-39), y culminó con la masacre y éxodo a Roatán, Honduras, en 1797. Sin duda los espíritus de sus ancestros flotaban en torno a los habitantes de Redcliff mientras decidían qué hacer ante la reanudación de la ofensiva de los británicos y sus agentes contra sus derechos agrarios.
20Bolland (1987: 33-75) encontró pruebas documentales de que ocurrieron “serios disturbios” durante la realización de otro deslindamiento similar en Dangriga en 1887, porque los garífuna “no saben por qué tienen que pagar renta, si Stann Creek es suyo, hace mucho que la tierra les fue entregada y ellos fundaron el pueblo”. Una de las grandes ironías de la historia de Barranco es que si su territorio hubiera quedado, por casualidad, dentro de las propiedades de Cramer, latifundista dueño de extensiones que superaban muchas veces la superficie de la aldea con todas sus tierras de cultivo, la siguiente descripción del deslindamiento de 1892 habría sido algo completamente diferente.13
Antes de las cuadrículas, el hogar familiar, el asentamiento y la “indigenidad”
21La primera tarea de los deslindadores fue hacer un conteo de los jefes de hogar de Redcliff. Simultáneamente le asignaron un número a cada hogar, números que identificarían después las parcelas por demarcar. La lista aparece en la primer columna del Apéndice —pp. 226-228—, que ofrece una vista de conjunto de los propietarios de parcelas durante la primer enumeración de los deslindadores y en los años siguientes.
22La lista hecha por los deslindadores se encuentra en la esquina superior derecha de un mapa elaborado en 1892, disponible en el Departamento de Archivos en Belmopán. Tras 116 años, la reescritura de nombres nuevos y la eliminación de otros, hoy es difícil descifrar los nombres originales. Por fortuna pudimos ampliar en un monitor de computadora una copia digital y entre los dos logramos llegar a acuerdos en algunos casos particularmente dudosos. Aún así, hubo que aceptar que, de los 78 nombres de jefes de hogar que figuraban todavía en la lista, uno resultaba ilegible.
23Los deslindadores conformaron una lista de parcelas numeradas del uno al 90, mismas que aparecen en el mapa de 1892 del cual mostramos una versión redibujada en la figura 2. Del total, identificaron siete parcelas como tierras de reserva gubernamental y una más para la Iglesia católica, con lo cual quedaron 84 para viviendas privadas. De esas, todas menos cinco (las parcelas 6, 31, 32, 51 y 52) tenían nombres asignados. Cuando posteriormente en la historia de la aldea hubo más demanda de lotes, estos cinco también fueron ocupados.
24El conteo de las familias y la identificación de su jefe fue una tarea que mostró las diferencias culturales existentes entre los deslindadores y la comunidad garífuna. En el núcleo de estas divergencias está la distinción entre tener derechos sobre una vivienda como propiedad privada personal o como parte de las obligaciones de parentesco. Para los funcionarios, ser jefe de hogar implicaba ser dueño de una vivienda y tener el control principal sobre los asuntos del hogar. En cambio, para los garífuna significaba ejercer las responsabilidades domésticas como miembro de un grupo familiar más grande. Finalmente, la asignación de título de jefe de hogar acabó obedeciendo más a la necesidad de llenar los espacios del formulario de los deslindadores que a la de reflejar las normas culturales garífuna. Los siguientes ejemplos que recopilamos ilustran las concepciones incompatibles que existían en Redcliff, en 1892.
25Cinco personas —cuatro varones y una mujer— aparecen cada uno como jefe de dos hogares. Lo más probable es que estas personas no vivían en dos casas. Probablemente, dejaban ocupar una de las dos a parientes cercanos suyos. El hecho de que dos de losjefes tenían asignadas parcelas contiguas significa que la superposición les era sencilla. Dos de ellos, Marcelo Cayetano y Macario Norberto, tenían varias hermanas con quienes podían compartir el espacio.
26Veinte por ciento de las parcelas ocupadas (14 de 78) tenían mujeres como jefas de hogar. Es posible que hayan encabezado sus hogares por derecho propio, probablemente debido a la ausencia permanente o temporal de hombres. Además, al menos tres de estas mujeres usaban sus apellidos de solteras aún cuando sus maridos estaban vivos. Esto indica que podían detener la jefatura por cuenta de su propio grupo familiar y no como parte de una propiedad conyugal conjunta.
27Finalmente, en la lista aparecía una niña de cinco años como “jefa de hogar”. Se trata de Felicia Díaz, quien vivía en la parcela 13, hija de Martín Díaz y Clemencia Lorenzo y nacida en 1887.
28Estos ejemplos muestran dos principios que regían la propiedad de las tierras en Redcliff en aquella época. Uno era la propiedad privada en términos de hombres o mujeres dueños de sus propias parcelas. El otro era la propiedad privada manejada en el marco del parentesco o de las obligaciones de unas familias extensas. Más adelante veremos que habitar viviendas privadas reunidas en racimos ayudaba para hacer coincidir ambos principios.
