El modo de producción dominante en el virreinato del Río de la Plata ¿Un debate abierto?
p. 267-290
Texte intégral
Pese a Gunder Frank o Wallerstein, la colonización española no es capitalista; es feudal: de arriba abajo, concesiones de bienes y de almas, de abajo arriba, fidelidad de vasallos y pago del quinto
Pierre Vilar
I. Introducción
1El objetivo de este trabajo es presentar una exposición sintética sobre los resultados de nuestros estudios sobre la campaña bonaerense colonial en los años previos a la revolución independentista estallada en 1810.710
2Dichas investigaciones estuvieron guiadas por el principio marxista –componente esencial del concepto de modo de producción- de indagar acerca de las modalidades de extracción del plustrabajo / plusproducto de los productores directos de la época por parte de los propietarios de las condiciones de producción, las cuales entregan (de acuerdo con nuestro marco teórico) las notas más características del tipo de sociedad en cuestión.
3Esquemáticamente los puntos a tratar son los siguientes: a) las características de “la oferta” de fuerza de trabajo; b) el tipo de demanda de mano de obra; c) caracterización de las principales relaciones de producción; d) inexistencia de un modo de producción capitalista.
4Cabe destacar que la línea de trabajo que expresamos formó parte de los debates académicos -que tuvieron en Argentina su cuarto de hora entre 1985 y 2001- sobre la economía y sociedad asentadas en las praderas rioplatenses hacia fines del siglo XVIII, constituyéndose en una de las vertientes del movimiento de renovación historiográfica que se desplegó por esos años en el país.
5Lamentablemente, el carácter predominantemente marxista del aporte y la actitud crítica respecto al orden social colonial (y tal vez también al presente neoliberal de esos años) no facilitó su difusión, obturada por quienes constituyeron el núcleo dominante de la “nueva historiografía”, que prefirieron consagrar una oposición entre historia tradicional y visión renovadora, antes que entre historia oficial y contrahistorias de carácter popular, las cuales –aquí valdría la distinción- poseen formatos y versiones tradicionales y renovadoras.
6Un buen ejemplo de los prejuicios y rechazos que deben afrontar líneas de investigación como la que expresamos, que por otra parte nos permite alejarnos del debate parroquial, es la crítica que oportunamente realizara un catedrático del Instituto Universitario Ortega y Gasset a un libro colectivo en el que participamos sobre la economía y sociedad asentadas en las praderas rioplatenses hacia fines del siglo XVIII.711
7Véanse algunos de sus juicios “críticos”, útiles para reflexionar sobre el respeto a quienes piensan distinto –y que cumplen con exceso todas las reglas del juego académico-, pluralismo, democracia y otros valores reivindicados en muchos casos sólo de la boca para afuera: “El problema de estos trabajos es que tratan de llevar el debate a un terreno, si no espurio (sic), al menos muy poco fructífero y ya obsoleto, como es la polémica sobre el ‘modo de producción feudal’ en América Latina”.712
8O sea que para algunos historiadores resulta que es algo anticuado tratar de determinar los diferentes tipos de sociedad que han existido, en particular en términos de modo de producción, lo cual –dicho sea de paso- transformaría en obsoleto al propio “Congreso Internacional Modos de Producción…”, que nos convoca a publicar este artículo.
9No hace falta hacer la hermenéutica de la crítica puesto que esta es explícita: “El esquema de todo el andamiaje es el clásico: base económica y superestructura político-ideológica del marxismo-leninismo. De hecho, se explícita que la noción de clase es la singularmente economicista esbozada por el propio Lenin…”.713 Está claro que de ningún modo la adhesión a determinado marco teórico garantiza en lo más mínimo la eficacia de los resultados de la investigación histórica, pero al menos quienes la realizan aspiran, creemos, a lograr lo contrario de lo que el crítico propone, que pareciera ser la incoherencia: “el trabajo presenta una gran coherencia interna en los aspectos teórico- metodológicos. Esta opción por la coherencia se convierte en una propuesta lo suficientemente rígida…”.714 Suficiente como muestra y ejemplo.
10¡Cuántas solicitudes de publicación, becas, viajes, cargos, etc. han sido denegadas por los mandarines de la historia! Aquí y allá, aduciendo esa letanía finalmente reaccionaria de “marcos teóricos rígidos”, “planteos esquemáticos”, “visiones tradicionales”, y en nombre de que “todo es más complejo”, lo suficiente como para que al fin todos los gatos sean pardos. “Hasta hoy habíamos creído… ahora sabemos…”, ese ha sido el marketing historiográfico, al menos en Argentina, de quienes, en última instancia, lo que acabaron haciendo fue criticar las críticas que el atraso, la dependencia, la opresión y explotación de las mayorías sociales, habían cosechado hasta que fueron acalladas por la feroz dictadura instaurada en 1976.
11Pero mejor, volvamos a la -brevísima- exposición de los resultados de nuestras investigaciones. No sin antes remarcar, pese a no ser objeto de tratamiento puntual en estas notas, que indagamos acerca de relaciones sociales al interior de una colonia – con la madeja de complejidades que ello agrega al análisis-, donde a efectos de su dominio y explotación juega un papel superlativo el capital comercial, emisario de la economía metropolitana. Asimismo, enfatizamos que junto al fenómeno de los vínculos de dependencia personal que sujetaron al campesinado -expresión dominante de las relaciones de producción-, deben considerarse tanto el papel de la esclavitud como de otras formas de ligazón social subordinadas a las principales.
II. La “oferta” de fuerza de trabajo en la campaña virreinal bonaerense
12Este título, anacrónico, pero seguramente comprensible, remite a una de las preguntas fundamentales para el análisis del tiempo, lugar y circunstancias concernidas: ¿existía o se estaba formando una mano de obra libre? Sin duda no, por lo menos antes de 1810.
13Más adelante nos referiremos al papel de la coacción extraeconómica como factor estructurante y reglador de buena parte de las relaciones de producción, y también como argamasa del orden social determinado por el dominio y la explotación colonial, todo lo cual se asocia con la libertad individual –la de la “libertad, igualdad y fraternidad”- en tanto primer requisito de una mano de obra libre, y su cuasi nula vigencia en tiempos virreinales.
14Por su parte, la segunda y fundamental condición para identificar a determinados individuos en calidad de proletarios – sin los cuales no es pensable el capitalismo- es que se hallen libres, desembarazados, separados, expropiados, de la posibilidad de reproducir su existencia en forma autónoma. Es decir, privados de medios de producción y del acceso directo a medios de subsistencia. Nada de esto se verificaba en la campaña bonaerense en el parteaguas de los siglos XVIII y XIX.
