El agon constitucional en Dion Casio 52: Recorrido de un tópico historiográfico en la biografía de Augusto
p. 357-366
Texte intégral
1Natural de Bitinia, en Asia Menor, Dion Casio Coceyano ocupó altos cargos político-administrativos, especialmente los de senador, pretor y cónsul. Habiendo nacido en el 155 d.C. y muerto en el 235 d.C., Dion Casio vivió bajo las dinastías Antonina y Severa, ejerciendo funciones públicas en tiempos de ambas: comenzó su carrera ya en tiempo de Cómodo (177-192 d.C.), pero la terminó durante el principado de los Severos (193-235 d.C.). Efectivamente, este autor griego mantuvo una particular proximidad con los emperadores Septimio Severo (193-211 d.C.) y Severo Alejandro (225-235 d.C.).
2Sería bajo el dominio de aquel cuando Dion Casio inició su actividad como escritor. La empresa que le ocupó diez años de investigación y otros doce de redacción tuvo como fruto una obra historiográfica en 80 libros, cuyo tema básico es la Historia de Roma. A pesar del estado hoy fragmentario de una parte considerable de la composición (sabemos que en el período bizantino estaba todavía prácticamente completa)1, se percibe que se trata de un proyecto que comenzaba con la fundación de la Urbe, sin olvidar la llegada de Eneas a Italia, y terminaba en época de Alejandre Severo, en el 229 d.C., ya, por tanto, en tiempo del autor.
3Como han destacado varios filólogos, Dion Casio se sirve de un sistema analítico, derivado en parte de las fuentes a las que recurre para la investigación que lleva a cabo2; pero no deja de hacer gala de un método historiográfico eficaz, herencia de una práctica que remonta, por lo menos, a Heródoto, y que tiene en el establecimiento de nexos casuales encuadrados por ejes cronológicos y geográficos su premisa. Incluso así, Dion Casio no deja de ser en ocasiones acusado de poco claro y objetivo en el método expositivo, y no renuncia tampoco a las modas de la historiografía trágica que imperó, sobre todo, durante el período helenístico y en la segunda sofística, incorporando en la narrativa efectos dramáticos particularmente señalados (e.g. C.D. 39-40), de los cuales forma parte en la tradición griega el introducir en el texto historiográfico discursos que, independientemente de su autenticidad, son atribuidos a personalidades históricas destacadas o analizadas3. En este sentido, Dion Casio es también un legítimo heredero del método de Tucídides4.
4A lo largo de la narrativa de Dion Casio, el historiador se revela como defensor de la monarquía como régimen político ideal. Tal posición se justifica, por otra parte, por la proximidad del autor con el poder imperial. A. Lesky nota incluso que Dion Casio considera, desde el inicio, la monarquía, por detrás del principado, como una circunstancia adquirida e inevitable, lo que lo lleva a no darle importancia y a no explicar entera y satisfactoriamente la institución y desarrollo de ese régime político en Roma a partir de Augusto5.
5No obstante, el libro que el historiador dedica a la consolidación del poder augusteo incluye un largo excurso, que ocupa prácticamente todo el libro 52, en forma de discursos atribuidos a personalidades históricas del tiempo de Octavio Augusto que acaban por tener esa función. Como concluyeron varios autores, la posición pro-monárquica allí asumida por Mecenas parece corresponder en lo esencial a la realidad política de tiempos del proprio Dion, sobre todo a la dinastia Severa, y no tanto al período de la institución del Principado por Augusto, en 27 a.C.6. Ha sido también destacada la forma en que el historiador del siglo iii aprovecha el texto historiográfico para presentar un programa político, o una justificación de este, para los tiempos de entonces, y no tanto para los vividos trescientos años antes7. Se trata, por tanto, de un anacronismo que tiene como objetivo la utilización ideológica de la Historia al servicio de la política coetánea de quien la escribe.
