El trotskismo norteamericano durante la “radicalización”: el debate del Socialist Workers Party sobre los movimientos feministas y la opresión de la mujer (1971-1973)
p. 153-174
Résumé
A principios de la década de los sesenta, la irrupción en la escena política norteamericana de diversos movimientos sociales (derechos civiles, pacifista, feminista y de liberación gay) generó arduos debates en las organizaciones políticas y en la izquierda trotskista en particular. La denominada “radicalización” complejizó las definiciones en torno al sujeto revolucionario y al carácter de la revolución socialista en Estados Unidos. El auge de los movimientos feministas atravesó las discusiones del Socialist Workers Party (SWP) entre 1971 y 1973 generando divisiones entre la dirección del SWP, que planteaba la necesidad de construir un movimiento de mujeres de masas, y la Tendencia de Orientación Proletaria, que discutía el carácter de clase del feminismo y su relación con las trabajadoras. A través del análisis de la prensa partidaria, los boletines de discusión internos y los balances militantes, se analizará qué tipo de política se dio el partido frente a la emergencia del movimiento feminista, la caracterización que hacía del mismo y las posiciones teóricas-políticas que elaboró ante el problema del sujeto revolucionario y la vinculación entre los diferentes tipos de opresión.
Texte intégral
Introducción
1Las décadas de 1940 y 1950 fueron tiempos difíciles para los trotskistas en los Estados Unidos. Con una inserción muy limitada en la clase trabajadora estadounidense y enfrentando los desafíos impuestos por el contexto político de la Guerra Fría y el macartismo, el Socialist Workers Party (SWP) vivió los primeros años posteriores a la Segunda Guerra Mundial al borde de la desaparición. Logrando resistir la tormenta de la represión estatal, el SWP logró ganancias sustanciales en el período de posguerra, gracias a la alza en los niveles de huelga en el sector industrial estadounidense que llevó a que el número de huelguistas involucrados aumentara casi un 30 por ciento. La membresía se recuperó a aproximadamente 1,500 en 1946, alcanzando los niveles logrados en 1938, y superando significativamente su número más bajo de alrededor de 650 miembros en 1942, como consecuencia de la represión en tiempos de guerra. Por primera vez, el SWP parecía preparado para atraer a un número significativo de nuevos miembros y simpatizantes, con nuevos militantes uniéndose al partido, escribiendo para la revista The Militant y colaborando en las luchas por los derechos civiles de finales de la década de 1940 (Palmer 2019, 488-90).
2A pesar de este repunte, las escisiones tuvieron su punto culmine durante los primeros años de la década de 1950. Los años comprendidos entre 1951-1953 fueron de luchas intensas en torno a las nuevas ideas que presentó el nuevo contexto de la Guerra Fría, así como también sobre los métodos organizativos de la Cuarta Internacional, que intentaba reestructurarse luego del duro golpe que significó la Segunda Guerra Mundial. Durante el período posterior al Tercer Congreso Mundial (1951), en el que las ideas del secretario general, Michel Pablo, fueron aprobadas formalmente, la lucha entre “pablistas” y “anti-pablistas” creció hasta el punto de que nuevas secciones nacionales (o sectores de ellas) se separaron con el liderazgo internacional a fines de 1953, y lanzaron una facción pública llamado Comité Internacional (IC), que no reconocía la autoridad de Pablo ni la del Secretariado Internacional (SI), el principal organismo líder de la Cuarta Internacional (Lauria Monteiro 2016, 330-2). Asimismo, también se produjo un ánimo de descontento dentro del SWP que se manifestó en críticas a la figura de James Cannon y en las deficiencias en el enfoque del liderazgo trotskista estadounidense sobre las perspectivas de revolución, no solo en los Estados Unidos, sino también en Europa.
3En este clima faccional y de fragmentaciones en el seno del movimiento trotskista, el comienzo de la década de los sesenta trajo el auge y crecimiento de los procesos de descolonización en África y Asia, la revolución cubana, la guerra de Vietnam, las rebeliones antiimperialistas en Latinoamérica y el mayo francés, que pusieron en cuestión las preconcepciones acerca de la revolución, sus métodos y sus protagonistas. Particularmente en los Estados Unidos, la masificación de reclamos sociales por cuestiones que no eran estrictamente económicas decantó en la organización de los sectores oprimidos y explotados de la sociedad norteamericana. La irrupción en la arena pública de diversos movimientos sociales (por los derechos civiles, pacifista, feminista y de liberación homosexual) generó una dinámica política y social nunca antes vista hasta ese momento. La contestación juvenil había puesto en cuestión el modelo social existente, criticando no solamente las relaciones de producción, sino también las relaciones sociales, los estereotipos impuestos, el conformismo, el autoritarismo y las relaciones de poder establecidas. El trotskismo norteamericano se vio especialmente interpelado por la multiplicidad y la fuerza de estos movimientos de protesta que se extendían por el país trayendo consigo una complejización de las definiciones en torno al sujeto revolucionario y el carácter de la revolución socialista. Asimismo, esa discusión estuvo relacionada con la necesidad de definir cuáles eran las principales tareas para la construcción del Socialist Workers Party (SWP).
4En este sentido, uno de los movimientos más importantes fue el de la liberación femenina. La nueva generación de feministas de los años ‘60 y ‘70 fueron en parte fruto de su contexto. El nuevo feminismo se afirmó y se difundió por gran parte de Norteamérica y Europa Occidental en esa intersección entre los movimientos estudiantiles y juveniles, el movimiento obrero, las luchas de liberación nacional y los movimientos antisegregacionistas. El debate acerca de cómo y para qué intervenir en el movimiento de liberación de la mujer se llevó a cabo simultáneamente con otras discusiones al interior del partido, al mismo tiempo que se enmarcó dentro de las discusiones que involucraron a gran parte de las feministas, activistas de izquierda, y de las feministas socialistas a partir de la década de 1970. La problematización acerca de las relaciones entre el género y la clase, y el capitalismo y el patriarcado dio sus primeros pasos en esta época solo para ir complejizándose conjuntamente con los cambios en la organización social y las conquistas de los movimientos feministas.
5A través del análisis de la prensa partidaria, los boletines de discusión internos, y los balances de ex - militantes del SWP, indagaremos en la política que desarrolló el partido frente a la emergencia del movimiento feminista y las posiciones teóricas-políticas que elaboró ante el llamado proceso de “radicalización”. Para ello, partiremos de la aproximación desde el marxismo a la “cuestión de la mujer” y la caracterización del trotskismo norteamericano sobre los movimientos feministas. En este sentido, nos interesa conocer cómo entendían los trotskistas la relación entre el partido y los movimientos de liberación de la mujer para precisar de qué manera vinculaban la clase, la raza y el género. El tema resulta relevante en tanto que se constata una ruptura histórica y programática con las políticas llevadas a cabo por la Internacional de Mujeres Socialistas (analizadas en el capítulo anterior) con respecto a los movimientos feministas. Al mismo tiempo, este debate inauguró nuevas discusiones en torno a “la cuestión de la mujer” que se nutrieron de las elaboraciones teóricas de las feministas socialistas de las décadas de 1970 y 1980. Desde ese punto de partida, la primera parte de este capítulo está dedicada a delinear la perspectiva teórica sobre la opresión de la mujer estudiada por una militante del SWP referente en el tema, Evelyn Reed. Seguidamente nos introduciremos en la “radicalización” y la lectura política que la organización hacía sobre ella. En el tercer apartado desarrollaremos concretamente el debate en el SWP acerca de cómo y para qué intervenir en el movimiento de liberación de la mujer. Para finalizar, esbozaremos algunas conclusiones e interrogantes que creemos que abonan al debate actual entre marxismo y feminismo.