15Como hemos coincidido la mayoría de los historiadores del período, en dicho sitio la mayor parte de la población rural – ciertamente poco numerosa- debe ser calificada de campesina, en general pequeños productores agrícolas y/o pecuarios. Salvo a unos pocos, la propiedad de la tierra les estaba vedada pero no el acceso a ella, que podía ser más o menos ilegal, pero efectivo. Téngase en cuenta que en Buenos Aires virreinal existía una campaña hasta la lábil frontera con los pueblos indígenas de aproximadamente 4 millones de hectáreas; cientos de miles de vacunos y ovejas –muchas sin marca, o de marcas “desconocidas”- dispersos en campos sin alambrados ni cercos, con secas que impulsaban la búsqueda de ríos y arroyos a veces lejanos; y una población rural que se coincide en estimar en no más de 40.000 habitantes, con sus ranchos precarios y móviles, sus medios de producción esenciales (caballos, lazos, cuchillos, instrumentos de madera o hueso aptos para la siembra), algunos animales y una que otra fanega de trigo producto de siembras de diferentes escalas y características de acuerdo con la heterogeneidad de los tipos campesinos. Todo lo cual constituye una realidad largamente constatada por numerosas fuentes documentales, tanto “tradicionales” o clásicas, como “renovadoras”.
16Esta campaña estaba surcada, generando un tráfico mercantil –de nuevo, dudosamente legal y generalmente ilegal-, por pulperos ambulantes, buhoneros y cambalacheros, siempre listos a proveer diversos artículos –yerba, tabaco, alcohol, ají, ropa, cuchillos y poco más- a cambio de cueros vacunos, pieles de tigre, plumas de avestruz, trigo y otros productos al alcance de los campesinos. Tal vez para la mentalidad de un lector europeo este cuadro resulte raro, pero en Buenos Aires hacia 1860 todavía el consumo de carne y los saladeros daban cuenta de menos de la mitad de la carne que quedaba disponible tras la faena de extracción de cueros para exportación.
17En este contexto, siendo sabido que los “salarios” coloniales – que preferimos denominar estipendios de apariencia salarial medidos en dinero- se abonaban mayoritariamente “en especie” – los mismos artículos que se indicaron más arriba-, resulta ilustrativo comprobar, como lo señalara alguna vez Carlos Mayo, el porcentaje menor de la remuneración percibido en metálico era utilizado para apostar en los juegos de bolos, carreras cuadreras y otros usos distantes de asociarse con la reproducción de la existencia.715
18En suma, las condiciones materiales objetivas de producción y reproducción de la vida en la campaña rioplatense no generaban espontáneamente una oferta de mano de obra –no existían proletarios ni se estaba gestando una clase de personas de este tipo- que se compadeciese con las necesidades de fuerza de trabajo ajena requerida por la producción, digamos, oficial –para distinguirla de las formas autosuficientes del campesinado disperso en la campaña-, puesto que la gran mayoría de los potenciales jornaleros encontraban en los campos condiciones precarias pero suficientes para obtener, acaso con alguna mengua, los mismos productos con que serían retribuidos sus conchabos.
III. La demanda de fuerza de trabajo que genera… campesinos
19Vistas las características de los productores directos campesinos, a los cuales sumamos el rol secundario en la producción rural ejercido por los esclavos –es decir quienes podían dar vida a una “oferta” de fuerza de trabajo-, analizamos ahora que tipo de unidades de producción se beneficiaban mediante la “demanda” –explotación- de mano de obra de terceros.
20En primer lugar, las chacras, cuando la superficie que cultivan y/o la debilidad numérica del grupo doméstico que las explota requiere trabajo suplementario para levantar las cosechas bonaerenses de trigo –unas 100.000 fanegas anuales-, cuyo éxito constituía una de las preocupaciones prioritarias del cabildo porteño y del poder virreinal. Lo cual resulta bien reflejado por reiterados bandos de gobierno ordenando “que cesen todas las obras que hubiera en esta ciudad y los obrajes de ladrillo y teja, como también se cierren todas las canchas hasta acabada la siega y que todos los peones que se ocupan en esto y otro ministerio, como también los negros, indios y mulatos libres salgan a las chacras a conchabarse para la recogida de trigos”, previéndose, para los remisos, penas de 200 azotes y diez años de destierro.716
21En segundo término, las estancias. En el caso frecuente que en su seno se desarrollaran labranzas valen las observaciones anteriores; mientras que tratándose de las labores específicamente pecuarias se requerían trabajadores para faenar, preparar cueros, marcar, capar, parar rodeo, y otras tareas concurrentes. Esta demanda de mano de obra comprendía un contingente pequeño de peones permanentes, entre los cuales los esclavos solían cumplir labores de mayordomos, y un número mayor de zafrales, abocados a las tareas mencionadas, fuertemente estacionales.717
22O sea, y esto resulta clave para la interpretación histórica del problema del tipo de sociedad que estudiamos, que la “demanda” oficial de fuerza de trabajo proveniente de los establecimientos agropecuarios legalmente formalizados y aceptados, constituía un requerimiento esencialmente temporario, cuyo calendario abarcaba menos de la mitad del año ( “me conchabo sólo cuando hay trabajo, declaraba un sumariado por vagancia”).718 Sobre esta base, se puede afirmar que existía una contradicción insuperable entre el tipo de demanda laboral y la proletarización de los provisorios e inestables peones. Más exactamente, la explotación por parte de estancias y chacras de la mano de obra rural imponía - o resultaba consistente- como condición de su éxito la condición campesina, la subsistencia autosuficiente, de quienes deberían transformarse en su mano de obra sólo en períodos puntuales y acotados de tiempo. La “demanda” de fuerza de trabajo en la campaña bonaerense colonial, definitivamente, no proletarizaba a la población rural, sino todo lo contrario; potenciándose su capacidad performativa por operar en un territorio donde no existía todavía otra producción comparable a la ganadera y agrícola.
23En el Buenos Aires colonial la gran mayoría de los peones rurales no son permanentes. Todas las contabilidades que se conservan muestran ciclos laborales muy breves (días), breves (pocos meses) y, en menor proporción, algo más extendidos. Son requeridos para tareas puntuales y acotadas en el tiempo, esencialmente cosecha y yerra.
24Por otra parte, cuando un jornalero permanecía estable en una unidad productiva, tendía a perder dicha condición integrándose a un grupo doméstico, apareciendo retratado en los censos como peón o agregado,719 sin perjuicio de la tendencia a encubrir al agregado bajo el rótulo de "peón", lo cual resultaba políticamente más aceptado.
25Como se desprende de los argumentos expuestos, la masa de jornaleros estacionales aún imaginándolos fantasiosamente deseosos de conchabarse -por las razones que fuere- sólo eran requeridos por los propietarios de las condiciones legales de producción en virtud de un calendario de faenas reducido a unos pocos meses al año. Entonces, ¿de qué viven cuando no están empleados por terceros?; ¿dónde viven?; ¿con quién viven?
26Si fueran “proletarios” -como sugiriera, a nuestro juicio equivocadamente, Jorge Gelman-720, a la primera pregunta podría responderse que del ahorro de una parte de los “salarios” que han cobrado al conchabarse. Si esta posibilidad es desechada por razones de sentido común, y la mendicidad no ocupa un lugar significativo en escala social, deberá concluirse que vuelven a su “laboratorio natural”, o sea a instalarse en la tierra como productores directos campesinos.
