Continuidad y ruptura de la arqueología española en el siglo de las Luces
p. 127-142
Résumé
Jusqu’à récemment, on n’avait pas apprécié suffisamment le rôle de la Couronne d’Espagne dans le processus d’institutionnalisation de l’archéologie moderne. Cette contribution présente donc, dans une perspective globale, les principaux et les plus importants projets impulsés durant le xviiie s. qui placèrent l’archéologie espagnole à l’avant-garde de l’archéologie, trajectoire qui fut brisée au début du xixe siècle.
Texte intégral
1El 6 de julio de 1803, el rey Carlos IV promulgó una Real Cédula por la que mandaba observar la Instrucción que había formado la Real Academia de la Historia sobre el modo de recoger y conservar los monumentos antiguos en el reino1. Esta fue una de las primeras leyes que promulgaba un país europeo para la conservación y protección de los monumentos arqueológicos e históricos, si exceptuamos otras medidas de la misma naturaleza promulgadas en los Estados pontificios, como el edicto del 2 de octubre de 1802 del Papa Pío VII, redactado por el comisario delle Antichitá Carlos Fea, o las medidas adoptadas en Francia a finales del siglo, aunque, estas últimas, fueron una consecuencia inmediata del proceso revolucionario.
2La promulgación de esta ley no fue fruto ni mucho menos de una casualidad, sino la culminación de un proceso que se inició a comienzos del siglo xviii, con el ascenso al trono de Felipe V de Borbón, y que al poco tiempo situó a la Corona de España a la vanguardia del desarrollo de la arqueología en Europa y América2. Esta afirmación puede resultar a algunos extraña, ya que bajo esta perspectiva es un hecho totalmente desconocido o, mejor dicho, no había sido valorada hasta ahora en toda la dimensión real que tuvo, ya que el papel de la Corona de España en el desarrollo e institucionalización de la arqueología moderna ha sido con frecuencia tergiversado, minusvalorado o hasta incluso omitido con cierta malicia en la historia de la arqueología.
3En este trabajo expondremos sucintamente los principales datos que jalonan y avalan la importante contribución de la Corona de España al desarrollo de la arqueología como disciplina científica y la renovación e impulso de los estudios arqueológicos y, por tanto, también al desarrollo de una visión historicista de la realidad la cual a su vez fue esencial para el surgimiento de una nueva sensibilidad estética y filosófica, en definitiva, intelectual, en Europa y América, fundamental para el nacimiento de la mentalidad del mundo contemporáneo. No se trata en modo alguno de una visión particularista o de ensalzamiento patriótico, ya que nos encontramos ante un fenómeno cultural caracterizado por su internacionalización en el que participaron, espoleados por ideas y objetivos comunes, gentes de muy diversos orígenes y nacionalidades, es decir, fue una empresa caracterizada esencialmente por su cosmopolitismo, lo que excluye de hecho la posibilidad de cualquier visión nacionalista.
Felipe V, Isabel de Farnesio y las antigüedades
4Antes de ser coronado rey de España, Felipe V de Borbón tuvo una formación, como príncipe cristiano, en la que el estudio de la Antigüedad tuvo un peso destacado. El entonces duque de Anjou fue un gran aficionado al dibujo y un lector apasionado de Telémaco, la principal obra de su preceptor, François de Salignac de La Mothe-Fénelon (1651-1715). Pero también tuvo como preceptor y consejero artístico, entre 1690 a 1695, al célebre coleccionista y anticuario François Roger de Gaignières (1642-1715)3, quien formó una considerable colección de antigüedades y objetos de arte en París, donde la pudo contemplar el joven duque, que fue finalmente adquirida por Luis XIV en 1711.
5Si la formación del rey fue decisiva en su gusto por las antigüedades su matrimonio con Elisabetta Farnese (Isabel Farnesio para los españoles), miembro de una familia que más se distinguió en el coleccionismo de obras de arte antiguo de Europa, fue un estímulo importante en el desarrollo de esta sensibilidad. En efecto, la Reina tuvo un peso específico que ha sido bien reconocido en el afianzamiento del gusto por las antigüedades y su estudio en España4, ya que a ella se atribuye la iniciativa de la adquisición de dos importantes colecciones de esculturas antiguas que supusieron que la Corona española atesorase una de las mejores colecciones de escultura clásica que se reunió en su tiempo. Como es bien conocido, en 1724 los reyes adquirieron la famosa colección de la Reina Cristina de Suecia5 y tan sólo cuatro años más tarde, en 1728, adquirieron a la duquesa de Alba la que fuera colección de su padre el Marqués del Carpio, formada en Italia6. Con estas dos adquisiciones, más la nada despreciable colección reunida por los Habsburgo que heredaron, la Corona española contaba con una colección de más de 500 estatuas antiguas y pseudo antiguas, lo que la situaba entre las más importantes colecciones de escultura antigua existentes en Europa7.
