Algunas meditaciones sobre los contextos para el desarrollo de las ideas marxistas y los partidos comunistas en América Latina
p. 35-47
Texte intégral
I
1El triángulo interrelacionado América Latina-Caribe-Estados Unidos es parte inseparable del decurso histórico acontecido en el continente desde los comienzos de las luchas por la independencia de las Trece Colonias entre 1776-1887 y del proceso nacional-liberador desarrollado por la mayoría de los pueblos del subcontinente, desde el Sur del Río Bravo hasta la Patagonia, contra los colonialismos español, francés, inglés y portugués en los siglos XIX y XX.
2La evolución galopante y ascendente del capitalismo primero y el imperialismo después en los Estados Unidos, determinó la política expansionista de esa nación hacia sus vecinos del sur, que fueron considerados el “gran traspatio” o la “frontera natural” donde se ponía en juego la permanente la seguridad nacional del Coloso del Norte. Tal percepción hegemónica y prepotente se aplicó con toda claridad y fuerza intencional, con respecto al Caribe y América Central.
3Cualquier movimiento económico, sociopolítico y cultural, si era anti sistémico aún más, fue seriamente analizado y debatido por especialistas y políticos norteamericanos y considerados temas de máxima prioridad para la política exterior de los grupos de poder en Washington. Incluso, por su incidencia directa e indirecta, la problemática latinoamericana y caribeña fue evaluada, en muchas ocasiones, como parte de la agenda de política interna. Tales razonamientos tuvieron motivaciones de cercanía geográfica, geopolíticas y geoestratégicas, y por, sobre todo, de grandes intereses económicos: mercados, explotación de mano de obra y fuente de materias primas baratas, facilidades para la exportación de capitales y zona privilegiada para la obtención de altas ganancias que no debían exponerse a las apetencias y competencia de otros ‘países extra continentales’.
4La problemática de las relaciones inter-hemisféricas también fue -y sigue siendo- analizada desde posiciones anti-injerencistas, antinorteamericanas, anti-panamericanistas y antiimperialistas, inclusive anticapitalistas (contra-hegemónicas y anti-sistémicas), a partir de las posiciones asumidas por distintos actores sociopolíticos en el proceso de desarrollo histórico de la región en las diferentes épocas que abordamos. Hervidero de ideas nacionalistas, justicia social e integracionistas logradas, frustradas, truncadas y postergadas, Latinoamérica y el Caribe fueron cuna fértil de próceres de sólidas posiciones independentistas y latinoamericanistas que rebasaron, en mucho, el análisis y la práctica del presente que les tocó vivir. Visionarios del futuro como Simón Bolívar y José Martí, dos ejemplos cimeros del siglo decimonónico, con ideas que trascendieron hasta los tiempos actuales, alertaron y lucharon contra el vecino poderoso y ansioso por apoderarse de las futuras y nuevas repúblicas para ponerlas a su “buen recaudo”. En el pensamiento y en la acción, los precursores y los que continuaron posteriormente estos ideales en las nuevas condiciones, se opusieron firmemente al panamericanismo concebido por EE.UU. y batallaron por crear un frente latinoamericano y caribeño común para enfrentar su embate competitivo y avasallador. Una América Latina unida, económica y políticamente, fue y sigue siendo la utopía posible-realizable de sus hombres revolucionarios y progresistas. A ella se unió, dialécticamente, la lucha por la independencia y soberanía nacionales con el batallar por la justicia social.
5Paralelamente, como ente contradictorio del proceso histórico y político de la región se fue consolidando a lo interno de los países nuestroamericanos una oligarquía burguesa doméstica-dependiente, burgués terrateniente y/o agroexportadora, financiera, importadora / exportadora, según países y denominaciones, en muchos casos conviviendo con acentuadas relaciones de producción pre-capitalistas. Dicha oligarquía sostuvo alianzas con otras clases, grupos, sectores y segmentos sociales que preconizaron primero el autonomismo (clientelismo y vasallaje) y el reformismo político con sus antiguos y nuevos colonizadores, y después un anexionismo vergonzante que se materializó en la servidumbre neocolonial1 de sus países y pueblos con la nueva metrópolis del capital.