27Esto es a ejercer en plenitud su condición de campesinos pobres, que ocupan tierras realengas, ajenas, sin dueño conocido, en disputa, de familiares, se agregan, o eventualmente se acomodan a la imposición de un arriendo regularmente efímero.
IV. Compulsión extraeconómica, orden social y peonaje obligatorio
28Utilizando el concepto de modo de producción como guía para la investigación histórica, puestos a caracterizar una determinada sociedad –en este caso la campaña bonaerense virreinal- concentramos el análisis en la caracterización de las principales relaciones sociales de producción allí vigentes, basándonos en la tesis de que “lo que distingue unos de otros los tipos económicos de sociedad es la forma en que el plustrabajo es arrancado al productor directo”.721
29Disponemos para esta tarea de un punto de partida sólido, referido en las páginas anteriores: la inexistencia de “mano de obra libre”, lo cual puede ser formulado también en términos de la ausencia de una presión económica directa –la que surge de la falta de alimento, vivienda y vestuario- para que unas personas deban vender su fuerza de trabajo a otras.722 No hay “oferta” por parte de proletarios, ni “demanda” que requiera de tal tipo social. Y sin embargo miles de individuos se “conchababan” para recoger cosechas y operar con el ganado vacuno. La pregunta –y el tema y los problemas que concita- es obvia: ¿por qué razón lo hacían?
30Consideremos dos planos de la realidad a los que observamos en su interacción. Uno, el nivel productivo, la estructura económica y social de la producción, donde se definen objetivamente los distintos tipos de sujetos sociales, especialmente las diferentes categorías de campesinos. El otro, el nivel jurídico-político e ideológico, básicamente la ley colonial y la acción estatal que reflejan aquellas condiciones socioeconómicas tanto como procuran encauzarlas con arreglo a su concepción del orden necesario y deseable.
31La contradicción entre una demanda estacional considerable y la oferta de mano de obra insuficiente es principalmente un fenómeno originado en las condiciones específicas del que hemos denominado nivel productivo. La resolución, siempre parcial y temporaria, de esta contradicción se procuró -desde el poder colonial y la elite local- mediante la acción integral del nivel superestructural sobre los productores directos.
32Este recurso no sólo va a resultar decisivo respecto a la explotación de la mano de obra campesina, sino que también operaría a efectos de sostener el orden virreinal en un medio rural fuertemente “desarreglado” por factores tales como fronteras abiertas, amenaza indígena, insuficiente asentamiento del derecho de propiedad sobre tierra y ganado, comercio clandestino, medios de producción y subsistencia al alcance de casi todos.723
33De esta manera, la compulsión extraeconómica,724 esencialmente estatal, garantiza tanto el hecho básico de la dependencia colonial, como determina y fija las modalidades fundamentales de extracción del plustrabajo campesino.
34En este sentido, resultó clave la cuasi ilegalidad con que se consideraría a la mayor parte de la población rural –criollos pobres, mestizos, mulatos y otras castas-, sin propiedad legal de tierras, siendo los calificativos de vagos, mal entretenidos, malos vecinos, holgazanes, jugadores, quimeristas, amancebados, cuatreros, perjudiciales, etc, algunas de las figuras con que la justicia colonial los caracteriza y discrimina, potenciando la inestabilidad de sus condiciones de producción y por ende de vida.
35Sobre esta base se estableció la principal relación de producción en base a la cual se desarrollaron la agricultura y la ganadería virreinales: el peonaje obligatorio, nombre que damos al vínculo social mediante el cual las capas más humildes y oprimidas del campesinado debían transformarse temporariamente en jornaleros, por obligación basada en la fuerza, ya fuera el castigo físico, el imperativo de la ley, la costumbre surgida de internalizar las pautas del orden social, y otras expresiones mediante las que podía materializarse la coerción extraeconómica. Así se enfrentaba desde el poder la paradoja de que en la campaña “sobraban hombres y faltaban brazos”. Como afirmó el virrey Loreto: “redoblé el celo sobre la gente vaga, muy seguro que el número de hombres que esta vigilancia convertiría en aplicados, a lo menos por algún tiempo, llevaría peones al trabajo”.725 De este modo, suponiendo “vagos” a quienes -por no resultarles necesario para el desarrollo de su existencia- no se sometían a las necesidades de los propietarios de las condiciones legales de producción, se procuraba establecer y sostener por la fuerza la obligación de “trabajar” -de rendir plustrabajo/plusproductopara terceros.726
36En consonancia con lo anticipado respecto a la aspiración de imponer un cierto orden social rural, otro objetivo de la actitud represiva sobre el pobrerío de la campaña (recordar que estancias y chacras lo requerían sólo estacionalmente) apuntó a constituirlo en "gente arreglada y aplicada al trabajo y cuidado de sus familias", para que se conserven en sus casas "con orden y religiosidad", legalizando su instalación en la tierra a través del arrendamiento forzoso (otra forma de rendición del plustrabajo campesino), para realizar algunas sementeras combinadas o no con la posesión de algún ganado, según lo establecía "el estilo de la campaña", especialmente en los sitios de antiguo poblamiento.
37Ahora bien, ¿qué significa "arreglada y aplicada al trabajo”? Sin duda varias cosas. Entre ellas el funcionamiento de sus pequeñas explotaciones como reserva de mano de obra para los terratenientes y campesinos acomodados de la zona, y también –y muy importante- que para estos campesinos "vivir con orden y religiosidad" implicara no competir por el control del ganado con los "verdaderos" hacendados –que controlaban la policía y justicia inmediata en los campos-,727 ni favorecer la instalación o el agregamiento en sus terrenos de otros campesinos sin domicilio ni ocupación conocida, considerados como una amenaza para los intereses de la elite local, y una anomalía -extendida por cierto- en el orden social colonial.
38En este escenario se manifestó la existencia de una tensión permanente, de un tono de conflictividad originado en la contradicción entre la necesidad de disponer de mano de obra eventual y la habitualmente considerada "mala vecindad" de quienes resultaban los potenciales jornaleros, la cual se resolvía mediante el ejercicio del heterogéneo repertorio de la coacción extraeconómica, aun cuando no resultaban infrecuentes picos de "descontrol" social, estimulados por las favorables condiciones que para ello ofrecía una campaña vasta y despoblada (menos de un habitante por kilómetro cuadrado).
V. Transformar hombres en brazos: la persecución del campesinado autosuficiente
39Producto de la recopilación y análisis que realizamos de las fuentes judiciales referidas a la campaña bonaerense colonial disponemos de una serie de casos que nos permiten ilustrar el tipo de relación a la cual hacemos referencia.728
40Las acciones que se imputaban de modo más generalizado como delitos eran las de “robo de ganado”, “vagancia” y “ociosidad”, anotándose también en los sumarios una serie de acusaciones referidas a otras conductas consideradas ilegales –sin dudas de muy difícil determinación-, tales como las de “mal entretenido”, “irreligioso”, “alborotador”, “quimerista”, “perjudicial para el vecindario”, etc.; que más allá de ser “probadas” o no, y de la imprecisión de las supuestas figuras delictivas, constituían cargos que generalmente se iban acumulando a medida que avanzaba la causa judicial.