Sentando las bases: la opresión de la mujer según Evelyn Reed
6Evelyn Horwit (1905-1979), más conocida como Evelyn Reed, se unió al SWP en la década de 1940. En un principio trabajó escribiendo para la revista teórica del partido, Fourth International, y participó en la organización del Comité de Defensa de los Derechos Civiles (CDRC), en el que se desempeñó como directora ejecutiva. Promediando esa década, se convirtió en redactora del periódico semanal The Militant, adoptando el seudónimo Reed, en honor al famoso periodista revolucionario de John Reed. Además, contribuyó con artículos para el periódico International Socialist Review y para varios otros periódicos estadounidenses e internacionales de Trotsky (Lubitz 2004, 2). Desde muy joven como estudiante de pintura y diseño manifestó sus inquietudes por la opresión de la mujer. En la obra de Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, encontró la explicación de cómo la familia y las instituciones de la sociedad capitalista constituían pilares de la sociedad de clases y determinaban la posición de inferioridad en la que se colocaba a la mujer, entendiendo así que su liberación se alcanzaría por medio de la destrucción de estas estructuras a través de la lucha por el socialismo. Hacia la década de 1950, comenzó una investigación que le llevó alrededor de dos décadas y que culminó en su obra antropológica, La evolución de la mujer. Del clan matriarcal a la familia patriarcal, en la que reactualizó la lectura de las estructuras familiares planteadas en la obra de Engels. Varios de sus artículos fueron compilados en una publicación: Problemas de la liberación de la mujer (1969) (Lubitz 2004, 3). A partir de la irrupción en la escena política norteamericana de nuevos movimientos sociales y políticos en las décadas de 1960 y 1970, entre ellos el de liberación de la mujer, Reed brindó una de las primeras conferencias del movimiento (Boston, Spring, 1969). Asimismo, organizó una serie de clases para mujeres que comenzaban a tomar las riendas del trabajo político del SWP dentro de algunos grupos feministas. Estas actividades, sumadas a su producción teórica, la convirtieron en una referente dentro del partido sobre la cuestión de la opresión de la mujer (Lubitz 2004, 3)68.
7De acuerdo a Reed, incluso dentro de los grupos marxistas, persistían interpretaciones erróneas sobre el origen de esta opresión, y cuestionó fuertemente el mito de la inferioridad biológica de la mujer, que atribuía a sus órganos y funciones reproductoras la causa de su aparente “inferioridad”. Esta naturalización implicaba aceptar que era irreversible. Por el contrario, las causas debían buscarse en el desarrollo histórico y en las instituciones sociales, por lo que en su trabajo se remontó a períodos prehistóricos para discutir acerca de la existencia del matriarcado y demostrar que la mujer no siempre ha sido el “sexo oprimido”. Además, discutió con aquellas interpretaciones que consideraban a las mujeres como un grupo separados de los hombres, convirtiendo a estos últimos en el principal enemigo, en vez de poner el énfasis en el sistema capitalista (Reed 1987).
8En “La evolución de la mujer. Del clan matriarcal a la familia patriarcal” Reed definió al matriarcado como “la primera forma necesaria de organización social” en la que el linaje estaba determinado por la madre; y en la que las mujeres no sólo eran las procreadoras sino también productoras de los elementos necesarios para la supervivencia (Reed 1987, 7). Este rol central que habrían ocupado bajo esta forma de organización social les permitió mantener independencia económica y libertad sexual. De esta forma el matriarcado era un sistema basado en principios comunitarios y la igualdad de los sexos, en el que no existían clases opresoras ni oprimidas. Por otro lado, no se le daba importancia a la paternidad individual ni existía la familia nuclear. Todos los adultos de la comunidad eran considerados “padres” sociales y la cuestión de la fraternidad entre los hombres era central, elemento que quedaba destruido con la transición hacia nuevo sistema de parentesco (Reed, 1987). Reed concluía que la desintegración de esta sociedad comunal se inició entre seis u ocho mil años atrás, con la introducción de la agricultura y la ganadería a gran escala, lo que permitió la acumulación de excedentes. Ese habría sido el inicio de la familia paterna, unidad central de una sociedad de clases, profundamente patriarcal, a diferencia de la sociedad primitiva matriarcal, cuya célula era el clan materno. El surgimiento de la propiedad privada, el matrimonio monogámico y la familia nuclear, que se configuraron como instituciones en primera instancia legalizadas para las clases poseedoras y luego extendidas a la clase trabajadora, generó consecuencias materiales a través de la división de tareas entre el hombre y la mujer, la cual quedó relegada, perdiendo su independencia económica y libertad sexual (Reed 1987).
9Esta caracterización llevó a Reed a afirmar que la sola adquisición de derechos democrático-burgueses, como el sufragio y el derecho a la propiedad, no era suficiente para alcanzar la liberación real de la mujer, sino que era necesaria la lucha contra la desigualdad de clases. En esa línea, criticó tanto a las reivindicaciones de las feministas sufragistas de principios del siglo XX como a la National Organization for Women (NOW), ya que ambas luchaban por la concesión de una serie de reformas y acceso igualitario a derechos; así como también a aquellas mujeres que se organizaban en torno al odio hacia los hombres, por ejemplo, la Society for the Cutting Up of Men (SCUM) (Reed 1974).
10Hacia la década de 1960, Reed cuestionó las lecturas de ciertas referentes del nuevo movimiento feminista, tales como las de Kate Millet en su libro Sexual Politics (1970) y Shulamith Firestone en The Dialectic of Sex (1970), quienes consideraban (según Reed) que la opresión de la mujer era eterna y muy antigua a causa de su estructura biológica, lo cual las hacía dependientes del hombre y más débiles que este (Reed 1974). Una de sus críticas más importantes estuvo dirigida a la obra de Betty Fridan, The Feminine Mystique (1963). De acuerdo a Reed, la cofundadora y presidenta de NOW69, sólo se centraba en la situación que vivían las mujeres de clase media, las cuales contaban con una serie de privilegios dentro de la sociedad norteamericana como el acceso a educación, becas y profesiones, a diferencia de las mujeres de clase baja, que sólo podían aspirar a ser amas de casa o a trabajar en una fábrica (Reed 1964). En este sentido, Friedan se encontraba lejos de cuestionar la estructura que generaba la opresión, y en su lugar sugería mayor educación, el estudio y la aspiración a profesiones mejores pagas como salida a ese sentimiento de vacío que experimentaba el ama de casa. “Algunas mujeres afortunadas pueden (…) hacer un "nuevo plan de vida" y escapar de la jaula interior. Pero los planes de vida para la gran mayoría de las mujeres están determinados por las fuerzas fuera de su control personal” (Reed 1964, 25).
11En contraposición a Friedan, Reed analizó cómo durante la Segunda Guerra Mundial una gran mayoría de las mujeres tuvieron oportunidad de acceder masivamente a puestos laborales en las fábricas de los que sin embargo fueron expulsadas para dar lugar a los hombres que regresaban una vez finalizado el conflicto. Este fue un claro ejemplo de que los esfuerzos individuales no eran la verdadera salida para alcanzar la liberación de la mujer. La situación en la que se encontraba el capitalismo hacía necesario que las mujeres hicieran un diagnóstico de aquello que subyacía a la opresión de la mujer y que se sumaran a las filas del socialismo: “Las feministas del pasado podían alcanzar sus limitadas reformas en el marco de un capitalismo todavía ascendente. Pero hoy se ha convertido en capitalismo callejón sin salida” (Reed 1964, 27).
12La revolución de las mujeres podría conducir a la revolución socialista, pero necesitaban aliados en los sectores oprimidos: los obreros, los estudiantes, la comunidad afroamericana. Así, varios de sus escritos conectaban la cuestión de la opresión de la mujer con los demás movimientos radicalizados de Estados Unidos y advertían la necesidad de la articulación de las luchas en pos de superar un panorama fragmentario. Esta perspectiva fue el eje de las discusiones hacia el interior del partido: la unidad en la lucha de las mujeres norteamericanas, las comunidades afroamericanas y los estudiantes radicalizados, la crítica demoledora a las instituciones capitalistas, el cuestionamiento a la discriminación dentro del ámbito laboral y la prohibición del aborto.