6Los EE.UU. se convirtieron en “celosos guardianes” del hemisferio y trataron por todos los medios a su alcance de frenar y eliminar las apetencias de otras fuerzas o países colonialistas en su afán por crear fuertes lazos comerciales, económicos y políticos con las naciones latinoamericanas y caribeñas. A partir de tales pretensiones se instrumentó todo un cuerpo doctrinal que fue bautizado por el presidente estadounidense James Monroe en 1823, con la famosa frase de “América para los americanos”, léase los norteamericanos.
7Con respecto a Cuba, desde los inicios de la conformación norteña y, más aun, como consecuencia de su desarrollo imperialista se fue perfilando una concepción anexionista hacia la Isla. Desde los tiempos de la colonia, fue considerada una pieza fundamental en el escenario político interno y externo de esa nación. Los conocidos discursos, artículos y otros pronunciamientos acerca de convertir a la “Perla del Caribe” en un Estado de la Unión Americana fueron profundizándose a lo largo de los siglos XVIII y XIX.2 El ‘Destino Manifiesto’ norteamericano, la ‘Doctrina Monroe’ y la Teoría de la Fruta Madura3 sirvieron de marcos doctrinales para llevar a la acción cualquier medida que conllevara a que Cuba, cayera, al final, en el regazo de la nación norteña. Los apetitos expansionistas estadounidenses aparte de desear las riquezas azucareras y tabacaleras (más tarde se añadieron las minerales), tenían consideraciones, sobre todo, de orden geopolítico. Fue una especie de trampolín para lanzarse contra todo el resto de Nuestra América, un puente de comunicación obligada entre Sudamérica, América Central y los EE.UU. Su posición, a la entrada del Golfo de México, de ruta inevitable en el Caribe y paso intermedio para los buques que atravesaban el Canal de Panamá hacía los puertos del Sur de los Estados Unidos la convirtieron en una pieza de singular importancia militar y estratégica. En Cuba se pusieron a prueba todo el arsenal de sus doctrinas de política exterior. No era posible una Cuba independiente y soberana por lo que debía ser anexada o, cuando menos, estar atenazada a través de una dependencia extrema hacía los Estados Unidos. La Mayor de las Antillas tenía que ser “la Isla siempre fiel” y “un feudo norteamericano.” Y contra tales pretensiones tuvo que batallar el pueblo cubano y la mayoría de los pueblos latinoamericanos-caribeños. El problema sigue siendo vital, imprescindible, para la propia existencia de la nación, de su independencia y soberanía.4
II
8Adentrarse hoy en la diversa y enriquecedora polémica de ideas políticas y socio-filosóficas que conforman el inmenso abanico cultural, social, ideológico-político y económico en la región, impone una re-lectura de la historia de nuestros pueblos y el conocer y comprender el necesario y azaroso advenimiento de las ideas de izquierda y, específicamente, de las marxistas y leninistas, en cada uno de los momentos históricos, de acuerdo a las particularidades regionales y nacionales. Se presenta pues la urgencia de caracterizar a grandes rasgos lo que hoy llamamos la heterogénea realidad socio-histórica de América Latina y el Caribe, para tratar de responder al porqué de la atomización y fragmentación de los movimientos sociales y políticos -sin excluir a los partidos tradicionales de izquierdas, que se han dividido dramáticamente a lo largo de su historia- su falta de articulación y la necesidad de encontrar puntos de alianzas y compromisos en una agenda común para el cambio o la transformación revolucionaria.