41Cabe señalar que las fuentes judiciales muestran que la persecución del delito de vagancia se desarrolla de modo sistemático y regular en la campaña bonaerense tardo colonial. Así por ejemplo, el capitán de milicias de caballería y alguacil mayor de la villa de Luján, Bernardo Miranda, juez comisionado por el virrey Arredondo con la función de recorrer los campos para prender “vagos y ladrones”, y de vasta actuación en esta tarea, explica en el sumario seguido contra uno de los hombre que apresara en marzo de 1792, haber procedido “de acuerdo a la superior orden del virrey”, quien lo designó “para la persecución de hombres vagos y mal entretenidos y de causas criminales, a fin de que se limpien las campañas de hombres de tan mala naturaleza, y que éstos no pueden ser de ningún producto útil en los lugares donde transitan o tienen su paraderos”, alegando asimismo el juez comisionado que cuenta con los “soldados precisos para el desempeño de esta obligación”.729
42La acuciante necesidad de “manos trabajadoras” condujo también a formas represivas extrajudiciales de provisión de brazos, que, al eludir el papeleo de los procesos formales, resultaron sin duda más extendidas que aquellas que quedaron documentadas. Así, por ejemplo, en expedientes judiciales de Real Audiencia, encontramos una mención a presos encadenados que son reclutados como mano de obra sin causa previa
“porque el Gobernador Intendente de acuerdo con el superior gobierno comisionó al Teniente de Dragones y al Capitán de Milicias para prender vagos y viciosos (…) con el interesante y beneficioso objeto de aumentar el corto número de que constaba, y facilitar al pueblo el auxilio de que tanto necesita en la multiplicación de manos trabajadoras y para no detener este alivio con las formalidades de justicia ni ocupar los juzgados con la multitud de causas que producía la general recolección de vagos… ”730
43Otro aspecto relevante que emerge de los documentos es la naturaleza socioeconómica de quienes son blanco de la persecución judicial. En un bando de 1788 dictado por el cabildo de Buenos Aires puede leerse lo siguiente:
“Que siendo notorio que en las vastas campañas de esta ciudad hay muchos que se llaman agregados que, más bien merecen el concepto de ociosos y vagos, se pondrá toda atención y cuidado para que éstos en cumplimiento de lo mandado sean los primeros que se junten para la matanza de perros cimarrones; y en el caso que lo rehúsen o repugnen usando de las amplias facultades procederán a su arresto o remisión a esta cárcel… ”731
44Aquí queda claramente instalada la presunción de ilegalidad y el delito de “ociosidad” en una parte de la población de la campaña bonaerense colonial, aquellos que –como veremos más adelante- “se llaman agregados”. Y aquí son en definitiva las autoridades estatales locales, que controlan los órganos de policía y justicia rural inmediata, las que determinan cuándo y quiénes entre estos pobladores rurales -declarados de antemano ilegales-dejarán de ser medianamente tolerados para convertirse en víctimas de la represión legal. En esta dirección, los censos y padrones de población ordenados por las autoridades coloniales solían consignar la información que permitía distinguir entre los pobladores censados en la campaña su condición de “hombre de bien”, o por el contrario, “perjudicial”, o “de mal proceder”, encontrándose el caso, de una mujer que, según el aparentemente sorprendido censista, “aunque pobre”, también era considerada “buena”.732 Esta vinculación entre pobreza y “mal proceder” – básicamente ser productores directos autosuficientes- hacía a este segmento de los pobladores rurales el blanco preferido de la compulsión extraeconómica.
45También en los expedientes judiciales iniciados en virtud de delitos de vagancia y robo de ganados es posible obtener, a partir de la declaración de los acusados, información acerca del carácter campesino de las personas que se conchaban como peones en chacras y estancias, vale decir de las condiciones que éstos disponen –más o menos fluidas, más o menos legales o ilegales-de acceder a la apropiación directa de medios de producción y subsistencia. Así encontramos, por mencionar algunos ejemplos ilustrativos, que Francisco Carrizo, acusado de cuatrero y de “no tener ejercicio alguno”, declarando estar conchabado al momento de ser apresado, menciona asimismo ser propietario de ganado, agregando haber estado preso anteriormente.733 A este peón y campesino ¿lo habrá impulsado al conchabo su prisión anterior? O al declarar, requerido por sus captores, aduce encontrarse bajo peonaje como modo de defensa y atendiendo al “deber ser” que le impone a un pobre de la campaña el orden social dominante.
46También Juan Inocencio Alfonso, apresado por “vago”, declara que “se ha dedicado a conchabarse de peón” y a cuidar a unos “pocos animales” de su marca.734
47Juan Calixto Albares, acusado de cuatrero y de tener por “único ejercicio el hacer daño a las haciendas de los vecinos” declara conchabarse en “cualquier trabajo en el que se le ocupe” y mantenerse asimismo de ser labrador, de ganado propio, y de las ovejas de su padre.735
48Alberto Medina, del pago de Areco, acusado de matar y vender vacas del mayor y más reconocido terrateniente del partido, al preguntársele sobre su oficio dice haberse empleado de peón para recoger maíz, volviendo luego a tierras de su tío donde regularmente reside.736
49Silvestre Melo, apresado por matar ganado ajeno, también dijo que su oficio es el de peón (estaba conchabado en casa de quien lo acusó); y al solicitársele conteste sobre “qué animales o bienes tiene para mantenerse” respondió poseer “veintitantos” animales propios.737
50Similares a éstas son las declaraciones de José Feliciano López y Rafael López, acusados de cuatreros, y Esteban Báez, apresado por “vago y mal entretenido”. Todos ellos declaran ser peones además de tener ganado propio.738
51Por último, para mencionar un par más de los muchos casos de “reos” que diciendo emplearse como peones exponen a su vez las diversas formas de su subsistencia campesina (especialmente labranzas y/o ganados propios o de familiares), encontramos los expedientes judiciales de dos hombres acusados de no conchabarse, o de hacerlo sólo para la siega, además de imputárseles el robo de ganado y la venta ilegal de sebo y grasa. Mientras uno de ellos acepta ocuparse de peón solamente para la siega, el otro alega hacerlo “de continuo” (está claro que ese argumento es su única defensa posible), pero ambos mencionan proveerse de sustento gracias a la majada de ovejas y a los vacunos que poseen miembros de su familia.739
52En suma, los expedientes iniciados contra los acusados de vagancia y robo de ganados informan elocuentemente sobre el papel que cumple la justicia rural colonial en la provisión de brazos para las tareas agrarias, ayudándonos a identificar la razón/obligación que suele impulsar a quienes no necesitan trabajar para otros disponiendo de condiciones para reproducir lo esencial de su existencia como campesinos.
