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Villa y circulación monetaria: hipótesis de trabajo

p. 415-421

Note de l’éditeur

Les campagnes de Lusitanie romaine, Collection de la Casa de Velázquez, 47 Madrid-Salamanque, 1994, p. 219-225, J.-G. Gorges et M. Salinas de Frías, éd.


Texte intégral

1Esta comunicación pretende estudiar la relación existente entre la moneda y el habitat rural tornando como referencia la circulación monetaria. Se trata de un tema al que, hasta el momento, no se le ha dedicado la atención que merece, excepción hecha de los trabajos realizados en Cataluña, cuyos resultados fueron publicados en las Actas del primer simposio de numismática de Barcelona1 y del estudio realizado par Marta Campo con las monedas procedentes de la villa de La Olmeda, en Pedrosa de la Vega, Saldaña2.

2Nos vernos obligados a constatar que la numismática de las zonas rurales no despierta interés entre los investigadores: muy a menudo, se trata de monedas en mal estado de conservación, muy desgastadas por una larga circulación, difíciles de leer y por tanto de clasificar. En pocas palabras, se trata de un material poco apasionante. Además, los hallazgos presentan un número reducido de piezas muy espaciadas cronológicamente: tan ejemplares como decepcionantes son, desde este punto de vista, las investigaciones llevadas por Ma Affonso dos Santos en Algarbe, las de M. Ponsich en la vega del Guadalquivir y las de J. Lostal Pros en Aragón3: en esta última región, de los 240 yacimientos mencionados, sólo aparecen monedas en una cuarta parte de ellos (exactamente 57). Incluso cuando los descubrimientos existen, éstos suelen aportar cantidades reducidas de monedas que forman series discontinuas, separadas por amplias lagunas cronológicas. Estas dos particularidades, poca cantidad de moneda y discontinuidad cronológica, parecen designar de manera característica la circulación monetaria en las zonas rurales, lo que no puede servir de ejemplo para manifestar la dureza de vida rural y de los hombres que habitaban el campo: así por ejemplo, el yacimiento de Corral de Valero, en Aragón, no ha proporcionado ni una sola moneda, mientras que la arquitectura y la cerámica muestran a las claras una ocupación continua, del siglo i a.C. al siglo iv d.C.

3A partir de estos estudios, uno tiene la impresión de que el campo casi no ha conocido una economía monetaria, o que el uso de la moneda ha sido mínimo, tal como lo ha expuesto Mireille Corbier: “el campo no es un mundo completamente desmonerizado, pero si un mundo inframonetario”4. Dicho de otra modo, las relaciones existentes entre moneda y campo parecen débiles, algunas veces inexistentes...

4Sin embargo, es innegable que hay una circulación monetaria en el campo. En primer lugar, existen pruebas irrevocables: los tesoros monetarios. Éstos, que proceden en su mayor parte del campo, atestiguan que la moneda circula. La realización de imitaciones en Galia y en Bretaña, a finales del siglo III, cuando los circuitos de distribución del numerario estaban rotos o perturbados, prueban que, incluso durante la gran crisis, la moneda se consideraba en todas partes como el instrumento natural de los intercambios. Existe por tanto una verdadera circulación monetaria en las zonas rurales. La cuestión es saber quién mueve la moneda, quién la hace llegar al campo.

5Otra prueba de la apertura de las zonas rurales a la circulación monetaria nos viene proporcionada por la práctica del arrendamiento, ya que el inquilino paga el alquiler en numerario5. Pero la prueba más visible del uso de la moneda en el ámbito rural son los hallazgos de monedas aisladas, aunque, como ya lo decía más arriba, aparecen en número reducido y muy espaciadas cronológicamente.

6En el IV Congreso National de Numismática celebrado en Alicante, intenté precisar los rasgos característicos de la circulación monetaria en el campo6. A partir de datos estadísticos, cierto es bastante insuficientes, observaba que, generalmente, el campo conoce las mismas fases fuertes y débiles de circulación que los centros urbanos. Dicha afirmación puede interpretarse como signo de que la moneda circula y, al parecer, bastante bien: globalmente, los circuitos de distribución funcionan correctamente. Globalmente, se observa una renovación del numerario en todas partes a lo largo del siglo II, seguida de la misma disminución en el siglo III. Naturalmente, el renuevo no se manifestó en todas partes con la misma velocidad. Tampoco fue completo, total, en todos los lugares. Podríamos decir que, si la ciudad manda al campo el numerario, éste no conoce sino una difusión esporádica: los circuitos de intercambio funcionan (media de los porcentajes), pero las monedas no alcanzan del mismo modo todos los sitios (estadísticas individuales), porque no tienen en la vida de los campesinos la misma importancia que en la de los ciudadanos.