9Quizás, el problema histórico más complejo a enfrentar por los análisis académicos y políticos sobre la realidad del conjunto de las naciones y pueblos de América es la heterogeneidad innegable de su formación nacional, de sus comunidades y pueblos, de sus relaciones étnicas y raciales, religiosas y culturales, de sus tradiciones, mitos, folclor y ritos y de su gran variedad lingüística, no sólo en el caso de las lenguas y dialectos aborígenes, sino además por la existencia de países-pueblos de habla española, inglesa, francesa, holandesa y otras, así como de la existencia de diferentes procesos civilizatorios, disímiles desarrollos socioeconómicos y políticos, con el corolario diversificado estructural y funcional socio-clasista de sus cuerpos societales tan diversos.
10El Apóstol de la independencia de Cuba, José Martí, expresó al referirse al necesario vínculo de lo singular y particular de nuestros países, naciones y pueblos con lo genuino universal “[…] Insértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas’. Y ese apotegma martiano no fue y no podía ser captado de manera inmediata, por la herencia acumulada y por la presencia de esa múltiple realidad europea -desde allí nos vino la Modernidad burguesa (con mayúsculas pues hubo otras) con todas sus implicaciones y asimetrías que incluyó “las luces y las sombras” del Renacimiento y, fundamentalmente, de la Ilustración y que tuvieron considerable impacto en la América mestiza, “el pequeño género humano”, como la llamó “El Libertador” Simón Bolívar.
11Porque esos modelos de dominación y hegemonía, incluso desde las teorizaciones y prácticas de la denominada izquierda (en plural), incluyendo los marxismos,5 arribaron importados y algunos fueron impostados mecánica y miméticamente en nuestros entornos societales, muchas veces sin conllevar un análisis y síntesis interpretativa crítica, y menos cuando se puso en función de la práctica social y política que debía haber tenido mucho de invención e imaginación praxiológica creativa, al estilo del cubano Julio Antonio Mella y el Amauta peruano, José Carlos Mariátegui, Rubén Martínez Villena, Aníbal Ponce, entre otros marxistas de estas tierras, que en muchos casos fueron excomulgados, olvidados e ignorados por el sectarismo del movimiento comunista internacional.
12A partir de la entrada, recepción y heterogeneidad de las ideas y accionares marxistas y leninistas a América Latina hemos detectado varios hitos históricos que conforman procesos de larga y mediana duración. Cuando se trata de asimilar, adecuar y enriquecer todas esas teorías y prácticas a las condicionantes socio-históricas concretas del subcontinente, sus países y localidades, constantemente se encontraron con lastres mentales -la permanencia del pensar, el hacer, el poder, los valores y juicios axiológicos colonialistas6 porque esas apropiaciones se realizaron con un criterio ecléctico (con yuxtaposiciones y mezclas), otro electivo, pero no siempre selectivo, y faltó la crítica profunda por lo que no se logró la originalidad necesaria, a la altura de los escenarios socioeconómicos y políticos, y las diferentes coyunturas y disyuntivas históricas.
13La América Latina, el Caribe y su amplia variedad de pueblos, y esto sería lo positivo, siempre se ha pensado por parte de los más avezados intelectuales, políticos y gente común, como un proyecto de futuro, un sueño inacabado, una utopía posible, no cerrada y preparada para recibir a lo mejor del pensamiento universal. El Ser latinoamericano y caribeño es joven si lo comparamos con los tiempos de existencia de otros pueblos en otras latitudes y los intentos de pensar, interpretar y accionar, de manera autóctona, tuvieron que abrirse paso entre numerosas dificultades e incomprensiones internas y externas.
14Por otro lado, la definición política real de un enemigo común: las ex-metrópolis europeas primero, y la dominación-dependencia y agresión de los Estados Unidos en un segundo momento histórico; y la existencia de grupos oligárquicos burgueses-terratenientes y financieros, han servido de acicate para la unidad, identidad y solidaridad en momentos transcendentales de su historia. Numerosas fuerzas de izquierda han intentado y realizado innumerables acciones de participación internacionalista en las luchas de otros países al lado de las causas de la independencia, soberanía nacional y la justicia social.