6La colección fue destinada al Palacio de San Ildefonso (Segovia) donde fueron trasladadas y almacenadas. Aunque hubo un primer plan para instalarlas en 1734 no fue hasta el fallecimiento de Felipe V cuando Isabel de Farnesio pudo culminar su instalación definitiva entre 1746 y 1759 formando un espléndido Antiquarium o Museum, conocido como Real Galería de San Ildefonso, en la planta baja de dicho palacio8. Además, la reina encargó la descripción y el estudio ilustrado de la colección en 1746 al P. Eutichio Ajello, una iniciativa sin precedentes en las colecciones reales, con la que, sin embargo, no quedó muy satisfecha, por lo que se decidió no publicar el trabajo y la colección no tuvo toda la difusión pública deseada9. No obstante, la colección sí fue conocida y admirada, ya que se permitía su visita a las personalidades que acudían a la corte, embajadores y altos cargos, franceses, ingleses, alemanes e italianos. Las más famosas esculturas de la colección (por ej. fig. 1) fueron conocidas también a través de réplicas y vaciados, por lo que fue un vehículo más en la difusión del buen gusto y del interés por el estudio de las antigüedades entre los artistas y eruditos en toda Europa.
7Otro factor de gran importancia fue la política cultural impulsada por Felipe V, en la que cabe destacar, para el asunto que nos interesa, la creación de la Real Biblioteca, centro neurálgico y de referencia de dicha acción política, así como las Reales Academias nuevos marcos corporativos impulsores del conocimiento. Tanto una como otras fueron de especial relevancia, como veremos, para el desarrollo e institucionalización de la arqueología. En efecto, Felipe V decidió crear en 1716 dentro de su Real Palacio y con carácter público la Real Biblioteca siguiendo una tradición familiar10. Este es un hecho destacable, ya que según la concepción de la época además de reunir en ella libros y manuscritos se creó un museo o gabinete de antigüedades. Para la creación de este museo o gabinete público, que fue el primero de esta naturaleza creado en España, Felipe V mandó reunir las monedas, pequeños bronces y otros objetos que existían en palacio11. Para hacerse cargo de estos materiales, especialmente del monetario, mandó llamar expresamente a Paul Lucas (1664-1737), eminente anticuario francés quien, por desgracia, falleció en Madrid pocos años después de su incorporación. Ocupó entonces el cargo el jesuita Alejandro Panel (1699-1777) a quien nombró en 1743 su Anticuario real y poco después preceptor de los infantes, lo que constituye un hecho muy importante por la incidencia que sin duda tuvo en la formación y educación en esta materia en las personas reales, como ya hemos indicado.
8Para estimular y desarrollar la vida cultural de sus reinos Felipe V creó asimismo, según el modelo ítalo-francés, las Reales Academias, instituciones científicas creadas bajo el patronazgo real y directamente vinculadas a la Corona, aunque con la libertad de escoger a sus miembros que quedaban integrados en palacio al serles concedidos el honor de criados de la real casa.
9Las dos Academias reales que estuvieron directamente involucradas en el desarrollo de la arqueología en España fueron las Reales Academias de la Historia (RAH) creada en 173812 – a partir de ahora, abreviada en RAH – y la de Bellas Artes de San Fernando, creada en 1746, aunque fundada oficialmente en 175213. No obstante fue en la RAH en la que recayó el peso fundamental de esta labor y desde su fundación las antigüedades fue una materia a la que se prestó la mayor atención. En efecto, el estudio de las antigüedades, centrado fundamentalmente en la geografía antigua, la epigrafía y la numismática pero también en la cronología, las fuentes greco-latinas y las lenguas prerromanas, estuvo estrechamente vinculado al principal proyecto historiográfico de la institución el Diccionario histórico-crítico universal de España. Es importante advertir que ya desde 1739 la RAH solicitó al rey que se le notificasen los descubrimientos de antigüedades que se produjesen en el reino, lo que supone el arranque en España de las labores de inventario y protección monumental oficial, es decir, por parte del Estado. Como institución al servicio de la Corona, la RAH se valió de los recursos que le ofrecía la Administración real, pero no dispuso de un presupuesto económico hasta que en 1746 el rey le concedió una dotación al traspasarle los oficios de Cronista real y de Indias.