13Los aportes de Evelyn Reed sentaron las bases de la perspectiva marxista de la opresión de la mujer en este período para el SWP. Su artículo “La cuestión de la mujer y el método marxista”, fue una de las primeras manifestaciones públicas de Evelyn Reed en relación a la opresión de la mujer, en la que hacía referencia a un debate que surgió en la revista The Militant en 1954. La discusión giraba en torno a la relación entre los cosméticos y la moda con la opresión de la mujer. Reed abordó el debate desde un punto de vista materialista analizando el problema de los estándares de belleza como un producto histórico y social, el cual debe ser entendido en el marco del desarrollo de las fuerzas productivas y de la lucha de clases. “Comencemos a demostrar, a través de la historia, que el estándar moderno de la belleza no es un elemento permanente…” (Hansen 1986, 74), sino que tiene que ver con la imposición moral de la clase dominante. Esta forma de análisis, a través del rastreo de los orígenes históricos y de clase, se repitió en todas sus obras y afirmaba que era necesario retomar el método marxista para realizar un correcto análisis de las problemáticas que se abordan. En esa línea, realizó una dura crítica a las posturas que había ido tomando el partido remarcando el peligro de haber asimilado argumentos burgueses en sus discursos. “Cuando los camaradas defienden el derecho de las mujeres a usar cosméticos, modas, etc. (…) sin distinguir claramente entre ese derecho y la compulsión social capitalista de usarlos, han caído en la trampa de la propaganda burguesa" (Hansen 1986, 66-67).
14Reed cuestionaba la idea de que la compulsión social se manifiesta como libre elección, y analizaba el problema retrotrayéndose a los tiempos de la “sociedad primitiva”: en estas comunidades en las que no había clases, el “embellecimiento” del cuerpo no tenía el mismo significado. Diferenció la función que cumplían “la decoración de los cuerpos” en la sociedad primitiva y en la sociedad de clases. En la primera, al no haber competencia de clases, las personas utilizaban marcas como símbolos identitarios, a la vez que expresaban igualdad social. Por su parte, en las sociedades posteriores los cosméticos y las pautas estéticas se convirtieron en signos de distinción. Con la aparición del capitalismo, la moda se convirtió en un nicho ideal para hacer ganancias a partir de explotar las inseguridades de las mujeres (Hansen 1986, 60-61). A través de este método, Reed también intentó desmentir el mito de que la competencia sexual de las mujeres para atraer a los hombres ha existido desde “tiempos inmemoriales”: “La competencia sexual entre mujeres surgió con el mercado sexual. El mercado sexual, a su vez, surgió junto con el mercado de productos básicos en su conjunto. Y el mercado de materias primas surgió con la sociedad de clases” (Hansen 1986, 67). Discutió sobre lo que ella llamaba el “mito burgués” de que las necesidades estéticas de todas las mujeres eran idénticas debido a su identidad común como mujeres. La estandarización de la moda y los cosméticos eran solo una forma de ocultar las diferencias de clases entre las mujeres bajo la imposición de un único parámetro de belleza. “Ahora, por primera vez, las distinciones de clase estaban cubiertas y ocultas detrás de la identidad sexual, para satisfacer las necesidades de este sector de grandes empresas” (Hansen 1986, 67).
15Reed planteaba en este artículo su postura más radical: la cuestión sobre la mujer no puede separarse de la de clase. Definió a la “primera ola feminista” como un movimiento feminista burgués, puesto que sus objetivos apuntaban a las reformas dentro del sistema capitalista. Las mujeres burguesas lucharon por conseguir los mismos derechos que los hombres de su misma clase. Por lo tanto, para Reed “… la emancipación de las mujeres trabajadoras no se logrará en alianza con las mujeres de la clase enemiga, sino todo lo contrario; en una lucha contra ellos como parte integral de toda la lucha de clases” (Hansen 1986, 65). Este posicionamiento se asemejaba a lo planteado por Clara Zetkin en el congreso del SPD en realizado en Gotha en 1896 y en las posteriores Conferencias Internacionales de Mujeres Socialistas. Zetkin establecía el principio de “separación tajante” entre las mujeres trabajadoras y las feministas burguesas70. No obstante, a pesar de esas semejanzas, no encontramos en las obras Reed ninguna mención a la experiencia de la Internacional Socialista de Mujeres.
16Debido a su conocimiento y referencia sobre los análisis de la opresión de la mujer en estos años, todos los militantes del partido involucrados en el debate sobre el movimiento feminista tomaron elementos de su trabajo para justificar su análisis, y si bien Reed no fue partícipe activa del mismo, su posicionamiento fue exigido por una de las facciones en disputa, lo que nos da indicios del lugar que aún tenía dentro de la organización, o al menos en relación a la discusión sobre la opresión de la mujer en el capitalismo.
El Socialist Workers Party y la “radicalización”
17Los levantamientos sociales brindaron al Socialist Workers Party y su agrupación juvenil, la Young Socialist Alliance (YSA), una oportunidad extraordinaria para extender su influencia y sumar militantes. El surgimiento del movimiento de los derechos civiles a principios de 1960, las revueltas estudiantiles, la creciente resistencia contra la guerra de Vietnam, así como también el renacimiento del movimiento feminista, se encontraron entre los procesos más importantes del período. Simultáneamente, la autoproclamación como marxista – leninista del gobierno castrista en Cuba generó un alto impacto en la política estadounidense, especialmente en su ala izquierda. El SWP y la YSA se involucraron en distinta medida en estos movimientos y procesos. Inicialmente tuvieron un papel importante en la campaña a favor del régimen de Fidel Castro. Posteriormente participaron de la lucha contra la guerra, en la cual tomaron un lugar significativo como organizadores. De forma similar, se interesaron por el movimiento de liberación negro. Esto les permitió ganar influencia e incrementar su membresía como nunca antes lo habían hecho. Sin embargo, los años sesenta no vinieron sin complicaciones. Por un lado, la orientación del SWP durante este periodo no se enfocó en la clase trabajadora y las organizaciones sindicales sino en los movimientos compuestos básicamente por la clase media, tanto en su membresía como en su dirección. Este giro trajo incomodidades dentro del partido y generó grandes críticas por parte de otros grupos trotskistas (Alexander 1991, 850).
18El debate acerca de la política hacia el feminismo se enmarcó dentro de otra discusión más global relacionada a la caracterización de la etapa histórica y del convulsionado contexto político de los Estados Unidos. En ese sentido, las perspectivas que estaban en pugna dentro del partido eran, en parte, reflejo de las caracterizaciones sobre los procesos mencionados más arriba. Si bien la llamada “radicalización” comenzó a principios de la década de 1960, su desarrollo y alcance durante estos años fue el factor que impulsó la discusión dentro del SWP acerca de su importancia. De esa manera, el documento “Perspectives and lessons of the new radicalization” de marzo de 1971 caracterizaba el inicio de la misma:
La actual radicalización comenzó con un renacimiento de la lucha afroamericano por la autodeterminación a principios de la década de 1960. Este movimiento independiente contagió a otras luchas alrededor del mundo y especialmente en África y Cuba, y precipitó un movimiento estudiantil nacional. Así los estudiantes comenzaron a difundir el movimiento antiguerra a medida que Washington entraba cada vez más en Vietnam. (…) A medida que estos movimientos empezaban a desarrollarse, nuevas luchas se sumaron. Las más masivas de ellas han sido el movimiento Chicano y de liberación de las mujeres. (…) También se encuentran el movimiento de liberación gay, las revueltas carcelarias, y las divisiones en la Iglesia Católica que demuestran una serie de factores claves:
1. No existe un sector demasiado oprimido para luchar, no existe un prejuicio y una opresión que sean demasiado conservadoras o naturalizadas que no puedan ser cuestionadas.