15Una particularidad de esas izquierdas es que en su batallar tuvieron que valorar la necesidad de establecer (o no) compromisos y alianzas políticas con disimiles agrupaciones y organizaciones de perfiles ideológicos diferentes, enarbolando consignas y programas muy heterogéneos. Sin embargo, no siempre fueron capaces de adaptarse a las coyunturas y sus virajes históricos incesantes, y aún menos de encontrar a aliados de gran aliento y percatarse que no podían ir a remolque de las fuerzas reformistas y reaccionarias. Ese es un tema actual de gran relevancia.
III
16Cuando aún se debate sobre el complejo y azaroso arribo de las primeras ideas marxistas a Nuestra América a finales del siglo XIX, posteriormente las leninistas y la de sus continuadores en la pasada centuria, pocas veces se tiene en cuenta que la llegada de ese cuerpo teórico y metodológico tuvo un carácter muy sesgado, truncado y permeado por la presencia de otras escuelas de pensamiento, corrientes y tendencias teórica-filosóficas, económicas, sociológicas, históricas, ideológicas y políticas, provenientes del continente europeo básicamente y que muchas de esas doctrinas llegaban a través de los emigrantes, de la prensa ibérica que se recibía asiduamente y por transcripciones realizadas en el escenario europeo, norteamericano o latinoamericano-caribeño que, en muchos casos, padecieron de erratas de traducción.
17Entre las diversas tendencias de la corriente socialista que arribaron en esta etapa inicial nos encontramos ideas reformistas, socialistas utópicas, anarquistas, anarcosindicalistas, marxistaleninistas y otras miradas críticas acerca del sistema-mundo capitalista. En etapas posteriores apareció el trotskismo, el maoísmo, la socialdemocracia, que fueron de conocimiento de las masas obreras, intelectuales y populares de la región. Algunas de ellas se adecuaron y reelaboraron en América durante el siglo XX y tuvieron que convivir y competir con otras escuelas de pensamiento que repercutieron con fuerza como el idealismo objetivo y subjetivo, el positivismo, el krausismo, el darwinismo social, el fideísmo, el hegelianismo, el kantianismo, el pragmatismo, el existencialismo, la filosofía analítica, el estructuralismo, el construccionismo, etc. Asimismo, habría que citar a las corrientes políticas, ideológicas, económicas y sociales, con un trasfondo filosófico como el liberalismo y el neoliberalismo.
18Como mi objetivo central es referirme a las ideas y partidos comunistas en Latinoamérica, quiero proponer a los lectores un breve listado de hechos y procesos relevantes de la trayectoria del movimiento comunista internacional desde 1924 hasta 1959, fecha en que triunfa la Revolución Cubana: La muerte temprana de Vladimir I. Lenin, en enero de 1924 significó la pérdida irreparable de un genio político y teórico marxista de envergadura mundial y fiel continuador de las ideas de Carlos Marx y Federico Engels en las nuevas condiciones históricas.
- El enraizamiento del estalinismo en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en su partido comunista (PCUS) y en el movimiento comunista mundial, una parte del movimiento obrero internacional y en algunos movimientos de liberación nacional limitó, en gran medida, el desarrollo creador de la doctrina marxista.
- La celebración del VI Congreso de la Internacional Comunista en el verano de 1928 impuso a sus secciones la aplicación de una política esencialmente obrerista y sectaria, basada en la táctica de “clase contra clase”, que restringía las alianzas y compromisos con otras fuerzas de izquierda.
- La purgas en el seno del PCUS y de la Internacional Comunista, que afectaron también a dirigentes y miembros de los partidos de otros países desde finales de la década del veinte, toda la década del 30, debilitó las bases de esas instituciones y puso en tela de juicio sus prácticas del centralismo democrático
- La persecución a León Trotsky, su destierro y peregrinar por diferentes países y la creación de la Cuarta Internacional en 1938 influyeron también en los partidos del hemisferio occidental, en muchos de los cuales aparecieron fracciones trotskistas, que fueron expulsadas de esas organizaciones, incentivando así el enfrentamiento entre ambas tendencias a nivel global.