6Los libros 47-56 de Dion Casio están completos en su mayoría y constituyen una especie de biografia de Augusto, insertada en el conjunto de la Historia Romana8. En uno de ellos, el 52, encontramos lo que podemos considerar un agon en el que Agripa y Mecenas, dos personalidades históricas relevantes y partidarias del todavía Octavio, son presentadas defendiendo ideales y debatiendo sobre las ventajas de un régimen político en detrimento de otro. La escena se presenta como si sucediese en el 29 a.C. y se tratase de una competición a través de la cual Octavio escucha las propuestas que le hacen dos consejeros, hombres que le son próximos, en cuanto al régimen político que debería adoptarse en Roma tras la derrota de Marco Antonio en Accio. El libro está constituido por 43 capítulos, doce de los cuales (2‑13) tratan del discurso atribuido a Agripa, en el cual, aquel que llegó a ser yerno de Augusto, expone su filosofía del poder y parece defender la adopción de un régimen esencialmente democrático, que se confunde con la idea romana de República. Por otro lado, las palabras de Mecenas sugieren un régimen diferente a lo largo de un discurso considerable e intencionadamente más extenso, expuesto en 26 capítulos (14-40), y que, además de las ventajas asociadas a ese modelo, propone también un minucioso programa político-administrativo para el Imperio9. El carácter pormenorizado de la exposición de Mecenas corresponde a la propuesta que defiende el régimen de tipo monárquico, que coincide con el Principado, tal como lo conoceremos a partir de Augusto y con el cual Dion Casio, en tiempo de los Severos, parece identificarse.
7Como dedujo de modo perspicaz U. Espinosa, un análisis atento y profundo de ambos discursos nos permite percibir que, al contrario de un posible antagonismo, las propuestas de Agripa y Mecenas se complementan a través de la genialidad de la retórica. Eso sin prejuicio de la importancia de la forma historiográfica que el recurso a la oratoria constituye aquí. En efecto, nos interes ahora más la forma y el método al que Dion Casio recurre y menos el contenido ideológico-programático que desvelamos en el texto en sí10.
8El excurso en cuestión ha ocupado de modo particular a los investigadores de Dion Casio, que ven en él la oportunidad de sistematizar algunos de los aspectos más relevantes de esta historiografia11. La mayoría de los estudios han centrado la discusión en la problemática en torno a la verosimilitud de las arengas en cuanto efectivamente pronunciadas, o no, por Agripa y Mecenas. De este modo, se definirán dos posiciones esenciales: una que defiende la plausibilidad de que las ideas presentadas en ambos discursos hubieran sido formuladas y expuestas ante Octavio en el 29 a.C.12; y otra que considera que las reflexiones y el proyecto que Dion Casio atribuyó a los dos partidarios de Augusto no pasan, en verdad, de una forma tipológica de proyectar en el pasado una realidad del presente, i.e., de la época del historiador. De ese modo, el excurso pretende presentar una discusión que estaría al orden del día, y no solo exponer un programa político para los soberanos de su tiempo cuanto legitimarlo, al radicarlo anacrónicamente en tiempos del fundador del Principado13. Se trata, por otra parte, de una técnica que está lejos de ser extraña a la historiografía de la Antigüedad.
9A pesar de que esa segunda lectura nos parece más verosímil y probable, no es esta la cuestión, como hemos señalado, que pretendemos abordar aquí. Por ahora, nos interesa sobre todo trazar el recorrido de aquello que, en verdad, surge como un tópico literario‑historiográfico antiguo y que consiste en la exposición y validación del régimen político ideal para un pueblo, para una ciudad, o para un Estado. En este sentido, nos parece que el agon entre Agripa y Mecenas es, en realidad, la recuperación de un viejo tema de la literatura clásica. Así, en cuanto narrativa que presenta la idealización/sublimación de un régimen político que debe ser escogido como modelo de gobierno en detrimento de otro, los discursos de los dos consejeros augustanos parecen asentarse en dos raíces: por un lado, la simple enunciación teórica, eventualmente utópica, de los regímenes políticos y, por otro, el debate constitucional propiamente dicho14. Ambos tipos están presentes en las palabras registadas por Dion Casio en el siglo iii d.C.
La enunciación y discusión teóricas de los regímenes constitucionales
10La presentación, análisis y discusión de los regímenes constitucionales, con vistas a elegir el mejor de ellos, es un asunto con tradición en la literatura griega. En efecto, hay incluso quien considera a los griegos como los padres de la politología15.