29Si bien los deslindadores hubieran considerado los ejemplos anteriores de prácticas domésticas como particularidades locales, para el etnógrafo proporcionan interesantes elementos de trasfondo histórico a los extensos datos y análisis sobre las sociedades caribeñas que los científicos sociales han desarrollado en torno a temas como la matrifocalidad, la consanguinidad, la nomenclatura patronímica y —particularmente en el caso de Barranco— la atracción que las mujeres ejercen sobre los hombres para que se instalen en la aldea, una forma de residencia uxorilocal, como se conoce en la literatura antropológica.
30Los deslindadores tal vez también se asombraron del alto grado de estratificación étnica dentro de una población tan pequeña y de un espacio igualmente mínimo. Los cronistas con frecuencia señalaron la multiplicidad de razas que existía en las aldeas costeras de Belice durante el siglo xix, pero éste es el primer análisis de su configuración real. Apoyado en información secundaria para el periodo 1870-1890, Gullick (1976: 37) apunta: “Éstas [aldeas] estaban habitadas por una mezcla de creoles, caribes negros y españoles. Cada raza tenía su propio barrio y ahí se quedaba.”
31Gracias a nuestra familiaridad con los nombres y apellidos garífuna, que se repiten dentro del amplio repertorio de los nombres españoles, pudimos hacer una clasificación de los jefes de hogar, según se ilustra en el cuadro 1.
32Los garífuna eran claramente mayoritarios, con más de 75 % de los jefes de hogares de Redcliff. Los mestizos (probablemente los “españoles” a los que alude la cita de Gullick) alcanzaban un lejano segundo lugar, con 15 %, y los creoles formaban una pequeña minoría de sólo 6 %. La distinción entre los dos grupos principales se acentuaba por el color de piel más claro de los mestizos, que reflejaba su origen español y maya. En el aspecto socioeconómico, tanto los mestizos como los garífuna dependían de los ingleses para obtener tierras y empleo, y habían dejado sus países de origen para buscar mejores oportunidades en la colonia británica.
33Los creoles eran el producto del mestizaje físico y cultural entre los británicos y sus antiguos esclavos africanos. Provenían del norte de la colonia, a diferencia de los garífuna y mestizos, quienes emigraron a Belice desde el sur. Gracias a sus vínculos con los ingleses en otras partes del país, los creoles llegaban a ocupar puestos administrativos y clericales de bajo nivel en la subregión de Barranco, la cual estaba dominada por W.H.Cramer & Co. La reducida presencia de este grupo entre los pobladores de la aldea se debe a las grandes distancias que tenían que cubrir para alcanzarla, y también al financiamiento de su estancia por las compañías madereras y las plantaciones. En general, se consideraban como trabajadores temporales, a diferencia de los mestizos y garífuna quienes eran colonos más permanentes.
34La clasificación étnica de los habitantes de Redcliff reveló una mayor concentración de los grupos minoritarios en los extremos norte y sur, mientras que los garífuna conservaban para sí mismos la mayor parte del centro de la aldea. Encontramos a los mestizos principalmente en la orilla sur, en una parte del pueblo que hasta hoy se llama Pañaton.14 Había una concentración mucho menor de mestizos en un área llamada “Louba”, palabra garífuna que quiere decir “el otro lado” y aparece en muchas de sus comunidades. Se obtiene una idea de la configuración interétnica al colocar los nombres en un esquema geográfica, como en el cuadro 2, que indica que el mayor grupo de mestizos directamente vecinos está en Pañaton. La situación se invierte en la sección llamada Louba, donde hay muchos garífuna que viven unos al lado de otros, patrón que también predomina en el centro de la aldea. Así, resulta claro que en 1892, existían en Redcliff barrios claramente diferenciados por origen étnico.
35Asimismo, el estudio de 1892 nos revela una notoria formación de subgrupos espaciales entre las familias extensas de Redcliff. Definimos un subgrupo familiar como un conjunto de tres o más parcelas contiguas cuyos dueños comparten vínculos cercanos de parentesco o de alianza. Nos fue particularmente útil la información genealógica que pudimos rastrear en otros campos de nuestra investigación sobre la historia social de la aldea. Dado que no encontramos suficiente corroboración documental genealógica, no pudimos establecer otras conexiones que sin duda existieron. Además, la rápida desaparición de las personas que conocían bien la historia de los primeros colonos implicó que no pudimos confiar demasiado en la historia oral. Existe algo de información escrita respecto a las “agrupaciones familiares de viviendas” contemporáneas (González 1969: 69-72 y Starnes 1976: 81-94) así como observaciones dispersas registradas en otras comunidades; pero no hay estudios que vinculen los mapas de parcelas residenciales con una genealogía garífuna que rastree sus orígenes particulares en los primeros asentamientos. Nuestros datos muestran todo lo que podría aportar ese tipo de investigación.