- El involucramiento de la Unión Soviética en la Guerra Civil Española (1936-1939) propició el envío de armamento, asesores militares y otro tipo de logística para apoyar al gobierno republicano, así como la creación da Brigadas Internacionales en las que participaron miles de latinoamericanos.
- El sorpresivo cambio de estrategia y táctica del Estado soviético y su partido al firmar el oneroso Tratado Ribentropp-Molotov en 1939 con la Alemania nazi, provocó la orientación a las secciones de la Comintern del abandono del enfrentamiento frontal contra el fascismo y el retorno a la prioridad de la lucha antimperialista, pero de forma muy abstracta.
- La intervención militar soviética arrebató violentamente parte de sus territorios a Polonia y Finlandia (1939-1940) con el objetivo de fortalecer el espacio geopolítico y ampliar sus fronteras limítrofes con esos países.
- Un nuevo giro de las directrices cominternianas se produjeron en 1941, ante la agresión de Hitler a la URSS, esta vez encaminadas a la creación frentes antifascistas en todo el mundo.
- La aparición en el continente americano de la corriente de pensamiento browderista (1942 y 1947), elaborada por Earl Browder Secretario General del PC de los EE. UU., la cual fundamentó una posible convergencia entre el capitalismo y el socialismo a raíz de la inminente victoria de los aliados contra las hordas fascistas. Tales preceptos fueron denunciados por el comunista francés Jacques Duclos.
- El Ejército Rojo y la resistencia heroica de los pueblos ocupados propinaron una contundente derrota al nazifascismo, posibilitando el surgimiento del campo socialista este-europeo y la recuperación de la Unión Soviética, ambos procesos permitieron el avance de las ideas y prácticas comunistas, del movimiento obrero y de las luchas de liberación nacional.
- La política de contención al comunismo” y la “guerra fría” produjeron un efecto paralizador en algunos combates antimperialistas y anticapitalistas. La bipolaridad en las relaciones entre la URSS y los EE.UU., entre el socialismo y el capitalismo, estimuló un equilibrio vacilante que subalternizó las otras contradicciones importantes. Soviéticos y aliados este-europeos llamaron a una coexistencia pacífica, que veló la necesaria confrontación en el terreno internacional y nacional contra el imperialismo.
- Entre 1947 y 1956, funcionó el Buró de Información o Cominform en Varsovia integrado por partidos comunistas de la Unión Soviética, Hungría, Polonia, Francia, Italia, Rumania, Checoslovaquia, Bulgaria y Yugoslavia. Esta última sería expulsada del movimiento comunista internacional en 1949. El Cominform se disolvió luego de la intervención soviética en Hungría, de forma ilegal y violatoria del derecho internacional.
- La República Popular China conquistó su independencia en 1949, gracias a la dirección del PC y su líder Mao Tsé Dong, precisamente desestimando las orientaciones de Moscú.
- La celebración del XX Congreso del PCUS en 1956 y la filtración del Informe Secreto de Nikita Jrushov sobre “La crítica al culto de la personalidad” de Stalin, fue la punta del iceberg de una problemática mayor acerca de las violaciones de los principios marxistas y leninistas, de las crueldades y crímenes de ese sistema anómalo creado en la URSS. Estos hechos tuvieron repercusiones negativas en el seno del movimiento comunista y de las fuerzas de izquierdas mundiales.
19Durante toda esta etapa las ideas y los partidos comunistas de América Latina fueron principalmente influidos por el marxismo-leninismo estalinista y pro soviético, dogmático, sectario y concebido mecánicamente con fórmulas a priori.
IV
20Como consecuencia del pleno apogeo del poderío norteamericano a escala planetaria una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, se produjo en el hemisferio occidental un proceso de paulatina institucionalización del sistema interamericano. Tal orden continental surgió entre 1947 y 1948 con la fundación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y la Organización de Estados Americanos (OEA), que pretendieron convertirse en organismos subsidiarios de la Organización de las Naciones Unidas. El sistema interamericano, fundado con un propósito multidisciplinario capaz de accionar como un mecanismo regional para la “preservación de la paz y la seguridad”, de contribuir a la “cooperación” entre los países del continente, pretendía velar también por la integridad territorial y la independencia política de las naciones bajo el principio de la “seguridad colectiva”, aspecto que desde sus inicios tuvo serias limitaciones y contradicciones.