7Hasta ahora, de modo general, tanto en España como en Francia hace unos cuarenta/cincuenta años, se contraponía el papel de los ciudadanos y de los campesinos. Publicaciones recientes permiten ampliar nuestra reflexion. Entre otras, quisiera insistir en las monedas de la villa luso-romana de São Cucufate en Portugal7. Dicha villa ha proporcionado un conjunto de monedas aisladas y cuatro pequeños depósitos monetarios de los siglos III y IV, en total, 384 monedas. Si dejamos de lado los pequeños depósitos, que mis bien son pequeñas bolsas (por otra parte de gran interés porque, lógicamente, alguien las perdió!) tenemos un total de 224 monedas bien fechadas, cifra no muy alta pero suficiente para poder plantear ciertas cuestiones, que tienen resumidas en el cuadro n. 2 y en la gráfica n. 3.

8En el cuadro n. 2, he realizado una estadística considerando grandes periodos, partiendo del material proporcionado por centras urbanos (Coca, Conimbriga), y por una pequeña serie de villas rurales que siguen, grosso modo, el trazado de la vía de la Plata: el yacimiento de Los Villares, en la zona asturiana, la villa de La Olmeda, cerca de Palencia, la villa de Torre de Palma8, no lejos de Évora, hasta São Cucufate. Las estadísticas de Los Villares y La Olmeda son muy diferentes del resto. La explicación reside en que, en Los Villares, no han sido recuperadas todas las monedas del yacimiento, mientras que, en La Olmeda, la villa sólo parece haber existido en el Bajo Imperio (la del Alto Imperio, de existir, hay que buscarla en otro punto), es decir sólo, se conserva un horizonte de abandono. Los otros yacimientos se parecen mucho, a pesar de que existen pequeñas diferencias. Las semejanzas se aprecian fácilmente en el gráfico 3.

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— Fig. 1. Ciudades y campos en la Península Ibérica durante el Alto Imperio. —

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(R) = rural ; U = urbano
— Fig.2: Tipos de circulación monetaria a lo largo del “Camino de la Plata”. —

9El principal interés de esta gráfica es el descubrir en São Cucufate y en Torre de Palma signos evidentes de un suministro monetario bastante abundante y convenientemente distribuido durante toda la ocupación del yacimiento o casi. Por otra parte, dichas villas ofrecen un perfil de circulación muy parecido al de Conimbriga, un centro urbano9.

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— Fig. 3: Perfiles de circulación monetaria en Conimbriga y en dos villas de Alentejo. —

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— Fig. 4: Monedas y mobiliario arqueológico de algunas villas de la Península Ibérica (según J.-G. Gorges, Les villas hispano-romaines. Inventaire et problématique archéologiques). —
B = Barcelone; BA = Badajoz; GE = Gerona; PA = Palencia; PO = Portoalegre; V = Vila Real.

10Si las villas – ciertas villas – rurales y una ciudad presentan el mismo perfil de circulación, no es por pura casualidad. Y ¿dónde reside la explicación de los motivos de esta notable convergencia? La respuesta se halla en la apertura de esas villas a las grandes corrientes de intercambios. De ellas surgen el aceite, el vino y los cereales y hasta ellas llegan los productos que la romanización ha puesto de moda o hecho necesarios: condimentos, vidrios, sigilatas. Consecuentemente, hay que reconsiderar la interpretación del propio material monetario: si en São Cucufate o en Torre de Palma, los ritmos de la producción monetaria reproducen fielmente – salvo raras excepciones – los de las ciudades, es porque dichas villas estaban abiertas ampliamente al exterior, practicando la economía de mercado.

11Si existe un lazo estrecho entre el perfil monetario de una villa y su dinamismo económico (cuya amplitud podremos medir gracias a las cerámicas y las ánforas, por ejemplo), lo podremos comprobar a través de otros ejemplos.

12Por desgracia, esta verificación no es fácil, porque la publicación de los yacimientos rurales contiene rara vez la totalidad del material. La pequeña serie representada en el cuadro n. 4, establecida a partir de la obra J.-G. Gorges10, lo pone de manifiesto con claridad. Sin embargo, esta serie ilustra que los hallazgos monetarios suelen acompañar todo tipo de intercambio, puesto de manifiesto por material importado. Al contrario, se puede observar que la ausencia de monedas suele coincidir con la de otros productos. Esta observación se confirma en los grandes establecimientos rurales de Occidente, sobre todo de las Galías y de las Germanías: tomemos como ejemplo ciertas villas de Aquitania como Chiragan, Sérviac, Montmaurin o Plassac. Han aportado muchas o, al menos, bastantes monedas y, al mismo tiempo, han proporcionado importantes cantidades de material importado: cerámicas variadas, vidrios, lámparas, ánforas o también mármoles exóticos tales como el Chemtou (“giallo antico”) o el Synnada (“pavonazzetto”), el pórfido de Laconia, etc... Al contrario, otros yacimientos no aportaron nada, lo que se interpreta – o puede interpretarse – como señal de una economía cerrada. Frente a las villas de economía de mercado, esta categoría sería la de las villas de economía puramente de subsistencia, integradas dentro de circuitos cortos.