2. Las acciones de cada nuevo sector del diverso movimiento generaron grandes dudas acerca de los valores fundamentales de la sociedad burguesa.
3. Cada sector se interesa en ideas radicales sobre la reconstrucción de la vida social
4. Estos movimientos indican que nuevas cuestiones y luchas independientes continuaran emergiendo a medida que la radicalización se profundice (National Committee 1971a, 14).
19Asimismo, se reconocía el desarrollo desigual y autónomo de estos movimientos, que hacía que las dinámicas de cada uno fuese particular, y generara una retroalimentación entre ellos. Por otra parte, destacaban su independencia política respecto de los partidos burgueses (demócrata y republicano) y del Partido Comunista. Las alianzas tácticas con alguno de estos sectores eran vistas como parte de la experiencia política necesaria de estos movimientos, que expresaban su potencial en las masivas manifestaciones y acciones directas que organizaban como las rebeliones en los ghettos, las movilizaciones antiguerra y la gran marcha de mujeres del 26 de agosto de 1970. De la misma manera, se entendía que el proceso de radicalización podía potencialmente desatar una situación pre-revolucionaria, ya que gran cantidad de personas había comenzado a cambiar sus actitudes respecto de temas importantes, creencias, valores, costumbres, relaciones, e instituciones. Sin embargo, se afirma luego, las fronteras de una situación revolucionaria sólo pueden alcanzarse cuando la politización y la radicalización se ha extendido a sectores decisivos de las masas trabajadoras, y cuando un crecimiento revolucionario y de movilización plantee la cuestión primera de cuál es la clase que debería tener el poder (National Committee 1971a, 14-16).
20Uno de los temas más importantes que atravesó no sólo al SWP, sino a la IV Internacional y a la izquierda en general en este período, fue el debate en torno al carácter y sujeto de la revolución socialista. En ese sentido, la dirección del partido afirmaba que:
Las características de la radicalización hasta ahora dejan en claro que la revolución norteamericana tendrá un carácter combinado. Será una revolución de las nacionalidades oprimidas junto con una revolución de la clase obrera para tomar el poder y abrir el camino a la destrucción de la explotación capitalista, la alienación, la opresión, el racismo y el sexismo, y la construcción del socialismo (National Committee 1971a, 15)
21Partiendo de esa perspectiva las tareas políticas de la etapa implicaban la construcción del partido revolucionario de masas, para lo cual se hacía necesario que sus cuadros estuvieran alertas para reconocer las nuevas formas de lucha y las demandas de los grupos oprimidos que aparecían a medida que la radicalización se desarrollaba. La función de la vanguardia revolucionaria era participar en esos movimientos para delinear las lecciones políticas que extendieran la conciencia socialista revolucionaria a la mayor cantidad de militantes posible y reclutar a los mejores militantes que eventualmente pudieran integrarse como cuadros trotskistas (National Committee 1971a, 14 -16).
22El tipo de actividades a las que se orientó el Socialist Workers Party y su juventud consumieron toda su atención y sus esfuerzos, y el cambio en la composición de clase del partido entre mediados de 1950 y principios de 1970 resultó en una reformulación programática e ideológica del grupo trotskista más grande de Estados Unidos (Alexander, 1991, 861). Para 1973, el SWP tenía cerca de 1200 miembros, muchos de los cuales eran relativamente jóvenes: en la convención nacional de ese año más de la mitad tenían menos de veinticinco años de edad. El semanario The Militant había aumentado su circulación – 17 mil en 1970 y 31 mil para 1973. Más importante para la infraestructura era la red de sedes del partido que llegaban a las dos o tres decenas de ciudades a lo largo del país. Cada una tenía al menos un militante rentado y un comité que controlaba las finanzas, y era el lugar donde se organizaban las fracciones locales del partido que participaban en organizaciones más amplias (Breitman, Le Blanc & Wald 2016).
23Esta reorientación generó que, hacia finales de 1960, críticos del SWP, como así también algunas corrientes internas, acusaran a sus militantes de “sectoralistas” y “polivanguardistas”, debido a la equiparación que supuestamente hacían del movimiento obrero con los movimientos sociales de los negros, hispanos, mujeres, estudiantes y juventudes, entrando en contradicción con la doctrina marxista según la cual es el proletariado el sujeto de la revolución. Una tendencia de esta orientación crítica surgió dentro del SWP en los primeros años de la década de 1970. Organizada alrededor de los documentos “For a Proletarian Orientation” (Gregorich, Massey, Mc Cann & Passen 1971a) y “The meaning of a proletarian orientation” (Gregorich, Massey, Mc Cann & Passen 1971b), e instando entre otras cosas a poner más esfuerzos para insertar militantes en las fábricas y los sindicatos, señalaba la necesidad de reorientar el partido hacia el proletariado considerando la importancia que históricamente había tenido esta orientación en el movimiento trotskista (Gregorich, Massey, Mc Cann & Passen 1971b, 3-14). El reclutamiento de sectores pequeño burgueses (como el movimiento estudiantil) fue necesario en el periodo de consolidación del imperialismo estadounidense, luego del triunfo en la Segunda Guerra Mundial y del macartismo, a partir de lo que se generó el estallido de movimientos políticos radicalizados que no tenían como base la cuestión proletaria y carecían de cuadros políticos de la clase (Gregorich, Massey, Mc Cann & Passen 1971b, 5). Sin embargo, las condiciones objetivas para la revolución obrera estaban dadas en el contexto actual marcado por la agudización radical de las contradicciones del imperialismo norteamericano. Bajo ese diagnóstico la cuestión del retorno a una orientación proletaria del partido se constituía en la tarea y preocupación principal. La “Tendencia de Orientación Proletaria” consideraba que el desinterés por el trabajo con los obreros llevaba a crear prejuicios hacia ese sector por parte de los nuevos movimientos, cuya base sería la pequeña burguesía. La dirección del partido debería trabajar con ellos y orientarlos hacia la clase. No se cuestionaba el hecho de que el SWP se relacione con estos sectores y movimientos, sino de qué modo lo haría. A la hora de buscar alianzas entre estos sectores, la base del movimiento debía ser el proletariado, trabajando en y desde los sindicatos, recuperándolos de las direcciones reformistas. Y en este sentido afirmaban que:
No obstante, el CN [Comité Nacional del SWP] no logra reconocer la interrelación entre el trabajo partidario en los diversos movimientos sociales y políticos y el que se realiza en los sindicatos. En su obra, “ ¿Qué hacer?”, Lenin señaló la necesidad de la ampliación de la actividad del partido desde su fundamento en la clase trabajadora hacia todos los sectores de la sociedad (Gregorich, Massey, Mc Cann & Passen 1971b, 4).
24Es en este punto en el que se hace explícito el debate con la dirección del SWP, que consideraba que el despliegue de los movimientos radicalizados impulsaría la movilización del proletariado. En contraposición a eso, la Tendencia de Orientación Proletaria reafirmaba la utilización de la estrategia de construcción de partidos planteada por Lenin; eso no implicaría abandonar la labor que se viene realizando desde los movimientos radicalizados, sino recurrir a las masas y orientarla hacia la clase trabajadora.