53Así vemos por ejemplo, que una acción judicial que se iniciaba con una detención y el correspondiente sumario en el cual se imputaba al acusado el delito de ser “vago, mal entretenido, jugador (…) entregado al ocio y a todo lo malo”740 (acusación que se repite casi textualmente en la gran mayoría de los expedientes revisados), de prosperar el auto judicial significaba -más allá de la prueba o no del “delito” cometido- ser trasladado a la Real Cárcel de Buenos Aires, esperar preso la indagatoria, y en el mejor de los casos, de ser sobreseído, pasar al menos dos o tres meses de prisión; y siendo culpable, no menos de cinco meses. Así, es razonable concluir que esta perspectiva indujo a muchos “vagos”, junto a otras razones, a contratarse como peones, al menos en los momentos que, tal cual señalaban las autoridades coloniales, aumentaba el “celo sobre la gente vaga” que “a lo menos por algún tiempo llevaría peones al trabajo”.
54Complementariamente, las fuentes judiciales testimonian numerosos casos en los cuales las personas detenidas, aún antes de iniciárseles el correspondiente sumario, son entregadas para trabajar en algún establecimiento rural. Así, a Bernardino Correa, luego de atraparlo por “ocioso”, el alcalde de hermandad de la jurisdicción de Arroyo del Medio lo entregó a un reconocido terrateniente de la zona, que se lo había “pedido por escrito” para que trabajase en su estancia como peón.741 Y Pablo Quiñones, luego de trabajar como reo cuatro meses “encadenado” en las obras de la catedral de la ciudad, fue “entregado” a un hombre para que lo tuviese conchabado.742 Otro acusado de vagancia declara que el alcalde que lo apresó lo tuvo en su casa trabajando para él durante cinco meses.743
VI. Otras formas de subordinación campesina: arrendatarios forzosos y agregados
55Para los campesinos pobres que habitaban la campaña de antigua colonización –una franja de unos 50 kilómetros de profundidad contados desde los ríos Paraná y de La Plata-, a quienes se les negaba la propiedad del suelo y no podían o querían instalarse en los terrenos realengos inmediatos a la frontera con el indio, ni poblarse de hecho insegura o ilegalmente, el arrendamiento y el agregamiento resultan forzosos, debido a la presencia de “señores del suelo” –epocalmente hacendados-744, que para permitirle al productor directo laborar la obtención de su subsistencia le imponían un pago en especie o realizar prestaciones, convirtiéndolos en obligados “feudatarios” forzados a entregar plustrabajo / plusproducto.
56Estos procedimientos no pueden calificarse sino como una extracción coactiva de renta al grupo campesino (familiar, extendido, etc.) por parte del terrateniente.745 Dicha relación de producción, específica y distinta del peonaje, resulta al igual que éste un producto del ejercicio de la compulsión extraeconómica sobre los productores directos, y se sustenta en la vigencia de la gran propiedad y los latifundios. Así, nociones como “el estilo de la campaña” o “el estilo del país”, reiteradas en las fuentes coloniales, aluden a la existencia de tierras de señorío –es decir aquellas que habiendo sido realengas pasaron a dominio particular por mercedes, composiciones y subastas-, en las cuales, cuando esto era posible, el asentamiento campesino debía tributar forzosamente al terrateniente una cantidad de semilla igual a la sembrada, cualquiera fuera el resultado de la cosecha.746 Es decir que “el estilo” predominante era feudar a los propietarios del suelo, razón por la cual se reitera en los documentos de la época la mención a la existencia de “tierras de semilla” –donde es forzoso tributar arrendamiento-, diferenciándolas de las “realengas”, es decir aquellas que todavía no han pasado a dominio particular y continúan en poder de la corona.
57Junto a las relaciones sociales del peonaje obligatorio y el arrendamiento forzoso, a través de las cuales los propietarios de las condiciones de producción extraían plustrabajo / plusproducto campesino, otra modalidad de dependencia personal fue una de las expresiones del fenómeno de los arrimados o agregados.747
58Un agregado es, según se desprende de la información proporcionada por las fuentes documentales coloniales, una persona que vive en propiedad o posesión ajena con autorización del titular (o jefe) del lugar, con el que puede o no mantener algún tipo de vínculo familiar. Igualmente, las referencias epocales brindan evidencias respecto a la existencia de distintos tipos de agregados. ¿Qué los hace distintos? No sus características intrínsecas como campesinos -aunque no pueda dejar de tenérselas en cuenta-, sino predominantemente las particularidades del sitio (o unidad productiva en una acepción amplia) que les brinda cobijo.
59La modalidad que más interesa a efectos de esta exposición es la figura del agregado cuando lo está en estancias y chacras de cierta significación económica, social y política, puesto que en estos casos concentra en sí rasgos definitorios del productor directo que entrega una renta en trabajo al propietario de las condiciones de producción, en tanto englobamos en este concepto el heterogéneo repertorio de prestaciones con que el agregado retribuye el hecho de ser aceptado en tal condición, a la que suele acceder en busca de la oportunidad de reproducir su existencia bajo el paraguas protector de hacendados y terratenientes, forzado por su condición de potencial o efectivo objetivo de la persecución de vagos, ociosos y cuatreros.
60Una ilustración tan tardía como, por eso mismo relevante, de este fenómeno se manifiesta en el relato –realizado por un pariente que se hallaba de visita- de lo ocurrido en una estancia de Juan Manuel de Rosas en la década de 1830. Habiendo sido atrapado un paisano que había robado una oveja del establecimiento, fue mandado estaquear y se le aplicaron 50 latigazos. Horas después, al momento de la cena, Rosas hizo traer al “cuatrero”, lo hizo sentar a la mesa y le indicó que comiera:
“ ¿Como se llama amigo? –Fulano de tal –Y dígame, ¿es casado o soltero? ¿tiene muchos hijos? –Si, soy casado y tengo cinco hijos señor. –Dígame amigo, ¿no quiere que seamos compadres? ¿No está preñada su mujer? –El gaucho no contestó. Don Juan Manuel prosiguió: -Vea, paisano, yo quiero ser padrino del primer hijo que tenga su mujer y le voy a dar unas vacas y unas ovejas y una tropilla, y un lugar por ahí, en mi campo, y usted va a hacer un rancho, y vamos a ser socios a medias. ¿Qué le parece? –Como usted diga señor. –Y Rosas dirigiéndose al gaucho agregó: Pero aquí hay que andar derecho, ¿no? –Sí, señor”.748
61¡Que acertadamente nos enseñó Hilton que las obligaciones impuestas por la fuerza de prestar servicios o pagar tributos podían extenderse hasta donde alcanzara la imaginación del poderoso para imponerlas!749 Nótese como se conjugan, y la anécdota vale porque resume lo que hemos percibido tras dos décadas de revisar fuentes documentales, las diversas acepciones de “la fuerza coercitiva” que impone obligaciones al campesinado,750 desde la violencia física a apadrinar hijos y “ser socios a medias”.751
62Articulando el análisis de la figura del agregado con la caracterización que hemos realizado de las circunstancias existenciales –sus propias condiciones de producción- de buena parte del campesinado bonaerense, cabe señalar que junto a los dependientes de los hacendados, fue común otro tipo de arrimados, que en este caso no se corresponderían al momento en que identificamos al campesinado sujeto o dependiente, sino al que aparece como autónomo y autosuficiente y, por eso mismo, se constituye en objeto de las presiones extraeconómicas en sus diferentes desemboques. Nos referimos –y con esto reforzamos la imagen de la inexistencia de mano de obra libre- a los agregados en pequeñas posesiones (a menudo muy irregulares o directamente ilegales) en las que se mezcla alguna agricultura con pequeños rodeos de vacunos, además de equinos y/o ovinos. Sus titulares o jefes de la familia que constituye el núcleo del asentamiento -que podrían calificarse de campesinos pobres-pueden ser arrendatarios en semilla o estar instalados directamente en tierras realengas. Entregando un matiz de grado en sus situaciones, también resultaban comunes los agregados en pequeñas posesiones de hecho, de dueños no conocidos, en litigio, y otras similares. Se trata de sitios -a menudo un rancho precario y transitorio- que no sobrepasan la categoría de unidades de autosubsistencia en condiciones críticas, y a menudo insuficientes, instaladas por campesinos muy pobres, que dado el orden y la normativa social colonial se encuentran, al igual y en mayor medida que los anteriores, formalmente fuera de la legalidad. Esta categoría y la anterior suelen ser reiteradamente retratadas por las fuentes judiciales a propósito de la descripción de las condiciones de vida de los sumariados por vagos, ociosos, ladrones de ganado, alborotadores, etc. En realidad, individuos que se suman, participando y compartiendo, en términos de formas simples de cooperación, la autosuficiencia de pequeños grupos, unidades domésticas ampliadas, en el marco de precarias e inciertas unidades de producción.