36Pudimos constatar que los grupos no estaban separados por lados simétricos; más bien, la comunidad sabía en dónde estaban los límites de las agrupaciones. Además, resultó difícil saber en dónde comenzaba y terminaba cada uno, debido a que los vínculos entre aldeanos se superponían. Lo importante era que cada persona contaba con un espacio físico disponible de antemano, ya sea que se tratase de un recién nacido o de un adulto que acababa de llegar. La comunidad tenía la capacidad de dar cabida a cada uno, por medio de las reglas del parentesco. Esta era la base del derecho garífuna tradicional a la propiedad y al uso del espacio residencial. La descripción de las agrupaciones evidencia, por tanto, la continuación de una práctica que se remonta a las familias fundadoras.
37Probablemente la agrupación espacial más extensa abarca las parcelas 78, 79, 80, 81, 83 y 87. Las dos personas más viejas que dirigían este grupo de parientes eran Joe Young, apodo de Teodoro Palacio, dueño de la parcela 79, en el extremo suroeste (véase figura 3) y su hermano Anastacio Palacio, habitante de la 87. Tanto Teodoro como Anastacio pertenecían a los pioneros que fundaron el pueblo en los años 1850. En la parcela 71, al norte de Teodoro, vivía su hijo Norberto Palacio. Al este de Teodoro, en las parcelas 80 y 81, estaban su nieto Marcelo Cayetano (hijo de su hija Loreta). En la 83, al noreste de la 71, habitaba Liberato Palacio, hijo de Anastacio.
38El grupo formado por las parcelas 61, 63 y 64 estaba liderado por otra pionera, quien llegó procedente de Punta Gorda con sus hijas e hijos. Se llamaba Nicolasa Moralez, esposa de Juan Pedro Cayetano, y vivió en la parcela 64. A su lado, en la 63, residió su hijo Anacleto y dos parcelas hacia el este, en la 61, estuvo su hija Victoriana.
39Un tercer grupo reunía a Serapia Francisco en la 89, a su hija Cristina Norberto, casada con Natividad Zúñiga en la 86; y a su hijo Macario, quien ocupaba dos parcelas, la 84 y la 85.
40La discusión anterior sobre el contexto sociocultural de las costumbres residenciales es una extrapolación de la información contenida en la lista de dueños de parcelas de 1892, establecida no por científicos sociales, sino por deslindadores coloniales. Sin embargo, nos proporcionó pistas analíticas sobre las normas que determinaban el comportamiento garífuna con respecto a la adjudicación de parcelas. Ya vimos que creían en los derechos comunales de los grupos familiares sobre la tierra, a pesar de que cada familia mantenía su(s) pro-pio(s) hogar(es), separados después en parcelas distintas por el deslindamiento. El microscópico reflector que nos iluminó los títulos de propiedad de las mujeres mostró que ellas podían ser dueñas de sus propias parcelas, aunque estuvieran casadas y sus maridos siguieran vivos. El hecho de que los niños podían aparecer como titulares de una parcela implica que el título de propiedad era más familiar que individual. Por último, la información muestra que los no-garífuna podían participar del derecho consuetudinario que imperaba en Redcliff. Otros grupos, en particular los mestizos, tenían espacios reconocidos, aunque existía una estratificación intencional que separaba la sección casi exclusivamente garífuna de las demás. Todas estas normas nos brindan una pequeña pero importante contribución para mejorar nuestra comprensión de la “indigenidad” garífuna en cuanto a su uso comunitario del espacio residencial. Recientemente, Max Forte (2006) usó el término “indigenidad” para analizar la perduración de la identidad cultural a través del tiempo entre los Caribes de Trinidad. El presente ensayo aplica su concepción al uso precolonial y tradicional del espacio residencial de otro pueblo indígena caribeño.
El trazo de la cuadrícula
41La principal tarea de los deslindadores fue trazar el primer plano oficial en la historia de la aldea. Antes de entrar en el estudio detallado de las parcelas, vale la pena describir el lugar en conjunto para comprender las características físicas que limitaron el trazo de la nueva estructura cuadriculada. Al llegar por mar, uno desembarca en una playa resguardada por un acantilado empinado de unos cinco metros de altura. El pueblo está en la cima de un promontorio rectangular de aproximadamente 800 metros de largo por 400 de ancho. A pesar de que el lugar se inunda ligeramente en algunos puntos, los obstáculos más notorios para la edificación de casas eran dos zonas pantanosas, una cerca del centro del pueblo y la otra en la porción centro-sur, como se ve en la figura 2. Las parcelas bordeaban el área pantanosa del centro de la aldea, posiblemente para evitar inundaciones durante la temporada de lluvias.15 Fuera de esos terrenos, el resto del lugar era propicio para demarcar parcelas y los deslindadores procedieron a trazar el plano oficial a escala (figura 2, p. 216).