21Nacida en el marco histórico de la ‘guerra fría’,7 la OEA intentaba constituirse, de hecho lo hizo, en un instrumento de la política norteamericana para evitar a toda costa el surgimiento de gobiernos con una política independiente y soberana contra sus dictados y para ello usó indiscriminadamente el pretexto del “peligro comunista” y la presencia de potencias extra continentales en su área de influencia inmediata, así como utilizar el TIAR en caso de necesidad en posibles conflictos internacionales en los que EE.UU. se involucrara. Ambas instituciones fueron concebidas, en primer lugar, como herramientas que aseguraban la hegemonía imperialista y, en segundo lugar, como soporte a los partidos oligárquicos burgueses, los sectores militaristas, las dictaduras que habían logrado establecerse y algunas de las organizaciones que surgieron en esos años con un cierto perfil nacional-reformista y populista, que tuvieron puntos de divergencia no esenciales con los dictados de Washington. A su vez, el proyecto interamericano combatió de diversas maneras a los partidos nacional-revolucionarios, anti-injerencistas, antinorteamericanos, antiimperialistas, marxistas-leninistas y, en definitiva, a las masas y líderes populares más conscientes de la región.
22El panamericanismo, viejo sueño estadounidense,8 no solo era adverso para las fuerzas revolucionarias, democráticas y progresistas del continente, las tradicionalmente consideradas de izquierda, sino incluso para aquellas agrupaciones políticas de la denominada burguesía nacional, de los diferentes países. Esta burguesía interna consideraba muy importante para su propia sobrevivencia tener un mayor grado de autonomía y autodeterminación económica-política que les permitiera tener un mercado nacional y regional donde poder realizar sus producciones y comercializarlas, con el fin supremo de obtener una cuota superior de ganancias, intentando minimizar el impacto de la competencia desigual de los grandes consorcios norteamericanos. Aunque, careciera de una voluntad política férrea para oponérsele al imperialismo y a su penetración económica, esa burguesía doméstica trató de luchar, aunque en la mayoría de los casos no de manera frontal, contra los grupos de poder oligarcas de sus países, demandando mayores espacios económicos y políticos, reformas que propiciaran cierta reproducción ampliada de su capital y el desarrollo de sus doctrinas nacionalistas y antinjerencistas, ideas que en muchos casos, sirvieron para adormecer y desviar el cauce revolucionario radical de las clases, capas, grupos, sectores, segmentos y estratos sociales más explotados, pero paradójicamente, también coadyuvaron a la toma de conciencia política de una parte de la población.
23El carácter hegemónico intervencionista y anticomunista de los propósitos de la OEA quedaron evidenciados en la X Conferencia Interamericana de Caracas en 1954,9 al analizar los sucesos en Guatemala. Allí se aprobó la Resolución 93 denominada Declaración de la solidaridad para la preservación de la integridad política de los Estados Americanos contra la intervención del comunismo internacional’, que permitió la agresión y derribo del proceso nacionalista dirigido por el presidente Jacobo Arbenz en el mes de junio. La OEA y el TIAR mostraron de esta manera su verdadero rostro y sentaron un peligroso antecedente jurídico y político en el sistema y en el orden de las relaciones interamericanas e internacionales, referido al derecho de la autodeterminación de las naciones y la no injerencia en sus asuntos internos.