11Varios autores han destacado el papel de los sofistas y, entre estos, el de Protágoras, como pioneros de esa materia y, por consiguiente, del pensamiento político griego16. Pero el tópico no se restringió a los sofistas. También los líricos lo cantaron y los trágicos lo llevaron a escena y, de ese modo, al debate público. Así, Píndaro deja ver su conciencia de las diferentes tipologías de gobierno (P., 2.86-88) y Sófocles, en Antígona (v. 639-680, 672, 736-739), y Eurípides, en Suplicantes (v. 405‑408) y Fenicias (v. 502-558), dan cuenta de cómo el tema encontraba eco en las audiencias atenienses del siglo v a.C.17.
12El éxito del tema en la Grecia Antigua fue tal que algunos autores hablan incluso de “género literário” para referirse a la difusión de escritos sobre las politeiai18. Critias habría incluso llegado a escribir sobre las constituiones de las ciudades en verso, a saber, la Constituición de los Atenienses, la Constitución de los Lacedemonios y la Constitución de los Tesalios, de las cuales nos quedan apenas algunos fragmentos19. Tanto en la Constitución de los Lacedemonios como en la Constitución de los Atenienses, textos datados en el siglo v a.C. y atribuidos a Jenofonte y a Pseudo-Jenofonte, respectivamente, la problemática de los regímenes políticos vuelve a ser tema de reflexión. No tratándose propiamente de obras de historiografía, las constituciones de Jenofonte traen a colación cuestiones de naturaleza histórico-política, enunciando principios que coinciden tanto con los tratados platónico-aristotélicos como con textos que tienen como objetivo el registro de acontecimentos entendidos como históricos. De este modo, encontramos en ellas opiniones y valoraciones de los regímenes escogidos por Atenas y por Esparta, que, emitidas con una intención comparatista, dejan percibir una tendencia a tener en mayor estima la opción monárquica de los espartanos, apoyada no obstante por un régimen esencialmente oligárquico. Para los autores de estas constituciones, a quienes la experiencia militar no debería haberles sido estraña, habría sido precisamente la preferencia por una monarquía autoritaria o autocracia militar sustentada por una oligarquía fuerte lo que habría permitido a Esparta convertirse en la potencia político‑militar en que se convirtió en medio de las crisis de su tempo20.
13Los grandes teóricos de la materia, sin embargo, fueron sin duda Platón y Aristóteles y una de las conclusiones a las que llegaron, o uno de los principios que enunciaron, fue que, de acuerdo con una filosofía general de la Historia entre los griegos, los sistemas políticos evolucionan y se manifiestan cíclicamente, concepción que corresponde a la idea de metabole politeion21. Platón trata la cuestión en República (4.445c; y libros 8 y 9) y en El Político (291c-292d). En estos textos son analizados los regímenes presentados como un tricolon y conocidos como “monarquia”, “oligarquia” y “democracia” y las respectivas degeneraciones a ellos asociadas22. Posteriormente, en la Política (3.6-7), Aristóteles desarrolla algunas de las concepciones de Platón, centrándose en particular en la idea de politeia, que va a substituir la de isonomia. Esta corresponde a un régimen político del que la democracia representará la degeneración o el exceso23. En ese tratado leemos la enunciación aristotélica que se tornó clásica y que, en síntesis, presenta la basileia, la aristokratia y la politeia como los regímenes en su estado puro, en cuanto principios que tienen como objetivo primero defender los intereses comunes de los gobernados, y las respectivas degeneraciones o desvíos (parekbaseis), la tyrannis, la oligarkhia y la demokratia, que se definen por el hecho de defender, no los intereses comunes de los gobernados, sino los del monarca, los ricos y los pobres, respectivamente24. La presentación y la reflexión hechas por Aristóteles, sin embargo, no estan exentas de complejidad y profundidad, de modo que critican las posiciones enunciadas antes por Platón25, pero reconociéndoles, al mismo tiempo, la importancia, y confirmando el tema como uno de los más apreciados por los autores antiguos (cf. Pol., 3.11-17; 4.4-13).