42Había 14 estructuras ubicadas en el acantilado, cerca de la playa, que no fueron incluidas en la demarcación de parcelas, a pesar de que su plano no era diferente al de las otras casas de la aldea. Al comparar este mapa con la topografía actual, observamos que el acantilado perdió entre seis y 30 metros por erosión, en un lapso de un poco más de 100 años. Los deslindadores declararon reserva de gobierno el borde del acantilado, probablemente en atención a una ley que todavía hoy reserva una franja de 22 metros a partir de la playa para uso público.
43La separación física entre unidades familiares, como explicamos anteriormente, facilitó mucho el trazo de líneas que las cercaban para formar parcelas individuales. Sin embargo, aplicar una cuadrícula completa a las secciones o barrios y, en última instancia, a toda la aldea, requirió de reacomodos considerables. El éxito relativo de la labor de los deslindado-res puede verse en la figura 2, ya que sólo tres de 85 construcciones terminaron siendo tierra de nadie, es decir, parte de los caminos rectos recién trazados. Para poder acomodar tantas estructuras en la cuadrícula y dejar espacio para los caminos, los deslindadores no tuvieron más remedio que trazar parcelas de diversos tamaños. Al final, lograron más o menos acomodar las 82 estructuras restantes dentro de las nuevas parcelas deslindadas, aunque algunas quedaban demasiado cerca de los límites, como se aprecia en los caso de las parcelas 26, 27 y 72 (véase figura 2 y figura 3, pp. 216-217).
44Para entender el impacto que tuvo la superposición de una nueva cuadrícula en el tamaño de las parcelas, observaremos dos pequeñas secciones de la aldea. Una abarca las parcelas 77 a 90, como se muestran en la figura 3. Las que van del número 80 al 85 son todas del mismo tamaño, pero son más pequeñas que la 86 y la 87; y las tres parcelas 88, 89 y 90 tienen cada una un tamaño distinto. Ahora bien, se ve como los deslindadores dibujaban sus planos, cuando no tenían que tomar en cuenta las casas existentes, en el trazo de las dos hileras adicionales de parcelas previstas para futuras extensiones del pueblo y numeradas de 91 a 102 y de 103 a 114. La figura 4 muestra las parcelas 94 a 111. No sólo son todas del mismo tamaño, sino que la calle principal es más ancha que los caminos de la parte más vieja de la aldea.
45Sin contar el área de reserva de la playa, los deslindadores demarcaron 92 parcelas, como lo muestra el cuadro 1 del Apéndice. Siete fueron declaradas reserva, una para la Iglesia católica y seis para el gobierno. Dos parcelas reservadas, la 90 y la 38, están estratégicamente ubicadas cerca de los extremos de la primera hilera y podían ser usadas para puestos de vigilancia y protección. De hecho, en la 90 se encuentra, hoy día, la estación de policía. Otra parcela reservada es la 82, en la cual estuvo por mucho tiempo uno de los pozos públicos usados por los pobladores. Del total, 78 parcelas fueron designadas para uso residencial.
46Al hacer su mapa, los deslindadores dedicaban mucha atención a las casas existentes, que usaban de referencia para identificar las parcelas. Relevaron y dibujaron las principales estructuras de cada parcela, generalmente no más de dos bastante cercanas. Además, indicaron otras construcciones menores, probablemente usadas como almacenes, retretes, gallineros o chiqueros. Los croquis dibujados sobre las parcelas en la figura 2 muestran los tamaños aproximados de las construcciones. El edificio más grande, y el único público, era la iglesia, mientras que la vivienda privada más extensa, aparentemente, estaba en la parcela 69 que pertenecía al primer pionero de Redcliff, Santiago Avilez. Las construcciones visibles en las parcelas restantes eran más o menos del mismo tamaño.
47Casi todas las casas son alargadas con una orientación este-oeste, sin duda para refrescarse con los vientos alisios del noreste. Pudimos observar una orientación idéntica en las casas contemporáneas de Hopkins, Belice, mientras que Starnes (1976: 81-94) consignó observaciones similares en la aldea de Tornabé, Honduras, durante un estudio que realizó a principios de los años setenta. La orientación de las casas de Redcliff determinó la de las parcelas.
Después del deslindamiento
48El relativo orden en el que parece haberse realizado el deslindamiento oculta la profundidad de la transformación social que generó en Redcliff este cambio administrativo que transformaba la posesión comunal de las tierras en una propiedad exclusivamente privada, junto con la tendencia del gobierno colonial a otorgar derechos sobre la tierra a su antojo, inclusive a personas ajenas a la aldea.