El debate sobre el movimiento de liberación de las mujeres
25La discusión sobre la radicalización dentro del SWP no solo implicaba la caracterización del proceso en sí mismo, sino también sobre cada uno de los movimientos que la conformaron. En ese sentido, los boletines internos de discusión del partido de las décadas de los sesenta y setenta condensaron los debates específicos en torno al movimiento de liberación negro, el régimen de Fidel Castro, la Guerra de Vietnam, las demandas de autodeterminación chicanas, el movimiento de liberación homosexual y las feministas. La nueva generación de feministas que surgió en los Estados Unidos a principios de la década de los sesenta estuvo relacionada con los demás movimientos sociales y políticos que la rodeaban. Sin embargo, la heterogeneidad de corrientes que nacieron dentro del feminismo, complejiza su caracterización. Siguiendo a Berkeley (1999), se pueden distinguir dos vertientes ideológicas dentro del amplio espectro feminista en esta época: el feminismo liberal y el feminismo radical. El primero, representado por la National Organization for Women (NOW) y la Women’s Equity Action League, se enfocaba en “la igualdad ante la ley” y en promover acciones de carácter institucional. Por otra parte, el segundo, del que formaban parte agrupaciones como The Feminists, New York Radical Women, Women’s International Terrorist Conspiracy from Hell, y Bread and Roses, se cimentó en la construcción de una “ideología de la liberación” y preconizaba formas organizativas no jerárquicas ni centralizadas (Berkeley 1999, 19 -20).
26Más allá de las diferencias ideológicas, en términos generales la gran mayoría de las mujeres que conformaron y se acercaron a los feminismos (y a otros sectores en lucha) provenían de las universidades y se vieron fuertemente influenciadas por las demandas de los movimientos de autodeterminación. De esta manera, un sector radicalizado de las feministas se reafirmó incorporando un modelo distinto de aquel realizado por las sufragistas y del propuesto por la NOW (Arruzza 2015). Uno de los temas clave que aglutinó a las distintas variantes del feminismo en esta época fue la lucha por la anticoncepción y por el aborto libre y gratuito, de la mano con la denuncia de la violencia masculina y una nueva reflexión sobre la sexualidad. La unidad de las feministas en las calles se manifestó el 26 de agosto de 1970, día de la conmemoración de la sanción de la ley del sufragio femenino, al organizarse el “Women’s Strike for Equality Day”. Se conformaron numerosos comités de huelgas de mujeres en diversas ciudades de Estados Unidos que levantaron las principales demandas del movimiento: derogación de las leyes restrictivas del aborto, igualdad de oportunidades en el trabajo y la educación, y guarderías gratuitas (Berkeley 1999, 57).
Hacia la construcción de un movimiento de mujeres masivo
27La dirección del SWP condensó su caracterización y programa político hacia el movimiento de mujeres en dos documentos: “Prospects and Lessons of the New Radicalization” (1971a) y “Toward a Mass Feminist Movement” (1971b). De manera global, y sin particularizar sobre ningún grupo feminista, se consideraba que en 1970 comenzó la transformación del nuevo movimiento feminista en un movimiento de masas atrayente para amplios grupos de mujeres norteamericanas en el cual mujeres en todo tipo de situaciones – que formaban parte de organizaciones negras y chicanas, sindicatos, instituciones educativas, iglesias, organizaciones profesionales, lugares de trabajo – defendían y luchaban por las demandas feministas (National Committee 1971a, 7). Asimismo, caracterizaban que el ascenso del nuevo movimiento feminista era una respuesta a los efectos del capitalismo en su etapa de agotamiento de la misma forma que el primer feminismo fue una respuesta a las condiciones sociales creadas por el capitalismo del siglo XIX. Las demandas de las feministas sobrepasaban las reivindicaciones de las sufragistas al mismo tiempo que partían y se fortalecían de sus victorias. Las feministas continuaban exigiendo igualdad (salarial, de oportunidades, en los estilos de vida) pero son conscientes de que esa igualdad no puede ganarse si no tienen el control sobre sus cuerpos, si no tienen independencia económica, y si no tienen alternativas sociales a la responsabilidad privada de la crianza de los hijos en el marco de la familia nuclear (National Committee 1971b, 4).
28Por otra parte, las marchas en conmemoración de la obtención del derecho al voto fueron las primeras acciones masivas a nivel nacional. La publicidad de estas acciones popularizó al movimiento y a sus demandas hacia millones de estadounidenses probando el poder y el potencial de la movilización de las mujeres en torno a demandas democráticas y transicionales que se dirigían a denunciar la opresión sufrida por millones de mujeres y que marcaban el camino hacia la liberación total de las mujeres (National Committee 1971a, 7). Buena parte del documento “Toward a Mass Feminist Movement” analizó el rol de las mujeres en la familia patriarcal, retomando los aportes de Evelyn Reed así como también la función económica de la familia dentro del capitalismo:
Hoy, la familia nuclear patriarcal permanece como la célula económica básica de la sociedad de clases, y las mujeres continúan aisladas en los hogares individuales, dependientes de los varones para garantizar su supervivencia económica. Para las mujeres trabajadoras, las que están a cargo de unidades familiares de la clase obrera, y las mujeres de nacionalidades oprimidas, la opresión es aún peor, tanto para ellas como para sus hijos. Se encuentran obligadas a tomar los peores trabajos y tienen menor acceso a la educación, las guarderías, los abortos seguros, o los métodos anticonceptivos. Esto implica que están expuestas a una mayor vulnerabilidad económica y dependencia de algún hombre (National Committee 1971b, 6).
29Al mismo tiempo, la entrada de las mujeres al espacio público y al mercado laboral, hizo que el porcentaje de mujeres que trabajaban fuera del hogar (más del 43 %) se haya incrementado. La contracara de esta situación era la discriminación laboral, la dificultad en el acceso a buenos puestos de trabajo y la gran brecha salarial con respecto a los varones (que llegaba en Estados Unidos casi al 40 %). Sumado a eso, las mujeres continuaban teniendo una doble carga – sus trabajos y sus “deberes” en el hogar. Para las que además tenían hijos, las escasas opciones de guarderías hacían que dicha carga sea más opresiva. La caracterización concluía con la afirmación de que la lucha de la liberación femenina actual era parte del proceso de desarrollo de la revolución anti-capitalista. La cuestión de cómo acabar con la opresión de la mujer estaba relacionada con la cuestión de cómo acabar con la sociedad de clases. Así, la estrategia del movimiento feminista debía surgir del análisis del capitalismo y orientar su lucha en pos de eliminarlo (National Committee 1971b, 5-8).
30Esta concepción se argumentaba posteriormente al afirmar que mujeres de distintas clases sociales sufrían en diferentes niveles la falta de guarderías y de acceso al aborto, de la desigualdad salarial y la discriminación laboral, así como de los condicionamientos sociales. Así, al ser tan diversos los aspectos de la opresión de las mujeres, era necesario construir la más amplia unidad en la lucha, abierta a todas las mujeres, que era posible y progresiva si se basada en demandas concretas que combatieran la opresión perpetuada por el capitalismo. En este sentido, las mujeres trabajadoras tenían todo por ganar uniéndose a la lucha por estas demandas. La estrategia revolucionaria para el movimiento feminista debía estar basada en un programa de demandas democráticas y transicionales, anclado en las necesidades de la mayoría de las mujeres, y que forme parte de un programa transicional más amplio de la revolución socialista. Un programa de lucha en torno a tales demandas tendrá una lógica revolucionaria porque moviliza a las masas contra la clase dominante y su gobierno (National Committee 1971b, 8-12).
31A partir de eso, la dirección del SWP afirmó que había tres demandas básicas del movimiento de liberación de las mujeres que constituían un punto de partida para el desarrollo de un programa de transición de liberación de las mujeres:
La primera de ellas, aborto libre voluntario, que va de la mano con la oposición a la esterilización forzosa, se basa en el derecho elemental y democrático de toda mujer a tener control sobre su cuerpo. (…) La importancia de que el aborto sea libre va más allá de las demandas democráticas, y plantea la cuestión de la socialización del sistema de salud, respondiendo a una necesidad de la mayoría de las oprimidas y explotadas. La segunda demanda, guarderías comunitarias gratuitas las 24 horas, responde a una imperiosa necesidad de millones de mujeres, especialmente trabajadoras. Al mismo tiempo destaca la importancia de la crianza de las nuevas generaciones y el carácter social de esta responsabilidad.