14Es esa misma pertinencia del tema lo que se confirma en la obra de Polibio. Inspirado en última instancia por la obra de Aristóteles, pero también por las de los discípulos del filósofo del Liceo: Teofrasto, el cual según Diógenes Laercio había escrito un tratado sobre La mejor de las constituciones (D.L. 5.2.45), y Dicearco, cuya obra Tripolítico debía ofrecer una teoría política y abordar26, en la perspectiva de ese aristotélico, las ventajas y desventajas de los tres regímenes esenciales y, eventualmente, la alabanza de la constitución mixta27. Así, también Polibio incluyó el tema de los regímenes constitucionales en sus Historias. Abarcando la experiencia del mundo mediterráneo en los siglos iii-ii a.C., la obra polibiana se estructura como una forma de Historia Universal, en línea de la que fue la empresa de Tucídides. En tanto, como señala A. Lesky, el pragmatismo de Polibio tiene poco que ver con la profundidad del historiador del Peloponeso28, y, añadimos, mucho menos con el pathos de Heródoto. En efecto, la obra de Polibio es ejemplo acabado de lo que podemos clasificar, y lo que el propio autor definió, como “historiografía pragmática” (9.1), que se basa en el estudio de las fuentes escritas, en la utilización de información geográfica y en la comprensión del fenómeno político sin descuidar su etiología29.
15Es aquí donde adquiere relieve el tema de los regímenes políticos y de las constituciones de los Estados. Polibio deja traslucirse la idea de que entre “el destino de los Estados y su Constitución existe una estrecha relación”30. De ahí la importancia que el historiador reconoce al tema en el libro 6 de sus Historias y en el cual leemos sobre las contribuciones de autores anteriores sobre esta problemática (especialmente Platón; 6.5), así como sobre la constitución romana y el elogio de su régimen, clasificado como mixto31. Es ese el régimen que el historiador considera el mejor y más estable, por la resistencia a la degeneración y a la mudanza que la Historia pragmáticamente atestiguaba para otros Estados, y que acabará por justificar el éxito de Roma en su tiempo (6.11‑18)32. No obstante, nótese, en línea con las observaciones de T. A. Sinclair, que lo que Polibio hace, como historiografía, es presentar e interpretar la constitución romana de acuerdo con la tratadística filosófica griega33. La originalidad polibiana está en el hecho de que la reflexión se presenta no como una disertación pura y abstractamente filosófica, sino encuadrada en el tratamiento historiográfico de Roma, aunque en una forma eminentemente teórica.
16Después de Polibio, el gran teórico que destaca en esta problemática es Cicerón y el Tratado de la República. Constituyendo una novedad el hecho de ser un autor latino y no griego el que ahora reflexiona sobre las constituciones y el mejor de los regímenes, no hay que olvidar que, intelectualmente, Cicerón sigue a los predecesores griegos en esta temática34, esforzándose por mostrar que la República Romana tenía un respetable carácter ancestral en términos de teorización política35. Por otro lado, como señala F. de Oliveira, el tema que en tiempos de Cicerón era “asunto nuevo en la literatura latina”, le llevó a encontrarse con la necesidad de adaptar los términos técnicos definidos por los griegos a una terminología latina36. Otra de las novedades ciceronianas está en el hecho de que el pensador latino mantuvo en el horizonte no una utopía, a la manera platónica, o una enumeración y catalogación de ejemplos constitucionales, al modo aristotélico, sino, en la senda polibiana, el caso concreto romano, al cual Cicerón llama “un Estado muy importante” (sed in amplissima re publica enitar; 2.30; 52). Sin renunciar en absoluto a mostrar la mejor de las constituciones, que el teórico latino anuncia después en el libro 1 que es el régimen mixto (1.45), pareciendo seguir también así la posición de Polibio, Cicerón acaba por dar cuerpo a su tesis concretándola con el ejemplo romano (2.23)37. Así, no tratándose de forma abierta de una obra de historiografía, el Tratado de la República opera al contrario que las Historias de Polibio y acaba por adoptar una metodología historiográfica, e igualmente pragmática, al reconocer el cumplimiento de la teoría política en la constitución romana, en vigor en tiempos de Cicerón.