Reflexiones finales
63Finalizamos esta breve presentación de las conclusiones a las que arribamos tras dos décadas de investigación sobre la campaña bonaerense virreinal sintetizando los principales conceptos expuestos, y también poniendo en evidencia la discusión de fondo que, entre 1985 y 2005, se desarrolló –es verdad que, en sordina, sin hacerla explícita, e incluso negándola-en el trasfondo de los por entonces reactivados estudios coloniales.
64En primer lugar, remarcamos la ausencia en la región del Río de la Plata, hacia fines del siglo XVIII, de un desarrollo manufacturero que merezca dicho calificativo, como parte de la frustración y el atraso de las fuerzas productivas originados por un conjunto de causas, entre las cuales la dependencia colonial no ocupó un lugar secundario. Estas circunstancias, aunadas a la condición de campesinos que caracterizó a la mayoría de los productores directos –entre los cuales se destacaron también los esclavos-, creemos que deben ponderarse frente a la tentación de dotar a algunos componentes de la estructura socioeconómica de una modernidad de la que a todas luces carecían.
65Al respecto, hemos caracterizado a la parte mayoritaria de los productores directos rurales como campesinos dependientes y sujetos,752 obligados a transferir plustrabajo y/o plusproducto –el diezmo sería un caso evidente- en virtud de obligaciones sustentadas por mecanismos de coacción extraeconómica.
66Este rasgo sobresaliente del paisaje social rural permite su identificación y clasificación en términos de modo de producción dominante, al interior de una formación económica colonial, determinación que –insistimos- sostiene y reproduce la totalidad del sistema de relaciones sociales.
67Sin embargo, esta interpretación con dar cuenta de lo decisivo no resulta completa sin la incorporación de otros hombres –o en buena medida los mismos, observados en otra fase de su existencia- y otras conductas, en las cuales puede observarse la cara opuesta del consenso y la integración; esto es aquellos grupos del campesinado que tendieron a un posicionamiento asociable con la resistencia frente al orden que se establecía y, por ende, a acentuar cierto desencuadre institucional.
68Dentro de esta perspectiva pueden anotarse desde el intento, parcialmente abortado a partir de 1791 por la expansión terrateniente753, de instalarse en la franja de terrenos realengos fronterizos donde escapaban al peonaje y al arriendo forzoso, procurando transformarse en productores directos independientes; hasta las formas más conocidas de resistencia al conchabo y al tributo en especie que le valieron el apelativo denostativo de gauchos754, aplicado por la justicia y la elite colonial a todos aquellos campesinos oprimidos que resistieron en distintas medidas el sometimiento a las normas del orden establecido, disputando tierras, ganados y hombres a los propietarios terratenientes, viviendo “sin Dios, sin ley y sin rey”.
69La escasísima población rural del campo bonaerense a fines del siglo XVIII, la abundancia de ganado diseminado en dicho espacio -cientos de miles de vacunos y ovejas y gran cantidad de equinos-, la existencia de terrenos realengos fronterizos, y numerosos mercachifles y pulperos ambulantes, sobre todo en la franja fronteriza que se extendía entre los límites de la zona de antigua ocupación y apropiación jurídica de la tierra y el río Salado, favorecieron la resistencia campesina a la imposición del orden rural, aun cuando dicho conflicto no alcanzara a desdibujar las características definitorias de la sociedad colonial rioplatense de la cual resultaba un elocuente emergente.
70Por último, el núcleo del debate. La tesis del capitalismo colonial fue sustentada con éxito durante mucho tiempo mediante las posturas circulacionistas que definían el régimen socioeconómico en virtud del destino de la producción, por ejemplo la exportación de cueros, que conferiría a la estancia el carácter de una unidad productiva capitalista.755 Luego de que en la década de 1970 estas perspectivas fueran sometidas a críticas que rebajarían en mucho sus alcances756, en la década de 1980 pasó a primer plano –en línea con cierto auge de los estudios cuantitativos- la interpretación que postulaba el predominio del capital comercial por sobre cualquier modo de producción interior a la colonia, el dominio de los “aviadores” sobre los “productores” y otras hipótesis que, aunque sin duda útiles para pensar las formas de dominio del colonialismo en Hispanoamérica, continuaban siendo una versión más ajustada y fundamentada de las anteriores visiones circulacionistas.
71Finalmente, sumadas a las que enfatizaban el papel del capital mercantil757, pasaron a primer plano otras líneas de argumentación –ya priorizando para sus definiciones el plano de la producción-, las cuales, sin intentar negar la explotación feudal de los pueblos originarios en sus territorios tradicionales de asentamiento, enfatizaron que “en las pampas de Argentina, en Uruguay y en otras zonas similares… el poblamiento alcanzó formas capitalistas desde sus comienzos”.758
72Posteriormente, esta propuesta interpretativa fue reforzada por destacados investigadores del mundo rural rioplatense, como Garavaglia, al enfatizar que “si en algún lado estaba naciendo el capitalismo vernáculo era en la campaña litoral, donde ya desde mediados del siglo XVIII habían comenzado a afirmarse las relaciones capitalistas de producción… este tipo de relaciones de producción comenzaba a predominar en este espacio”.759 En esta dirección otros autores afirmaron que el virreinal fue “un período de incipiente desarrollo del capitalismo rural y de la proletarización en el Río de la Plata”.760
73Aludimos más arriba a una discusión en sordina, tal vez cabría decir sofisticada, ya que siendo estas las ideas de fondo de la principal corriente de la renovación historiográfica argentina en temas coloniales, se evitó hacer mención expresa a ella, al mismo tiempo que se disputó fuertemente en favor de las bases que podían sustentar tanto dichas posturas como impugnar las que proponemos en este texto. Así, se afirmó que los estancieros o hacendados (nunca terratenientes) no eran parte de la elite colonial, que eran pobres y sin influencia (para la cual se mezclaron indiscriminadamente sucesiones y testamentos de terratenientes y campesinos propietarios), que la exportación de cueros no era tan importante y que más valían los granos que los vacunos, que el poder estatal colonial era generalmente desobedecido, que había campesinos que “acumulaban” capital, que había peones “proletarios”, que había una “oferta ilimitada de tierras”, y tantas otras opiniones directamente dirigidas a sustentar sino un capitalismo ya implantado, una transición acelerada…
74De nuestra parte, creemos haber probado que ni desde el lado de la “demanda” de trabajadores existían tales circunstancias, ni desde la “oferta” de fuerza de trabajo es posible reconocer la existencia de una mano de obra separada de todo medio de producción y subsistencia.761 A fines del siglo XVIII en la campaña bonaerense no existía mano de obra libre, ni estaba en vías de existir, al menos antes de la revolución. Por lo tanto, dado que el capital es una relación social de producción,762 ningún capitalismo colonial.