La tercera demanda se centra en igualdad de oportunidades en la educación y el trabajo, así como el pago. Estas demandas democráticas desafían la institucionalización de la subordinación política y económica capitalista de las mujeres que tiene sus raíces históricas en el sistema de la familia patriarcal. Pone de relieve un concepto indispensable para la movilización de las mujeres que es la dignidad y valor de las mujeres. (National Committee 1971a, 7) 19
32Si bien estas tres demandas se consideraron como prioritarias, también se incluyeron otras como la independencia económica y por la organización de las mujeres de razas y nacionalidades oprimidas (National Committee 1971b, 8- 11). Detrás de estas exigencias estaba la intención del partido de que las mujeres trabajadoras conformaran sus propias organizaciones de mujeres incorporando a los sindicatos de los que participaban las reivindicaciones propias. De esa forma confluiría la lucha de clases con la lucha por la liberación femenina.
33A partir de ese análisis, las tareas políticas que se proyectaban tanto para el SWP como para la YSA estaban orientadas hacia la construcción de coaliciones amplias y movilizaciones masivas en torno a la lucha por la derogación de las leyes que prohibían el aborto libre en primera instancia. En segundo orden, se alentaba a continuar con la organización de las mujeres en los campus universitarios y en las actividades de grupos feministas, con especial énfasis en las feministas negras y chicanas. En el largo plazo, la dirección del partido apostaba a que la combinación de las diferentes luchas sociales de la época constituiría un bloque lo suficientemente fuerte para derribar el capitalismo norteamericano y establecer un estado obrero (National Committee 1971b, 17- 19).
34En esa línea, una de las formas que podía tomar esa masificación fue desarrollada por dos militantes que no pertenecían a la dirección del SWP71 pero acordaban con sus proyecciones políticas. La propuesta de la conformación de un partido de mujeres tenía como objetivos incrementar el nivel de organización de las mujeres y generar una táctica en la arena electoral, uno de los múltiples campos en los que las mujeres debían dar batalla (Sudie & Geb 1971, 3). De esta forma, podrían organizarse de forma independiente y, de manera análoga a “los obreros [que] se organizan en torno a sus intereses de clase, el feminismo vendría a ser entonces el movimiento a través del cual las mujeres se organizan a alrededor de los intereses de su sexo” (Sudie & Geb 1971, 4). La formación del partido feminista era un impulso importante para la liberación femenina ya que “si la clase obrera norteamericana se organizara en un partido laborista, sería un paso progresivo, aun si ese partido no sea conscientemente socialista. Asimismo, si las mujeres se organizaran en un partido feminista eso también sería un elemento progresivo, aunque no tuviera una orientación socialista explícita” (Sudie & Geb 1971, 8).
35La propuesta de conformación de un partido feminista despertó críticas dentro de las filas que apoyaban la perspectiva política de la dirección del SWP. El documento “The Question of Principle and the Unconditional Call For A Feminist Party” gira en torno a la naturaleza de los partidos políticos como herramienta organizativa. Al ser un instrumento para la consecución y el ejercicio del poder estatal, no podía erigirse en torno a una sola problemática ( “The Question of Principle and the Unconditional Call For A Feminist Party” 1971, 38). Lynn Henderson (autora del documento) cuestionaba la consideración de la opresión femenina como un equivalente a la opresión de la clase obrera y criticaba la postura de Sudie y Geb por implicar un problema de lectura teórica:
La posición marxista y la posición expresada por la resolución del Comité Político, Toward A Mass Feminist Movement, es que la opresión de la mujer se incrementó y es parte de la lucha de clases. (…) Es nuestra posición, según entiendo, que las mujeres no son ni una clase ni una casta, sino que pertenecen a todas las capas sociales, y que están divididas por diferencias de clase ( “The Question of Principle and the Unconditional Call For A Feminist Party” 1971, 39).
La Tendencia de Orientación Proletaria y las tareas en el movimiento de mujeres
36Una de las principales discrepancias entre la postura de la “Tendencia de Orientación Proletaria” (TOP) y de la dirección del SWP se centró en las discusiones en torno a cuáles deberían ser las demandas del movimiento de mujeres. De acuerdo a la TOP era erróneo plantear la cuestión de la demanda del aborto en torno a la consigna “por la derogación de las leyes restrictivas del aborto”. No sólo era necesario que se deroguen las leyes que lo prohibían, sino también exigir que el aborto sea gratuito. Así, la liberación de la mujer debía girar en torno a tres grandes demandas: “trabajo para todas - igualdad de oportunidades en el acceso al trabajo, educación y paridad salarial; guarderías comunitarias gratuitas las 24 horas; aborto libre - no más esterilizaciones forzosas (Gregorich & Passen 1971, 18). Estas demandas pretendían movilizar a los colectivos feministas desde las necesidades de las mujeres trabajadoras, por ejemplo, planteando la cuestión de la socialización de las tareas domésticas en lugar de la repartición de tareas dentro de la familia privada. Esta posición consideraba incorrecta la postura de la dirección del partido que proponía la unión del movimiento de mujeres a partir de una única demanda (la derogación de las leyes prohibitivas del aborto) lo suficientemente amplia para generar la movilización de una gran masa de mujeres sin distinciones de clase (Gregorich, Massey, McCann & Passen 1971b, 11).
37Por otra parte, señalaban los peligros de unirse en torno a una sola demanda, remitiéndose a la experiencia de las primeras feministas que giró alrededor del sufragio universal, bajo el argumento de que una vez conquistada el movimiento seguramente tendería a disolverse. El camino de la liberación sólo se conseguiría si la vanguardia conducía a la consecución de la unidad entre el movimiento de mujeres y el movimiento obrero, señalando que la clase trabajadora es la única que puede lograr la destrucción del capitalismo, y que sólo bajo el socialismo la mujer conseguirá la verdadera liberación (Gregorich & Passen 1971, 18- 23). Era imprescindible entonces que desde el lugar de los movimientos de liberación femenina las mujeres acompañen las acciones de la clase obrera como por ejemplo huelgas, ligas de desempleo, etc; y que por el lado de los sindicatos los trabajadores acompañen al movimiento de liberación en la lucha por sus demandas y participando en sus movilizaciones.
38En un artículo posterior, “Toward A Marxist Approach To the Women’s Liberation Movement”, otras militantes afines a la TOP criticaron la resolución del Comité Nacional del SWP que analizaba el movimiento de liberación femenina, a la vez que propusieron una contra-resolución frente a lo que denunciaban como “la peligrosa orientación que el partido ha tomado en esta importante área” (Charous; Hall; Semmer & Stodola 1971, 10). Afirmaban que estas resoluciones no eran adecuadas para una correcta discusión teórica de la cuestión de la opresión de la mujer ya que no estaban escritos desde una visión marxista. Esa contra resolución fue formulada siguiendo la línea del documento “For a Proletarian Orientation” a la que adherían las autoras de ese artículo. En términos generales, su análisis hacía hincapié en los errores que estaba cometiendo la vanguardia del partido, tendiendo a hacer difusos los antagonismos de clase en una etapa del capitalismo norteamericano en el que las contradicciones se encontraban en su momento más álgido, por lo que la organización y movilización de los trabajadores era prioritario. El SWP debía elegir entre reafirmar la línea política de su dirección o virar hacia la “Orientación Proletaria” (Charous; Hall; Semmer & Stodola 1971, 11).
39En ese sentido afirmaban que el partido no había avanzado en el entendimiento de la cuestión de la mujer bajo una perspectiva marxista, sino que lo había hecho desde una mirada reformista y subjetivista. Para dar respuestas a la naturaleza de relación de la opresión de la mujer y la opresión de clase y a la función de la mujer y la familia nuclear en la sociedad capitalista, las autoras volvieron sobre el texto clásico de Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, diferenciando las condiciones de la sociedad primitiva en la que no existía la opresión de clases y la opresión sexual, y su aparición con el desarrollo histórico de la propiedad privada, la familia monogámica y la sociedad clasista. Si bien la opresión sexual es sufrida por todas las mujeres, se diferenciaban las comodidades que sufren las burguesas de los sufrimientos de las trabajadoras (Charous; Hall; Semmer & Stodola 1971, 11).