10Una de las consecuencias más importantes de esta sensibilidad e interés por la antigüedades desarrollado por los reyes que interesa ahora subrayar, es que supieron inculcar este espíritu en sus hijos, al príncipe Don Fernando, futuro rey Fernando VI, y a los infantes Don Felipe, futuro duque de Parma, Plasencia y Guastala, Don Luis y, especialmente, en su primogénito Don Carlos, Rey de Nápoles desde 1735. Este último, fruto de este espíritu inculcado por sus padres, no sólo mandó trasladar las colecciones heredadas por su madre al palacio de Capodimonte en 1734-1735 sino que, promovió las excavaciones en Herculano en 1738 y las de Pompeya en 1748, una de las empresas culturales con mayor trascendencia del siglo xviii.
Carlos de Borbón y la arqueología del reino de las Dos Sicilias
11En 1738, el mismo año que Felipe V creaba en el reino de España la RAH, su hijo, Carlos de Borbón Farnesio iniciaba la más fabulosa empresa arqueológica de todos los tiempos: la excavación de las antiguas ciudades romanas sepultadas por el Vesubio en el reino de Nápoles14.
12No obstante, la importancia y trascendencia de esta iniciativa ha sido hasta hace no mucho tiempo minusvalorada en la historiografía, debida en gran parte al aceptar la sola autoridad de las críticas que hacia ella en su día vertió Johann Joachim Winckelmann, en sus informes remitidos a Dresden y en varias publicaciones entre 1758 y 176415. Paradójicamente Winckelmann fue enviado a Roma por la corte sajona con el principal objetivo de informar sobre los sorprendentes descubrimientos que estaban teniendo lugar en el reino napolitano como consecuencia del proyecto arqueológico promovido por Carlos de Borbón16. Hoy, es plenamente reconocido que las excavaciones de Herculano, al contrario de lo que manifestó Winckelmann en sus informes, se llevaron a cabo con el mayor cuidado y con la aplicación de los mejores medios que la época ofrecía, el levantamiento de planos, además de ensayar diversos sistemas de excavación y extracción de las piezas más delicadas17.
13La iniciativa de Carlos de Borbón se debe situar en relación con su formación y el espíritu familiar indicado y, en especial, en la influencia de su madre, a la que se enviaron los primeros informes y planos del teatro de Herculano. Debemos de tener en cuenta además que la relación con el reino de España fue muy estrecha durante los primeros años del reinado y, sobre todo, durante la guerra de sucesión austríaca y el apoyo a su hermano el infante Don Felipe. De hecho, la primera noticia publicada del descubrimiento y el inicio de los trabajos fue dada a conocer en España en la revista Mercurio, histórico y político:
“Con ocasión de los trabajos que han hecho para incluir el Palacio del Príncipe de Santo-Buono, y el del Conde de Palma, que el Rey ha comprado, han descubierto muchas cámaras subterráneas, en las cuales se ha hallado una figura de medio cuerpo de metal de Corintho, diversas estatuas de porfido, algunas columnas de la misma piedra, o composición, el anca de un caballo de bronce. Todas estas piezas han sido traídas aquí; y como se presume que la Casa de Placer, conocida entre los antiguos Romanos bajo del nombre de Herculanum ha estado en estos sitios, se ha ordenado continuar los trabajos con toda la precaución imaginable, a fin de no dejar escapar alguna de las piezas que el terreno puede ocultar, y de no echar a perder las que se encontrasen”18.