75En este escenario, cuando la presión económica no funciona como medio para lograr que unos seres humanos exploten a otros, y ante el hecho indiscutible de que dicha explotación existía – incluida la esclavitud-, es difícil eludir la conclusión de que la extracción del trabajo/producto campesino excedente se realizaba a través de la imposición de obligaciones mediante compulsión extraeconómica en todas las heterogéneas formas que esta adoptaba en dicho tiempo, lugar y circunstancias. Claro que (y tal vez esto ayude a entender las impugnaciones mencionadas más arriba) para ejercer este tipo de coerción hace falta cierta cuota de poder e influencia, variable según ámbito y actores, y allí resulta clave el hecho de que, a la sombra y subordinados al poder colonial, en la comarca rural de Buenos Aires eran los hacendados principales –los terratenientes predominantemente criollos-quienes ejercían lo esencial del poder local en forma directa o mediante las redes sociales que articulaban, ocupando los puestos de alcaldes de la hermandad763, jueces comisionados y jefes de las milicias rurales.764
76A esta altura del debate historiográfico, que afecta directamente la discusión sobre la formación y características del capitalismo en Argentina, podríamos no calificar de feudal al modo de producción dominante en los campos coloniales rioplatenses, si eso facilita la comprensión de que allí la explotación social se ejercía, en su variante principal, mediante la imposición coactiva, extraeconómica del Estado virreinal y, a su sombra, de los integrantes de las elites locales sobre un campesinado tan autosuficiente como sujeto.
Bibliographie
Fuentes
Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires. Archivo General de la Nación, Varios tomos. Imprenta de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, varios años.
Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires. Sección Juzgado del Crimen. Causas Judiciales.
Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires. Sección Real Audiencia. Causas Judiciales.
Notes de bas de page
710 Azcuy Ameghino, Eduardo, El latifundio y la gran propiedad colonial rioplatense, Buenos Aires, García Cambeiro, 1995; Martínez Dougnac, Gabriela, “Justicia colonial, orden social y peonaje obligatorio”, en AA. VV., Poder terrateniente, relaciones de producción y orden colonial, Buenos Aires, García Cambeiro, 1996; Gresores, Gabriela y Gabriela Martínez Dougnac, “En torno a la economía y la sociedad rioplatenses en el siglo XVIII: debates historiográficos actuales”, Revista Ciclos, Nº 3, Bs. As., 1992; Martínez Dougnac, Gabriela y Eduardo Azcuy Ameghino, Tierra y ganado en la campaña de Buenos Aires según los Censos de Hacendados de 1789, Bueno Aires, Universidad de Buenos Aires, 1989; Azcuy Ameghino, Eduardo, La otra historia. Economía, Estado y Sociedad en el Río de la Plata colonial, Buenos Aires, Imago Mundi, 2002.
711 AA. VV., Poder terrateniente, relaciones de producción y orden colonial, Buenos Aires, García Cambeiro, 1996.
712 Sánchez Román, José Antonio, “Comentario a Poder terrateniente, relaciones de producción y orden colonial”, Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Vol. 8, Nº 2, 1997, p. 153.
713 Ídem, p. 151.
714 Ídem, p. 150.
715 Mayo, Carlos, “Estancia y peonaje en la región pampeana en la segunda mitad del siglo XVIII”, Desarrollo Económico, Nº 92, 1984.
716 Referencia documental, en Azcuy Ameghino, Eduardo, “Economía y sociedad colonial en el ámbito rural bonaerense”, en Mario Rapoport (Comp.) Economía e historia. Contribuciones a la historia económica argentina, Buenos Aires, Tesis, 1988.
717 En general, los trabajos permanentes quedaban a cargo de la mano de obra esclava, razón por la cual, en las estancias más grandes, y no sólo en ellas, los negros tendían a reemplazar el trabajo de los peones no esclavos Ver Halperín Donghi, Tulio, “Una estancia en la campaña de Buenos Aires, Fontezuela, 1753-1809”, en AA. VV., Haciendas, latifundios y plantaciones en América Latina, Siglo XXI, México, 1975, p. 457.
718 Martínez Dougnac, Gabriela, “Vagos y cuatreros. Una visión ‘popular’ de la campaña rioplatense”, XI Jornadas de Historia Económica, AAHE, Jujuy, 1991.
719 Documentos para la Historia Argentina. Tomo X. Padrones: ciudad y campaña de Buenos Aires (1726-1810), Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1955.
720 Gelman, Jorge, “Estancieros, labradores, jornaleros y conchabados. Algunas consideraciones sobre el trabajo y las relaciones de producción en la campaña rioplatense colonial”, X Jornadas de Historia Económica, Bs. As., 1989.
721 Marx, Karl, El capital, México, Fondo de Cultura Económica, 1968.
722 “El asalariado, para vivir, está obligado a trabajar para el capitalista; la coacción sobre él es económica. El campesino feudal, al disponer de sus propios medios de producción, ha de ser obligado por la amenaza inmediata, o en última instancia por la fuerza a entregar la renta al señor”, Hilton, Rodney, Conflicto de clases y crisis del feudalismo, Crítica, Barcelona, 1988, p. 171.
723 Mayo, Carlos, “Estancia y peonaje…”, op. cit., 1984.
724 El papel de la compulsión extraeconómica en la determinación de un tipo específico de relaciones de producción lo hemos tratado en Azcuy Ameghino, Eduardo, Trincheras en la historia. Historiografía, marxismo y debates, Imago Mundi, Bs. As., 2004.
725 Virrey Loreto, Memorias de los virreyes del Río de la Plata, Bajel, Bs As, 1942, p. 225
726 Martínez Dougnac, Gabriela, “Justicia colonial, orden social…”. op. cit.
727 Marquiegui, Dedier, Estancia y poder político en un partido de la campaña bonaerense, Luján, 1756-1821, Biblos, Bs. As., 1990.