49Para adquirir la posesión legal de sus parcelas, los dueños de facto primero tuvieron que tramitar solicitudes de arrendamiento. Tenían que llenar formularios prediseñados y llevarlos a Punta Gorda, el centro administrativo del Distrito de Toledo, para que de ahí los transmitieran a la oficina del gobernador en la ciudad de Belice. El gobernador, en última instancia, aprobaba las solicitudes en sesión del consejo (es decir, con sus principales asesores). Tras tres publicaciones en la Honduras Gazette, el diario oficial del gobierno, el solicitante recibía formalmente sus papeles de arrendamiento o, como se llaman en garífuna, sus lígaradana. Entre 1894 y 1922, último año en que se asignaron certificados de primer arrendamiento de las parcelas originales, se habían expedido 84 títulos para las 90 parcelas de la lista. Los seis dueños adicionales corresponden a parcelas que no habían sido asignadas, o de las cuales no pudimos leer el nombre original. La distribución temporal de la asignación de los primeros contratos de arrendamiento aparece en el cuadro 3. La mayoría se entregaron en 1900 y 1902.
50La propiedad se podía obtener de dos maneras: mediante la cesión del título o el arrendamiento. La primera era prácticamente una compra, la segunda era una renta con opción de compra tras un periodo de tiempo. Casi todos los aldeanos prefirieron la segunda opción, porque los términos de pago eran más convenientes. Sólo hubo cinco cesiones, todas expedidas en 1894. Más adelante veremos que todas fueron para hombres no garífuna.
51Del total, 44 de las 84 parcelas cambiaron de dueño entre los periodos previo y posterior al deslindamiento, es decir, en el paso de la propiedad de facto a la propiedad de jure. Un examen rápido de los apellidos nos permite concluir que muchos de estos cambios ocurrieron entre miembros de una misma familia y en algunos casos, entre parientes o aliados cercanos. Los cambios más relevantes en términos de inter-etnicidad y reasignación de parcelas aparecen en el cuadro 4. Entre las 44 parcelas que cambiaron de manos, 15 pasaron a pertenecer a miembros de una etnia distinta. El caso más notable fue la transferencia de cinco parcelas con dueños garífuna a propietarios creoles. Todo indica que de ningún modo se trató de transacciones amistosas, pues las cinco fueron cesiones de título otorgadas a los nuevos ocupantes en 1894, antes de que los dueños de facto hubieran presentado siquiera su solicitud. Los nuevos dueños probablemente se enteraron de la disponibilidad de las propiedades a través de sus contactos en el gobierno y embaucaron a los propietarios previos para adquirirlas. Como esas parcelas se encontraban al lado del mar, el valor logístico que tenían para los nuevos dueños creoles se impuso sobre los derechos tradicionales de los garífuna. Los nuevos dueños eran, probablemente, socios de Cramer y necesitaban acceso directo a la playa para transportar sus mercancías. Las construcciones cercanas a estos lotes, al borde de la playa, tienen un plano distinto del de las viviendas habituales y podrían haber sido sitios de almacenaje temporal.
52Otra transformación sociocultural importante en la composición étnica de la aldea fue la adquisición por personas garífuna de seis parcelas que previamente tenían dueños mestizos —dos en el área de Louba y las otras cuatro en Pañaton—. A raíz de eso, una sección de la aldea que había sido casi exclusivamente mestiza, empezó a pasar al control de la mayoría garífuna. Sin embargo, es un caso completamente distinto al de las parcelas garífuna adquiridas por creoles, ya que no hubo injerencia alguna del gobierno en favor de los garífuna. Sin duda, los mestizos se estaban yendo de Redcliff porque habían encontrado mejores oportunidades en otro lado, como también lo hicieron muchos hombres y mujeres garífuna que se reubicaron para nunca regresar.
53Después de comentar los cambios que se dieron entre los habitantes, es preciso también abordar la responsabilidad del gobierno como principal iniciador de la transformación. Una buena pregunta a plantear es si los aldeanos que perdieron su propiedad recibieron alguna compensación monetaria. Estamos hablando de los dueños de las tres casas que, en la nueva traza del pueblo fijada por los deslindadores, quedaron sobre las calles, así como los 14 que vivían cerca de la playa, lo que se convirtió en reserva. Por extensión, aquellos que perdieron sus propiedades atribuidas sin su consentimiento a los recién llegados también tendrían que haber recibido indemnización.
54El tema de la indemnización fue claramente planteado por los jesuitas afectados por un proceso similar que ocurrió en la comunidad garífuna de Dangriga, en 1887. El hermano Reynolds escribía:
Ellos [Dr. Jerningham, el Secretario Colonial y secretario particular del gobernador, y el Deslindador en Jefe] [han] pasado dos días con nosotros. Vinieron a tratar de reaco-modar las casas, que son tan irregulares que es imposible encontrar una calle que siga una línea recta. Mediante el derribo de algunas de ellas y la construcción de otras, esperan volverlo más europeo.