14A causa de la guerra, las excavaciones avanzaron lentamente y no fue realmente hasta su conclusión en 1748 cuando Carlos de Borbón pudo atender y tomar las medidas necesarias para impulsar debidamente la empresa que asombró a Europa entera. Lo verdaderamente interesante y moderno es su valoración en conjunto y no la visión parcial y, por lo tanto, subjetiva de aspectos concretos que tiende a empañar el alcance real de su trascendencia. El proyecto desarrollado por Carlos de Borbón fue una actividad reglamentada y dotada de un espíritu sumamente novedoso y moderno, ya que combinó todos y cada uno de los principios necesarios en una intervención arqueológica científica y seria: metodología de excavación, conservación y difusión, algo que hasta entonces no se había desarrollado en ninguna parte del mundo. En 1751 se abrió el Real Museo de Portici al público, aunque con ciertas restricciones, en el que se desplegaron las colecciones, combinando criterios tradicionales tardobarrocos y de las más absoluta modernidad (exposición de los utensilios de la vida cotidiana, de la máquina de desenrollar papiros y disposición de los materiales en armarios ordenados por categorías), que causaron la admiración de la Europa culta entera19. Le siguió la creación de la Academia Herculanense en 1755 a cuyos miembros, todos ellos italianos, se les encargó en exclusiva, por real decreto de 13 de diciembre de 1755, el estudio y publicación de lo hallado (fig. 2). Los tomos de Le antichitá de Ercolano esposte, si bien no fueron puestos a la venta, se distribuyeron con generosidad por todas las cortes e instituciones científicas europeas, incluido el propio Winckelmann20. A todo ello se debe añadir una medida, que si bien no extraña en suelo italiano, subraya la modernidad del proyecto con la promulgación de varias medidas legislativas encaminadas al control y protección del patrimonio arqueológico. Las más importantes fueron la Prammatica LVII y la Prammatica LVIII ambas de 24 de julio de 1755, por las que se prohibió la extracción de antigüedades del reino de Nápoles sin la debida autorización: “qualunque monumento antico, cioè di statue, o grandi o piccole che sieno, di tavole, in cui caratteri sieno incisi, di medaglie, di vasi, d’istrumenti, ed ogni altra cosa antica, o sia di terra, o di marmo, o d’oro, o d’argento o di bronzo, o d’ogni metallo, senza che preceda l’espressa licenza di S. M.”. La no observancia de esta ley, a la que no se podía alegar ignorancia, sería castigada con la incautación de lo robado y penas de tres años de galera para los plebeyos y de otros tres años de destierro para los nobles. No obstante, el rey podía conceder licencia para la extracción de materiales pero por los que cobraría una cantidad estipulada de derechos de extracción: “Per le pietre il tre por cento, secondo la stima da farsene dalle Persone perite, da destinarsi símilmente dalla stessa Regia Camera. Per l’argento lavorato, o in verga, o in massa, carlini quindici ad oncia”. Para el reconocimiento de los objetos extraídos sin real licencia y aquellos que contaban con ella, especificados en una larga lista, lo que supuso otra gran novedad, nombró al anticuario Alessio Simmaco Mazzochi, al pintor Giuseppe Bonito y al escultor Giuseppe Canart. En 1766 y en 1769, es decir, durante el reinado de su hijo Fernando IV, se ordenó la renovación y observancia de las disposiciones dictadas en 175521.
15Las actividades arqueológicas en el reino de las Dos Sicilias no se limitaron a las cuidades vesubianas, sino que también se llevaron a cabo en otros puntos del reino en Pozzuoli, Baia, Cumas y Capua y especialmente en Paestum, cuyo templos dóricos fueron dibujados bajo la dirección del conde Felice Gazzola en 1756 y posteriormente publicados por Paolo Antonio Paoli en 1784, la mejor, más completa y científica de todas las versiones que en el siglo de las Luces se editaron22.
16Carlos de Borbón tuvo plena conciencia desde el principio de la importancia y alcance de su empresa y, de acuerdo con la tradición familiar que le avalaba, no dudó en utilizarla como realce y gloria de su persona y reinado, como si de una gran hazaña militar se tratase. La arqueología fue evidentemente uno de los principales pilares sobre los que gravitó su política cultural y su prestigio personal, como muy bien se ha señalado23, y el de su familia, y lo continuó siendo cuando accedió al trono de España, por lo que bien merece ser denominado el rey arqueólogo.
Fernando VI y la institucionalización de la arqueología en España
17Mientras en el Sur de Italia Carlos de Borbón desarrollaba una de las empresas arqueológicas más importantes e influyentes del siglo xviii y quizá de toda la historia de la arqueología, su hermanastro Fernando VI (1746-1759) fue coronado rey de España tras el fallecimiento de Felipe V. Su reinado fue una época de paz y prosperidad que tuvo importantes repercusiones en la institucionalización de los estudios arqueológicos en España. Como continuador de la política cultural de su padre, fundó la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1752, favoreció a la RAH y acogió bajo su protección a la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla (1752), a la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona (1752) y a la Real Academia histórico-geográfica Vallisoletana de Caballeros (1753), instituciones que fueron decisivas en el desarrollo particular de la arqueología en las regiones en que se establecieron.