17Después de Cicerón, correspondió a dos pensadores de origen judaico, aunque helenizados, producir una reflexión sobre los regímenes políticos: uno esencialmente filósofo y coetáneo de Gayo Calígula, Filón de Alejandria; el otro un historiador del tiempo de los Flavios, Flavio Josefo. Filón lo hace en varios de sus tratados, reconociendo la validadez de las propuestas del tricolon formado por la “monarquia”, “aristocracia” e “isonomía/democracia”, pero sin esconder una especial simpatía por la primera fórmula, que se identifica con la idea de superioridad de Dios en todo. El mejor de los regímenes o aristes politeias para Filón es así la hiera politeia o constitución sagrada. Así, si por un lado Filón coincide y se identifica com los regímenes que florecieron en las monarquías helenísticas, por otro, anuncia lo que Josefo acabará por teorizar en Contra Apión38. En efecto, a finales del siglo i, este historiador presenta la Historia de Israel y de los Judíos de una forma que coincide con la metabole politeion para culminar en la enunciación de la politeia mosaica como el mejor de los regímenes que caracteriza como una “teocracia” (2.162-168, esp. 165)39.
18En este camino, que en gran medida desembocará en el libro 52 de Dion Casio, no podemos dejar de señalar un último hito miliario. Se trata del tratado conocido como De la monarquía, la democracia y la oligarquía (De unius in re publica dominatione, populari statu et paucorum imperio), atribuido a Plutarco, pero no necessariamente suyo, y tal vez compuesto entre el 96 y el 98 d.C.40. En este texto fragmentario, el autor contextualiza su disertación como una exhortación a los ciudadanos para que se dediquen a la política. Sabemos que Plutarco estaba bien instruido en filosofia política y que había incluso llegado a escribir varios textos sobre el tema, e.g. Praecepta gerendae reipublicae41. El De Dominatione habría sido otro de ellos, o, al menos, es uno de los que le fue atribuido. En ese tratado, el supuesto Plutarco presenta las tres formas de gobierno con el objetivo de escoger la mejor. Para el autor del texto, escrito en pleno periodo imperial, la monarquía es el régimen sintomáticamente elegido (827b-c). De este modo, el pseudo-Plutarco se revela legítimo heredero de aquella que, en su tiempo, era ya una larga y vetusta tradición filosófica: la discusión sobre el mejor de los regímenes.
El debate escenificado sobre el mejor de los regímenes
19Paralelamente a la presentación y discusión esencialmente teórica de los regímenes constitucionales posibles para el gobierno de la polis, la literatura antigua, muy en particular la historiografía, ofrece también una novedad retórica formal, que consiste en la apología hecha bajo la forma de debate o agon, históricamente escenificado, sobre el régimen a adoptar. Como notó M. H. da Rocha Pereira, “este era uno de los aspectos más apasionantes de la teoría política: la confrontación entre las ventajas y defectos de cada régimen”42. Por consiguiente, el tema era apetecible para la encenificación y, en cierto modo, cuando encontramos vestigios de esa discusión en los textos trágicos, especialmente en Sófocles y en Eurípides, vislumbramos ya las formas embrionarias de un método de reflexión que ganó cuerpo sobre todo en el género historiográfico. La diferencia entre la tragedia y la historiografía, en lo que a esta problemática respecta, está en el hecho de que una corresponde a una narrativa que se asume como mítico-ficcional, y por eso, sobre todo, enunciadora de la problemática, en cuanto la otra pretende ser un registro histórico‑factual y, como tal, renovadora al nivel de una supuesta concretización y verificación práctica de lo que antes se enuncia en abstracto y en teoría. Incluso así, ese contenido supuestamente histórico podrá no pasar de una mera pretensión o suposición, como veremos.
20En efecto, es en Heródoto (3.80-83) donde encontramos el primer caso históricamente contextualizado, sugiriéndose así esa aplicación práctica de la reflexión teórica. Su importancia es tal, en el contexto de la cultura griega, que M. H. da Rocha Pereira lo clasificó como “el más antiguo texto europeo de teoría política”43. Es, pues, también este texto el que parece ser el más directo antepasado de lo que Dion Casio integró en el libro 52 de la Historia Romana. En el texto de Heródoto, la acción se localiza en Persia, en el 522 a.C., tras la muerte de Cambises y la llamada revuelta de los Magos. La historicidad de la discusión ha sido puesta en cuestión y, aunque se pueda admitir la existencia de un debate, entre los persas, antes de la subida de Darío al trono, lo que es reforzado por el proprio Heródoto en otro pasaje (6.43), varios han sido los autores que han considerado el agon entre los persas una creación del genio de Heródoto y, por tanto, más una ficción literaria que un hecho histórico en sí mismo44. En cuanto método, la recreación de un supuesto debate entre los persas coincide con lo que leemos en los poetas trágicos e incluso en los filósofos, que recorren la literatura dialéctica como forma de exponer sus ideas. Hay que tener también en cuenta la importancia que, en tiempo de Heródoto, el logos o la palabra todavía tenía. No podemos olvidar que, para varios autores, la obra herodotiana se destinaba sobre todo a ser oída y no leída, contexto en el que el “oír decir” era crucial y fundamental como garantía de un testimonio que se pretendía verdadero. El método sofístico tampoco puede ser, por tanto, ignorado aquí. Y, así, es en este cuadro en el que debemos imaginar la escenificación del debate o agon de los consejeros persas45. De cualquier forma, el método aquí usado por Heródoto no deja de ser una novedad, por la pretensión de transformar el episodio en un hecho efectivamente ocurrido.