24Tales acontecimientos parecían impedir el triunfo del socialismo en la región tan cercana al Imperio del Potomac, acrecentar el mito del fatalismo geográfico, la imagen de que no podría realizarse una lucha armada contra el ejército constitucional apoyado por los gobernantes estadounidenses y la falacia de que si no triunfaba primero el socialismo en los EE.UU. no podría ocurrir en otro país del continente. Tales aseveraciones acrecentaban la inercia política. Sin embargo, no fue la huelga de masas general revolucionaria, ni la espera del instante decisivo en el cual estuvieran creadas todas las circunstancias objetivas para la preparación de las condicionantes subjetivas, ni el partido comunista quien dirigiría la lucha hasta llegar al poder en Cuba. Todo cambió el primero de enero de 1959. El triunfo de la Revolución en esta pequeña isla constituyó una herejía en el campo teórico y práctico de las revoluciones socialistas planetarias.
Conclusiones
25El estudio sobre la presencia de las ideas marxistas y los partidos comunistas en América Latina y el Caribe no puede ser unilateral. Con un martirologio importante en las luchas nacionales y sociales, víctimas de persecución implacable por la mayoría de los gobiernos oligárquicos, deben considerarse sus principales errores, pero también sus aciertos. Es preciso contextualizar las investigaciones. En escenarios históricos y culturales tan contradictorios y complicados, las fuerzas de izquierdas, marxistas, comunistas, nacional-reformistas, nacional-populistas y nacional-revolucionarios no lograron la unidad, ni organizativa, ni de acción para enfrentar la dominación imperialista ni a la oligarquía de sus respectivos países. Tampoco alcanzaron compromisos estables entre ellos y con las agrupaciones y organizaciones burguesas de centro y centro izquierda más afines.
26La dispersión de las izquierdas constituye un proceso dramático, el cual solo puede salvarse con la teorización y puesta en práctica de un marxismo revolucionario, no dogmático, que no prescinda del nacionalismo-patriótico, latinoamericanista, internacionalista y antimperialista militante. En síntesis, un socialismo nacionalista radical, antimperialista, capaz de evaluar y proponerse una transformación social profunda, contra el régimen capitalista estructuralmente deformado y sumamente dependiente del imperialismo yanqui que predomina hoy y que destruya, además, al mito del fatalismo geográfico con su efecto inmovilizador. Un nacionalismo que sea punto de partida para una misión humanista de mayor alcance.
27Es por eso que quiero sumarme el marxista salvadoreño, Schafik Jorge Hándal cuando en 1968 escribió:
Hurgando más profundamente se descubre que en el propio terreno teórico es donde se encuentra una de las raíces del actual debate: no existe una teoría marxista-leninista acabada de la revolución latinoamericana y no la hay tampoco de la revolución de liberación nacional, hablando más ampliamente. Esto nos parece de importancia capital, ya que nosotros consideramos junto a otros compañeros que han estudiado el problema, que la revolución en América Latina tiene características específicas que la diferencian de la revolución de liberación nacional en general; tiene, por decirlo así, un pie puesto en la revolución de liberación nacional y otro en la revolución socialista.10
Notes de bas de page
1 Hubo en América Latina y el Caribe muchos tipos de dependencia. Los historiadores, politólogos y economistas han señalado, entre otras: colonias, semicolonias, protectorados, semiprotectorados y neocolonias; países que pertenecen a la Mancomunidad Británica de Naciones (Commonwealth) y los que se denominan como Territorios Franceses de Ultramar. Desde la década de 1950 del pasado siglo, los EE.UU. dieron a su colonia de Puerto Rico, la eufemística denominación de Estado Libre Asociado.
2 Véase del Instituto de Historia de Cuba, Historia de Cuba. Las Luchas por la independencia nacional y las transformaciones estructurales. 1868-1898, La Habana, Editora Política, 1996; e Historia de Cuba. La Neocolonia. Organización y Crisis. Desde 1899 hasta 1940, La Habana, Editora Política, 1998.