18Pese a la corta duración de su reinado, en estos años dieron comienzo, con mayor o menor fortuna, importantes proyectos financiados por la Corona para el desarrollo de la arqueología española entre los que cabe destacar dos de ellos: la España sagrada, obra del sacerdote agustino Enrique Flórez iniciada en 1747, y la expedición arqueológica conocida como el Viaje de las antigüedades de España, promovido por la RAH entre 1752 y 1754 y una de las primeras expediciones de esta naturaleza llevadas a cabo en un reino europeo. A estas empresas hay que sumar también la promoción real de una política de viajes al extranjero para completar la formación de artistas y científicos, especialmente a Francia e Italia. En este sentido cabe destacar el envío a Roma de los primeros pensionados de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando24 y el viaje a Italia de Francisco Pérez Bayer entre 1754 y 1759 para recoger monedas, manuscritos y antigüedades con destino al Gabinete de Antigüedades de la Real Biblioteca fundado por su padre25.
19El Viaje de las antigüedades de España fue una expedición arqueológica pionera en la Europa del siglo xviii26, ya que no se conocen otras iniciativas semejantes anteriores a estas fechas de estas características27. La expedición, promovida por la RAH, le fue encargada a su académico Luis José Velázquez, Marqués de Valdeflores28. Velázquez formaba parte desde 1750 de la Academia del Buen Gusto uno de los focos culturales más importantes del neoclasicismo español29. Este grupo contaba con un programa de actuación cultural, literario y científico que tenía en el buen gusto, la guía de su labor erudita, estética e intelectual, un dato que no nos puede pasar desapercibido respecto a la expedición que comentamos. La expedición, subvencionada por la Corona, contiene por ello aspectos realmente destacables que constituyen una verdadera innovación, ya que fue la primera expedición arqueológica en España dotada de una “instrucción” compuesta de 17 artículos, en los que se especificaba el itinerario, las tareas, el modo de proceder e informar, así como que el comisionado debía de ir acompañado por un dibujante, puesto para el que fue elegido Esteban Rodríguez30. El objetivo principal de la expedición fue recoger sistemáticamente y formar colecciones de documentos auténticos para la historia antigua de España, esto es, inscripciones, monedas, antigüedades y monumentos, así como visitar yacimientos y realizar excavaciones donde fuera necesario y dibujar los monumentos antiguos con la mayor exactitud, de lo que no había precedente en España.
20Acogida bajo la real protección en 1749, la España sagrada del P. Flórez es una de las obras más importantes de la historiografía arqueológica española del siglo xviii. Aunque se trata de una obra sobre la historia de la iglesia católica en España, contiene, dada la concepción geográfica de su estructura un verdadero tratado de geografía antigua y de los pueblos antiguos de Hispania, ilustrada con mapas, dibujos de monumentos antiguos, monedas, inscripciones y otros restos arqueológicos, es decir, un voluminoso corpus de datos reunidos y analizados por primera vez desde una profunda y renovada crítica, que marcó el inicio de esta línea de investigación y que constituyó un punto de referencia esencial para otros trabajos que vieron la luz en las últimas décadas del siglo xviii y comienzos del xix.
21Junto a estas interesantes iniciativas debemos situar también el inicio de la arqueología moderna en América del Sur. En efecto, en el curso del conocido viaje científico de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, éste último llevó a cabo las primeras excavaciones arqueológicas en yacimientos prehispánicos de las que dio noticia parcial de sus resultados en la memoria del viaje que ambos publicaron en 1748 en la que se insertaron además algunas láminas de antigüedades americanas31.
Carlos III, el rey arqueólogo en el trono español
22La llegada al trono español del Rey arqueólogo supuso sin duda un aliciente para el desarrollo de la arqueología española en todos los sentidos. La identificación de la Corona con la gran hazaña cultural que supusieron las excavaciones de las ciudades vesubianas fue total. Carlos III era a todas luces el restaurador de la antigüedad y este fue el mensaje que transmitió a sus súbditos hispanos y dejó claramente expuesto en los programas decorativos del Palacio Real de Madrid, como aun hoy en día puede apreciar el visitante, para lo que mandó llamar al pintor Anton Rafael Mengs, introductor a su vez de las teorías winckelmannianas y responsable del llamado estilo “Pompeyano” que por primera vez se utilizaron en un palacio europeo. Identificación que no fue sólo privativa de su persona, sino también de sus hijos, especialmente en el príncipe de Asturias (futuro Carlos IV) y en el infante Don Gabriel, destacado coleccionista de monedas antiguas y traductor de Salustio.