55Proseguía con el importante asunto de la indemnización a la iglesia: “Por supuesto que tendrán que otorgarse compensaciones, y nosotros también, por lo que se nos quita, debemos recibir un terreno para levantar una nueva escuela en otra parte de la ciudad”.16
56Los garífuna de Redcliff no pudieron compartir la entusiasta confianza del hermano Reynolds en la obtención de compensaciones. Además, aún si les hubieran indemnizado por sus casas, de todos modos enfrentaban el difícil problema de conseguir dinero para pagar la cuota de la solicitud y la nueva renta anual.17
57Para 1922, el último año del proceso de regularización de las parcelas en Barranco, el gobierno colonial se había hecho cargo de la asignación de las propiedades y habían ocurrido cambios demográficos muy importantes en el perfil de los propietarios. Ya no eran 70 sino 66 garífuna, 10 creoles en lugar de cinco y sólo ocho mestizos en lugar de 12. No había relación causal directa entre esos dos importantes aspectos de la vida del pueblo [propiedad y pefil de los propietarios]. Sin embargo, podemos afirmar que el cambio fundamental fue que a partir de entonces, en lugar de la etnicidad y los lazos familiares, el factor principal para determinar la residencia en la comunidad fue la política colonial que regía todo el país. Esa política había permitido la asignación directa de cinco parcelas, arrebatadas a sus dueños garífuna y entregadas a nuevos propietarios creoles. También hay que señalar que los mestizos se fueron, aunque también habían conservado derechos consuetudinarios sobre sus terrenos. El asunto es que carecían del apego que nace de los lazos familiares y de pertenencia a una etnia, o mejor dicho a una “nación”, apego que ha permitido a los garífuna seguir en la aldea hasta nuestros días. El año de 1892 fue un gran parteaguas en la creación de lo que actualmente es la comunidad de Barranco, en donde la indigenidad sigue siendo un aspecto fundamental de la identidad sociocultural.
Conclusión
58Empezamos con un marco teórico para entender los asentamientos propios de los garífuna, pueblo mejor conocido en la literatura antropológica por el estudio de sus migraciones. En particular, quisimos dar una perspectiva del contexto que llevó a la fundación del primer pueblo de hombres y mujeres garífuna en el sur de Belice en el siglo xix. Las principales contribuciones de este trabajo son: un relato del primer deslindamiento que realizaron las autoridades coloniales para trazar los lotes residenciales en 1892; una reconstrucción etnohistórica a partir de los fragmentos de información consignados por los deslindadores; y un esbozo de las consecuencias sociales de la redefinición de la propiedad de las parcelas en el periodo inmediatamente posterior.
59Aprovechando las oportunidades económicas para dedicarse a la agricultura y al comercio en pequeña escala, los garífuna crearon Barranco sobre tierras costeñas públicas sin población, en el extremo sur del enclave británico que después se convirtió en Belice. Unas dos generaciones después, en 1892, los oficiales del gobierno colonial llegaron a deslindar parcelas para viviendas e impusieron su propia cuadrícula sobre el trazo existente de la comunidad.
60A partir del estudio de los apellidos de los jefes de hogar, logramos reconstruir el perfil siguiente. Había 78 hogares en total, una quinta parte de los cuales estaban encabezados por mujeres. Existía una segmentación étnica, con núcleos de población garífuna y no garífuna instalados en distintas partes del poblado. El grupo más numeroso era el de los garífuna, con 77 % de los hogares; los mestizos seguían con 15 % y los creoles con 7 %. Además, entre los garífuna, había núcleos distintos que aglomeraban grupos familiares amplios, nucleos conformados por varias viviendas separadas ocupadas por familias más restringidas. Esas configuraciones son contribuciones iniciales para una comprensión de los patrones de asentamiento autónomo temprano, un territorio hasta ahora inexplorado en los estudios garífuna.
61Los mapas realizados antes y después del deslindamiento permiten vislumbrar las dificultades que enfrentaron los oficiales para obtener parcelas rectangulares dentro de un esquema formal cuadriculado. También hubo un considerable esfuerzo de adaptación por parte de la comunidad para cambiar el ordenamiento de sus espacios residenciales y de sus calles. El resultado fue el dibujo de las 92 parcelas que aparecen en el primer mapa oficial del pueblo. Faltaban todavía, para los pobladores, tiempos más difíciles, cuando tuvieron que ajustarse al nuevo sistema de administración de la tierra que se les impuso. Las autoridades los obligaron a volver a solicitar la posesión de sus propias parcelas. Más aún, el gobierno colonial despojó a cinco familias garífuna de sus terrenos para darlos en plena propiedad a unos creoles que trabajaban para una empresa agroexportadora.