3 El Destino Manifiesto evidencia el carácter mesiánico expansionista, “natural” y “biológicamente” necesario de la política interna y exterior de los Estados Unidos hacia el mundo. La “teoría de la fruta madura” fue proclamada en 1823 por John Quincy Adams, Secretario de Estado del presidente Monroe. La misma manifestaba que, una vez Cuba separada del yugo español, exhausta e incapaz de sostenerse por sí misma, no tendría más remedio que caer por la propia fuerza de gravedad geopolítica en manos de los EE.UU. Philips S. Forner, Historia de Cuba y sus relaciones con los Estados Unidos, 2 Tomos, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1973; William Z. Foster, Esbozo de una Historia Política de las Américas, MINED, La Habana, 1972; Ramiro Guerra, La expansión territorial de los Estados Unidos, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1973.
4 Orlando Cruz Capote, “El contexto histórico-político y filosófico del debate teórico internacional sobre la Identidad Nacional”, en Revista Cubana de Filosofía, Edición digital, n. 29, noviembre-junio de 2017. Tomado de revista.filosofia.cu/articulo.php?id=523
5 Para Adolfo Sánchez, la amplitud del término ‘marxismo’ y la diversidad de corrientes marxistas en América Latina debe considerarse a todas aquellas que se remiten a Marx, independientemente de cómo hayan sido rotuladas: socialdemocracia, leninismo, maoísmo, castrismo-guevarismo, reformismo o foquismo, a la teoría y la práctica que se ha elaborado, tratando de revisar, aplicar, desarrollar o enriquecer el marxismo clásico. Vargas Lozano, nombra a los filósofos que se vincularon a la corriente estructuralista de Louis Althusser, añadiendo al marxismo doctrinario soviético, al marxismo humanista de Jean-Paul Sartre, Adam Shaff y Roger Garaudy; y el marxismo ontológico de Georg Lukács y L. Kossik. Daniel Bensaïd, señala a un marxismo “ortodoxo” (de Estado y/o de Partido) y marxismos “heterodoxos”; un marxismo cientificista (o positivista) y un marxismo crítico (o dialéctico); lo que el filósofo Ernst Bloch llamó las “corrientes frías” y las “corrientes cálidas” del marxismo”. Ver Adolfo Sánchez Vázquez, “El marxismo en América Latina,” en dialéctica, Número Especial, Año XIII, No. 19, julio de 1988, Revista de la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Puebla, México, p. 11; Gabriel Vargas Lozano, “El debate por la filosofía del marxismo en México”, en dialéctica, Ídem., p. 65; Daniel Bensaïd, “Actualidad del marxismo”, Entrevista a Daniel Bensaïd en el 2006, 2 de noviembre de 2014, http://www.democraciasocialista.org/?p=1997.
6 Edgardo Lander (Comp.), La colonialidad del saber. Eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, Buenos Aires, CLACSO, 2005.
7 Thomas G. Patterson y Denis Merril (editores), Major Problems in American Foreign Relations (Documents and Essays), Vol. II: Since 1914, D.C. Heath and Co., Lexington, Massachusetts, 1995; George Kennan, American Diplomacy (1900-1950), London, A Mentor Book, 1951; Walter Lippmann The Cold War: a study in U.S. Foreign Policy, Hasper, New York, 1947; Roberto González López, Estados Unidos: Doctrinas de la Guerra Fría. 1947-1991, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2003.
8 Conferencias Internacionales Americanas. 1889-1936, Dotación Carnegie para la Paz Internacional, Washington, 1938; Conferencias Internacionales Americanas, Primer Suplemento, 1938-1942, Dotación Carnegie para la Paz, Washington, 1943; Actas de la Conferencia de Consolidación de la Paz, Congreso Nacional, Buenos Aires, 1936; Resolución XXX en Acta Final de la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y la Paz, Unión Panamericana, 1945, U.S.A.
9 Inter-American Conference 10th. Caracas, 1954. Final Act. Washington, 1954.
10 Schafik Jorge Hándal, Reflexiones sobre el problema de la revolución latinoamericana, Material impreso, San Salvador, noviembre de 1968, Archivo del Instituto Schafik Hándal (ISH), Inédito, sin clasificar, pp. 4-5.
Auteur
Investigador del Instituto de Filosofía de Cuba

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