23No se debe pasar por alto que Carlos III aun continuó prestando la mayor atención a su proyecto arqueológico durante la regencia de su hijo en el reino de Nápoles y que la difusión de sus resultados a la comunidad culta de Europa y América, es decir, Le antichitá di Ercolano esposte, se produjo siendo ya rey de España. Además, mandó traer los vaciados de los muchos bustos de bronce hallados en la Villa de los Papiros y otras pequeñas esculturas, como la representación ecuestre de Alejandro Magno, para tener vivo y cercano el recuerdo napolitano, los cuales cedió más tarde a la Real Academia de Bellas Artes, donde hoy en día se conservan32. Así mismo aumentó la colección real de esculturas clásica con magníficas adquisiciones que denotan además una inclinación del gusto hacia el arte griego33.
24El reinado de Carlos III es sin duda un periodo determinante en el desarrollo de la arqueología española, con amplia proyección internacional, en el que no sólo se intensificaron, amplificaron y consolidaron las empresas emprendidas por su padre y hermanastro sino que se comenzaron otras nuevas para las que el ejemplo napolitano fue sin duda un modelo y aliciente, que acabarían por culminar en el reinado de su hijo, situando a la Corona de España en un lugar preeminente en el desarrollo de la arqueología a nivel internacional a las puertas del siglo xix.
25Carlos III favoreció largamente a la RAH, al concederla una nueva sede, y a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando a la que regaló una de las más importantes colecciones de vaciados de estatuas antiguas de Europa, gran parte de la cual había pertenecido a Anton Rafael Mengs34. Pero su gran contribución a nivel institucional fue la creación del Real Gabinete de Historia Natural, uno de los más importante museos que tuvo España en el siglo xviii, en el que además de la colecciones del mundo natural albergó una importante de colección de antigüedades. Este museo fue instalado en el mismo edificio que albergaba la Academia de Bellas Artes, y no por mera casualidad.
26El estudio de la antigüedades españolas experimentó por tanto un gran impulso, como así se constata, por ejemplo, en las Actas de sesiones de la RAH, con la formación de corpus de inscripciones, así como de un extenso monetario y biblioteca, nuevas exploraciones arqueológicas y hallazgos que iniciaron la apertura al conocimiento de las culturas prerromanas, la colonización fenicia o el arte rupestre prehistórico35. Pero los dos proyectos más destacados fueron el de Las antigüedades árabes de España y el de Las antigüedades americanas prehispánicas.
27Las antigüedades árabes de España, una de las aportaciones científicas más fascinantes de la arqueología española, fue desarrollado a partir de 1748 por las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes conjuntamente pero en dos líneas de trabajo independientes. Por parte de la RAH se procedió a la recopilación y estudio de inscripciones y monedas y por la de Academia de Bellas Artes el dibujo y análisis de los principales monumentos arquitectónicos y su decoración de La Alhambra de Granada (fig. 3) y de Córdoba, realizados por Juan de Villanueva y Pedro Arnal, bajo la dirección de José de Hermosilla36. La iniciativa respondía a la llamada de destacados ilustrados a la recuperación del importante legado andalusí sin el cual se hacía incompresible la historia de España, lo que supuso una importantísima aportación, apenas conocida. Sin poder entrar ahora en detalles, no queremos dejar de señalar que para la publicación del abundante material recogido, para el que fueron empleados los mejores grabadores, debían de servir de modelo los volúmenes de las Antichitá di Ercolano, hecho muy significativo como ejemplo evidente de la aplicación de la experiencia napolitana a las antigüedades españolas, como años más tarde sucedería también con las antigüedades americanas, bajo las directrices de la Real Academia de San Fernando y la Real Academia de San Carlos de México, como veremos. Debido a distintos avatares la obra correspondiente a la Academia de la Historia, aunque concluidas e impresas las láminas en 1768, no fue finalmente publicada. La correspondiente a la Academia de San Fernando concluida en 1770 se publicó en dos partes, la primera en 1787 y la segunda en 1804.