21En este texto, hay tres sabios persas que debaten cobre cuál sería el mejor régimen político para Persia. Así, Otanes defiende la isonomía/democracia, Megabizo es partidario de la oligarquía y Darío representa la monarquía. En los procesos de defensa que cada uno de los persas elabora, encontramos también la enumeración de las desventajas de los regímenes contra los cuales cada uno de ellos argumenta. A final, acaba siendo Darío aquel que reúne el mayor número de apoyos entre los presentes y la monarquía el régimen escogido por los Persas como el mejor para el gobierno del Estado.
22El Diálogo de los Persas de Heródoto encuentra equivalentes en la obra de Tucídides. A pesar de que en este historiador no leemos propiamente un debate en el que se discuta un régimen por el que optar para concretar el gobierno del Estado, o de la polis, hay en él episodios que recuperan el método herodotiano de presentar un tema político en forma de agon y en el que personalidades históricas opinan sobre elementos definidores de la politeia. Así, en el libro 3, en la secuencia de la alusión a la condena de los ciudadanos de Mitilene a muerte, el historiador expone las posiciones a favor y en contra de esa decisión, configurándolas bajo la forma de discursos atribuidos a los atenienses Cléon y Diódoto, que emiten pareceres de naturaleza teórico-política (3.37; 47). Del agon sale un vencedor, Diódoto, que con sua palabras consigue convencer a los atenienses para no ejecutar a la totalidad de los ciudadanos de Mitilene. En el libro 5 encontramos otro caso, formalmente semejante, que constituye el llamado Diálogo de los Melios. Antes de que Atenas se decida por la masacre de Melos, atenienses y melios discuten las posibles vías de entendimento entre los dos pueblos que, sin embargo, se frustran. En el foco de la discusión, y a pesar de que el tema central no es la constitución de la polis, el tema aparece ahí de modo más o menos subliminar y bajo forma historiográfica (5.85; 90)46.
23Antes de culminar en el agon entre Agripa y Mecenas delante de Octavio, el debate sobre la mejor de las constituciones hace así un recorrido significativo, con las variantes e idiosincrasias de cada autor que lo trató, así como con las especificidades históricas a él asociadas. Se impone, si embargo, dar cuenta de un último hito en este recorrido: la Vida de Apolonio de Tíana. En esta biografía, coeva de Dion Casio, Filóstrato une a Éufrates de Tiro, Dion de Prusa y Apolonio de Tiana, tres filósofos que, en Egipto, anuncian la subida de Vespasiano al trono imperial. Ante la iminencia del acto, Éufrates defiende la democracia, que presenta como equivalente a la república romana; Dion se coloca entre los valores democráticos y la monarquía; y Apolonio, el héroe titular, sustenta la monarquía como la única forma viable de gobierno, no dejando, con todo, de colocar la democracia como ideal político, por considerar que es este el régimen que mejor encaja con los intereses del pueblo y definiendo así lo que el autor entiende por autocracia. Será con esta posición como Vespasiano acabará identificándose como princeps fundador de la dinastia flavia (5.31-36)47. Son varios los puntos en común que se aprecian entre las descripciones de Filóstrato y de Dion Casio, desde la forma narrativa escogida hasta el hecho de que ambos episodios, por lo que a los textos se refiere, aluden a momentos señalados y fundacionales de la Historia de Roma. Nos parece, pues, que tales aspectos no pueden ser una mera coincidencia48.