62El deslindamiento de 1892, por tanto, señala el tránsito de la comunidad, que hasta entonces mantenía un pleno control sobre el uso de su espacio residencial, a una traumática integración en el sistema formal de administración de las tierras impuesto en la colonia británica de Honduras.
Bibliographie
Des DOI sont automatiquement ajoutés aux références bibliographiques par Bilbo, l’outil d’annotation bibliographique d’OpenEdition. Ces références bibliographiques peuvent être téléchargées dans les formats APA, Chicago et MLA.
Format
- APA
- Chicago
- MLA
Cette bibliographie a été enrichie de toutes les références bibliographiques automatiquement générées par Bilbo en utilisant Crossref.
Bibliografía
Arrivillaga, Alfonso y Marcos Sánchez Díaz (2006), “From Hero to Hiuraha-200 Years of Garífuna Settlement in Central America”, en J.O. Palacio (ed.), The Garífuna: A Nation Across Borders, Belice, Cubola Books, pp. 64-84.
10.2307/j.ctt18fs63f :Besson,Jean (2002), The Appropriation of Lands of Law by Lands of Myth in the Caribbean Region, en A. Abramson y D. Theodossopoulos (eds.), Land, Law, and Environment: Mythical Land, Legal Boundaries, Londres, Pluto Press, pp. 116-135.
Bolland, O. Nigel (1987), Alcaldes and Reservations – British Policy Toward the Maya in the Late 19th Century, America Indígena, vol. XLVII, Belice, pp. 33-76.
— y A. Shoman (1977), Land in Belize 1765-1871, Jamaica, iser/University of the West Indies.
Camille, Michael A. (1986), “Historical Geography of the U.S. Confederate Settlement at Toledo, Belize: 1868-1930”, Belcast Journal of Belizean Affairs, vol. 3, núms. 1 y 2, pp. 39-44.
Cayetano, Marion y Roy Cayetano (2005), “Garífuna Language, Dance, and Music – a Masterpiece of Oral and Intangible Heritage of Humanity. How did it Happen?, en J.O. Palacio (ed.), The Garífuna: A Nation Across Borders, Belice, Cubola Books, pp. 230-249.
Crichlow, Michaelene A. (2004), “Book Review of Martha Brae’s Two Histories”, New West Indian Guide, vol. 78, núms. 3-4, 318-320.
Davidson, William V (1984), “The Garífuna in Central America. Ethnohistorical and Geographical Foundations”, en M.H. Crawford (ed.), Current Developments in Anthropological Genetics, vol. 3: Black Caribs: A Case Study in Biocultural Adaptation, Nueva York, Plenum Press, pp. 13-36.
10.2307/481626 :Davidson, William V (1980), “The Garífuna of Pearl Lagoon: Ethnohistory of an Afro-American Enclave in Nicaragua”, Ethnohistory, vol. 27 (1), 31-63.
10.1525/jlca.2006.11.2.442 :Forte, Maximilian C. (2005), Ruins of Absence, Presence of Caribs. (Post) Colonial Representations of Aboriginality in Trinidad and Tobago, Gainesville, University Press of Florida.
González, Nancie (1987), “Una mayor recompensa en el cielo: actividades de misioneros metodistas entre los amerindios de Belice”, America Indigena, vol. XLVII, pp. 139-168.
— (1987), Sojourners of the Caribbean: Ethnogenesis and Ethnohistory of the Garífuna, Chicago, University of Illinois Press.
Gullick, C.J.M.R. (1976), Exiled from St. Vincent: The Development of Black Carib Culture in Central America up to 1945, Malta, Progress Press.
Kerns, Virginia (1983), Wornen and the Ancestors: Black Carib Kinship and Ritual, Chicago, University of Illinois Press.
Kirby, E.I. y C.I. Martin (1972), The Rise and Fall of the Black Caribs of St. Vincent, St. Vincent.
Johnson, Melissa A. (2005), “Racing Nature and Naturalizing Race: Rethinking of the Nature of Creole and Garífuna Identities”, Belizean Studies, vol. 27 (2), pp. 43-56.
Morris, Daniel (1883), The Colony of British Honduras, Its Resources and Prospects, Londres, Edward Stanford.
Palacio, Joseph O. (2005), “Reconstructing Garífuna Oral History. Techniques and Methods in the History of a Caribbean People”, en J.O. Palacio (ed.), The Garífuna: A Nation Across Borders, Belice, Cubola Press, pp. 43-63.
Shoman, Assad (1994), Thirteen Chapters of a History of Belize, Belice, Angelus Press.
Simmons Jr., Donald (2001), Confederate Settlements in British Honduras, Jefferson, North Carolina, McFarland & Co.
Starnes, Sylvia K. (1976), “House Styles and Other Settlement Features of Tornabé, Honduras”, Field Studies in Central America Tela and Vicinity, Honduras, Baton Rouge, Louisiana, Dept. of Geography and Anthropology.