28Como ya hemos señalado, el interés por las antiguas culturas de la América prehispánica se despertó al mediar la centuria con los trabajos de Antonio de Ulloa37. Curiosamente, por estas mismas fechas se tuvo noticia en México de las excavaciones de las ciudades vesubianas, que sin duda fueron un estímulo del interés por las antigüedades mexicanas38. En cualquier caso, no fue hasta pocos años más tarde cuando generalizado el interés por los restos arqueológicos y en el marco de los trabajos impulsados desde España por la RAH para la elaboración de una historia de América, se emprendió la exploración de las ruinas mayas de Palenque, la “Pompeya americana”39. José de Estachería, Presidente de la Audiencia, Gobernador y Capitán General de Guatemala, ordenó en noviembre de 1784 al Teniente de Alcalde de Palenque, José Antonio Calderón, que visitase dichas ruinas y le informase. Un mes después, tras este primer reconocimiento de la ciudad y principales edificios, Estacheria envió al arquitecto Antonio Bernasconi con una Instrucción por escrito. En junio de 1785, Bernasconi presentó su informe acompañado por cuatro dibujos. Estos informes fueron remitidos a Sevilla al director del Archivo de Indias, Juan Bautista Muñoz, quien los hizo llegar al rey. Carlos III, que mostró mucho interés por estas exploraciones, ordenó que se continuase la exploración y que se remitiesen a España algunas antigüedades. Así, una tercera expedición a las ruinas de Palenque le fue confiada al capitán Antonio del Río nombrado al efecto el 20 de marzo de 1787. En esta ocasión fue acompañado por el dibujante Ricardo Almendariz. Los resultados de esta tercera expedición son sin duda los mejores tanto cualitativa como cuantitativamente, ya que se compone por un informe, 27 dibujos y varias antigüedades, entre ellas la llamada “Estela de Madrid”, hoy en día conservada en el Museo de América de Madrid con el resto de las Antigüedades enviadas. Todo ello fue remitido al Gobernador Estacheria y éste a su vez a España, donde fueron destinados al Real Gabinete de Historia Natural40.
29Casi al mismo tiempo, tanto para fomentar estos estudios como para introducir el “buen gusto” en la Nueva España, Carlos III, por Real Cédula de 25 de diciembre de 1783, fundó la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de México, la primera academia fundada en el conteniente americano, de la que fue su primer director Jerónimo Antonio Gil (1732-1798). Para desarrollar la enseñanza se embarcaron en Cádiz, el 20 de febrero de 1791, bajo el cuidado de Manuel Tolsá, nombrado director del taller de escultura, 275 copias de los vaciados existentes en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que incluían figuras completas, cabezas, brazos, piernas, manos y pies, que constituían las más importante colección de vaciados de escultura clásica de todo el continente americano, lo que equiparaba a la Academia de San Carlos de México a las mejores de Europa41.
30Como ejemplo del valor de esta asombrosa iniciativa cultural queremos traer a colación la impresión que causó a uno de los más grandes científicos de aquellos tiempos, Alexander von Humboldt, quien en su obra Ensayo político de la Nueva España42, comentaba admirado que la Academia de San Carlos de México:
“debe su existencia al patriotismo de varios particulares mexicanos y a la protección del ministro Gálvez […]. El gobierno le ha cedido una casa espaciosa, en la cual se halla una colección de yesos más bella y completa que ninguna de las de Alemania. Se admira uno al ver que el Apolo de Belvedere, el grupo de Laocoonte y otras estatuas aún más colosales, han pasado por caminos de montaña que por lo menos son tan estrechos como los de San Gotardo, y se sorprende al encontrar estas grandes obras de la antigüedad reunidas bajo la zona tórrida […]. La colección de yesos puesta en México ha costado al rey cerca de 40.000 pesos. En el edificio de la Academia, o más bien en uno de sus patios, deberían reunirse los restos de la escultura mexicana y algunas estatuas colosales que hay de basalto y de pórfido, cargadas de jeroglíficos aztecas […]. Sería una cosa muy curiosa colocar estos monumentos de los primeros progresos intelectuales de nuestra especie, estas obras de un pueblo semibárbaro habitantes de los Andes mexicanos, al lado de las bellas formas nacidas bajo el cielo de la Grecia y de la Italia”.
31La fundación de la Academia fue, por tanto, de la mayor relevancia, y así a comienzos del siglo xix, Carlos IV encargó realizar, por Real Cédula de 2 de mayo de 1804, al capitán retirado del Regimiento de dragones de Nueva Galicia, Guillermo Dupaix (Salm, Luxemburgo, 1750 – Méjico, 1817)43 la Real expedición anticuaria de México. Como hemos visto en ocasiones anteriores, la expedición contaba con un dibujante, Luciano Castañeda, natural de Toluca y discípulo de la Real Academia de San Carlos, y un escribiente, Juan José Castillo. En la Real Cédula se especificaba que debería de sacar diseños exactos de los edificios y demás monumentos antiguos que conduzcan a la inteligencia de la historia del país, no menos que a dar idea del gusto y perfección que los naturales consiguieron en las artes.
