Pensando en educación y yéndome por las ramas
p. 200-203
Texte intégral
1Siempre me sucede lo mismo, y es que me cuesta comenzar a escribir. Lograr plasmar ideas en una hoja me hace dedicar muchísimo tiempo de pensar previo a sentarme a teclear en la computadora o de mover el lápiz sobre el papel. Claro que luego al consumar el hecho, me siento frente a la pantalla (o la hoja en blanco) y termino escribiendo más de lo pensado e incluso muchas veces escapándome de aquello que había pensado con anticipación, o sea yéndome por las ramas. En esta ocasión me entrego a la tarea de escribir mientras pienso sobre la importancia de la figura de Paulo Freire para mí como educador y para todas aquellas acciones que considero son parte de la educación misma. Durante mucho tiempo no conocía la obra de Freire y al llevar adelante mi trabajo docente sentía que estaba haciendo algo totalmente original o que mi forma de relacionarme con mis estudiantes y mis compañeres era algo propio y muy personal. Que ingenuo. En realidad lo que estaba haciendo era siendo un verdadero educador. Simplemente me faltaba aprender a valorarlo como se debía. Y me faltaba cruzarme con muchas más personas en el camino con las cuales poder estar de acuerdo y en desacuerdos constantes pero queriendo construir cosas nuevas. Y finalmente esos encuentros se fueron dando. De manera paulatina pero segura.
2Paso a contarles un poco quien soy para que tengan un poco de contexto sobre mi trabajo. Mi nombre es León Gerardo. Y he decidido dar mis dos nombres porque creo que son dos nombres que marcaron mi posicionamiento político desde mi nacimiento. Mis padres, ambos uruguayos, se tuvieron que exiliar en Argentina cuando llegó la dictadura en la década del ’70. Escaparon de una atrocidad para llegar a otra. Pero sin embargo intentaron llevar adelante sus vidas y mantener una familia. Mi padre fue militante de la federación anarquista uruguaya y era muy activo en las diferentes manifestaciones que se realizaron en el país durante los años previos. Estuvo muy cercano a muchas organizaciones sociales e incluso perdió a muchos amigos durante ese período. Mi madre lo acompañaba y nunca lo dejó de hacer, a pesar de que sus posturas políticas no eran tan fuertes como las de él. Mis dos hermanos mayores llevan nombres muy fuertes y hasta se podría decir revolucionarios: Camilo Ernesto y Gervasio. Así que cuando me tocó llegar al mundo tuve la posibilidad de hacerlo en un país entrando en la democracia tan ansiada. Así fue que decidieron ponerme esos dos nombre, los cuales estuvieron prohibidos por muchos años (que locura esa de prohibir nombres, ¿no?). Estos nombres hacían honor a dos líderes sindicales que fueron desaparecidos: León Duarte y Gerardo Gatti. Y ahí está. Ya quedé marcado. Algo en mi decía “no podes hacerte el gil y mirar para un costado, hacete cargo pibe”. Y bueno, de alguna forma lo fui intentando hacer en mi juventud pero nunca encontraba el lugar correcto de lucha. Llámenle centros de estudiantes, organizaciones barriales, o como sea, siempre llegaba un momento en el cual sentía que no estaba dando lo mejor de mí y eso me hacía alejarme.
3Por otro lado, desde chico estudié música y tuve mucha facilidad para las matemáticas. Lo cual al decidirme por una carrera terminé realizando las dos. Y actualmente soy docente de ambas áreas. Y ahí se dio un punto de quiebre en mi vida. Llegó la docencia. Casi como por casualidad. Creo que a los 18 años tenía pensadas otras opciones en mi vida, pero una profesora del conservatorio de música nos animó a anotarnos para dar clases en la Ciudad de Buenos Aires (donde yo vivía en ese momento). Entonces me anoté. Comencé tibio, sin saber mucho lo que hacía y ahí encontré compañeres que me fueron enseñando. Directoras con las cuales tener grandes charlas y que me enseñaron muchísimo con sus experiencias. Otras que no, que mejor tenerlas lejos, esas personas oscuras que se desviven por que todo siga igual y nada cambie. Y ahí encontré mi lugar de lucha. Yo era docente. Yo era educador. Tenía la posibilidad de cambiar las cosas desde un lugar específico. Pero tenía que formarme y cada vez ser la mejor versión de mí.