13Así no podemos ver en la circulación monetaria de los yacimientos rurales – y concretamente de las grandes villas – algo banal. No podemos ver en esta circulación únicamente la presencia de dinero extraviado. Sería erróneo creer que todos los establecimientos rurales han recibido los desechos de la circulación urbana que han ido a sepultarse en ellos. Bien al contrario, hay que subrayar que un abastecimiento en numerario regular y continuo supone contactos externos. Si los ritmos de la circulación monetaria urbana se reflejan fielmente en ciertos yacimientos, es que allí el movimiento de la moneda acompañaba al movimiento de los negocios.

14Pero los negocios ¿de quién? Se puede pensar, por ejemplo, si no en los campesinos, puesto que son ellos el mundo inframonetario, en los arrendatarios, los que podrían ser los agentes de la monetización del agro, de la apertura del campo a la circulación monetaria. Pero, por una parte, no tenemos documentación suficiente para demostrar esta hipótesis, y, por otra, ciertos ejemplos muestran que el proceso no fue tan sencillo: vernos que, ya en el Alto Imperio, ciertos propietarios convierten en colonos a sus arrendatarios para protegerse de un deudor falto de recursos, incapaz de pagar el alquiler. Un buen ejemplo de tal situación nos lo facilita Plinio el Joven, quien dice que, con el aparcero, obtiene parte de la cosecha: así no pierde al menos una parte del rendimiento de sus fincas11.

15Entonces ¿quién lleva la moneda al campo? La conclusión se impone por si misma: en esos movimientos de la moneda, cierto es que debemos reconocer la presencia de los propietarios, porque es cierto que la moneda está ante todo ligada al tren de vida propio de los mismos. Así la moneda, signo económico de desarrollo, es también signo social que acompaña la dominación de la alta burguesía urbana sobre el campo12. Y, a través de ese fenómeno, podemos añadir que la moneda puede ser, y es, un elemento esencial para mostrar como, tanto en la Lusitania como en el resto de Occidente, la ciudad estructura su territorio.

Notes de bas de page

1 I Symposium Numismatico de Barcelona, 2 vol, Barcelona, 1979.

2 Las monedas de la villa romana de la Olmeda, Palencia, 1990.

3 M. L. Affonso dos Santos, Arqueologia romana do Algarve, 2 vol., Lisboa, 1971-1972; M. Ponsich, Implantation rurale sur le Bas Guadalquivir, I, Madrid, 1974; II, Paris, 1979; J. Lostal Pros, “Arqueología del Aragón romano” Caesaraugusta, 41-42, 1977, p. 5-89; Id, 45-46, 1978, p. 67-112; Id, 47-48, 1979, p. 233-296 (= Arqueología del Aragón Romano), Zaragoza, 1980.

4 “Dévaluations et fiscalité (161-235)”, Les “dévaluations” à Rome; époque républicaine et impériale, 1, Rome, 13-15 novembre 1975, Roma, 1978 (Coll. Éc. Fr. de Rome, 37), p. 273-309. Ver también “Dévaluations, inflation et circulation monétaire au iiie siècle”, Hommes et richesses dans l’empire byzantin, 1, IVe-VIIe siècle, París, 1989, p. 195-21 1.

5 Varios grandes monumentos funerarios procedentes de la comarca de Treveris, así como otro ejemplo del museo de Saintes, muestran escenas de pago. Según ciertas interpretaciones, podría tratarse de arrendatarios que estaban pagando ante un regidor o ante el dueño/la dueña, la suma del arriendo debido.

6 “Villes et campagnes de la péninsule Ibérique sous le Haut-Empire romain, Problèmes de circulation monétaire”, Actas del CNN, (Alicante), Numisma, XXX, 165-167, 1980, p. 155-159.

7 J.-P. Bost, “Une économie monétaire”, Les villas romaines de São Cucufate (Portugal), sous la direction de J. Alarcão, R. Étienne, F. Mayet, París, 1990, p. 217-233.

8 J. Mangas, J. de Francisco y A. Pedregal, “Circulación monetaria y medios de cambio durante la Andgüedad en el área astur (provincias de Asturias y León)”, Actas del VI CMV (Oviedo), Numisma, XXXIV, 186-191, 1984, p. 108-145. Sobre La Olmeda, ver nota 2. Torre de Palma, serie inédita de c. 1240 monedas conservadas en el MNAE de Lisboa.

9 Si me refiero sólo a la ciudad de Conimbriga es porque se ignora casi todo sobre la circulación monetaria de las ciudades más cercanas, es decir Évora/ Ebora y Beja/ Pax Iulia. Se esperan los resultados de la investigación llevada a cabo en Mérida por Agustín Velázquez.

10 Les villas hispano-romaines. Inventaire et problématique archéologiques, Paris, 1979 (Publications du Centre Pierre Paris, no 4).

11 Corr, IX, 37.

12 Dominación que quizás ilustran los grandes relieves funerarios a los cuales aludía anteriormente; ver nota 5.

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