Conclusión: Dion Casio, un punto de llegada
24Cuando, en el siglo iii, Dion Casio escribe acerca de Augusto y de la institución del Principado, el historiador bitinio aprovecha el tópico para reflexionar más sobre su propio tiempo que sobre el del princeps fundador. De ese modo, el aprovechamiento historiográfico gana impacto ante las audiencias del historiador Severo, tanto al nivel del mensaje transmitido, como por el hecho de legitimar un tiempo matricial para la Historia de Roma.
25Pero Dion Casio hace más. Ese aprovechamiento no es solo ideológico y realizado a través del poder que la historiografía institucionalizada ejerce sobre la memoria colectiva. El éxito del proceso pasa también por las fórmulas que se consubstancian en la retórica literaria y en los modelos adoptados. La legitimidad que se pretende para el tiempo de los Severos se consigue así no tanto a través del enraizamiento en el tiempo fundador de Augusto, como por la forma en que, a la manera helenística, se busca inspiración en la tradición griega más avalada: son los modelos poéticos de los trágicos, en los que en última instancia reconocemos el recurso al agon; son las matrices filosóficas platónico-aristotélicas, en las que bebe la teoría política de temática constitucional; es también el exemplum historiográfico, sobre todo el de Heródoto, en el cual entrevemos la más obvia de las inspiraciones de Dion. A pesar de las diferencias, es en el historiador de Halicarnaso donde Dion Casio se asienta para recrear la corte augustana y uno de los momentos más decisivos de la Historia de Roma. Dion Casio reclama la herencia del tópico del agon historiográfico y del uso de la palabra dicha en él implícito, aunque en su tiempo la palabra escrita hubiese ya ganado terreno. En este sentido, el historiador bitinio confirma a Heródoto como “argumento de autoridade” historiográfica, haciendo persistir la imagen del pater historiae.
26Evidentemente, no podemos dejar de tener en cuenta las diferencias que se verifican a lo largo de los hitos que hemos ido detectando en el recorrido de este tópico. El uso del tricolon que se revela ya sea en la enunciación de los tres regímenes constitucionales, ya sea en el debate en trío, por ejemplo, pasa por la metamorfosis que resulta en un agon a dúo en el texto de llegada. Pero, incluso así, el discurso ahora a dúo no ignora el horizonte de tres regímenes que aparece de forma casi constante a lo largo de la definición del topos. Dion consagra el método y confirma la vitalidad del tema. El camino está así identificado. El análisis está propuesto.
Notes de bas de page
1 Lesky 1995, 887. Esta investigación se llevó a cabo como parte del proyecto “Rome our Home: (Auto)biographical Tradition and the Shaping of Identity(ies)” (PTDC/LLT-OUT/28431/2017), con sede en el Centro de Estudios Clásicos y Humanísticos de la Universidad de Coimbra, financiado por la FCT (Fundación para la Ciencia y la Tecnología), Portugal; el proyecto UID/HIS/04311/2013 con sede en el Centro de Historia de la Universidad de Lisboa; y el proyecto UID/ELT/00019/2013 basado en el Centro de Estudios Clásicos de la Universidad de Lisboa.
2 Lesky 1995, 886.
3 Sobre los discursos en Dion ver Millar 1961; 1964, 78‑83, 102‑118.
4 Lesky 1995, 887.
5 Lesky 1995, 886-887.
6 Sobre esta cuestión ver Espinosa 1982; 1987; Lesky 1995, 886‑887.
7 Hammond 1932, 88.
8 En verdad, la biografía de Augusto en Dion Casio ocupa los libros 45 a 56, de los que los dos últimos se encuentran en un estado de conservación inferior a los anteriores.
9 Hammond 1932.
10 Espinosa 1987; véase también Mac Kechnie 1981 y Swan 2004.
11 Vide, como propuestas de análisis del debate, e.g., Hammond 1932; Adler 2012.
12 Posición defendida e.g. por Grenade 1961, 157-159; Avallone [1962]; André 1967, 78-85; Roddaz 1980.
13 Entre los defensores de esta posición, está e.g. Espinosa 1982.
14 Presentamos una clasificación alternativa a la que Martins 2011, 58 enuncia: politeia filosófica, que discute el mejor de los regímenes de forma utópica e idealizada (e.g. República de Platón; Política de Aristóteles); politeia científica, que analiza las constituciones en una perspectiva diacrónica (e.g. La Constitucióno de los Atenienses de Aristóteles); politeia política, que presenta los hechos prácticos de la aplicación de un modelo político en la vida de una comunidad (e.g. la oración fúnebre de Pericles en Tucídides 2.35-46). Vide también Raaflaub 2013.