4Durante muchos años esa idea de que mi forma de trabajar era novedosa me hacía sentir el “number one”, cuando en realidad lo que estaba pasando era que lamentablemente muchas personas de mi generación simplemente veían la docencia como un pasaje para hacer otras cosas. Y yo no. Para mí era mi espacio de lucha, mi espacio de expresión. Ahí llega Freire entonces, y comprendo que mi rol no es único, sino que es compartido. Que no soy un dador de conocimientos, sino un sujeto más en el proceso educativo. Aprendo a ponerle palabras a cosas que no las tenían, como por ejemplo a verme como un ser sentipensante e inacabado. El no tener miedo al error y darme cuenta que soy parte de un todo mucho más fuerte e importante que yo mismo. Empecé a darme cuenta y a visualizar cuanto me habían enseñado mis alumnas y alumnos a lo largo de todos los años recorridos. Me cuestioné formas de trabajo, que al recordarlas hoy me dan mucha vergüenza, pero que me sirvieron para poner en tensión mi rol. Empecé a pensar la práctica y valorar el estar en una praxis constante.
5 Hoy me encuentro llevando adelante mi rol de educador desde varios lugares: desde el aula como docente de asignatura, desde los pasillos como orientador, desde una oficina como compañero de trabajo, desde un comedor como amigo o par, desde mi casa como esposo y/o padre, desde todos los lugares de mi vida llevo adelante mi rol de educador. Porque aunque los sistemas educativos y los gobiernos crean que el docente trabaja en su turno y después se apaga o que tiene más vacaciones que el resto de los trabajadores, la verdad es que uno nunca deja de pensar su trabajo, su rol y de buscar nuevas formas para que el encuentro con estudiantes, familias y compañeres sea más poderoso y constructivo. Así llego al lugar en donde hoy me desempeño como docente, el cual me da la posibilidad de hacer todo esto en comunidad. Con otras y otros que también están por el mismo camino que yo. Pensándonos y pensando la educación y las relaciones que construimos para que nadie se quede afuera y poder tener realmente una educación democrática, empoderada y emancipadora.
6Así nos encontró la pandemia y todo lo que con ella trajo arrastrado. El cierre de las aulas, las clases por computadora, el distanciamiento, las plataformas, etc. Por suerte nos encontró activos y, si bien nos descolocó mucho, con la cabeza puesta en la educación. En un contexto como el actual no se puede pensar la educación de la misma forma que se la pensaba hace 100 años (que es cuando muchos de nuestros planes de estudio fueron elaborados).
7Se dice muchas veces que la educación popular no puede existir en las instituciones formales, pero no creo que sea cierto. Porque sí creo que aquella persona que elige la docencia y que verdaderamente se siente educador no puede escapar de una vocación popular. De un sentimiento que involucre a todas y todos en el proceso, que sea abierto al diálogo, que se permita la duda y la pregunta constantes, que humanice a los sujetos y se valoren sus prácticas y sus saberes, que permite dar las herramientas necesarias a quienes van a ser los que lleven adelante las futuras revoluciones (muchas ya están siendo ahora mismo). Puede ser que la pandemia y sus consecuencias le sirvan al sistema capitalista y mantengan la voz del opresor con alto parlantes y sonando a toda hora por los medios masivos, pero si quienes creen realmente en la educación continúan luchando por ella, continúan poniendo sus granitos de arena y continúan pensándose y pensando la práctica, tarde o temprano se verán sus frutos. Y ojo que hablo desde mi micro clima Uruguayo pero siempre siendo consciente que en el continente hay muchas realidades totalmente heterogéneas, pero lamentablemente atravesadas por un sistema brutal (capitalista, mercantilista, patriarcal, represivo y muchos etcéteras más).
8 Mientras termino de escribir estas líneas, en otras latitudes están ardiendo las calles y hay gente queriéndose hacer oír porque se cansó de los atropellos de este sistema y buscan otra cosa. No podemos ser ciegos frente a todo lo que pasa, eso es parte de nuestra labor. Es parte de nuestro pensarnos, es parte de nuestra práctica también. Freire decía que para ser, se tiene que estar siendo, entonces compañeras y compañeros, seamos. Sigamos siendo y de esa manera la voz de Freire continuará resonando y la educación será popular eternamente. Tenía razón con que me iba a ir un poco por las ramas pero creo que queda claro que esta carta (o símil) tiene como objetivo decir “acá estamos”, “no estás solo”, “sigamos luchando”. Salú!
Auteur
Colegio y Liceo Sagrado Corazón de Paso Carrasco Canelones Uruguay

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