40En su análisis del rol de la familia nuclear en la sociedad capitalista y el papel que cumplen las mujeres como fuerza laboral, destacaban que el número de mujeres proletarias en la industria había aumentado en las últimas décadas debido tanto a la apertura de nuevos sectores de trabajo como a la necesidad de proveer una entrada de dinero adicional en los hogares. De esta forma, se observaba cómo el aumento de los costos de vida recaía sobre la clase obrera, que contaba un gran porcentaje de mujeres con hijos a cargo lo cual generaba un problema ya que Estados Unidos no contaba con un sistema público de guarderías (Charous; Hall; Semmer & Stodola 1971, 13). Este fue uno de los argumentos para sostener la demanda de las guarderías comunitarias gratuitas las 24 hs.
41La organización en torno a estas demandas de carácter transicional se mostraba esencial no sólo para elevar el nivel de la conciencia política de las masas de mujeres, sino que también podían ser un golpe para los privilegios de la clase dominante (Charous; Hall; Semmer & Stodola 1971, 16). La discusión en torno a cuáles eran las demandas que debía levantar el movimiento de liberación de mujeres, por lo menos desde esta posición al interior del SWP, implicaba distinguir qué sectores sociales se pretendía movilizar y si ponían en cuestión las instituciones que sostienen la sociedad capitalista. A partir de ese análisis, las militantes afines a la TOP concluían que cualquier movimiento que no generara la movilización de las bases obreras, llamadas a liderar la revolución socialista, no tendrá éxito. Basarse en movimientos de extracción pequeño burguesa, que tienden a ser vacilantes y efímeros, era un grave error y no permitiría una construcción sólida:
A menos que este movimiento trascienda su identidad y composición actual, tenderá a convertirse cada vez más en un caldo de cultivo para la alienación psicológica de la clase media, cuya vida está separada de la realidad de las luchas de la clase obrera, en lugar de ser un movimiento por el cambio social (Charous; Hall; Semmer & Stodola 1971, 18).
42Los argumentos en los que se basaron para posicionarse sobre la opresión de la mujer retomaron los escritos de Evelyn Reed sosteniendo que la posición tradicional del partido en el tema fue muy bien articulado en un boletín de discusión escrito por ella en 1954, llamado “La cuestión de la mujer y el método marxista”. En ese sentido, las autoras llamaron la atención sobre la ausencia de la referente veterana en el debate interpelándola para que tome una posición al respecto (Charous; Hall; Semmer & Stodola 1971, 20). La respuesta de Evelyn Reed se concretó en un documento publicado en el boletín siguiente ( “An answer to the Oakland-Berkeley critics” 1971) que fue continuada y extendida en otro publicado en 1973 ( “A sectarian approach to the feminist movement”). Sorpresivamente, Reed afirmaba brindar completo apoyo a las mociones propuestas por la dirección del partido en relación a la construcción de un movimiento de mujeres masivo. Esto no ponía en cuestión su postura histórica en relación al tema ya que en ese período
(…) no existía ningún tipo de movimiento de liberación femenina, ni siquiera había una pequeña pista de lo que podría emerger unos quince años después. (…) Hoy, diecisiete años después, la situación de las mujeres cambió drásticamente. Desde su surgimiento, la segunda ola de lucha por la liberación fue mucho más lejos que su predecesora (…) Las demandas de derogación de las leyes restrictivas del aborto, por guarderías las veinticuatro horas, por igualdad salarial y de acceso al trabajo están pegando fuerte a la estructura capitalista (Reed 1971, 6).
43Según ella, los críticos que no acordaban con esa postura tenían una aproximación rígida, parcial y no dialéctica de la lucha de liberación femenina, simplificando una cuestión sumamente compleja y contradictoria: por un lado, las mujeres están unidas por su condición de sexo oprimido y comparten la necesidad de deshacerse de las limitaciones que les impone la sociedad capitalista y machista. Al mismo tiempo, las mujeres se encuentran divididas según su estatus socioeconómico, lo que hace que tengan intereses divergentes y conflictivos entre sí (Reed 1971). De la misma forma que la comunidad negra debía llevar a cabo su lucha contra la supremacía blanca, así también las mujeres debían realizar la suya contra la supremacía machista. Eso es parte de las complejidades de la lucha de clases. El problema con la tendencia opositora es que “ven a las mujeres como un sector oprimido de la clase obrera pero no como un sexo oprimido – aunque muchas veces hemos explicado el concepto de “doble opresión”. Y debemos seguir luchando contra ambas formas de opresión” (Reed 1973, 6). De esta forma, Reed concluía que:
Ambos aspectos deben tenerse en cuenta hoy al pensar la segunda ola de la lucha de la liberación de la mujer. Los críticos, sin embargo, quieren restringir las filas del movimiento de liberación de las mujeres a las mujeres de la clase trabajadora que participan de la industria o pertenecen a nacionalidades oprimidas. Tienen poco interés o preocupación con otras categorías de trabajadoras, como personal de oficina y empleadas públicas, universitarias, profesionales y trabajadoras domésticas, todas ellas oprimidas en distintos niveles. Esto no es otra cosa que una postura sectaria escondida detrás de una máscara proletaria (Reed 1971, 6).
Comentarios finales
44El debate sobre el movimiento de liberación de las mujeres en el SWP fue parte de la discusión más amplia acerca del proceso de radicalización de importantes sectores de la sociedad estadounidense que se produjo entre las décadas de 1960 y 1970. Si bien ciertas cuestiones acerca de la opresión de la mujer fueron registradas en boletines de discusión previos (1969 y 1970), este debate llegó a su punto más álgido durante 1971, como bien lo muestran los documentos analizados, a partir de la delimitación clara de dos posturas políticas enfrentadas. Un dato no menor (y no casual para la época) es que simultáneamente al desarrollo de esta discusión, la cuestión de la caracterización y orientación política del movimiento de liberación homosexual acaparó casi en su totalidad las referencias en los boletines del año 1972, por lo cual podemos aventurar que implicó otro arduo debate en las filas del partido. En ese sentido, creemos que sería interesante para futuras investigaciones analizar de forma comparativa las interrelaciones y posiciones políticas con respecto a las feministas y al movimiento de liberación homosexual.
45Entre 1973 y 1975 los documentos sobre la liberación de la mujer reaparecieron, pero de manera aleatoria y esporádica. “Toward a Reevaluation of the Women’s Movement” (1975) intentaba de alguna manera hacer un balance de la participación del partido en el movimiento de liberación de las mujeres durante estos años, específicamente de su intervención en la “Women’s National Abortion Action Campaign” (WONAAC). En términos generales la conducción del SWP reafirmó su análisis de la Resolución del Comité Político de 1971, en la que se destacaba la importancia del movimiento de mujeres y sus demandas, a raíz de del “impacto radicalizador” que ha tenido el movimiento y su rapidez y alcance respecto a otras luchas de la época. Sin embargo, fueron autocríticos en cuanto a su participación tanto en el movimiento de mujeres como en la WONAAC, señalando que no se hizo tanto como “podríamos o deberíamos haber hecho” advirtiendo que habían perdido el liderazgo en la campaña por el aborto, lo cual tuvo efectos políticos en cuanto a la influencia del SWP dentro de la organización. En esa línea, se planteaba la tarea de generar vínculos con la mayor cantidad de grupos de mujeres que trabajaban por las demandas de clase y feministas. Se señalaba enfáticamente la importancia de la transformación de NOW, por ser el grupo con más presencia en la escena política del momento. Si bien la organización habría comenzado siendo elitista y teniendo una visión limitada de las demandas feministas, fue central su cambio de carácter a partir de la construcción de un grupo de trabajo que tenía el objetivo de discutir sobre las "Implicaciones del feminismo para el sistema económico estadounidense" y la compatibilidad de las demandas feministas con la economía capitalista (Shaw 1975, 16). Asimismo, la composición de sus integrantes se había modificado, contando ahora con estudiantes, amas de casa y trabajadoras de otras ramas, lo que les permitió ampliar sus tácticas más allá del mero “cabildeo”. A pesar de las vinculaciones de esta organización con los partidos capitalistas, se veía una fuerte radicalización en su interior a raíz de las demandas que exigían. Estas cuestiones eran claves para justificar el trabajo en coaliciones con NOW, sobre todo porque la sociedad las identificaba como la organización líder del movimiento de mujeres (Shaw 1975, 20).