728 Los casos que presentamos a continuación surgen del análisis de los procesos judiciales seguidos contra los “delitos” sociales ( “vagancia” y “robo” de ganado en pequeña escala) reunidos en los cuerpos documentales del Juzgado del Crimen, Real Audiencia y Escribanía Mayor de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires (en adelante AHPBA). Resumimos en este punto desarrollos realizados en Martínez Dougnac, Gabriela, “Justicia colonial, orden social…”, op. cit.
729 AHPBA. Juzgado del Crimen, 34-1-18-32
730 AHPBA. Real Audiencia. Informaciones de Pobreza, 1786, citado por Mallo, Silvia, Pobreza y formas de subsistencia en el Virreinato del Río de la Plata a fines del siglo XVIII, Facultad de Humanidades, UNLP, La Plata, 1989.
731 Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires. S III, t VIII, p. 589.
732 Padrón de Hacendados de Cañada de La Cruz, 1789, publicado en Martínez Dougnac y Azcuy Ameghino, Tierra y ganado en la campaña de Buenos Aires… op. cit.
733 AHPBA. Juzgado del Crimen, 34-2-21-30.
734 AHPBA. Real Audiencia, 7-1-95-21.
735 AHPBA. Juzgado del Crimen, 34-1-18-8.
736 Ibid.
737 AHPBA. Juzgado del Crimen, 3434-2-24-23.
738 AHPBA, Juzgado del Crimen, 3434-2-29-4; 34-1-13-13; 34-2-21-12.
739 AHPBA, Juzgado del Crimen, 3434-1-18-25.
740 AHPBA Juzgado del Crimen, 3434.2.21.22.
741 AHPBA, Juzgado del Crimen, 3434-1-19-30.
742 AHPBA, Escribanía Mayor de Gobierno. 13-2-4-9.
743 AHPBA, Juzgado del Crimen, 34-1-19-10.
744 Gresores, Gabriela, “Terratenientes y arrendatarios en la Magdalena. Un estudio de caso” y Birocco, Carlos M., “Los dueños del pueblo”, ambos en AA. VV. Poder terrateniente, relaciones de producción y orden colonial…, op. cit.
745 Azcuy Ameghino, Eduardo, “ ¿Oferta ilimitada de tierras? Un análisis de caso: Navarro, 1791-1822”, Revista Ciclos en la Historia, la Economía y la Sociedad, Nº 6, 1994.
746 Gresores, Gabriela y Carlos M. Birocco, Arrendamientos, desalojos y subordinación campesina, Buenos Aires, García Cambeiro, 1992.
747 Mayo, Carlos, Estancia y sociedad en la pampa, 1740-1820, Buenos Aires, Biblos, 1995, p. 71.
748 Mansilla, Lucio, “El estanciero”, en Busaniche, José Luis, Rosas. Visto por sus contemporáneos, Buenos Aires, Kraft editores, 1955.
749 Hilton, Rodney, La transición del feudalismo al capitalismo, Barcelona, Crítica, 1982, p. 15.
750 Dobb, Maurice, Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, Buenos Aires, Siglo XXI, 1976, p. 54.
751 Más allá de las lógicas diferencias formales es difícil no percibir que el caso mencionado nos remite a una variante de “la renta del suelo en su forma más simple, la renta en trabajo, en la que el productor directo trabaja una parte de la semana con instrumentos (arado, ganado de labor, etc) que de hecho o jurídicamente son de su pertenencia, la tierra que de hecho se halla en su poder, y el resto de la semana la finca del terrateniente, para el terrateniente, sin retribución alguna…”, Marx, Karl, El capital, México, Fondo de Cultura Económica, 1968, p. 733.
752 Por cierto, tanto la brevedad de este texto, como su atención prioritaria al núcleo duro de nuestra visión del modo de producción dominante, determinan algunas omisiones y cierto grado de reduccionismo respecto a un análisis más integral de la estructura socioeconómica colonial, para el cual remitimos al lector a las obras mencionadas en la nota 1.
753 Entre 1791 y 1810 fuera de la campaña de antigua colonización de Buenos Aires y en dirección a la frontera con las poblaciones indígenas se realizaron unas 108 denuncias de tierras por una superficie de 1.450.000 hectáreas con un promedio de alrededor de 14.000 hectáreas. Azcuy Ameghino, Eduardo, “La expansión terrateniente bonaerense a fines del siglo XVIII”, ponencia presentada a las XIV Jornadas de Historia Económica, AAHE-UNC, 1994.
754 Sobre el gaucho rioplatense, sigue siendo insustituible: Rodríguez Molas, Ricardo, Historia social del gaucho, Buenos Aires, Marú, 1968.
755 Este es el caso de textos clásicos –y muy difundidos- de historia económica como: Ferrer, Aldo, La economía argentina. Desde sus orígenes hasta principios del siglo XXI, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2004 (hay varias ediciones desde 1963). En otro plano, se puede mencionar Gunder Frank, André, Capitalismo y subdesarrollo en América Latina, Buenos Aires, Signos, 1970.
756 Ciafardini, Horacio, “Capital, comercio y capitalismo: a propósito del llamado capitalismo comercial”, en AA. VV. Modos de producción en América Latina, Buenos Aires, Pasado y Presente, 1973; Assadourian, Carlos S., Modos de producción, capitalismo y subdesarrollo en América Latina, Buenos Aires, Nueva Visión, 1973.
757 Chiaramonte, José Carlos, Formas de sociedad y economía en Hispanoamérica, México, Grijalbo, 1984, p. 169.
758 Laclau, Ernesto, Política e ideología en la teoría marxista, Madrid, Siglo XXI, 1986, p. 29.
759 Garavaglia, Juan Carlos, “Los textiles de la tierra en el contexto colonial rioplatense”, Anuario IHES, Nº 1, 1986, p. 71.
760 Salvatore, Ricardo y Brown, Jonathan C., “Comercio y proletarización en la Banda Oriental tardo-colonial: La estancia de las Vacas, 1791-1805”, en Fradkin, Raúl (Comp.) La historia agraria del Río de la Plata colonial, Buenos Aires, CEAL, 1993, p. 84.
761 Mayo, C.; Amaral, S.; Garavaglia, J. C.; Gelman, J., “Gauchos, campesinos y fuerza de trabajo en la campaña rioplatense colonial” (Dossier), Anuario del IEHS, Nº 2, 1987.
762 Marx, Karl, El capital. Libro I, capítulo VI (inédito), México, Siglo XXI, 1985, p. 18.
763 Birocco, Carlos María, “La estructuración de un espacio de poder local en la campaña bonaerense: las alcaldías de la Santa Hermandad”, Cuadernos del PIEA, Nº 5, 1998.
764 Azcuy Ameghino, Eduardo, “Hacendados, poder y estado virreinal”, en AA. VV., Poder terrateniente… op. cit.
Auteurs
Centro Interdisciplinario de Estudios Agrarios (CIEA), Universidad de Buenos Aires
Centro Interdisciplinario de Estudios Agrarios (CIEA), Universidad de Buenos Aires

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