Sullivan, Paul (2000), “John Carmichael: Life and Design on the Frontier in Central America”, Revista Mexicana del Caribe, vol. 10, pp. 6-88.
10.5771/0506-7286-1978-3-386_1 :Woodward Jr., Ralph Lee (1976), Central America. A Nation Divided, Nueva York, Oxford University Press.
Notes de bas de page
1 Traducción del inglés por Tonatiuh Soley y Tessa Brisac.
2 Recientemente, otros dos países con poblaciones garífuna importantes establecieron sus propios “días de la llegada”, Guatemala, el 26 de noviembre, y Honduras, el 12 de abril.
3 De forma deliberada excluimos la parlicipación de hombres garífuna en actividades militares, ya que no fueron experiencias de asentamiento.
4 Inversión del título de un ensayo de Jean Basson “The Appropriation of Lands of Law by Lands of Myth in the Caribbean Region” (“La apropiación de tierras de ley por tierras del mito en la región caribeña”) (2002: 116-135). En él describe la toma de terrenos públicos en Jamaica como un acto de resistencia de los ocupantes por haber sido históricamente privados del derecho a la tierra.
5 Ya en 1859 los garífuna de Dangriga, Belice, fueron despojados de sus parcelas. Bolland y Shoman agregan, “Aunque muchos de ellos (v. gr. los garífuna) deben haber ocupado tierras antes de 1817 y, por tanto, éstas podrían haber sido tratadas como sedes de plantaciones, la administración colonial racista no aplicó ese procedimiento a los Caribes” (1977: 90). Unos cuantos años antes, los dueños se adjudicaron la propiedad de sus tierras mediante proclamas.
6 Nuestra profunda gratitud al personal del Departamento de Archivos de Belice por su infatigable ayuda.
7 Andy Palacio nació en Barranco.
8 Michaelene A. Crichlow (2004: 318-320) utiliza el término “constructores de cultura”.
9 Redeliff era el nombre que se le dio a Barranco durante buena parte de la segunda mitad del siglo xix.
10 Para una discusión sobre la usurpación británica de la economía política de la región en el siglo xix, que con frecuencia se impuso a los intereses coloniales españoles y, posteriormente, a los de las republicas centroamericanas, véase Woodward (1976) y Sullivan (2000: 6-88).
11 Durante el período de 1861 a 1870, entre 3 y 7000 mil antiguos confederados emigraron a Honduras Británica para escapar del control de los yanquis. La mayoría abandonó la colonia, pero menos de 100 se quedaron y fundaron el pueblo de Toledo, pocos kilómetros al oeste de Punta Gorda, donde se dedicaron a producir azúcar (Simmons, 2001).
12 Los documentos sobre estas transacciones están en el Departamento de Archivos de Belice, en la minuta núm. 1350/1905, que abarca el periodo 1905-1912.
13 Herman J. Cramer, hijo de T. J. Bernard Cramer, murió en 1947 dejando más de 70 000 acres de tierra en el Distrito de Toledo, subdivididos de la siguiente manera: 28 700 acres a orillas del río Temash, 10 500 sobre el río Sarstoon y 34 000 sobre el río Moho (Departamento de Archivos de Belice, Probate Box No. 34, 1948, #11).
14 Traducción de “poblado español”, Spanish Town en inglés, un término que todavía se emplea en otras aldeas de la costa sur de Belice, por ejemplo en Monkey River y Mullins River.
15 Existe la creencia de que los espíritus, que pueden ser malévolos, viven en los cuerpos de agua fresca. Ésta podría ser la razón principal por la que evitaron usar esas parcelas, o por las que sólo se construyó en ellas lo más lejos posible del agua.
16 A.M.D.G. Letters and Notices, vol. XIX, pp. 289-290, Carta del hermano Reynolds, 3 de diciembre de 1887, encontrada en los archivos jesuitas de la Universidad de St. Louis.
17 Bolland y Shoman (1977: 90), nos ofrecen un punto de referencia para 1859, la renta de cada parcela en Dangriga era de $1.00 (Bolland 1977: 90), cuando el peón promedio (indígena) solo ganaba entre $7.00 y $8.00 al mes.
Le texte seul est utilisable sous licence Licence OpenEdition Books. Les autres éléments (illustrations, fichiers annexes importés) sont « Tous droits réservés », sauf mention contraire.
Política e identidad
Ce livre est diffusé en accès ouvert freemium. L’accès à la lecture en ligne est disponible. L’accès aux versions PDF et ePub est réservé aux bibliothèques l’ayant acquis. Vous pouvez vous connecter à votre bibliothèque à l’adresse suivante : https://0-freemium-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/oebooks
Si vous avez des questions, vous pouvez nous écrire à access[at]openedition.org
Référence numérique du chapitre
Format
Référence numérique du livre
Format
1 / 3