46Por su parte, la facción agrupada en torno al documento “For a Proletarian Orientation” fue expulsada del SWP en 1974. De acuerdo a Sheppard (2012), el grupo había comenzado a actuar de manera independiente en los lugares donde el partido tenía inserción con su propia línea política y se dirimía entre la escisión o el entrismo dentro del SWP. Las críticas de esta tendencia a la dirección no se agotaban en el debate sobre el feminismo, sino que ambas fueron parte de una disputa mayor en la IV Internacional que involucraba la discusión sobre los procesos revolucionarios latinoamericanos y la lucha armada, la radicalización de la juventud en Europa y cuál era el rol de la clase trabajadora en esa etapa histórica (Sheppard 2012, 43-52).
47A partir de la trayectoria, las reflexiones políticas y la influencia de las feministas de los ‘60 y ‘70 es que se comenzó a teorizar acerca de las relaciones entre género y clase, capitalismo y patriarcado. Estos debates no fueron ajenos a la izquierda, y en particular al marxismo, como se puede apreciar en la discusión del SWP aquí planteada. La reemergencia en la escena política de las feministas como un actor protagónico de esa época implicó para los trotskistas norteamericanos revisitar los postulados clásicos del marxismo sobre el tema como guía para la práctica política. En ese sentido rescataron los aportes de Evelyn Reed como una referente que fue invocada en el curso del debate para refrendar las bases sobre las cuales la organización debía actuar.
48Una característica de las feministas de la llamada “Segunda Ola” fue el desarrollo de esfuerzos teóricos para comprender la opresión y las estrategias de emancipación de las mujeres en viva relación con los movimientos políticos y sociales de su época. Como afirma Arruzza:
Buscando de tanto en tanto ofrecer respuestas a los problemas que eran planteados por las luchas y los procesos de subjetivización de las mujeres, las pensadoras feministas han ofrecido respuestas muy divergentes a la cuestión de la relación entre género y clase y entre patriarcado y capitalismo. Se ha intentado interpretar el género utilizando los instrumentos de la crítica de la economía política, hacer de la opresión de género una extensión de la relación de explotación entre capital y fuerza de trabajo, o bien leer las relaciones entre hombre y mujer en términos de antagonismo de clase, o aún de afirmar la prioridad de la opresión patriarcal respecto a la explotación capitalista. Se ha intentado interpretar la relación entre capitalismo y patriarcado en términos de interrelación entre dos sistemas autónomos y, al contrario, leer el modo en el que el capitalismo ha subsumido y profundamente modificado la opresión patriarcal (Arruzza 2015, 19 – 20).
49Desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX las relaciones entre los movimientos feministas y las organizaciones de izquierda de la clase trabajadora han pasado por distintos estadios de articulación y conflicto. La década de 1970 atestiguó varios casos de vinculación entre militantes partidarias y feministas, que muchas veces realizaban una “doble militancia” (en sus agrupaciones políticas y en los movimientos feministas) como fue el caso de las militantes trotskistas del SWP. De forma similar, la política del Partido Socialista de los Trabajadores (miembro de la IV Internacional) en Argentina y la conformación de una activa militancia feminista por medio del grupo “Muchacha” es otro ejemplo de esa articulación. Esta agrupación contaba inicialmente con cierta autonomía respecto de la dirección de sus partido y se mantenía en contacto con los grupos feministas locales, con quienes compartían las actividades de la agenda de militancia feminista local (Trebisacce 2013, 441).
50La dirección SWP identificó un momento clave en la lucha de clases de los Estados Unidos en la cual los movimientos radicalizados estaban interpelados por las diversas dinámicas de opresión de las relaciones capitalistas. La inserción del partido en dichas luchas era considerada necesaria y urgente ante la radicalización social y la profundización de las contradicciones del sistema capitalista norteamericano, que se creía que podría conducir a una inminente situación pre-revolucionaria. No obstante, la discusión implicó debates más profundos no sólo en el partido, sino en toda la IV Internacional en torno al sujeto y el carácter de la revolución socialista. Lejos de ser un tema resuelto, la pregunta por el sujeto revolucionario y el papel de la mujer en la revolución socialista hoy cobra renovada importancia.
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Referencias
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Notes de bas de page
68 Evelyn Reed no fue la primera militante trotskista que se interesó por la “cuestión de la mujer”. Durante las décadas de 1920 y 1930 la doctora en medicina de origen ruso, Antoinette Konikow (1869-1946), se destacó por su trabajo y militancia por la promoción del control de la natalidad, dedicando sus escritos a la orientación de los médicos para proporcionar medidas anticonceptivas para las mujeres. Expulsada del Partido Comunista de los Estados Unidos en 1928, fue parte de la generación fundadora del Socialist Workers Party. Si bien su militancia en las filas del trotskismo resultó breve, al fallecer en 1946, sus escritos sobre la condición de doble explotación femenina fueron publicados en las revistas Socialist Appeal y The Militant y su trayectoria política era reconocida por el SWP. A diferencia de Evelyn Reed, Konikow no desarrolló un trabajo teórico sistemático que analizara la opresión de las mujeres en el capitalismo desde el punto de vista marxista, y sus aportes no fueron retomados en los debates que son el objeto de este capítulo. La obra de Antoinette Konikow se encuentra digitalizada en Marxist Internet Archive (MIA): https://www.marxists.org/history/etol/writers/konikow/index.htm
69 La Organización Nacional de Mujeres (National Organization for Women) es una de las principales organizaciones feministas en Estados Unidos y una de las más antiguas al ser fundada en 1966.
70 Ver el capítulo uno de este volumen “Marxismo y feminismo: El Partido Socialdemócrata de Alemania y la Internacional de Mujeres Socialistas” de Cintia Frencia y Daniel Gaido.
71 “Toward A Mass Feminist Party, Resolution on the Feminist Movement”, Sudie & Geb (SWP Discussion Bulletin Vol. 29, No. 7, May, 1971).
Auteurs
Profesora y estudiante avanzada de la Licenciatura en Historia en la Universidad Nacional de Córdoba y Ayudante alumna de la Cátedra de Contemporánea (FFyH, UNC) desde 2017.
Licenciada en Historia y becaria doctoral del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), miembro del Programa de Historia Contemporánea (siglos XIX y XX) del Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS) (CONICET-Universidad Nacional de Córdoba). Su investigación doctoral se centra en el estudio de la IV Internacional en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, principalmente en Francia. Ha publicado varios artículos sobre el tema en Estados Unidos, Brasil y Gran Bretaña, entre ellos: “Strategy and Tactics in a Revolutionary Period: U.S. Trotskyism and the European Revolution, (1943- 1946)”, Science & Society, Vol. 78, Nº 4, 2014 (en coautoría con Daniel Gaido); “Revolución o liberación: una aproximación a la cuestión nacional europea durante la Segunda Guerra Mundial (1941 – 1945)”, Diálogos - Revista do Departamento de História e do Programa de Pós-Graduação em História, vol. 21, núm. 3, 2017; “The Fourth International and the Debate on the National Question in Europe (1941–1946)”, Critique, 46: 2, (2018).

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