15 E.g. Mossé 1971; Bordes 1982; Finley 1983; 1985.
16 Rocha Pereira [1965] 2012, 514; Sinclair [1951] 2010, 43-68.
17 Rocha Pereira [1965] 2012, 514-516. Sinclair [1951] 2010, 95 da cuenta de cómo otras piezas de Eurípides, especialmente Medea, Hécuba y Helena, incluyen reflexiones de natureza teórico-política. Vide también Ferreira 1985-1986; Goldhill 2005.
18 Martins 2011, 60.
19 Sinclair [1951] 2010, 79-81.
20 Sinclair [1951] 2010, 118.
21 Rocha Pereira [1965] 2012, 519; ver Lidell 2010.
22 Vide e.g. Aeschin., Tim., 4; Ctes., 6; Rocha Pereira [1965] 2012, 520-525; Brisson 2013.
23 de Romilly 1959.
24 El tema es también abordado en la Ética a Nicómaco (8.10; 10.9.18) y en la Retórica (1.8, 1365).
25 Platón, e.g., considera que la metabole politeia se hace a través de la secuencia oligarquia‑democracia‑tiranía (Rep., 8), mientras Aristóteles entiende que se hace siguiendo el orden oligarquía-tiranía-democracia (Pol., 3.15; cf. 4.13). Vide también Jordović 2011; Rowe 2005; Simpson 2013.
26 de Romilly 1959, 82.
27 Sinclair [1951] 2010, 250-252; Lesky 1995, 813. Es posible que los Politikoi Nomoi de Aristóxeno hubieran tratado también esta temática.
28 Lesky 1995, 812.
29 Lesky 1995, 812-813; Champion 2013.
30 Lesky 1995, 813.
31 En los cónsules, en el senado y en el pueblo, Roma presentaba elementos de monarquía, de oligarquía y de democracia. Lesky 1995, 813.
32 Sinclair [1951] 2010, 271.
33 Sinclair [1951] 2010, 280.
34 Entre ellos, también el estoico Panécio; vide Sinclair [1951] 2010, 275-276, 280.
35 Sinclair [1951] 2010, 280.
36 de Oliveira 2004a; 2004b.
37 Lintott 1999, 81-82; de Oliveira 2008, 17.
38 Ver pasajes de la obra filónica citados en Rodrigues 2000, 200. Sobre el pensamento político de Filón ver también Sinclair [1951] 2010, 289, 293; Centrone 2005.
39 La invención del término, como demuestra la expresión “a pesar de la violencia sobre la lengua” (165) usada por el autor, parece deberse a Josefo. Este afirma incluso que los filósofos griegos habría recibido enseñanzas e influencia de Moisés. Sobre esta cuestión, vide Rodrigues 2000; vide también Rajak 2005; Flatto 2011.
40 Aalders 1982.
41 Sinclair [1951] 2010, 322; vide Silva 2018.
42 Rocha Pereira [1965] 2012, 516.
43 Rocha Pereira 1981; vide también 1993; Soares 2014; 2016.
44 Evans 1981; Rocha Pereira [1965] 2012, 516: “Os historiadores antigos usavam o discurso directo, não como um registo de palavras ditas, mas como meio de expor o pensamento das personagens cujos atos descreviam, indiferentes a um rigor que não consideravam relevante”.
45 Agradecemos a nuestra colega la Doctora Carmen Soares haber llamado nuestra atención hacia esta cuestión.
46 Winton 2005.
47 Bowie 1978.
48 Nos referimos también a un texto atribuido a Dion de Prusa (Disc., 1.49-84), en el cual el autor, al reflexionar sobre la realeza, compone una parábola en la que coloca a Heracles ante la necesidad de escoger entre la basileia y la tyrannis. El mensaje de base es claramente de natureza política y el texto solo puede ser entendido en su integridad en el contexto histórico-político en el que se produjo. Esta es una variante más del tratamiento del tema de las constituiciones aquí en análisis.
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