32Los expedicionarios, más dos cabos de dragones y un contingente de soldados cercano a un escuadrón de caballería, llevaron a cabo tres viajes en 1805, en 1806 y en 1807-1808. En el primero visitaron Riofrío, Puebla, Tehuacan, Orizaba, Cuernavaca, Cholula y Xochicalco. En el segundo, Puebla, Tepexi, Oaxaca, Tehuantepec, San Cristóbal de las Casas, Ocotzingo, Palenque (fig. 4), Villahermosa, Alvarado y Veracruz. En el tercero tan sólo visitaron San Cristóbal de las Casas donde tuvieron noticia del comienzo de la Guerra de la independencia, por lo que tuvieron que suspender la expedición, que ya no pudieron reanudar de nuevo, aunque al parecer Dupaix tenía previsto emprender un cuarto viaje en 1810 que no se pudo llevar a cabo por la insurrección mexicana. Las 125 láminas originales y un manuscrito de 91 folios de esta fabulosa expedición arqueológica, que difiere radicalmente con todo lo realizado hasta entonces y que Alexander von Humboldt llegó a conocer, fueron publicadas en Londres en 1831 por Lord Kingsborough44.
33Esta fue la última gran expedición arqueológica promovida por la Corona de España. Carlos IV continuó con brillantez en suelo hispano la política cultural de sus mayores, pero las guerras y las luchas políticas dejaron asolado y arruinado moral e intelectualmente al reino de España que se vio así alejado y postergado de la vanguardia de la arqueología en la que se había mantenido durante casi un siglo.
Abreviación
34RAH = Real Academia de la Historia.
Bibliographie
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Notes de bas de page
1 Maier 2003.
2 Almagro Gorbea & Maier 2010.
3 Schnapper 1988.
4 Lavalle 2002.
5 Luzón 1998; íd. 2000; Riaza de los Mozos & Simal 2000; Luzón 2007; Elvira 2011.
6 Cacciotti 1994, 133-196.
7 Véase, por ejemplo, Kuhn-Forte 1998.
8 La disposición de la colección en el Palacio de la Granja en el siglo xviii nos es conocida por la detallada descripción que nos dejó de ella Antonio Ponz en 1787 en la carta V del tomo décimo de su Viaje de España.
9 Elvira 1998; Schröder & Elvira 2006.
10 García Ejarque 1997, 27.
11 Mañueco 1993; íd. 2004; García Ejarque 1997, 37-38.
12 Almagro Gorbea & Maier 2003; Maier 2011.
13 García 2008.
14 Fernández Murga 1989.
15 La fuente principal de la relación de Winckelmann con las excavaciones de Herculano y Pompeya es: Gross et al. 1997.
16 Véase Döhl 2000.
17 Allroggen-Bedel 1990; Alonso 2004.
18 Mercurio histórico y político, enero de 1739, XIII, 56-57.
19 Represa 1988; Cantilena & Porzio 2008.
20 Rodrigo & Jiménez 2004.
21 Alconzo 1999.
22 Moleón 2002.
23 Allroggen-Bedel 1993; 1996; 2008; Almagro Gorbea 2010.
24 Moleón 2004.
25 Mora 2003.
26 Maier 2010b.
27 Quiero decir con estas claras connotaciones nacionales. Las expediciones arqueológicas son conocidas desde fines del siglo xvii con el fin de describir sus monumentos antiguos, pero a Grecia y Turquía no en un reino europeo; véase Constantine 1989.
28 Canto de Gregorio 1994; Álvarez 1996; Almagro Gorbea & Maier 2003, 4-8.
29 Berbel 2003.
30 Manso 2011.
31 Alcina 1995; Cabello 2010, 367.
32 Alonso 2005.
33 Alonso 2003.
34 Negrete 2001; Negrete 2005.
35 Maier 2011; véase además Almagro Gorbea & Maier 2010.
36 Rodríguez 1992; Maier 2010a.
37 Cabello 2010.
38 López Luján 2008.
39 Las actividades arqueológicas no se centraron tan sólo en México si que también tuvieron lugar en la región de los Andes; véase, por ejemplo, Cabello 1991.
40 Cabello 1992; Estrada de Gerlero 1993; Alcina 1995; García Saiz 1994, 99-119.
41 Luzón 2010.
42 Véase Almagro Gorbea & Maier 2010, 422-423.
43 Estrada de Gerlero 1994.
44 King 1831.
Auteur
Doctor en Prehistoria y Arqueología, Gabinete de Antigüedades, Real Academia de la Historia, Madrid; jorge_maier@rah.es
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